Motivos para matar. ¿Hay, de verdad, motivos para matar? ¿Cualquiera es capaz de matar? ¿Yo, yo soy capaz? ¿El que te carga la nafta es capaz? ¿Es capaz de matar la señora de enfrente, tan arreglada?
Esas son algunas de las preguntas que quedaron picando después de cerrar Tuya, la primera novela que escribió Claudia Piñeiro cuando todavía no era “la destacada escritora argentina”, cuando todavía no había sido una de las figuras resonantes de la discusión por la ley del aborto, cuando no había películas sobre sus libros, cuando no había levantado polémica con el guión de El reino. Eso -¿puedo matar?- hacía pensar Piñeiro en en esa novela, publicada antes del gran éxito de Las viudas de los jueves.
Lo que pasaba en Tuya era que Inés -una mujer muy tradicional, muy vivo-para-la-familia- descubría que su marido. Ernesto, le era infiel. A partir de eso había muertes, investigaciones, forenses y muchas cosas que no eran lo que parecían. Ojo a esto: MUCHAS COSAS QUE NO ERAN LO QUE PARECÍAN.
En fin: pasaron 17 años desde que salió Tuya, Claudia Piñeiro se convirtió en Claudia Piñeiro, el movimiento de las mujeres dio unps cuantos pasos al frente y ahora la novelista saca El tiempo de las moscas, donde vuelve Inés.
“Pensé qué interesante era traer ese personaje pero modificado. Una mujer que era absolutamente machista”
¿Qué fue de ella? Peguen un vistazo a este párrafo en la primera página:
“Inés avanza escoltada por una agente penitenciaria a la que apenas conoce. A ella le habría gustado que hoy la acompañara otra, alguna de aquellas con las que compartió tantos años ahí dentro. Quince. El bolso que carga no llega a pesarle en el hombro”.
Sí, Inés está saliendo de la cárcel. No sabemos si sabrá vivir en el mundo que encuentre, con tantos cambios. “Nosotros, conocemos como las dos vueltas, lo que era antes y lo que es ahora”, dice ahora Piñeiro, en el estudio de Infobae. Habla de nosotros, nuestra generación, los que nacimos en los 60. “Nuestros hijos, nuestros sobrinos, nuestros nietos nacen en un mundo donde ya está cambiado”.
Inés sale a una mundo nuevo pero no sale sola: pronto estará con ella una amiga, la Manca, con quien montará una empresa que se llamará MMM: Moscas, mujeres y muerte. La Manca será detective e Inés, fumigadora. En el libro aparece también Laura, la que en Tuya era la hija adolescente de Inés. Estaba embarazada pero ella no se dio cuenta, sólo tenía ojos para los desplantes de Ernesto.
Aunque un poco es una novela de esas en que el protagonista se pasó 15, 30, 50 años fuera de la realidad y cuando sale se sorprende ante los cambios que los demás ya naturalizamos -aquí, fuertemente, en el lugar de las mujeres-, El tiempo de las moscas no renuncia a ser un policial con suspenso y peligro de muerte. Una detective que es una expresidiaria. Una fumigadora que es experta en moscas y en todo lo que se puede aprender de la descomposición de un cadáver a partir de ellas.
La trama se acelera cuando Inés recibe una propuesta extraña de una clienta: muchos, muchos dólares a cambio de venderle un veneno que sólo pueden comprar los profesionales. Le dice que es para un marido infiel pero mmm no parece cierto. ¿La clienta va va a involucrar a Inés en un crimen? ¿Contra quién? Esa plata que necesita para salvar una vida ¿le va a arruinar la de ella? Bueno, es Piñeiro, ya dijimos, no hay que creer en la apariencias.
Como un tejido, el libro está formado por distintas textualidades. Cada tanto aparece un coro de voces que comentan, a la manera del teatro griego, lo que está pasando. “Coro o asamblea”, dirá Piñeiro. De hecho, discuten los temas que atraviesan al feminismo. Cosas así: “¿Todos los hombres son arrogantes? No, algunos no. Hay mujeres arrogantes, también. Sí, y son un pelotazo. Difícil aconsejarle a una hija qué estilo de hombre le conviene. ¿Por qué ‘de hombre’? En todo caso, qué pareja le conviene. Estamos hablando de aparearse, de copular para seguir adelante con la rueda sin fin de la especie. Parecés el Rey León y no somos animales. Sí, somos.”
Y mezclados con esas voces hay textos de figuras reconocidas: Rebecca Solnit, Rita Segato, Judith Butler, Vivian Gornick, Marguerite Duras...
-Lo primero que te quiero preguntar es por qué esa intención de continuar Tuya, para qué te sirve hoy.
-En realidad no hubo una intención mía, al principio. Hubo una sugerencia de Guillermo Martínez. Fue hace unos ocho años. En ese momento yo pensaba “bueno, a una mujer que está en la cárcel no le veo muchas posibilidades como para hacer una continuación”. Yo nunca había hecho una saga, si pensaba que alguno podía continuar era Betibú con su equipo de investigadores pero no Inés. Y después, en la pandemia, empezó a rondar el tema de... “cuánto tiempo hace que Inés está en la cárcel?”. Bueno, hace 15 años que está este personaje encerrado. “¿Qué pasa si Inés sale de la cárcel?”. Me puse a averiguar si podía salir y sí, con buena conducta podía. Entonces pensé qué interesante que era traer ese personaje pero modificado. Una mujer que era absolutamente machista y que tenía instalado el rol de ser mujer de aquella época, que decía cosas que podían causar gracia en ese momento y que ya no sé si hoy causan gracia, ¿cómo sería traerla al presente? Ella tenía que haber tenido alguna modificación después de haber estado 15 años en la cárcel. Y, además, saliendo a un mundo que había pateado el tablero desde el punto de vista de las mujeres y el feminismo.
-En Tuya ella hace unos esfuerzos tremendos por deformar las cosas que pasan para acomodarlas a lo que quiere ver, sobre todo a lo que no quiere ver y eso es gracioso. Tiene algo de ironía que va a conservar ahora también. ¿Cómo evolucionó y por qué pasó?
-Empezó a darse cuenta que había ciertas cosas a las que había apostado -que nunca se destruya la familia por más que sea un desastre, las apariencias, el marido para toda la vida- y se le vinieron abajo, entonces hubo que construir otra cosa y ella empieza a armar una relación con sus compañeras de prisión, sobre todo con la Manca que es la otra protagonista de esta novela. Con precaución, como que le da cosa acercarse a otras mujeres, pero con el tiempo se da cuenta de que sus lazos estaban ahí ahora. Ella antes borraba lo que no quería ver y ahora tiene como una mosca en el ojo que permanentemente la molesta.
-Las moscas son centrales en la novela, de hecho el título va por ahí. ¿De dónde salieron?
-También de la pandemia. Hice un curso a distancia sobre entomología forense; a mí me encanta eso, saber cómo descubren por el huevito de una mosca -o si la mosca ya nació o no nació, o si es larva o no- cuándo murió un cadáver y en qué lugar. Porque depende del tipo de mosca, esas cosas. Entonces, en vez de hacer masa madre yo me anoté en el curso de entomología forense y ahí dije “bueno, esta mujer se puede obsesionar con este tema con las moscas”. Y, a su vez, buscar una forma de ganarse la vida a través de fumigar. Así aparecieron un montón de cosas con las moscas que, bueno, ya verán en el libro.
“Daría cualquier cosa por tener el tiempo de las moscas, Manca. Y que ese sol tarde cuatro veces más en convertir la madrugada en día”, dirá Inés casi al final del libro. Y también: “Dice Augusto Monterroso que nuestras almas transmigran gracias a las moscas”.
-Lo de las moscas se vuelve algo casi filosófico.
-De alguna manera es el runrún de las mujeres que tenía alrededor, es el zzz, el zumbido de mujeres hablando y diciendo cosas y además, bueno, el título de la novela que se resignifica al final.
-En el libro está el juego ese de alguien que pasó mucho tiempo encerrado o en coma, fuera del mundo y sale y el mundo es otro, lo ve desde afuera. ¿Cómo sentís vos esos cambios, qué pasó con nuestro mundo, como cambió?
-A mí lo que me parece interesante es que las mujeres de nuestra generación conocemos las dos historias. Nuestros hijos, nuestros sobrinos, nuestros nietos, nacen en un mundo donde ya está cambiado. Y en cambio nosotros conocemos como las dos vueltas, lo que era antes y lo que es ahora. Entonces, por más que tengas muy aceitados estos cambios no dejas de sorprenderte.
-¿De qué hablamos, concretamente? ¿De la corrección política, las cosas que antes estaban mal y ahora no están mal o al revés?
-Estamos hablando de una mujer que está en un lugar relegado respecto del hombre. Esa es la primera diferencia, Inés fue criada en un mundo en el cual la mujer atendía al hombre, el hombre tenía su desarrollo profesional, había mujeres que igual trabajaban pero en general se ocupaban de la familia y el desarrollo profesional estaba reservado para el hombre. La mujer acompañaba y hacía lo que podía mientras limpiaba la casa, atendía a sus padres y atendía a su hijos. Todo eso cambió sustancialmente. No del todo, debería seguir cambiando por supuesto, pero cambió mucho.
-Hay un recurso en Inés: tiene capítulos en primera persona pero además hay unos paréntesis, donde es como si fuera una primera persona más profunda. A veces ahí comenta esos cambios y hasta se burla de ellos. ¿Vos sentís en algún momento que te cuesta adaptarte, que algunos cambios los mirás con desconfianza?
-Ella habla y aprendió que se tiene que adaptar a este mundo. Entonces ya no puede decir lo que decía antes y trata de decir algo un poco más políticamente correcto. Pero por momentos por la cabeza se le pasa algo que no es políticamente correcto, algo que no diría en voz alta. Lo que piensa cuando se mira al espejo. Creo que esas cosas nos pasan a todos. Yo los cambios me los creo, pero me preocupan ciertas cosas. Me preocupa, por ejemplo, que se piense que hay problemas más profundos que ahora hay que atender. Como el avance de las ultraderechas, la pobreza, el cambio climático. Entonces hay un discurso que dice: “Ahora ocupémonos de lo importante que es esto otro”.
Yo creo que tengo una super buena relación con mi hija pero habrá que preguntarle a ella...
-¿Y basta de feminismo?
-Son temas de los cuales el feminismo se ocupó siempre. El feminismo viene denunciando las agresiones de la ultraderecha, hace años viene hablando del cambio climático, de la pobreza también. Entonces tengo un poco de miedo del hartazgo del discurso del feminismo, en la idea de “pasemos a estos otros temas que son los importantes”. Bueno, estos temas que son los importantes nosotras ya los venimos hablando y nadie nos escucha, porque el feminismo es Casandra, el personaje griego de Casandra, que es esta mujer que sabe todo lo que va a pasar y lo dice pero nadie la escucha. ¿Cuánto tiempo hablamos desde el feminismo de lo que son los discursos de odio, las agresiones que después se podían concretar a partir del discurso de odio? Denunciábamos en las redes determinados discursos porque nos daba miedo de que después nos agarraran por la calle y nos pegaran. Y nadie nos daba bolilla.
-¿No?
-No. Las redes cuando decías esto te decían: “no, para mi no incumple las normas”; quizás a mí me habian mandado un video donde un tipo violaba a una mujer, la mataba, la descuartizaba y te decían, “ah para mí no incumple nada”. Hay que dejar claro que hay un montón de cosas que no cambiaron y que deben ser cambiadas. Por supuesto, que hay cosas que me preocupan muchísimo y en las que tenemos que participar todos. Pero en la situación desigual de la mujer también tenemos que participar, todos los hombres tendrían que sentir vergüenza por eso. Cuando se juntan en una lugar periodístico para decir “somos los periodistas de este medio” o en una ministerio, o en una empresa, y son todos hombres, deberían sentir vergüenza y todavía no sienten vergüenza. Entonces, yo entiendo que los canse el discurso feminista, pero primero sientan vergüenza por tantos años de privilegios y hagan algo. Oorque si no se modifican las cosas, ¿por qué vamos a dejar este discurso?
-En la novela se abren preguntas sobre la maternidad: Inés y su hija Laura no se ven ni se quieren ver.
-Esta novela está dedicada por algo a mi hija y a todas las hijas, siempre parece que en la relación madre-hija puede haber ciertas rispideces. Yo creo que tengo una super buena relación con mi hija pero habrá que preguntarle a ella... Pero, además, la gran diferencia entre una mujer y un hombre en el trabajo es que el empleador se pone a pensar “si esta mujer tiene hijos y después tiene que atender a los hijos...”
Hay algo que, que hay que empezar a mirar en el feminismo: todos los problemas no son los hombres.
-¿No está cambiando esto?
-Un poco. Pero, de hecho, los nueve meses de embarazo los tiene la mujer. Si tiene que quedarse descansando por una pérdida, eso es de la mujer. Y esas cosas hacen que se generen diferencias sustanciales entre los hombres y las mujeres, en el aspecto laboral también. Nosotras tenemos el privilegio de ser madre y la que no quiere tiene el derecho de no serlo. Y después otra cosa que tiene la novela -no es la primera sobre esto- es la queja sobre la maternidad, porque parece que si vos te quejás no amás a tus hijos y vos podés amar a tus hijos y quejarte eternamente de la maternidad, de lo que significa la maternidad. Y a lo mejor terminás llevándote pésimo con tu hijo y está la obligación de amar al otro, esa obligación de amarlo porque es tu hijo y de tu hijo amarte porque sos la madre o sos el padre.
-Dejame discutirte con tu propia novela. Inés afirma en todo el texto que no tiene nada que ver con su hija. Y sin embargo aparece una luz hacia el final.
-Sí, hay una puerta que estaba cerrada y se abre un poquito. Y me parece que Inés es una madre, pero también hay madres que terminan sus vidas sin reconciliarse con sus hijos y eso debe ser doloroso, sobre todo porque además de todo pesa el “cómo puede ser que esta madre no se reconcilie con su hijo”.
-Hablar del lugar de las mujeres es inevitable con esta novela y sin embargo, tanto en esta, como en Tuya, se trata de mujeres que matan mujeres, o que quieren matar mujeres.
-A mí me parece que es algo que, que hay que empezar a mirar en el feminismo. Todos los problemas no son los hombres. Los hombres han tenido privilegios durante muchos años, se han hecho los tontos con estos privilegios, hasta los más aliados. Pero también tenemos problemas dentro de nuestro mismo grupo. Y entonces me parece que esos problemas también están en la novela. Incluso se discute sobre qué es un femicidio. Vos fijate que ahora con el atentado a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner el fiscal pidió la pena por femicidio.
-¿Cómo entendés eso?
-Lo hace como estrategia jurídica, porque como no está legislado el magnicidio no puede pedir una pena por intento de magnicidio. No existe el magnicidio en el Código Penal. Pero sí existe el femicidio, que tiene una mayor pena que el homicidio. En la novela está la discusión: si la que mata es una mujer ¿es femicidio o no? Porque femicidio es crimen de odio por el hecho de ser mujer. Entonces si es Sabag Montiel, que es un hombre, sí. ¿Y si es Brenda Uliarte, que es una mujer, no? ¿Si hay odio hacia una mujer lo puede también ejercer una mujer? Yo creo que sí pero esa es la discusión en el coro.
-¿En el atentado hay odio por mujer o por lo que representa políticamente?
-Creo que en general, cuando se odia a una política, no solo a Cristina Kirchner, se la odia diferente. Si es mujer no se dicen las mismas cosas. De Lilita Carrió, de María Eugenia Vidal, de Myriam Bregman, de Romina Del Plá. Se basan en los atributos físicos, en si sos puta o no sos puta, si sos tonta o no sos tonta, si sos gorda o no sos gorda, si sos fea o no sos fea. O sea, un montón de cosas que tienen que ver con ser mujer. Entonces, yo no tengo dudas de que hay un odio exacerbado por el hecho de ser mujer hacia determinadas políticas. De todos modos, el componente es político. Si no fuera vicepresidenta Cristina, seguramente no se hubiera generado todo lo que se generó, pero que está agravado por el hecho de ser mujer también, creo que sí.
-En la novela aparece un personaje que hace la transición de mujer a varón. ¿Es un tema ineludible hoy?
-Estoy como muy rodeada de gente que te cuenta que su sobrina, su sobrino, el que sea, está transicionando. Me parece que es una cosa de los tiempos pero, además, que es una cosa que está dividiendo al feminismo y por eso me interesa también, porque nos estamos perdiendo en una pelea, cuando todavía no están los derechos garantizados. Cuando todavía matan mujeres, cuando todavía las mujeres tienen diferente trato que los hombres en todos los lugares de poder, parecería que ahora la discusión es si hay que incluir o no a mujeres trans, a hombres trans. Considero que el feminismo tiene que ser totalmente incluyente. Llevamos el estandarte de defender minorías y nosotras también somos una minoría, aunque seamos más de la mitad del planeta, somos una minoría en el sentido del poder. Entonces, la verdad que me parece una discusión muy triste. Chicas, creo que realmente la cosa es mucho más seria y que deberíamos estar todas juntas. Eso lo pienso yo, pero le doy voces en el coro también a otras opiniones.
-¿Para eso incluiste el coro?
-Si, me parecía que había cosas que se pueden seguir discutiendo. Creo que esta cosa de asamblea que tiene el feminismo es muy buena. Que se discute todo, se tiran todas las ideas, tener que callarte para escuchar a la otra, eso es algo que en el manejo político de los varones no se ve tanto.
-Pusiste fragmentos teóricos de figuras autorizadas...
-Me parecería interesante ir metiendo voces mucho más autorizadas en el medio del coro, de la asamblea. Y esas voces súper autorizadas están en el mismo nivel de importancia de otros discursos para esta cuestión.
-Te convertiste en una figura pública de opinión, quizás a partir de tu participación en el debate por el aborto. ¿Te pesa eso a la hora de escribir?
-Las novelas para mí surgen con imágenes, las ideas están como subyacentes. Lo que pasa es que empezás a escribir y aparecen las ideas, pero lo que aparece primero es la imagen: Inés saliendo de la cárcel, Inés teniendo que ir a un cuarto muy diferente del que tenía ella en su casa de antes, Inés haciéndose amiga de la Manca y empezando a tener un montón de aventuras juntas. Entre medio están las ideas, creo que están porque uno es una sola persona; el escritor, el ciudadano, mis intereses políticos están todos metidos en la misma persona. Pero cuando escribo trato de escribir una historia y vos de alguna manera ves estas cuestiones de la novela, pero también uno podría decir que es una road movie, una historia de aventuras que termina con una cosa bastante acelerada. En algún momento de la novela lo teórico queda de lado y lo que te interesa es saber cómo terminan estas dos y qué va a pasar.
-¿Pero te pesa ser una figura pública cuando vas a escribir? ¿Podés hacer un personaje que sea completamente una basura?
-Es que yo no creo que nadie sea completamente nada, o son contados. En general las personas tienen blancos y negros, tienen grises. Me parece que un personaje hay que tratar de encontrarlo en esa gama. Yo nunca tuve personajes que sean, no sé, el asesino serial. Ese tipo de personajes de un policial que casi no tiene salida porque es muy claramente un psicópata. Mis personajes son personajes que podemos ser nosotros.
-Es muy sorprendente cómo gente común se puede volver capaz de hacer todas las cosas que hacen tus personajes... pienso en vos estudiando entomología.
-Claro, pero la gente me ve por la calle y no piensa que yo estoy pensando en esas cosas. Y a mí me parece normal pensar en esas cosas y me parece un poco aburrido pensar en la masa madre. Estos personajes pueden estar amasando la masa madre, pero si ven algo y lo señalan -esa es un poco la cuestión- lo señalan con el estilo que vos ya me conocés de las primeras novelas. Que es “uh, mirá, levanto la alfombra y había tierra”. Es decir, haciéndote un poco la tonta.
-Muy femenino.
-A veces, si una va de frente a hacer algo nadie te escucha y cuando venís por otro lado, así un poquitito buscando el lugar para decir, te escuchan más fácilmente. Si levantás la alfombra en el momento adecuado y decís “mirá la tierrita”, a lo mejor te escucharon. Ahora, si venís y decís, “quiero que vengan a ver la tierra”, a lo mejor dicen “no, basta”. Son estrategias.
Quién es Claudia Piñeiro
♦ Nació en 1960 en Burzaco, provincia de Buenos Aires.
♦ Estudió Ciencias Económicas, ejerció como Contadora hasta que se dedicó a la escritura.
♦ En 2004 publicó una novela juvenil, Un ladrón entre nosotros y una obra de teatro, Cuánto vale una heladera.
♦ En 2005 publicó Tuya y ganó el Premio Clarín Novela por Las viudas de los jueves.
♦ Entre sus libros están Elena sabe, Las grietas de Jara, Betibú, Un comunista en calzoncillos, Una suerte pequeña, Las maldiciones, Catedrales y El tiempo de las moscas.
♦ Es coautora del guión de la serie El reino.
♦ Entre otros, recibió los premios Literaturpreis der Schwulen Buchläden (LiBeraturpreis) 2010 por Elena sabe, Sor Juana Inés de la Cruz 2010 por Las grietas de Jara, Pepe Carvalho de novela negra 2019, por ser un “referente ético y literario para las letras de su país y fuera de él”, Dashiell Hammett de la Asociación Internacional de Escritores Policíacos 2021 por Catedrales y, por la misma novela, el Tormo Negro–Masfarné 2022.
SEGUIR LEYENDO