Como dijimos anteriormente, un modo de ser de los límites son los ciclos. La idea es que la aparente recta infinita del tiempo en realidad es parte de una circunferencia y que la extensión infinita del espacio es, en verdad, una esfera. Si es así, siempre recorremos lo mismo, siempre volvemos al mismo instante y al mismo lugar.
Dijimos también que para Borges los laberintos simbolizan la batalla entre el deseo salvaje y la razón.
Ahora analizaremos dos cuentos en los que Borges relaciona el laberinto con el ciclo.
La muerte y la brújula
El 3 de diciembre de un año desconocido se produce el asesinato de Yarmolinsky, un rabino que había concurrido al Tercer Congreso Talmúdico, quien aparece muerto de una puñalada en el pecho. Allí concurren un policía tradicional llamado Treviranus y el protagonista del cuento, un detective llamado Erik Lönrot.
Treviranus considera que el móvil del crimen es el robo de una colección de zafiros de Yarmolinsky y se da a la investigación con métodos tradicionales. Erik Lönrot (Eric el Rojo), encuentra una carta en el lugar del asesinato que dice: “La primera letra del Nombre ha sido articulada”. Encuentra además, entre los libros del muerto, una colección de obras sobre el secreto nombre de Dios y se dedica a leerlas en profundidad. Erik Lönrot intuye vagamente que Red Scharlach, (Rojo Escarlata), un asesino con quien se buscan hace tiempo, está vinculado al crimen.
Poco después, el 3 de enero, hay otro cadáver, ésta vez el de Daniel Simón Azevedo, un matón en decadencia, que aparece muerto del mismo modo salvaje que Yarmolinsky. Muy cerca, escrita en tiza, se ve la leyenda “La segunda letra del Nombre ha sido articulada”
El 3 de febrero se producen una serie de avisos confusos de un periodista que dice saber quiénes es el asesino, pero cuando van al lugar él no está. Sin embargo encuentran a un par de arlequines borrachos que escriben “La tercera letra del Nombre ha sido articulada”.
Lönrot se da cuenta por medio de intrincadísimos medios - típicos de Borges– que, por los lugares geográficos donde fueron ejecutados- los tres asesinatos forman un triángulo perfecto. Una representación de las bases de la geometría, del primer polígono. Y como hemos señalado antes, el símbolo del límite, descripto por los presocráticos.
Si Lönrot hubiera permanecido dentro del límite triangular, protegido por la geometría hubiese estado a salvo. Pero Lönrot ya sabe que se va a pronunciar una cuarta letra, que va a haber un cuarto asesinato. Lo sabe porque las “letras del Nombre” se refieren al sagrado nombre de Dios, al Tetragramatón, a las cuatro letras sagradas. Siguiendo el tetragramatón, espacio y tiempo coinciden: el ángulo faltante del cuadrilátero determina el espacio y la fecha será el 4 de marzo. Recuerda que los días se cuentan de ocaso a ocaso entre los judíos, de modo que confía en llegar antes del crimen. Le anuncia a Treviranus que podrá aprehender a los asesinos y evitar el cuarto crimen.
Cuando Lönrot sale del triángulo, para encontrar el sitio de la cuarta letra que integra el Sagrado Nombre, Lönrot ha salido de la protección del límite para ingresar en el campo del Misterio. Ha ingresado en territorio prohibido adonde campean la infinitud y la eternidad, que nos enloquecen porque son inconcebibles, porque nuestra conciencia no vive fuera de los límites. Lönrot está en peligro.
Así llega al cuarto ángulo en el cual está situada la quinta de Triste le Roy. Y se encuentra con el asesino, Red Scharlach quien antes de darle muerte le explica sus motivos y su método:
El motivo es una venganza: Lönrot ha participado o es causante de la muerte de su hermano. El método para “cazar” a Lönrot ha sido trazar un triángulo de muertes, sugiriendo en cada ángulo de cada muerte las sagradas letras del nombre de Dios, con la certeza de que los conocimientos y la lucidez de Lönrot advertirían que el lugar y la fecha del próximo asesinato, estarían en el ángulo que completa el sugerido cuadrado.
Red Scharlach explica que el triángulo de muertes fue en realidad un laberinto para inducir a Lönrot a situarse en el lugar de su muerte, la quinta de Triste le Roy, adonde se completa la cuarta fecha y el cuarto ángulo que señalan el Tetragramatón, el Misterio, la ausencia de la protección de los límites.
El triángulo de Scharlach es – como hemos dicho – símbolo de límite, de gonos. Pero Scharlach con su ardid consigue que Lönrot salga de la protección de los límites.
Sabemos que los límites son artificios de nuestra conciencia, que no soporta la infinitud ni la eternidad, que atrás del límite acecha el Misterio
Lo contrario a gonos es agonos, el estado previo a la muerte, la situación de la conciencia desquiciada que se produce afuera de la geometría, afuera de los límites.
Lönrot, que sabe que va a morir, le sugiere a Scharlach que la próxima vez que lo asesine, use un laberinto lineal: “Yo sé de un laberinto griego que es una línea única, recta. En esa línea se han perdido tantos filósofos que bien puede perderse un mero detective. Scharlach, cuando en otro avatar usted me dé caza, finja (o cometa) un crimen en A, luego un segundo crimen en B, a 8 kilómetros de A, luego un tercer crimen en C, a 4 kilómetros de A y de B, a mitad de camino entre los dos. Aguárdeme después en D, a 2 kilómetros de A y de C, de nuevo a mitad de camino. Máteme en D, como ahora va a matarme en Triste-le-Roy.
—Para la otra vez que lo mate —replicó Scharlach— le prometo ese laberinto, que consta de una sola línea recta y que es invisible, incesante”.
El “laberinto griego” es la paradoja de Aquiles y la Tortuga* de Zenón de Elea, discípulo de Parménides, que explica la inmovilidad del Ser con la infinita divisibilidad de una recta.
La Muerte y la Brújula es una magistral exposición de los límites, de los laberintos y ese “afuera” el aperiron, el abismo, lo desmesurado y desconocido, que no tiene nombre porque no podemos poseerlo, ni denominarlo.
El título del cuento es un verdadero anuncio: nos dice que tratamos de dos opuestos. Uno es la brújula que enseña las direcciones del supuesto universo, que construye la orientación, el orden y el rumbo de la existencia. Y el otro es la muerte, el misterio insondable que nos acecha al final, el vacío.
El triángulo de muertes es el límite, la protección de una geometría que impone leyes comunes al caos y construye un cosmos. Pero sabemos que los límites son artificios de nuestra conciencia, que no soporta la infinitud ni la eternidad, que atrás del límite acecha el Misterio.
Red Scharlach induce a Lönrot a salir del límite, con un ardid basado en el poderoso intelecto del detective, que en su vanidad cree que puede evitar la muerte, descubriendo como los cabalistas el Sagrado Nombre de cuatro letras.
Finalmente, antes de la muerte de Lönrot, aparece la paradoja de Zenón, que implica que una recta también es un laberinto, del cual no se pude salir si no es por arriba, con un vuelo hacia el espíritu como Dédalo.
¿Podrá Lönrot en el futuro abandonar la vanidad de la razón, la vanidad del laberinto; podrá volar hacia el espíritu? Es la pregunta que nos queda.
La Biblioteca de Babel
Borges nos enfrenta aquí nuevamente a la contradicción: las bibliotecas contienen el saber, contienen los elementos que hemos inventado para someter el caos a la razón, para entender, para creer en un Cosmos.
Pero esta biblioteca está en Babel, en la torre en que se confundieron las lenguas, en el lugar en que los hombres perdimos la posibilidad de entender a los otros, porque la vanidad de la razón nos indujo a llegar hasta el misterio, con la ayuda de un rudimentario instrumento como la torre.
Como Ícaro, que quiso volar demasiado alto con sus alas producto del intelecto, y se precipitó a la Tierra en una región que todavía se llama Icaria.
La biblioteca está formada por hexágonos que parecen infinitos. Los hexágonos son la forma más eficiente de la geometría, en el sentido que con el menor perímetro contienen la máxima superficie. Aparecen con frecuencia como símbolos espirituales: la Estrella de David contiene un hexágono, también algunas catedrales y es un símbolo de la mitología hindú. Para los griegos está vinculado al número seis y de allí se deriva el nombre del sexto planeta, Saturno, Cronos en griego, el Titán que fue vencido en la Theomachia por los Olímpicos liderados por Zeus. También los hexágonos aparecen en la naturaleza con mucha frecuencia: por supuesto en los paneles de las abejas, pero también en los cristales de nieve, en la piel de ciertas serpientes y muchos más. Y el hexágono representa el sexto día de la Creación, en el cual se creó al Hombre adjudicándole el dominio de la naturaleza.
De modo que existe desde el principio la creencia de que los hexágonos son infinitos, son parte del caos, y no son aprehensibles por la razón. En La Biblioteca de Babel son Babel, la infinitud, la eternidad, la confusión.
Por eso Borges nos dice que “desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito...”
Como dijimos, la cantidad de hexágonos es infinita, es caótica y eterna, inasible para la razón. Pero ella recurre al instrumento de siempre, la representación que impone un límite y permite una comprensión ilusoria. Por eso el espejo, que nunca reflejará la verdad.
Pero en cambio los libros tienen límite. Las posibilidades de combinación de las letras del alfabeto son vastas, pero son limitadas.
“No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos, (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas”.
Los libros vastísimos pero limitados refieren al intelecto, a la razón, que necesariamente tiene límite. De modo que en La Biblioteca de Babel hay una clara contraposición entre el caos eterno que no entendemos y al cual le ponemos límites artificiales; y la pura razón, limitada a una cantidad de combinaciones que forman libros limitados. Pero también que nuestro conocimiento está sujeto a la confusión, a las falsedades y al mal entendimiento, porque el intelecto es Babel.
Borges finalmente recurre al ciclo para resolver la contradicción entre caos y cosmos, entre infinito y razón: “No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: la biblioteca es ilimitada y periódica.”
Sin embargo Borges, cuando nos dice que la solución es el ciclo, que la biblioteca es ilimitada y periódica, nos enfrenta nuevamente al abismo. En efecto, hemos visto que el ciclo no es sino una manera más tolerable de afrontar la contradicción de nuestra conciencia limitada frente a la eternidad y la infinitud.
Para eso solamente se requiere incorporar el olvido. Los griegos decían que al morir, antes de entrar en el Hades, había dos fuentes: Letheo (u olvido) y Mnemosyne (o memoria). Podemos optar por Letheo y calmar la ansiedad del límite falso frente a la eternidad y podemos beber de Mnemosyne y sufrir la angustia de nuestra razón limitada, de nuestro conocimiento falso.
Ésa sigue siendo la opción. La única opción.
* La paradoja es bien conocida: Aquiles el de los “pies ligeros” no puede alcanzar a la tortuga debido a la infinita divisibilidad de una recta. Zenón intenta demostrar la tesis de su maestro Parménides: el movimiento, la existencia es pura ilusión, solamente hay un Ser total, inmóvil.
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