No era la primera vez que lo intentaba y sí que le faltó muy poco. Apenas un voto. Ahí estuvo la diferencia, aunque su novela tenía todo para ganar. Se trata de una ficción con los matices necesarios para quedarse en la memoria de los lectores.
Cuando Paloma Sánchez-Garnica empezó a escribir “Últimos días en Berlín” no tenía muy claro lo que sucedería con sus personajes. Sabía, desde luego, cuál era el curso que quería tomar, pero haberlo trazado no fue suficiente. La novela se hace a sí misma, se escribe casi que por sí sola, le plantea a la autora un nuevo curso, un camino alterno.
La trama de esta historia se centra en una etapa difícil de la vida de Yuri Santacruz. Cuando asistió al nombramiento de Adolf Hitler como canciller no se le pasó por la cabeza, como a tanta gente, que su vida en la capital alemana cambiaría tanto. Había llegado allí unos meses atrás, después de haber huido, junto con parte de su familia, de San Petersburgo, asfixiados por una revolución que los había dejado sin nada. A Yuri también lo privó de su madre y de su hermano pequeño, a quienes las autoridades rusas no les permitieron la salida del país.
Ya en Berlín, su sentido de la justicia lo impulsará a defender a un joven comunista agredido por las tropas de asalto de Hitler. Ese día, además, conocerá a su gran amor, Claudia. Su vida dará un giro inesperado, y la que hasta entonces había sido su máxima prioridad, buscar a su madre y a su hermano, será sustituida por otra más urgente en esos tiempos convulsos: seguir con vida.
Una gran historia de amor y guerra, de lucha y supervivencia. Una delicia narrativa. Reza el texto en la contraportada del libro. Al respecto de su escritura, la autora española conversó con Infobae y rememoró aquellos obstáculos a los que se enfrentó durante la escritura.
Paloma Sánchez-Garnica es licenciada en Derecho y Geografía e Historia. Autora de “El gran arcano” (2006) y “La brisa de Oriente” (2009), su novela “El alma de las piedras” (2010) tuvo un gran éxito de ventas. “Las tres heridas” (2012) y, sobre todo, “La sonata del silencio” (2014), de la que se hizo una adaptación para una serie en TVE, supusieron su consagración como una escritora de gran personalidad literaria.
“Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido” (Premio de Novela Fernando Lara 2016), del que se publicaron cinco ediciones y que se ha traducido para todos los países de habla inglesa, “La sospecha de Sofía” (2019), que cuenta ya con veintidós ediciones, y “Últimos días en Berlín” (finalista del Premio Planeta 2021, que terminó ganando “La Bestia”, de los Carmen Mola) recibida con una enorme acogida por la crítica y los lectores, han confirmado una vez más su exitosa carrera literaria.
“De inmediato, echó a correr con una velocidad extraordinaria. Yuri se dio la vuelta hacia el grupo que ya empezaba a dispersarse. La mano le temblaba tanto que no atinaba con la llave. Sentía un doloroso latido en las sienes y el labio le escocía como si tuviera una tea candente en su interior. Notó el sabor pastoso de la sangre. Por fin abrió, entró en el portal y se precipitó escaleras arriba. Se metió en su buhardilla con el corazón a punto de estallarle en el pecho. Pegó la espalda en la pared y se dejó caer hasta quedar sentado en el suelo, jadeante. Le faltaba el aire, como si el oxígeno no llegase a sus pulmones, sentía que se ahogaba. Se quitó los guantes, se despojó de la bufanda igual que si lo hiciera de una soga al cuello, pero seguía sintiendo una presión insoportable”.
— ¿Por qué parece que la novela intenta abordar la historia de una época que se ha contado tanto, pero termina siendo un tanto desplazada por la que quieren contar los personajes?
— Lo primero que hay que decir es que esta no es una novela histórica. Esa categoría implica que haya un suceso o un personaje histórico alrededor del cual se entrelaza la ficción. Yo no busco eso, lo que he querido es poner a unos seres humanos corrientes, comunes, gente que vive a pie de calle, cuyas decisiones no afectan más que a su entorno privado, a vivir, a estar, a relacionarse en una época determinada, con unas leyes y unos sistemas políticos determinados; unas costumbres, unos principios morales que van cambiando según las circunstancias; unos prejuicios, que también cambian, y todo eso condiciona la forma de actuar de estos personajes que son como tú y como yo, su forma de estar en este mundo.
Eso es lo que yo he querido hacer es lo que, en últimas, se plantea la literatura. Muchas veces le han puesto la etiqueta de ‘novela histórica’, pero eso es un error. Yo no trato los personajes reales de la Segunda Guerra Mundial. Aparecen algunos, mencionados, por supuesto, porque tiene que ser así, pero la historia no va de ellos, sino de gente que vivió en esa época, que la sufrió. Si es por abordar ese tipo de cosas, entonces todas las novelas entrarían en la categoría de la ficción histórica, todo lo que aborda el pasado de una forma u otra.
¿Dónde se determina lo histórico? ¿Ficciones que se desarrollan en el 2015, en el 2010, las que van hasta 2005? La novela histórica propone el tratamiento de un hecho que no se puede cambiar, algo que obedece a la historiografía, propiamente. A partir de ahí se da toda la trastienda, la vida privada alrededor de ello. Yo no hago eso.
— ¿Qué le pasa a Yuri, pues parece un personaje que se resiste a aceptar su debilidad ante el amor?
— Yuri es un personaje que tiene un poco de todo. Para mí es el claro ejemplo de este tipo de personas que tienen un sentido particular de la justicia, con esos principios morales inquebrantables que a veces cuesta mantener. Viene de gente muy cercana a mí, a quienes adoro, pero se me perfiló perfectamente después de una relectura del Doctor Zhivago, de Boris Pasternak, donde también hay un Yuri. Las vivencias de ese personaje, que las tiene desde niño, la manera en que debe afrontar esa época de la Revolución Rusa, esos desplazamientos constantes y cómo gestiona sus relaciones, el respeto hacia su esposa, su amor. Eso me pareció digno de tomar para mi personaje. De ahí también que haya presentado la novela al premio con el seudónimo de Yuri Zhivago.
— El tema central aquí es la lucha por la supervivencia, pero yo creo que es una novela sobre la fuerza del amor.
— El primer capítulo de la novela lo he iniciado sin saber muy bien para dónde iba. No tenía idea de que en ese capítulo, Yuri Santacruz iba a conocer a las dos personas que cambiarían su vida. Ellos alteran su estancia en Berlín. Esta novela es sobre el amor, pero también sobre la amistad, sentimientos que nos ennoblecen casi por igual. Suelen surgir en los momentos más devastadores, aún cuando no deberían. Nos dan fuerzas para sobrevivir, para hacerle frente a la muerte. Son esos sentimientos los que nos dignifican como seres humanos. Eso siempre tiene que estar en mis novelas, porque en la vida real de la gente existen esos sentimientos, y claro, también su contraparte.
— ¿Qué retos representó, en materia estética, la escritura de una novela como esta?
— Todo lo relacionado al mundo soviético. De los nazis conocemos mucho, pero de estos aún tenemos una idea muy opaca. Estudié mucho los nombres, los sobrenombres, las estructuras de lenguaje en torno a sus relaciones. Una prima que lleva trabajando en Moscú desde el año 91 fue de gran utilidad para mí. Me ha ayudado a definir esos pasajes en los que me interesa tratar muy bien la mentalidad rusa. De no ser por ella, no me habría lanzado. Es todo muy complicado.
— ¿Hubo proceso de documentación alguno o fue la novela misma la que dictó su curso?
— Fue largo, mucho, pero necesario. He tenido que consultar muchos ensayos y novelas sobre esta etapa en particular. Diarios de gente corriente que dejó registradas sus experiencias, o historias noveladas basadas en otras reales. Esa “introhistoria” es lo que me permitió salir de mi propia realidad para volcarme allí, en esos años, en ese espacio. Acompañé a mis personajes en esa Alemania nazi, en ese Moscú soviético. Eso solo lo permite la lectura, y no solo de libros, también de películas. Hay que leer de todo. Nunca dejo de hacerlo. Cuando escribo, hay momentos de lectura más cortos, pero no paro de leer. He aprendido que debemos estar alerta.
— Faltó poco para ganar el Premio Planeta. ¿En qué trabaja ahora?
— Bueno, tengo en mente lo mismo que pienso con la escritura de cada nueva novela. Mi ambición es que sea mejor que la anterior. Mi reto, con cada libro, es exigirme a mí misma, aprender y dar con algo que me permita entender cómo es que gente como nosotros ha conseguido vivir en épocas como estas. El reto inicial es empezar. Ya veremos de qué va.
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