“Lunes 30 de mayo de 2016
Uno sigue siendo uno cuando muere. Lo digo porque lo sé, porque lo viví y porque lo puedo probar. Supe la buena nueva de mi muerte de la peor de las maneras. Ya estaba tumbado y anestesiado y profundo en la camilla de la sala de cirugía, donde por fin iban a extirparme las amígdalas putrefactas que no me dejaban ni hablar ni respirar, y le escuché a un residente atolondrado e inmisericorde las palabras «creo que le maté a su paciente, mi doctor, creo que se me fue la mano con el señor Hernández y que lo perdimos». Vino que oí el estruendo que oyen los muertos. Que vi mi propio cuerpo y mi espíritu se encogió de hombros entre esa oscuridad tan nueva. Que un vigilante me mostró mi vida como una comedia y me crucé con siete figuras extraviadas —y adopté e incorporé sus vidas— en el verdadero presente. Que volví a mí mismo a regañadientes y poco a poco fui entendiendo para qué. Pero yo sí se los puedo probar a ustedes: fuera de mí no hacerlo.”
Ricardo Silva Romero (Bogotá, 1975) es uno de los novelistas más prolíficos de la escena literaria colombiana. Su obra incluye textos para niños y cuentos, pasando por el ensayo, viaja entre la fantasía, la ficción y la no ficción. Cuenta con 15 novelas en su bibliografía. En “Zoológico humano” (Alfaguara, 2021) hace un recorrido por la historia del mundo a través de la vida de personajes que marcan épocas decisivas para la cultura popular universal con un protagonista de su misma edad y ocho tramas que enaltecen el espíritu humano que no resiste las ataduras teniendo a la muerte como la reivindicación de la existencia.
Simón Hernández, un escritor con el que solo comparte la procedencia bogotana y los 46 años de edad, “con más ínfulas que obra”, después de morir, emprende un viaje en el que se encuentra con siete personajes de épocas fundamentales: una martirizada monja tunjana del siglo XVII, un enterrador portugués testigo de la destrucción de Lisboa de mediados de 1700, una joven impostora colaboradora de Dumas que lucha contra la tiranía, un soldado alemán que durante una batalla en plena Primera Guerra Mundial se interna en la realidad y el desvarío de la violencia, un astronauta trastornado por la experiencia mística de viajar por primera vez a la Luna, una rockera perseguida por el delirio de la fama de la década de los ochenta y una profesora china con veinte años de edad en plena distopía que se bate a muerte por la humanidad.
Ha sido crítico de cine, columnista y autor de las novelas “Relato de Navidad en La Gran Vía”, “Walkman”, “Tic”, “Parece que va a llover”, “Fin”, “El hombre de los mil nombres”, “En orden de estatura”, “Autogol”, “Érase una vez en Colombia” -compuesta por Comedia romántica y El Espantapájaros-, “El libro de la envidia”, “Historia oficial del amor”, “Todo va a estar bien”, “Cómo perderlo todo” (ganadora del V Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana) y “Río Muerto”. También publicó un volumen de ensayos sobre la ficción titulado “Ficcionario”, la obra de teatro “Domingo” y dos colecciones de relatos y poemarios.
Silva Romero se reconoce en su propia mirada de la resistencia, su idea del servicio que los escritores le prestan al mundo, tan útil desde su sencillez como desde lo indispensable de la reflexión que proponen en un mundo invadido por el frenesí de los egos, las grandes tarimas. Se reconoce también en Los Goonies, Indiana Jones, en las telenovelas, en el rastro de sus maestros, su familia y en su rol de escritor con el que profundiza sobre los motivos, los detalles y la investigación que le da forma a sus escritos.
— A diferencia de Simón, usted tiene una una carrera nutrida con una producción de novelas especialmente muy grande, ¿para usted qué significado tiene su proceso y trayectoria como escritor?
— He sido muy afortunado, he tenido sobre todo grandes editoras y editores también, pero terminé casándome con mi editora, es, lo puedo decir con tranquilidad, “objetivamente”, una editora extraordinaria e inmejorable en su trabajo; es decir, es una editora que uno nunca ve, entonces he tenido todavía más suerte, porque la mitad de esa carrera he estado trabajando con ella, con la mejor editora, y la otra mitad con editoras y editores estupendos.
He tenido varias fortunas; primero, que se me ocurren ideas; segundo, que tenga la capacidad de terminarlas. Esas cosas que suenan tan simples son dificilísimas; no solo tener ideas, sino poder sentarse a escribirlas. He tenido la suerte de que, al tiempo que he sido novelista y escritor en general, he sido escritor también en los medios y eso me ha comprado el tiempo para organizarme y escribir unos días mis artículos de prensa y otros días mis ficciones.
He aprendido a casi a trabajar como una oficinista; es decir, me levanto y hasta que termino. Nunca he creído en la musa ni en las trascendencias, me he dedicado mucho a ser un oficinista de esto, con la sensación de que termino un libro y, si no quedó tan bueno, hago otro y hacer muchos me parece que lo libra uno de la presión de que cada siete años uno salga con una obra maestra; en cambio, yo puedo salir con libros decorosos constantemente, algunos serán mejores algunos o, sobre todo, algunos les gustarán a unos, algunos a otros, que es interesante, hay gente que le dice uno “mi favoritos es tal” y otros que dicen “no, es el otro” o “es el otro; yo he hecho libros para niños y libros más políticos que otros, unos más fantásticos, otros más realistas.
Hay gente que le dice a uno: “a mí me gustó este libro y con este otro que sacó no pude”, pero luego les gusta el siguiente. porque esa producción constante, que es parte de la suerte pero también parte de estar a la altura de la suerte, me ha permitido esa libertad mental de no estar angustiado por el resultado de este trabajo en específico, entonces ha sido una carrera muy afortunada en términos de producción y de relación con los lectores.
He tenido muy buena relación con los lectores muy directa, desde que hay redes cada vez más directa; me ha dado la sensación de estar viviendo en una época como las primeras que vivieron los escritores, cuando se encontraban con sus lectores en la calle y los lectores les decían: “bueno, en qué anda, qué hubo, saque un libro nuevo o recíteme su último poema o felicitaciones o no entiendo nada de este libro”, eso me ha gustado mucho, me ha parecido una época en la que están mandadas a recoger, mandadas a retirar las tarimas, los escritores a los que les dicen maestro y uno no los puede tratar, uno cree que todos están muertos porque todos son importantes, famosos e inalcanzables.
Me parece que eso está mandado a recoger y estamos volviendo a la época en los que los escritores servían como los plomeros, los zapateros o los carpinteros y en vez de entregar zapatos entregaban textos que a la gente les eran útiles que también era un pensamiento impopular en la academia y en el mundo de la cultura durante mucho tiempo. Cuando yo estoy en literatura ciertamente era un pensamiento común que esto era para pocos, que era para élites y que la literatura era inútil, me parece que esta conexión y este mundo en el que todos estamos a la vuelta a la esquina obliga a obligar a los escritores a hacer a estar a la altura de los carpinteros de los plomeros de la gente que es útil y sirve y que la gente busca necesito un libro que me ayude para este momento y ahí tienen que estar funcionando los escritores, eso eso me ha gustado sobre todo desde que hay redes sociales, me ha confirmado una parte de mi carrera que ha sido cierta reticencia a los festivales a las ferias.
Voy a algunos para no ser ya antipático, por ser adulto y responder por las cosas que hago y por cumplir con las cosas que hago, porque además la gente es muy amable y no quiero ni siquiera despreciar que se hagan esos festivales porque hay gente a la que le gusta mucho, hay gente que le gusta presentarse, gente que le gusta asistir, entonces me parece fantástico que a la gente le guste, pero yo soy reticente a eso, no me la situación no es completamente lógica para mí, me gusta más la relación de iguales entre escritor y lector y eso me ha gustado mucho que lo he podido poner en práctica gracias a las redes, esa ha sido una buena parte de esa carrera.
— Hace poco el escritor Mario Mendoza nos hablaba de manera similar sobre la función de la escritura, sobre esa resistencia a ponerse en la tarima y más bien disponerse para humanizarse como escritores y a conectar con sus lectores. ¿Para usted cuál es la función de un escritor?
— Mario me parece un ejemplo de persona, de escritor, fue mi profesor en la universidad y fue una de las mejores clases que he tenido en la vida, digamos luego de mi gran profesor que es con Pompilio Iriarte o Ángel Marcel, que tiene ese seudónimo, me tocó llegar a la universidad y en el primer semestre me dio clase Mario Mendoza cuando todavía no había sacado su primera novela, que se llama “La Ciudad de los umbrales”, que salió justo creo que ese año al final o al año siguiente cuando me dio la clase, creo que también es un ejemplo como profesional del trabajo, es decir, si yo estaba hablando de carpinteros, este sería un carpintero leal generoso, que ayuda a los demás, que nunca se le atraviesa ningún escritor, que siempre lo está estimulando.
He conservado cierta amistad, pues como la que conserva uno con un profesor, digamos, no irse emborrachar digamos, ni ir a almorzar ni siquiera, pero sí de vez en cuando me hablo con él o le escribo o él me escribe alguna cosa comentándome algo y me siento muy orgulloso de haber conservado eso, porque porque me parece que ha llegado hasta hoy como un ejemplo de la utilidad de lo literario, este cuento de “Leer es resistir” y que él lo decía en las clases, a mí me gusta, pues que lo que él decía en las clases ahora tiene muchos más alumnos, pasó de un salón a un estadio.
Es valioso, es inteligente, es su discurso, me parece realmente muy admirable y estoy de acuerdo con él en las funciones de un escritor es dar herramientas para la resistencia es jugar, es enseñar a jugar, como me enseñó mi otro profesor Ángel Marcel, encripta para que el lector descifre el escritor completo entrega un libreto que es el libro para que lo ponga en escena el lector, como si el lector fuera el director de la película y le da las herramientas para que pueda articular sus voces interiores, sus sospechas sus angustias, sus críticas, sus rebeliones, un libro es un libreto a seguir, es una especie de pentagrama que cada quien interpreta a su modo y es maravillosa esa posibilidad.
En estos épocas tan ruidosas, además, es un repliegue, es un libro como zoológico humano que tiene 600 páginas que le está diciendo a alguien que que lo recibe, pues ahí tiene una tarea larga, es decir eso no es no es ver tiktoks, es decir es todo lo contrario, implica sentarse, callarse, articular las voces anteriores que uno tiene, preguntarse, reflexionar de cierto modo, un libro así de largo es lo contrario a la parte menos interesante de las redes sociales, la parte menos interesante de las redes sociales es que es reactivo.
Todo el mundo está reaccionando a cualquier noticia como un experto, además, se muere una reina y aparecen los “reinólogos”, comete un error una ministra y hay cien personas pidiéndole la renuncia inmediatamente y uno sin saber ni qué me dijo, ni por qué, es decir son puras reacciones, no hay nada reflexión, eso es lo peor de las redes a mi modo de ver. Un libro como “Zoológico humano” es justo un llamado a la reflexión, un título como “Leer es resistir” es de entrada una reflexión, uno ahí empieza como a sentarse, a ver qué me estás diciendo y eso es un llamado muy importante a la lentitud en el mejor de los sentidos, en una época tan vertiginosa con 300 canales, cada quien es una marca, hoy en día todos todos tenemos nombre, todos somos marcas y todos andamos haciendo ruido contribuyendo al ruido, bueno, un libro es una contribución a lo contrario puede que entre por las redes pero invita a detenerse. La lentitud y la reflexión son los únicos caminos y yo creo que Mario lo debe decir a su manera y Ángel Marcel también, son el único camino para que no haya una extinción de esta especie y de lo contrario es un camino hacia la nada.
— Creo que ambos libros exploran la muerte pero con el fin de detonar en una celebración y un apasionamiento por la vida…
— Totalmente, es una reivindicación.
— Es algo que necesitamos en este momento…
— Así es, estamos contando muertos todos los días por feminicidios, o por covid, por masacres o por guerras de bandas ahora, no hay otra manera sino reforzar esa pues esa experiencia tan extraña que es estar vivo, tan particular.
— ¿Qué tiene la novela que no tiene otro género?
— A mí me fascinan todos los géneros, ahora que hablaba de lo popular, así como no veo jerarquías en el oficio, tampoco veo jerarquías en los géneros, es decir, un poema es maravilloso, un cuento es maravilloso y saliéndose de la literatura me fascinan las series, me fascinan las series, me fascinan las películas, me parece que todas las ficciones son herramientas sobre todo como muletas, como te decía o bastones muy útiles que lo puede salvar a uno o le puede voltear el día completamente, fácilmente uno puede poner una canción que lo alegra y efecto uno se alegra, uno pone una película que lo mata de la risa y se le soluciona el día.
A mí me costó trabajo desde chiquito pasarme a los libros, leía juiciosamente lo que me ponían a leer en el colegio porque era más bien juicioso y entendía que leer era importante porque mis papás cada uno tenía su libro en la mesa de noche, mi hermano que me lleva cuatro años vivía leyendo cosas complicadísimas y me hacía sentir brutísimo porque él leía Dostoyevski y yo seguía leyendo cómics, pero en un momento hacia los 15 años cuando estábamos en pleno apagón del gobierno de Gaviria y no había nada más que hacer sino leer con velas o lamparitas que me pareció que en los libros especialmente en las novelas pasa también los cuentos, pero sobre todo pasan las novelas uno encontraba el la lógica de la experiencia interior, de la vida interior, uno en una novela ve cómo piensa uno, cómo siente uno, cómo llega uno a sus a sus problemas o cómo sale de ellos.
Una novela tiene la capacidad de la ambigüedad en extremo, es decir, yo escribo columnas, todos los viernes saco una columna en El Tiempo, en una columna no puedo hacer ambiguo, tengo que tomar una posición pronto, de ser posible en la primera frase, sobre un problema que esté sucediendo en la semana. Es decir, si estamos ante el Plebiscito, yo tengo que decir si voy a votar, sí o no, o si estamos en una campaña política tengo que decir “esta propuesta no me parece buena, esta me parece mejor”, en una novela, yo puedo poner a personajes que crean en el sí y en el no, como en la novela que escribí que se llama “Cómo perderlo todo” (2018), allí hay gente del no que es gente entrañable, gente que es buena que no le hace mal a nadie, pero que tiene una experiencia de vida que le ha hecho concluir que votar que no, yo no estoy de acuerdo con esa persona pero en una novela, puedo representarla, puedo encarnarla y puedo estar de acuerdo en una novela, uno puede poner a discutir a dos personas por algo irreconciliable y sentir que los dos tienen la razón.
Eso también se puede hacer en el drama pero en la novela es más completo, en la novela a mí me gusta pensar en esta comparación y es que en las guerras, sobre todo cuando eran cuerpo a cuerpo, en la Primera Guerra, por ejemplo se hablaba de las trincheras de cada ejército y de una zona e intermedia que era la “tierra de nadie”, eso existen las guerras en general el lugar que no es que está entre las trincheras.
En esa tierra de nadie se encontraban usualmente los soldados que se escapaban de cada ejército y se daban cuenta que no se querían matar, pero yo por qué va a matar un muchacho de 18 y 19 años que no conozco porque es de otro país, por qué demonios me toca a mí dañarle la vida acabarle la vida a alguien que su único lío es que no es de mi país, los que se escapaban en la tierra de nadie a veces hacían grupos de amigos, eso está documentado en el en la Primera Guerra y eso a mí siempre me ha fascinado porque me parece guardadas todas las proporciones que el mundo eso también es el lado oscuro de las redes, pues ha potenciado mucho esas trincheras y ha hecho muy difícil que la gente se encuentre en tierras de nadie a decirse “¿por qué nos estamos matando?”, “a usted no le gusta Petro pero a mí sí”, ¿qué es lo que es villano allí?, ¿qué es lo que es para matar al otro allí?, nada, es decir, usted tiene unas ideas, yo tengo otras y ya.
Habría que presumir que los dos pensamos en qué será lo mejor para el país, digamos, esa sería la tierra de nadie, pero eso es imposible y en estas épocas sí que ha sido difícil. entonces pensando en estas épocas en la tierra de nadie, en “Zoológico humano” hay toda una novela sobre la Primera Guerra y sobre la tierra de nadie y el soldado de la protagoniza que se llama Bruno Berg se va de la tierra de nadie encuentra a la gente que está escondida en los túneles, convive con ellos así sean de otro ejército.
Pensando en todo eso me parece que la novela es justamente esa tierra de nadie, es un lugar en donde la gente sea de derecha de izquierda, conservadora liberal, se encuentra sin agenda, la agenda en una novela, usualmente es lo humano, entonces gente que en la vida política detesta o ir de Comisiones de la verdad en una novela como “Río muerto” encuentra la historia de una familia a la que le matan al papá en la puerta de la casa y ahí ya no hay agenda, es decir, eso pasó y a uno no le pueden matar el papá de la puerta de la casa, en una sociedad justa bien hecha en una democracia, eso es una aberración y eso se entiende allí y eso a mí me ha gustado de las novelas que he sacado, que gente que detesta las columnas que yo hago de pronto aparece (además visible derecha) de pronto me escribe “yo no puedo con sus columnas, pero la novela me gusta mucho” y es porque allí nadie se siente como atacado, como como que le están diciendo que lo que piensa es equivocado, en la novela nadie le dice a nadie que está equivocado, sino esta es la experiencia humana, esto es lo que sucede, esta es la sociedad, de pronto puede no gustarle o no sentir que está bien representada la sociedad, pero es otro problema, ahí no hay agendas políticas, no hay agendas ideológicas si está bien hecha la novela es una tierra de nadie en la que cabe todo el mundo y todas las violencias humanas se ven absurdas, como los soldados que dicen “¿pero por qué nos estamos matando?” en una novela uno dice ¿pero por qué somos tan absurdos?.
Hay un espacio y la novela tiene todo el espacio, es infinita, puede ser de 2000 páginas, puede entrar en cada mente puede ir y volver de la muerte sin que sea ridículo, porque si yo lo hago de un artículo de prensa que un personaje va y vuelve de la muerte, pues es muy chistoso o sí y ahí sí parezco loco, en un testimonio de memoria histórica alguien dice bueno “yo me morí y volví o no sé qué”, pues como que nadie lo está esperando, en una novela, si son sus reglas, pues uno puede hablar de las tres dimensiones de una vida y una más, la muerte.
En una película no es tan bueno cuando hay un fantasma es medio chistoso o miedoso, es para el humor o para el terror, pero para un drama normal en que hay por ahí un fantasma a veces cojea, en la novela uno tiene el contexto mayor para poner a los personajes hablar inteligente, si en una película los personajes hablan inteligente uno como que dice “uy, está demasiado pomposo” o si o la gente no es así inteligente, en cambio en la novela es como el espacio que lo recibe todo y siempre ha sido esa suscripción, tiene todo, tiene todas las herramientas para que la realidad no solo sea comprensible, sino comprensible emocionalmente esa es la diferencia en una película uno puede entender los dolores, pero digamos, hay catarsis viendo una película bebiendo, en una serie viendo un drama pero en una novela revuelve el estómago y un poco más, hay una cosa interior muy semejante a la experiencia de ir a misa, uno va y comparte con extraños o en la casa, pues la ve, pero es algo externo, en cambio con la novela uno tiene adentro todo lo que se necesita para entender el mundo.
— ¿Qué novela le hubiera gustado escribir?
— Pues a mí la novela latinoamericana que más me gusta es Pedro Páramo de Rulfo, pero también me habría fascinado escribir “El Aleph”, el cuento de Borges, también me gusta mucho “Sobre héroes y tumbas” de Ernesto Sábato. Esas son tres novelas o textos que me suenan mucho todo el tiempo.
— ¿Qué está leyendo ahora?
— Me acabe de leer la semana pasada por primera vez “Noticia de un secuestro”, de Gabriel García Márquez, que no me la había leído; la leí porque vi la serie, me quedó dando vueltas y quería compararlo. También me puse a leer un libro sobre cómo se hizo la saga de “El padrino”, un poco por el mismo origen, porque me vi una serie buenísima que se llama “The Offer”, sobre cómo se hizo “El padrino”.
— ¿Conserva maestros en su carrera?
— Pompilio Iriarte, con treinta y tantos años en mi vid; tengo maestros que no me conocen en el cine, en la música, en el arte, luego repito, me encontré con Mario Mendoza y fue un profesor estupendo, me sigue pareciendo un ejemplo a seguir, sigo acudiendo a quizás a los primeros maestros que son los definitivos yo creo que cualquier vida pero en mi vida, sin duda mis papás son mis papás aún mi papá está muerto, pero sigue en la cabeza y sé que cuál es el consejo que me dan en cualquier momento, mi mamá que está muy presente y es una guía todavía.
Pero también mis maestros que empiezan a hacer la gente con la que vivo, tengo una esposa hace 13 años que trato enorgullecer, igual a mis hijos, antes se definía uno como el hijo de estas personas, ahora uno es el papá de estas otras personas y tiene que estar a la altura de ese título entonces yo creo que yo he entendido quizás porque mi papá fue maestro toda su vida, la vida como una relación así, entre maestros y alumnos constantemente y he tenido esos títulos que son los que me han honrado cuando decían es que este es el hijo de Eduardo Silva a veces el hijo de Marcela Romero dice esto es como tener como un título nobiliario realmente o luego ese es el hermano Eduardo Silva y dicen “¡eso es importantísimo!”. Ahora, cuando dicen que ese es el papá de Pascual e Inés uno se siente muy orgulloso.
Creo que uno se toma esas personas como sus maestros de alguna manera, pensar que esta gente es maravillosa yo por lo menos soy algo de ellos, eso siempre me ha me ha gustado mucho, esos creo que son mis maestros principales. Luego vienen, como te decía, mis ídolos del cine que tengo mis directores de cabecera, ahora vi que Spielberg sacar una película y eso me emocionó un montón, pero también Scorsese, es un director que me fascina o Hitchcock, pero también en música para mí el gran referente a la hora de escribir son los músicos populares como Bob Dylan, Paul Simon o Leonard Cohen; pero también los libros, por supuesto, desde “Muerte en Venecia” o sea Thomas Mann, hasta “Alicia en el País de las Maravillas” de Lewis Carroll.
Estoy lleno, pero lleno de maestros, pero lo entiendo con la pregunta sobre todo y creo que porque mi mundo ha sido responderle a los maestros, cómo estar a la altura, hay algo infantil en eso, infantil en el mejor de los sentidos, que es siempre estar viendo hacia los mayores, como una reverencia a los mayores que creo que me lo produce haber tenido unos papás tan presentes y tan admirables entonces creo que es eso entonces a todo el mundo me le acerco como si fueran mayores que yo, incluso a los niños.
— Dentro de todos los nuevos escritores, como de sus contemporáneos de la escena literaria latinoamericana ¿con la creación de quiénes ha conectado?
— Como te decía soy reticente, no por menosprecio ni porque me parezca mal, soy en general reticente a los círculos culturales en general; he tenido que estar allí porque es mi oficio, pero, en general, trato de estar más bien con mis hijos o con los que son mis amigos desde chiquito, los mismos que he tenido siempre, pero empiezo a conocer muchas personas, de tal manera que me empieza a angustiar que se me olvide mencionar algunos en este tipo de cosas.
Lo que sí puedo decir es que soy absolutamente consciente de que es todo un mundo nuevo; es decir, hay muchas voces nuevas y tienen en común que son buenas, todo lo que yo he leído de gente que que tiene desde 25 hasta 35, me parece que es supremamente sofisticado, en el mejor de los sentidos; no es una crítica, muy enterado, muy pensado muy construido, hay gente que es muy cercana, como por ejemplo Mariangela Urbina, es una escritora fantástica que trabajó muchos años en “Las Igualadas” y ha sacado dos libros que son muy cercanos a mi corazón, les tengo mucho cariño.
Me parece que hay escritoras extraordinarias, que la generación nueva, aunque tiene escritores muy buenos y todo jóvenes, uno la ve más como una generación de escritoras maravillosas que tienen la característica que acabo de decir: hay una sofisticación, un dominio del oficio desde el primer libro. Esto es extraordinario, para empezar, un escritor como yo tuvo que escribir mucho para lograr ese dominio, yo veo que estas personas arrancan con el dominio de su arte inmediatamente y eso es extraordinario, es una nueva época, una característica que me impresiona.
Alguien que me ha gustado, que es casi de mi generación, es Andrea Mejía, una escritora fantástica, dicho esto empiezo a sentir que tengo que hablar de amigos míos, entonces me falta Pilar Quintana, que no es nueva sino de mi generación, y es maravillosa. Juliana Muñoz Toro, maravillosa, me parece interesante lo que hacen Vanessa Rosales en sus ensayos, me gusta Melba Escobar, está Margarita García Robayo que es una escritora muy buena,
— ¿Qué tiene que tiene la literatura escrita por mujeres que lo hace destacarla de esta manera?
— Hay una cosa que es interesante y es que la literatura es contraria a esa afirmación, a lo que pueden hacer los hombres y lo que pueden hacer las mujeres, porque la literatura es la rebelión contra la abstracción, es un acto contra la generalización, entonces en literatura no existe lo que hacen los hombres y lo que hacen las mujeres, pero en efecto las voces de las mujeres estaban retenidas, como si estuvieran al margen obviamente, como todo lo que ha sucedido en la lucha de las mujeres por la igualdad, pues ahí también ha entrado la literatura y es que eso estuvo replegado y contenido o porque no era lo que la cultura permitía o porque de tanto repetirlo las mujeres también se sentían detenidas penando quizás “si yo lo hago igual no me van a leer”, había un pie pisando esa posibilidad que con el paso de del siglo 20 se fue soltando, pues ya escritoras desde el siglo XIX, porque hay toda una historia de la literatura femenina silenciada, Pilar Quintana hizo una biblioteca maravillosa de la literatura colombiana que lo demuestra que sí, ahí van saliendo, pero no se iban reconociendo, es tremendo, pero hay que decir que en el siglo XXI sí están todas las voces en este siglo más en estos últimos cinco años hay una explosión que es maravillosa porque es femenina, sin duda son voces de mujeres, o sea, voces que ven cosas que no se ven desde el punto de vista de un hombre, por lo mismo, por lo cultural, por lo histórico, hay algo que ven las mujeres que no hemos visto.
Hay un liderazgo de las mujeres que es fundamental si queremos que el sistema político nuestro sea la democracia, porque la promesa de la democracia es la igualdad, la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y si las ciudadanas no son iguales, pues no hay democracia, entonces la mirada de ese liderazgo también se ve en los libros de estas novelistas.
Ahí ya no estaba viendo que los escritores hombres por su por la cultura, por lo histórico difícilmente podían ver, no necesariamente no veían muchos eran capaces de escribir buenas mujeres, buenas personas reales, no definidos mujeres no definidas por su relación con los hombres, de mujeres definidas por sí mismas, eso se dio en la literatura hecha por hombres también, pero si hacía falta un liderazgo mayor para que veamos muchos más puntos del mundo, que el mundo no sea tan estrecho, pero lo que quería decir realmente es que si hay ese esa explosión de lo que es maravilloso, es que es el momento decir que cada una es absolutamente diferente, es una marcha, las marchas son fundamentales en política es un liderazgo pero en lo literario.
Lo que es extraordinario es que a pesar de que si aparecen todas estas voces de mujeres, repito, sofisticadas, inteligentes, lúcidas, cada una es muy diferente de la otra, más diferente que Pilar Quintana y Andrea Mejía no lo hay y eso es lo que es maravilloso, empieza a ser a complicarnos a volver más complejo Todo hacer más difícil simplificarnos así es que las mujeres escriben así. Cada mujer escribe cómo es cada mujer y entonces un paso nuevo hacia la sofisticación, hacia el liderazgo, hacia la comprensión del mundo, eso podría ser una razón muy fuerte para la esperanza, que esto se va a poner menos violento, hay más voces, esa es la definición, eso es como el antídoto de la violencia, que es unificadora que calla, que reduce todo una sola voz, pues estos absolutamente lo contrario de la violencia, que haya muchas voces que no se puede hablar de una voz femenina, sino de las voces nuevas de mujeres, pues eso a mí me parece que obliga a los escritores hombres a redoblar el esfuerzo, como a ser más literarios todavía más específicos, lo concreto, todo lo contrario a lo abstracto y esto que haya nuevas voces que enriquezcan todo, que le enseñen a uno cosas, que líderen a uno lo vuelven a uno más complicados, más precisos. Eso nos despierta a todos.
— ¿A quién quiere que llegue “Zoológico humano”?
— Tengo un instinto de persona que creció viendo telenovelas, Indiana Jones y Goonies, todo eso quería que le llegara a todo el mundo que se toma la literatura como un hallazgo, pero también como un espacio para estar bien, para encontrar remedios, para estar menos solo, para la gente que se lo toma con el corazón en la mano. Yo no no querría estar escribiendo para expertos ni para académicos, sino para para gente que necesita que se le preste ese servicio de reflexionar de reunir sus voces, de articular sus sospechas y eso puede ser gente de mi generación, por eso hablo frescamente de telenovelas que vi y de películas que vi ,de legos que había cuando era chiquito, pero lo que me enseña la experiencia o lo que enseña en general la experiencia de las ficciones es que la generación de los padres y la de los hijos también se acercan si uno es auténtico con lo que está contando las otras generaciones se acercan.
Pero sobre todo el lector que yo tengo en mente en general es un igual, es alguien capaz de recrear la novela, de recibir lo que está leyendo, de ponerla en escena, como cuando a un director le llega un libreto novela que tiene que dirigir, una persona que va a enriquecer ese libro, es muy claro que un lector que entra mezquinamente a un libro, sin ningún interés, lo empobrece y dirá que es malísimo; y que un lector que lo aborda con generosidad lo vuelve maravilloso.
De tal modo que un libro flojo puede ser bueno en manos de un lector generoso y un libro bueno, en manos de un lector mezquino puede empobrecerse y ser una mala novela. Entonces mi lector que tengo en mente es un creador generoso.
— Pasa igual con los críticos…
— Sí, los críticos entran a veces de afán, fui crítico de cine 12 años y fui aprendiendo a entrar a las películas con conocimiento de causa, es decir, no pedirle una comedia gringa que fuera un drama escandinavo, no decir “esto es flojo porque no es profundo”, una película no quiere ser un drama escandinavo quiere ser una comedia boba, ese es su objetivo, entonces un lector que entra a los libros como son, no como quiere que sean, ni como en el libro que está buscando, si ese no es el libro que está buscando es mejor seguir de largo y buscar el que quiere, pero hay que asumir las ficciones como son, si uno le pide a la salsa que sea solemne no lo va a ser.
— ¿Cómo se presentaría ante una persona que no tiene ni idea de quién es usted?
— Esa es una pregunta que puedo responder también en media hora como como has visto, tengo una primera respuesta como primer recuerdo que a mí me costó un buen tiempo decir que era escritor, es decir, si me preguntaban en el aeropuerto a la salida que hace yo decía “soy profesor”, a veces decía “soy periodista”, porque también hacía eso, pero después me di cuenta que uno podía decir que era escritor y no estaba diciendo que era inteligente, que era mi problema, o yo soy importante y yo no quería estar diciendo eso, pero después entendí que uno puede ser escritor malo, por ejemplo, decir “hola, soy escritor” Pero sí, digamos si yo me estoy conociendo con alguien y me preguntan qué hace y digo no, yo escribo libros. Eso es lo que yo siempre digo.
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