Una infancia pobre, 4 millones de discos vendidos y la muerte con cocaína: biografía de la gran Elis Regina

En “Elis Regina, una biografía musical”,, el ensayista Arthur de Faria recupera a una de las grandes voces del Brasil. Que no olvidaba que era “hija de una lavandera” y se fue a los 36 años.

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Elis Regina y la biografía
Elis Regina y la biografía que recorre su vida. (Photo by Keystone/Hulton Archive/Getty Images)

Cuando alguien casado le gustaba (por ejemplo: el pianista César Camargo Mariano), la legendaria cantante brasileña Elis Regina (1945-1982) era capaz de mandarle una nota que diga cosas como estas: “Me gustás mucho. Te quiero mucho. Me cago en el mundo.” Y así lo conquistaba y la cosa a veces terminaba en matrimonio. Lo que nos da una imagen diáfana de su bravura y arrojo: Elis Regina no se andaba con vueltas y tomaba la vida por asalto.

De este modo, visibilizar el deseo es una forma de asediarlo, se convirtió en una de las cantantes más importantes en la historia musical de Brasil. Así lo deja asentado el músico y ensayista Arthur de Faria en esta biografía que acaba de aparecer en la mesa de novedades y nos acerca una voz descomunal, un oído extraordinario y una existencia compleja e intensa en tiempos, como se dice, convulsos: Elis Regina, una biografía musical (Híbrida Editora).

Pero esta obra, además, es una pieza dentro de un proyecto mayor. Cuenta Violeta Weinschelbaum en el prólogo de la edición argentina: “[Este libro] es, en realidad, un capítulo extenso y central de un proyecto gigante que Arthur de Faria tiene entre manos prácticamente desde siempre: una detallada y ambiciosísima (muy esperada también por todos sus lectores) Historia de la música popular de Porto Alegre que ha ido mostrando parcialmente en redes y publicaciones diversas.”

Un metro y medio de
Un metro y medio de potencia y pasión. Elis Regina.

Con treinta años de trabajo encima, esta biografía es la mejor puerta de acceso al territorio de una cantante que configuró un nuevo tipo de música popular mientras fortalecía su identidad gaúcha (una tensión que la persiguió toda su vida) y buscaba llegar lo más lejos que podía en términos artísticos.

¿Por qué leemos –por qué seguimos leyendo- biografías de artistas musicales? El periodista y escritor Humphrey Inzillo parece responder en un texto de su libro El corazón adelante (Hibrida Editora, 2022): “Un libro puede ser la puerta de entrada a la obra de un músico y puede funcionar, también, como el pasadizo a un montón de otras lecturas y otras música.” Y sobre el final expone su tesis: “Un libro de música te puede cambiar la vida.” Es cierto: las biografías tienen ese valor pedagógico/afectivo por varios motivos:

1-Las biografías parecen dar un orden a una vida, casi como si existiera algo llamado destino. Esa ilusión de cronología que viene de la literatura pero ayuda a organizar una mirada, una visión, cierta reflexión sobre tiempo.

2-Toda vida siempre está inserta en un tiempo histórico determinado que influye en el devenir de esa existencia. Una biografía nos da una mirada sobre las épocas que modifican, de forma irreversible casi siempre, vidas.

3-Las biografía musicales van construyendo su propio soundtrack a medida que van pasando las páginas, lo que significa un acompañamiento excelente y que se equilibra con lo que se está leyendo. Ojos y oídos ocupados en ese mundo propio que arma esa maravilla llamada lectura.

4-Una biografía también es una suerte de atajo que sobrevuela toda una obra y nos facilita ese acceso que sacia curiosidades.

5-Finalmente, tal como dice Humphrey Inzillo, un libro de música te puede cambiar la vida.

"Elis Regina. Una biografía musical".
"Elis Regina. Una biografía musical". La obra de Arthur de Faria.

Elis Regina, una biografía musical, muy bien traducido por el músico y escritor Martín Caamaño, nos muestra el arco narrativo de un personaje que va de lo más bajo (infancia pobre y estrábica) a lo más alto (cuatro millones de discos vendidos en 21 años de carrera y 28 discos grabados) y muere de forma trágica (sobredosis de cocaína y alcohol) cuando todavía tenía muchísimo para dar.

En este sentido, Elis Regina tuvo una vida que admitió más de un formato para ser revisitada: libros, documentales, películas y hasta musicales se ocuparon de esta mujer de un metro cincuenta, su icónico pelo corto y una forma interpretativa que ya es símbolo de una imagen de Brasil: notable, sinónimo de alegría, belleza sonora, una posibilidad del paraíso.

Sin embargo, le costó encontrar esa impronta. Dijo en una entrevista: “La música brasileña no nos gustaba. Por aquel entonces escuchaba música clásica –muy pretenciosa- en la Rádio Da Universidade. Y escuchaba jazz, los programas de la Voz da América. Me fui haciendo adicta a la buena música. Como solo oía eso, solamente cantaba esas cosas. Entonces apareció el primer LP de João y empecé a cantar solamente canciones de João Gilberto.”

Joao Gilberto.
Joao Gilberto.

Entonces, Elis Regina, una fanática total de Frank Sinatra, pasó a comprender que la música de Brasil era una parte sanguínea que la constituía a pesar de su resistencia. Esa es una de las grandes tensiones del libro: la relación de la artista con lo que quiere hacer, con lo que se le exige (desde el mercado, los representantes, desde la tradición, etc.) y con lo que, después de todo, puede hacer.

Vinícius de Moraes la apodó Pimentinha. Y esa palabra parecía representarla muy bien. Había nacido en Porto Alegre en 1945 (“fui la primera hija, muy esperada”, dijo) y rápidamente encontró en el canto una forma de realización y se mudó a Río de Janeiro, luego a San Pablo. Fue una estrella infantil de los programas de televisión de música. Pero los viajes siguieron porque siempre estaba buscando una nueva manera de expresión musical.

Con 20 años ya vive de la música y sus convicciones son fuertes. Es así como tuvo enfrentamientos con los roqueros, con la bossa nova y con el tropicalismo (“este hombre es el mayor traidor de la música popular brasileña”, dijo sobre Gilberto Gil”), pero más tarde pegó un volantazo (¿evolucionó?), los abrazó y les dio un lugar en su repertorio.

Elis Regina quería morir con
Elis Regina quería morir con una carcajada.

La dictadura militar de Brasil de los sesenta lo cambió todo para ella. Se reinventa (empieza terapia) y emerge una conciencia social más activa, responsable y compleja. Toda su vida adulta fue en dictadura: imposible escindirse de esa realidad. También, por entonces, se distancia de la familia porque siente que la están viviendo, que quieren vivir de lo que ella gana en el escenario, en las giras, en sus espectáculos. Esto no sería definitivo.

Elis Regina, una biografía musical es esa clase de obras en las que se avanza de a poco porque uno quiere, inmediatamente, escuchar esas canciones y discos de los que se habla. Entonces acceder al libro se vuelve un viaje que va y vuelve de la página a Spotify: revisando, comprobando, escuchando y coincidiendo o disintiendo con el autor. ¿Estamos escuchando lo mismo? No importa. Lo que es seguro es que la voz de Elis Regina viene de un lugar que solo ella conocía y que todas las demás personas pueden disfrutar en esta parte de la historia gracias a internet.

Sin tocar ningún instrumento ni componer canciones, Elis Regina es una intérprete, pensar en gente como Mercedes Sosa, por ejemplo, que estaban dotadas musicalmente desde el sentir y vivir inmersa en sonidos que la llevaban a lugares conmovedores. Y por otra parte, era una entrega total la que realizaba: nunca hacer playback, grabar las canciones de los discos en una sola toma, en lo posible terminar el disco en un día si estaba de buen humor. Algo bestial.

“Imaginate… Una chica a la que la madre no dejaba sentarse en el inodoro en el que se había sentado un hombre, de repente se convierte en una figura nacional. ¡Era demasiado para mi cabeza!”, dijo Elis Regina en un momento donde las alturas le daban vértigo. Había grabado con Tom Jobim, había tocado con Hermeto Pascoal en Montreux (“Ahí me acordé que era la hija de una lavandera. ¿Cómo había llegado yo a ese escenario?”), había logrado éxitos de taquilla en teatros y picos de ratings en televisión.

Pero problemas de amores, en su carrera (tenía muchas composiciones que no le mostró a nadie), y un consumo secreto de cocaína le dieron un final inesperado: fue encontrada inconciente en su departamento. Murió en San Pablo el 19 de enero de 1982 en una ambulancia camino a la guardia de un hospital. Tenía 36 años. Desde ese momento su figura creció porque se lo merecía. Ahora la idolatra gente como Björk. Ahí están sus discos y videos para comprobarlo. Dice Arthur de Faria en esta biografía (que tiene una escritura relajada pero muy disfrutable y exhaustiva): “Cada día canta mejor”.

Dijo Elis Regina en una entrevista algo profético sobre su final: “No tengo bronca. No tengo rencor, no tengo resentimiento, no tengo dolor…¡No tengo! Simplemente no da más volver atrás. Llegó un punto llamado point of no return. No hay retorno: de acá para adelante es lo desconocido. Pero yo voy. ¡Es por ahí! Lo que no se puede es perder el buen humor. ¡Por lo menos eso! Que, cuando se cierre el cajón, uno esté con una carcajada fenomenal, así, ja ja ja”

Clarísimo: la risa es una venganza contra la muerte.

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