En las páginas de esta reedición de “Diario del dolor” se puede leer a la escritora sumida en una reflexión sobre el dolor, desde cómo llegó hasta en qué momento se convierte en un huésped permanente, y cómo habita, hombro con hombro. Este diario de María Luisa Puga es un relato en el cual la autora le da rostro e identidad al malestar físico, que se convirtió en un agente ajeno, pero que permanece ahí, como un paralizador del cuerpo, la mente y los sueños.
El que fuera el último libro de la escritora María Luisa Puga publicado en vida fue lanzado bajo el sello Alfaguara en el año 2003, solo un año antes de la muerte de su creadora. Recientemente, el texto fue rescatado por la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), como parte de la colección Vindictas, un compendió literario dedicado a visibilizar obras de autoras de siglo pasado, que se vieron desfavorecidas por el canon machista de su tiempo y no obtuvieron el reconocimiento que hubieran merecido; textos de mujeres latinoamericanas que quedaron fuera del alcance del gran público a pesar de su gran calidad y que trataron temas que guardan vigencia hasta hoy en día.
El “Diario del dolor” es un texto breve, compuesto por cien fragmentos. Puga, desde sus primeras palabras, cita “Desde que llegó no he vuelto a estar sola”. En la primera parte, se ve a sí misma como algo ajeno, que no es ella o ha dejado de serlo; la compañía de dolor se vuelve una fatiga con la que tiene que lidiar, pero ella lo convierte en su espejo y reflejó, para narrarse a sí misma y dejar testimonio de sí. El diario es un legado que no victimiza a su afectada.
La autora encontró inspiración en su propia figura, al ser diagnosticada en 2001 con Artritis Reumatoide Inflamatoria; poco tiempo después decidió enfrentar este padecimiento en pequeños capítulos, donde confronta los estigmas a los que son sometidos los pacientes, por ellos mismos, por los médicos o por la sociedad; Puga a lo largo de sus líneas le pone un rostro a esta enfermedad enraizada en las articulaciones, una enfermedad no visible como un parásito o una infección, pero que se manifiesta y da señales de su existencia desde el dolor.
En este escrito la autora, relata no solo el paso de sentencia desde su diagnóstico de la enfermedad, sino que establece una ventana íntima en la que muestra su vida junto a las dolencias, su gato y los libros de Julio Cortázar; se vuelve al pasar de las páginas un texto donde se muestra en su forma más vulnerable, con un cuerpo que obtiene cada vez más fallas entre diagnósticos y noticias de médicos insensibles, sobre lo que ella construye como su personaje principal; el discurso narrativo de Puga se aleja de la autocompasión y encuentra en el humor y el sarcasmo un punto de fuga, para establecer que todos conoceremos a ese despiadado compañero.
“Diario del dolor”, reivindica la figura del paciente despojado de su propia humanidad y autonomía, el narrar lo que ocurre no solo con el dolor y poner la perspectiva personal ante el deterioro, convierte a los fragmentos de María Luisa Puga, un diálogo necesario, para dejar de estigmatizar y compadecer a la figura del enfermo. El dolor, en esta obra es documentado mediante el lenguaje de la percepción corporal; progresos y fallas que ponen en perspectiva el rumbo de la realidad de Puga, quien se vuelve una rebelde ante los dictámenes y dolencias, en párrafos que desentrañan lo sensorial y se vuelven una voz de lucha contra este huésped hostil.
Si bien el dolor se funde por momentos con Puga, como uno solo; las descripciones y anécdotas de la narradora dejan ver como su propia independencia se vuelve parte de un sistema que está alerta sobre su espalada, a la espera de demostrar su presencia ante cualquier descuido del dolor; “Diario del dolor” es un acto casi poético en el que María Luisa Puga presenta lo que ensombreció su existencia y planto la duda sobre su futuro; en las líneas finales de este relato fragmentario, resalta un tono angustiante, casi como una despedida; La escritora a finales de 2004 fue diagnosticada con un cáncer que había invadido su hígado y sus ganglios linfáticos lo que provocó su muerte unos días después de su diagnóstico.
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