Los libros de autoayuda, se sabe, no suelen ser objeto de reseñas celosas. En cierto modo, se interpreta que el objeto de estos textos es apostar a un golpe de ventas que termine ayudando más al autor que a los lectores. La estrategia literaria que siguen es conocida. Se presenta una problemática de interés social que genera conflictos o dificultades. El autor comparte luego sus experiencias personales para adoptar al lector como un igual. Luego realiza afirmaciones por lo general gratuitas, y ocasionalmente sostenidas por investigaciones dudosas o deliberadamente mal citadas para resolver los problemas inicialmente planteados. Si algo no funciona, el causante no se hace responsable, siendo que el libro aclaró desde un inicio que hay que “tener la actitud” para alcanzar el éxito, lo que no es para todos.
Un subgénero de la autoayuda corresponde a los consejos para hacerse rico. Escritas por ricos, estas piezas demuestran que la contradicción original que explicitan no son un obstáculo para vender millones de copias: si el escritor tiene la fórmula para hacer dinero, ¿por qué extraña razón la comparte con el resto del público por unos pocos dólares? Más allá de este salto lógico, estos libros se volvieron de cierto interés en la medida que, en la competencia por afinar su puntería, comenzaron a abandonar los consejos generales basados en la personalidad y la autoconfianza para internarse en cuestiones específicas de educación financiera.
En cuanto estos autores ricos comienzan a bucear en el negocio financiero, se adentran en una discusión bizantina con los supuestos profesionales del tema: los economistas. He aquí algunas ideas-gancho para preferir a los legos por sobre los académicos: “a los académicos nadie los entiende”; “cada economista tiene un punto de vista diferente”; “las teorías de la economía dicen que no puedes hacer dinero rápida y sistemáticamente”. No están tan mal. Y ameritan, pues, algún recorrido de los consejos financieros de estos gurúes.
El último gran best seller de este estilo fue publicado en 1997. Robert Kiyosaki sacó ese año Padre Rico, Padre Pobre y vendió desde entonces más de 30 millones de copias. A 10 dólares la copia, se pueden hacer una idea del negocio que creó. Antes de abrir el libro, uno esperaría encontrar en sus páginas una única frase que dijera: “escriba un libro como este”, pero seamos justos, el libro no podía ser exitoso inmediatamente tras publicarse aplicando esta paradójica estrategia. El éxito de Padre Rico, Padre Pobre fue fenomenal, pero por alguna razón 20 años después Kiyosaki decidió escribir una remake para recordarles a los que no compraron la primera edición que deberían hacerlo. Así nació Por qué los ricos se vuelven más ricos, su libro más reciente.
Por qué los ricos… tiene un problema fundamental, y es que el autor no podía escribir exactamente el mismo texto que en Padre Rico…, al estilo del Pierre Menard de Jorge Luis Borges, que copia letra a letra el Quijote.
Se vio obligado entonces a incorporar, además de repeticiones, ideas más profundas sobre la educación financiera y el funcionamiento de la economía en general. El éxito de 1997 contenía al menos los condimentos de una buena historia personal y una prosa mínimamente ordenada. Por qué los ricos… es en cambio un caos retórico, que utiliza sin vergüenza las técnicas de los libros de rebeldía teenager, con una estructura enmarañada, frases inconexas, títulos y subtítulos por doquier, y una sensación constante de que se está por decir algo importante que nunca termina de aparecer.
Este anarquía literaria es tan brutal que la pieza se vuelve, sin la menor intención del autor, un ensayo que roza lo humorístico. Un ejemplo es el intercalado de preguntas y respuestas “resumen” que formula un desconocido a Kiyosaki, quien contesta a cada torpe interrogante que se le presenta con dictaminaciones de trascendencia interplanetaria. La imagen que viene a la cabeza es la de las escenas de falso documental de la serie cómica The Office, donde los protagonistas contestan dislates tras una cámara que supuestamente graba todo lo que sucede en la oficina. “P: ¿los ricos controlan el mundo? R: Correcto. No olvides la regla de oro: el que tiene el oro es el que hace la regla”. La próxima vez que usted quiera hacer este chiste, recuerde que un rico exitoso lo usa para vender libros y aumentar su fortuna.
A esto se suman las viñetas absurdamente interpretadas, las citas descontextualizadas, y los gráficos las explicaciones económicas, que merecen un aparte. Como anticipamos, Por qué los ricos… tiene que llenar espacio y dedica esfuerzos a explicar universalmente los principios universales de la economía universal. Su universidad de la calle lo autoriza entonces a publicar unos pocos gráficos que supuestamente confirman sus teorías financieras, y a repetirlos una y otra vez para “fijar conceptos”.
Otro vicio calculado del autor es la permanente autorreferencia a su carácter de gurú, con frases que desafían todo raciocinio: “En 2002 se publicó La profecía de Padre Rico, que predijo que en 2016 se produciría el colapso financiero más grande de toda la historia”. No es un error de imprenta porque el autor la repite un par de veces más adelante. Es extraordinario que Kiyosaki sienta que puede escribir este tipo de cosas sin remordimiento, o sin temer que sus seguidores con una vaga idea de los sucesos ocurridos en la vida real dejen de considerarlo una persona seria.
Quizás pueda resultar divertido burlarse de Por qué los ricos… si no fuera porque contiene una serie de afirmaciones sobre la economía personal, de Estados Unidos y mundial que, tomadas al pie de la letra, pueden significar un daño nada trivial en el tejido social. La recomendación de vida para la familia de la obra de Kiyosaki es que estudiar, trabajar duro, ahorrar, evitar endeudarse e invertir a largo plazo en el mercado de valores es de estúpidos.
Falseando datos y la propia historia del mundo, el autor invita al lector a abandonar estos comportamientos que cualquiera identificaría como pilares civilizatorios, a cambio de una vida de riesgos, deudas y, como veremos enseguida, elusión impositiva. Si bien el libro ni siquiera se preocupa por citar casos exitosos, cualquier economista reconoce que por cada historia de superación y gloria hay miles de fracasos estrepitosos que nunca saldrán en los diarios. Kiyosaki lucra con éstos últimos sin sonrojarse, y si es tan brillante como él mismo se define en sus libros, debería saberlo.
Un aspecto muy enfatizado en Por qué los ricos…, y que lo diferencia de su antecesor, es su énfasis en esquivar al fisco mediante estrategias presuntamente legales. Para eso, Kiyosaki acude a su “contador favorito”, un tal Tom Wheelwright, quien desde sus inicios lo ha ayudado a enriquecerse estableciendo, según dice, sus propias reglas fiscales. Cada pocas páginas el libro presenta recuadros sacados de otro libro (que seguramente no tuvo el éxito esperado) con “Lecciones de Tom en materia fiscal”. Para no perder el hilo del libro, estas separatas no tienen ninguna lección concreta, solo una población de frases inconexas que pretenden pasar por genialidades. Un teléfono y un “llame ya” para contactarlo hubiera sido una forma más honesta de publicitar el servicio.
Haciendo un esfuerzo, los consejos financieros (“educación financiera real” como el autor los llama) podrían estar vagamente basados en lo ocurrido en Estados Unidos en las últimas décadas. La predominancia de tasas de interés reales bajas o negativas de los últimos cuarenta años significó posiblemente que algunos ahorristas no obtuvieran tantos retornos como los endeudados. Y hasta aquí el último viso de coherencia.
Kiyosaki comunica que la causa de este desastre es la impresión de dinero. Tenemos el dato exacto: “La fecha oficial en que Estados Unidos empezó a imprimir dinero es el 15 de agosto de 1971″, escribe, y es este hecho (¿sin precedentes?) el que está destruyendo el mundo. Lo absurdo de la frase no debe ocultar la idea de que los rendimientos de los ahorristas comunes se han reducido en el último medio siglo. Lo que sí es una tergiversación alevosa es la afirmación de que invertir en la bolsa en el largo plazo ha sido un desastre desde entonces. El rendimiento real de esta inversión en los Estados Unidos fue de no menos del 5% anual en los últimos cincuenta años, pero Kiyosaki habla de la crisis de 2007-2009 como si fuera la regla, y advierte que hay que estar fuera de ese juego porque se vienen crisis mucho mayores que la de 1929. En fin…
Por qué los ricos… es una demostración de poder. Transmite la sensación de que el autor puede decir cualquier cosa solo porque es rico. Algunos ejemplos: “…con educación financiera real, casi todos pueden formar parte del 10% que gana 90% del dinero”; “si un mono pudo vencer a los expertos que ganan salarios astronómicos… tú también puedes hacerlo”; “si un asalariado pide aumento, la empresa creará un robot para reemplazarlo”; “… por cada dólar que gasta una persona, 80% va directa o indirectamente a algún tipo de impuesto”. El único sentido que tienen estas expresiones es que provienen de un millonario amigo de Donald Trump que, al igual que su compañero, está autorizado a afirmar lo que le plazca simplemente porque tiene dinero.
A diferencia del best seller de 1997, Por qué los ricos… exuda este privilegio con desmesura, y no teme caer en el ridículo recomendando “enseñar a pescar” para acabar con la pobreza, entre otras trivialidades, vendiendo sus intuiciones de escuela secundaria para atender problemas sociales serios.
Desde la perspectiva de Por qué los ricos… es fácil contestar a esta reseña. En el idioma de Chilavert se me podría replicar que yo no he ganado nada, y que si soy tan inteligente para escribir así, por qué no soy rico. La afirmación es atendible y conozco mucha gente brillante que no ha acumulado dinero. Pero como me dijo alguna vez un colega, también vale hacerse la pregunta de por qué hay ricos que carecen de inteligencia. Y tal vez lo peor de todo, que una parte de sus ingresos provengan del mero hecho de vanagloriarse de su supuesta genialidad.
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