Todo lo que siempre quiso saber sobre el psicoanálisis: explicaciones simples de conceptos que impactan en la vida cotidiana

En su libro “La vida en el Diván”, la psicoanalista Florencia Casabella desgrana qué nos dicen los sueños, por qué nos incomodan los actos fallidos y por qué olvidamos. Nos invita, en definitiva, al mundo del psicoanálisis.

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Florencia Casabella es psicoanalista y
Florencia Casabella es psicoanalista y escritora.

En el día a día se suele hablar de la interpretación de los sueños, del significado de los síntomas, del rol de los chistes o de los actos fallidos. Son dichos populares asociados al psicoanálisis, usados coloquialmente en la vida cotidiana. En su primer libro, La vida en el Diván, editado por Planeta, la psicoanalista argentina Florencia Casabella se propone acercar información y detalle de estos conceptos para entender de qué tratan y el porqué de su uso.

“Es un libro de divulgación del psicoanálisis”, define la autora, quien ofrece una suerte de traducción del complejo discurso psicoanalítico, destinada a personas que no son psicoanalistas. Con un lenguaje claro, sin tecnicismos, La vida en el Diván brinda una lectura ágil acerca del pensamiento de Sigmund Freud, una de las figuras más controvertidas e influyentes del siglo XX, a quien le debemos el psicoanálisis y la prosperidad de los divanes.

“Freud es un autor que sigue estando a la vanguardia de muchos temas sobre los cuales aún hoy nos cuesta hablar y creo, además, que su mirada es una herramienta muy poderosa para repensarnos individualmente y como sociedad”, escribe Casabella, coautora de los libros Acompañamiento terapéutico: clínica y abordaje y Testimonios de la transferencia (Editorial Entreideas).

El prólogo de Carlos Quiroga, psicoanalista y profesor titular de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), antecede la lectura de La vida en el Diván. Psicoanálisis de lo cotidiano. Así es el nombre completo del libro estructurado en tres partes: configuración de la personalidad; las formaciones del inconsciente y su expresión en la consciencia; el sujeto y el inconsciente en sociedad.

Con estos soportes, La vida en el Diván inicia un recorrido ordenado de los conceptos básicos del psicoanálisis, por las expresiones del inconsciente que suceden en la vida cotidiana, nutrido de explicaciones, situaciones, ejemplos de la práctica de la autora como analista, viñetas de su propia vida y preguntas para que los lectores reflexionen al final de cada capítulo “que seguramente los llevarán a diferentes momentos de su vida –afirma Casabella– y quizá los inviten a encontrar algunas de las respuestas que están buscando”.

“El psicoanálisis parte de la premisa –explica Casabella en la introducción– de que el saber y la verdad están en la persona, de modo que la empoderan. Nadie más que la propia persona tiene el saber respecto de lo que le pasa, de los orígenes de sus preguntas, de las causas de su sufrimiento. El psicoanálisis es una práctica que acompaña y orienta a las personas en el entendimiento de eso que forma parte de su subjetividad. Freud fue el primero en escuchar al paciente más allá de su dolencia física, el primero en reconocer el impacto del pensamiento y las emociones en la salud”.

Luego, la psicoanalista se adentra en el origen de la vida y las teorías sexuales infantiles en el siglo XXI, y propone al lector que le pregunte a un chico de dónde vienen los niños porque seguramente le sorprende que, más allá de la veracidad de la teoría que relata, puede aparecer algún elemento que él mismo agregó a la respuesta y que no le fue contado por ningún adulto.

Sigue con los sueños, con los orígenes de la actividad onírica, dice que soñamos para no despertarnos y resume que “el valor del sueño no está en la imagen o en la representación por sí sola, sino en el relato que el sujeto hace de aquello que soñó”.

Habla de la transferencia, el vínculo fundamental para el análisis: “No basta con una derivación, con un motivo de consulta, con que la pareja le diga a él o a ella que tiene que empezar a analizarse, o el amigo, tiene que haber una demanda de análisis de parte del sujeto y eso que tiene para decir el sujeto se dirija al analista, a esa persona que está escuchando”.

Se refiere luego a la negación en el análisis, a la función del olvido, a los recuerdos que dejan huella; se pregunta por qué repetimos, repetimos y repetimos; qué nos dicen los síntomas sobre nosotros, por qué poner en palabras en un proceso de análisis nos puede ayudar a entender su origen y qué ocultan las fobias. Y arriba así al concepto de angustia, al que define como una brújula en el análisis porque orienta acerca del origen del sufrimiento; sigue explicando la neurosis y la psicosis, y cuál es la relación del chiste con lo inconsciente.

El diván es una de
El diván es una de las ideas más frecuentemente asociadas al psicoanálisis (Getty Images)

En la última parte del libro, Casabella cuenta en qué consiste la asociación libre, enunciada por Freud como la regla fundamental del psicoanálisis: “El ejercicio de la asociación libre en el análisis –considera– puede volverse, para muchos, una forma de pensamiento que nos permite acceder a los estratos más profundos de nuestras emociones e ideas”.

Señala, entonces, que “un proceso de análisis comienza con la asociación libre que, lejos de dar al paciente la total libertad para hablar de todo lo que quiera, pretende que el paciente hable, precisamente, de todo aquello de lo que no quiere hablar, de lo que está queriendo ocultar y no quiere decir”.

Cuando la lectura llega a este punto, se alcanza a comprender que Casabella logra convertirse en una suerte de puente entre el psicoanálisis y las personas, como ella lo explica: “Los profesionales tenemos la posibilidad de ser un puente para hacer entendible aquello a lo que nos dedicamos, sin caer en códigos que nos mantienen alejados de la realidad y de las personas”.

“La vida en el Diván” (fragmento)

¿Quién dice qué?

Se dice que los psicoanalistas son personas que interpretan. Normalmente, cuando conocemos a una persona que es psicoanalista, con frecuencia enunciamos un chiste referido a que probablemente esté interpretando todo lo que está pasando en ese momento. Me ha pasado innumerables veces que personas totalmente desconocidas piensan que digo lo que digo porque estoy interpretándolos.

Sucede también frecuentemente que alguien sueña y luego pregunta a un psicoanalista (no al propio, sino a cualquier psicoanalista) qué significa eso que soñó o si debería preocuparse porque en su sueño ha muerto una persona. De igual modo, un acto fallido no es un acto fallido si no sucede en análisis. No obstante, cada vez que cometemos un acto fallido en público nos invade una vergüenza insalvable, ¡y ni hablar si hay un psicoanalista en la sala!

Freud, creador de la teoría
Freud, creador de la teoría psicoanalítica (Getty Images)

La interpretación en el análisis, tal y como la conocemos, ha estado siempre vinculada a cierto modo de lectura del discurso del sujeto, como si el psicoanalista tuviera la posibilidad de interpretar, en el «jeroglífico» que son las palabras de su paciente, el saber que se oculta detrás de él. Afortunadamente, el psicoanálisis enseña que, muy por el contrario, el único que posee el verdadero saber respecto de su sufrimiento es el sujeto que habla; en esa línea, la interpretación en psicoanálisis no es otra cosa que poder orientar al sujeto en su propio discurso hacia su verdad.

A continuación haré un recorrido en torno a la experiencia de la interpretación en el análisis, repasando algunas de las suspicacias de Freud al momento de identificar, en el discurso del paciente, pequeñas sutilezas que dan cuenta de que cada vez que un sujeto habla en el análisis dice algo totalmente singular, vinculado con aquello de lo que quiere hablar, y no siempre es lo que efectivamente dice con sus palabras, sino que, en muchas ocasiones, eso de lo que quiere hablar queda dicho sin ser dicho o queda dicho siendo negado.

Preguntas en lugar de respuestas

¿Por qué una persona consulta con un psicoanalista? En principio, y si la demanda de análisis es propia del paciente y no de otra persona (del padre, de la madre, de la pareja, del jefe), podríamos decir que un análisis comienza porque alguien está sufriendo, le pasa algo, está angustiado y se pregunta cuándo empezó a sentirse así.

Repaso mentalmente los comienzos de análisis de todos mis pacientes y en casi todos ellos me resulta posible identificar, en las primeras entrevistas que tuvimos, alguna angustia vinculada a algo que pasó recientemente, que es eso de lo que el paciente habla en los comienzos de análisis, pero que, paradójicamente, no es eso de lo que el paciente sufre. Así es como una mujer consulta por una reciente separación de su pareja y se presenta angustiada al respecto; no obstante, rápidamente esa angustia cede y aparece el verdadero motivo de consulta vinculado a una pregunta por su identidad de género. También recuerdo el caso de un joven que se presenta a la consulta con una aparente crisis profesional que, lejos de ser la causa de su padecimiento, aparece cuando descubre un secreto familiar que lo perturba.

Ahora bien, cuando una persona que está sufriendo se dirige a un psicoanalista lo hace a sabiendas de que tendrá que trabajar, tendrá que poner su inconsciente en funcionamiento y, principalmente, se dirigirá a un espacio en el cual, lejos de obtener respuestas, obtendrá más y más preguntas que provocarán el movimiento de su discurso. La interpretación en psicoanálisis no es la traducción de un enigma en el discurso del paciente, sino que, por el contrario, se trata de una intervención, un señalamiento, que pone a la persona a hablar con el sujeto de su inconsciente.

Uno podría figurarse la escena analítica como un diálogo entre dos personas donde el analista no cuenta como sujeto, sino como instancia que favorece el diálogo entre el yo (ese que habla, que se presenta con un nombre y apellido y nos cuenta qué lo trajo aquí) y el sujeto del inconsciente (ese que empuja por ser oído, que se expresa en las formaciones del inconsciente, en los traspiés del discurso). En el discurrir del habla tenemos el enunciado, ese contenido que el sujeto produce, y la enunciación, que tiene que ver con la posición del que habla, con su posición respecto de lo que dice.

Quién es Florencia Casabella

♦ Nació en Buenos Aires en 1988.

♦ Es psicoanalista y escritora.

♦ Es coautora de dos libros editados por Editorial Entreideas: Acompañamiento terapéutico: clínica y abordaje y Testimonios de la transferencia. Escribe sobre psicoanálisis y orientación a familias en temas de crianza.

♦ Realiza divulgación en sitios digitales, TV y en programas de interés general y de salud mental.

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