(Desde México) - “La probabilidad es muy baja, pero no es imposible”. La frase es cien por ciento mexicana por cantinflesca, pero además porque la dijo Víctor Hugo Espíndola, jefe de analistas del Sistema Sismológico Nacional de la Universidad Nacional Autónoma de México. Tres terremotos de alta magnitud se han paseado por México en días 19 de septiembre.
Y es que ¿qué otro tono pueden tener las explicaciones de un hecho que, si fuera serie en Netflix, sería un argumento de tercera? Desde las bromas con argumento centralista (como siempre es México) que culpan a los 18 millones de chilangos (habitantes de la capital) con temor de que tiemble en septiembre de ser los que mueven la tierra, hasta los memes que inundan al medio minuto de acabado el sismo las redes, para presumir de la “chingonería” mexicana: tan eficientes que organizan simulacros con terremoto incluido, todas son maneras de intentar asir el contundente surrealismo de la realidad mexicana.
“Septiembre, estigmatizado por la población como el mes de los temblores” es una de las muchas joyas de análisis periodístico que se han leído desde este lunes, fruto de la pluma de periodistas con tan pocos elementos para explicar el absurdo como imaginación narrativa. Los que sí que tienen imaginación son los que buscan en el inconsciente mexicano la explicación y mencionan tres acciones como detonadores: 1. La conmemoración: hacer un minuto de silencio los 19 de septiembre en Ciudad de México. 2 la invocación: cantar “Y retiemble en sus centros la tierra”, estrofa del Himno Nacional; y 3. La representación: hacer simulacros en la Ciudad de México cada 19 de septiembre.
Lo cierto es que aunque sean los habitantes de la capital mexicana, por su visbilidad y reiterativos episodios, los que se llevan la atención con el tema de los terremotos, los sismos afectan incluso más gravemente poblaciones medias y pequeñas que están más cerca de los epicentros. Este último conectó, desde las cosas del Pacífico hasta las del Golfo, a decenas de poblaciones que, pasado el susto y visto que la tragedia no fue “tanta” (esas medidas mexicanas también son absurdas pero ese es otro tema), a miles de personas en una absurda rutina social pos-terremoto consistente en intentar llamar por teléfono cuando ya se sabe que las antenas de señal celular dejan de transmitir.
Visto que lo anterior no sirve, lo que sigue es enviar whatsapps a todos los parientes, amigos y conocidos cercanos que vivan en la zona afectada: “¿Todo bien? ¿Todxs bien? ¿En dónde te agarró?”, a los que seguirán respuestas que deben ser por protocolo rápidas o generarán pánico en la familia, con frases tranquilizadoras más o menos ingeniosas, memes de personas comiendo pan (que se dice que sirve para el susto) y menciones de lo abusrdo de hacer el simulacro si de todas formas va a temblar. Todo eso, por supuesto, no pasa cuando la gravedad es aplastante y los edificios se caen, por suerte algo que no sucede con cada sismo.
Un dato más que el temblor de este lunes hizo caer de algún estante hasta las redes sociales termina de bordar el tema paranormal y de comprobar que, en este país al menos, la realidad imita a la ficción. Tomado directamente del enorme El llano en llamas, joya universal de la literatura mexican escrita en 1953 por la pluma de Juan Rulfo, así arranca el cuento “El día del derrumbe”:
“—Esto pasó en septiembre. No en el septiembre de este año sino en el del año pasado. ¿O fue el antepasado, Melitón?
—No, fue el pasado.
— Sí, si yo me acordaba bien. Fue en septiembre del año pasado, por el día veintiuno. Óyeme, Melitón,¿no fue el veintiuno de septiembre el mero día del temblor?
—Fue un poco antes. Tengo entendido que fue por el dieciocho.
—Tienes razón. Yo por esos días andaba en Tuzcacuexco…”
¿Y a usted? ¿En dónde lo agarró el temblor?
*Myriam Vidriales Chan es mexicana, chilanga por adopción y Directora de Marketing y Comunicación para América LAtina en Grupo Planeta.
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