En 2018 Lorena Vega, impulsada por la dramaturga y actriz Maruja Bustamante, escribió y dirigió, para el ciclo “Familia” del Centro Cultural Ricardo Rojas, Imprenteros, un texto que hablaba sobre su historia familiar centrado en la figura de su padre, Alfredo Vega, gráfico por oficio y herencia. Cuatro años después, Lorena vuelve a escribir para el libro, que lleva el mismo nombre de la obra y acaba de publicarse por la editorial cordobesa Documenta Escénicas con prólogo de la escritora Camila Sosa Villada.
Lo que sigue es una conversación sobre el proceso dedicado y artesanal que llevaron adelante Lorena y sus hermanos, Sergio Vega y Federico Vega -también protagonistas de la historia- y la editora Gabriela Halac para llegar al libro: un objeto bellísimo, que construye una narrativa propia y autónoma.
Hay algo del universo familiar que resuena y está en los textos y en las obras que interpreta la actriz, dramaturga y docente Lorena Vega como Yo, Encarnación Ezcurra de Cristina Escofet, La vida extraordinaria, o Las cautivas del director Mariano Tenconi Blanco. Esa elección actoral, sumada a su afición por documentar su propio entorno y archivar material, impulsaron el germen de Imprenteros.
Mirado a distancia parece un presagio. “Siempre me gustó guardar y archivar cosas. Incluso en casa hay un cuartito arriba que tiene cajas con cosas mías, que ocupan un montón de lugar, pero yo sigo guardando. Y ahora, como muchas tuvieron utilidad, empiezo a mirarlas de otro modo y quiero tener un archivo personal más ordenado. Entendí en ese caos de cosas lo que pasaba. Y es que evidentemente hay una apreciación, un valor respecto del archivo, del documento, de lo que pasa con los objetos a través del tiempo y de la relectura. De cómo narran los objetos, las anotaciones y las cartas”, dice Lorena Vega, con voz pausada, mientras toma un café.
Los primeros textos de la obra de teatro surgieron de un taller de biodrama con Vivi Tellas, que incluyó entrevistas a sus hermanos, también protagonistas de la trama. Al principio todo era material de investigación, pero las devoluciones de los compañeros fueron tan entusiastas que decidió avanzar e incorporar a su hermano Sergio -gráfico como su padre- a la obra. “Entendí que estaba bueno que estuviera porque iba a dar su versión y porque tiene otra mirada de las cosas”, explica Lorena. El hermano menor, Federico, dijo que no, pero accedió a una entrevista grabada que después formaría parte de la puesta teatral.
La obra cuenta la historia de una familia clase media, padre gráfico, madre modista, y tres hijos: una mujer y dos varones, que pasan sus días en la imprenta familiar, y lo que sucede cuando el ruido permanente de las máquinas andando, la textura de los papeles y el olor de la tinta, décadas más tarde, de repente, les es arrebatado. Así lo cuenta Lorena: “Diez días después de su muerte, que fue un 11 de septiembre. El mismo día del atentado a las Torres, pero años más tarde, mis medios hermanos, nuestros medio hermanos, los de la segunda relación, cambiaron la cerradura del taller y nosotros tres no pudimos volver más. Ellos se apropiaron del lugar”.
Desde su estreno en septiembre de 2018, a Imprenteros la vieron más de 20.000 espectadores. Pero mientras agotaban -y agotan- entradas en todos los teatros donde se presentan, Lorena pensó que al ser un material autobiográfico en algún momento se agotaría. “Las obras son efímeras, en algún momento se terminan. Y esta me parecía que tenía más probabilidades de terminarse, porque es una incógnita muy grande saber cuánto más mi hermano iba a querer hacer la obra. Con la cantidad de funciones que tiene, ya es difícil decir que no es actor. Se ha convertido en un actor, pero bueno, no es su profesión central, él es gráfico. Y la obra depende mucho de que él esté para poder hacerla. Entonces, con este afán del documento a mí me parecía que estaba bueno que quedara editado el texto”, reflexiona Lorena.
Así llegaron a Documenta Escénicas, una editorial y espacio cultural cordobés que nació hace 18 años y se dedica especialmente a editar textos de teatro. Pero en este caso, la edición presentaba un desafío adicional: trasladar una obra que habla sobre el oficio de la imprenta al papel. Debía ser distinto y a la vez tener una calidad de impresión suprema.
El libro no es la obra de teatro, ni busca reemplazarla. Se trata de una producción independiente. “Desde el comienzo me imaginaba un libro que dijera cosas que en la obra no estuvieran contadas. Como toda historia familiar, depende de quién la cuenta y cómo. Eso me parecía clave para abordar un biodrama. No intentar reproducir la pieza escénica sino darle oportunidad a que la historia creciera”, explica Gabriela Halac, la editora.
Esto hizo que Sergio, al ser gráfico, tuviera un rol importante en el desarrollo del proyecto. Y queda reflejado en un apartado llamado: “Una editora y un gráfico”, que tiene registros de los intercambios vía WhatsApp, como este:
Gabriela: Mirá Sergio.
Sergio ve en su WhatsApp un video de unas manos poniendo tinta en una máquina de offset.
Sergio: (graba audio riendo) Muy bien, moviendo la tinta. ¿Quién mezcla?
Gabriela: Yo
Sergio: ¿Pusiste 349 o 350? Ahí vi, 350 (envía un emoji de carita sonriendo y otro de aplausos).
Gabriela: jajaja la editora metiendo mano… ya sabés Sergito, un libro no es un estuche de palabras, es un acontecimiento.
“Al ser el libro que ocurre en su proceso de producción gráfica en una imprenta, me parecía importante dar la voz al imprentero. Que esa voz se expanda. Por otro lado, cada vez que hacíamos un Zoom para hablar del libro con Sergio siempre teníamos conversaciones sobre el oficio. De ahí surgió preguntarle cómo lo vive él. Una vida rodeado de máquinas que cambian tecnológicamente y que también marcan generaciones, formas de hacer, formas de coreografiar el trabajo y el tiempo”, relata Gabriela, sobre las extensas charlas virtuales y por teléfono que tuvieron durante los largos meses de pandemia en los que se llevó a cabo el trabajo de edición.
Para Lorena Vega, el libro también implicó volver a escribir, volver al archivo de imágenes, a ordenar y revisar documentos biográficos. “Gaby me dijo: vos tenés que hacerte cargo de escribir más. Porque hubo una etapa donde estábamos trabajando sobre las fotos y las etiquetas solamente. Al principio tuve mi resistencia y después me largué”, dice Lorena, mientras avanza las hojas del libro señalando los textos nuevos.
“Después de una limpieza profunda en el departamento, mamá me dio una bolsa blanca de nylon, de las que se usan en las panaderías, y me dijo: ‘Encontré esto, cuando salgas tiralo a la basura’. Eran fotos de papá con su madre y su padre. Fotos con su hermano cuando eran chicos. Fotos con muchos familiares. Fotos de escuela, de juventud, de mi abuela cuando era chica. Todas blanco y negro.
Y varios papeles y documentos.
Había un papel de 1954 que dejaba constancia sobre la construcción de una pared divisoria de común acuerdo entre el terreno del taller y el del vecino. También había un telegrama de renuncia de papá a un taller gráfico llamado Boldt impresores, del año 1965. Y la tradicional foto grupal de todo el grado en la escuela primaria. Papá está en la fila de abajo del lado izquierdo, sentado en el piso con las piernas cruzadas. Es el último de la punta. Mira a cámara con la cabeza un poco inclinada. Del otro lado del cartón donde está pegada la foto hay un texto tachado con rayones de birome. Lo único que se llega a leer es: ‘A Alfredo, un chico que puede ser más bueno. De tu maestra de 6to. Grado’”.
La impresión del libro se llevó a cabo en los talleres gráficos donde Sergio trabaja hace más de 25 años, Latingráfica, con un minucioso cuidado. “Todos los empleados y las empleadas querían imprimir el libro porque era de un compañero, entonces tenían la mejor predisposición, incluso lo iban leyendo a medida que se hacía”, cuenta Lorena.
El libro incluye una plancha de stickers con algunas de las etiquetas de productos que se imprimían en el taller como jugo de naranja, aceite, queso rallado y sidra. También hay fotos familiares inéditas, parte de una producción del fotógrafo César Capasso. Un trabajo que resulta impactante, porque la cubierta del libro se despliega hasta convertirse en un póster que retrata a los tres hermanos, en la actualidad, de nuevo en el taller por medio de un montaje. Posando entre las máquinas, vestidos con la ropa propia del oficio. Pantalón oscuro tipo cargo y remera negra con el logo de la empresa familiar a la altura del pecho: dos manos entrelazadas como cerrando un pacto y debajo el nombre de la imprenta: Ficcerd.
Quién es Lorena Vega
♦ Nació en Argentina en 1975.
♦ Es actriz, dramaturga y escritora.
♦ Se destacan sus interpretaciones en obras como La vida extraordinaria, Las cautivas e Imprenteros.
♦ A través de un taller de biodrama creó la obra teatral Imprenteros, que ahora se edita como libro.
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