¿Qué dejó la revolución? ¿Qué se llevó? ¿Se pueden pensar proyectos revolucionarios en épocas no revolucionarias? Estos fueron algunos de los disparadores de la mesa “Feminismos e izquierdas en el auge de los neoconservadurismos”, llevada a cabo el domingo en la Feria del Libro de Rosario, en la que participaron los autores Hinde Pomeraniec, Martín Baña y Laura Fernández Cordero.
Con el derrumbe de los ideales revolucionarios de izquierda que propiciaron los proyectos emancipadores del pasado -y que tuvieron en la Unión Soviética un territorio de concreción-, los feminismos tomaron la posta y concentran, hoy en día, gran parte de esas energías revolucionarias. ¿Cómo se construyó, y cómo fue mutando, la relación entre izquierda y feminismo?
“Primero habría que ver a qué llamamos izquierda, ¿no? Con eso solo ya tenemos para abrir todo un debate para otra charla”, dijo Hinde Pomeraniec, autora de Rusos de Putin, libro para el que la periodista de Infobae viajó a Moscú y San Petersburgo para ahondar en la figura del presidente ruso y su rol en la recuperación del orgullo nacional.
“Me parece que hay un problema cuando creemos que lo que nos gusta nos tiene que gustar todo completo cuando rara vez es así. Hay gente que uno puede respetar en algunas cuestiones y no tanto en otras, como Evo Morales, a quien podemos recordar hablando de comer pollo y volverse homosexual, o Rafael Correa, que quiso echar a una diputada de su partido porque promovía el aborto. Qué izquierda liberadora, ¿no?”, cuestionó Pomeraniec.
Cuando el historiador Martín Baña tituló su libro Quien no extraña al comunismo no tiene corazón, era plenamente consciente de lo “picante” de su elección, según aclaró. Pero, así como el resto de la charla, nada puede interpretarse sin matices y sutilezas.
“Es una frase que tomé de Putin, actual presidente ruso, aunque un poco modificada. Él dijo, hace ya una década, que ‘quien no extraña a la Unión Soviética no tiene corazón, pero quien la quiere restaurar no tiene cerebro´”, explicó Baña. Sin embargo, como escribe en su libro, “extrañar el comunismo debe leerse también como seguir imaginando un mundo mejor y no como una repetición ni deseable ni posible del pasado”.
Para el historiador, “la disolución de la Unión Soviética sirvió, entre otras cosas, para desacreditar cualquier proceso emancipatorio vinculado con el comunismo”. Hoy, cuando esa palabra muchas veces se usa como un término peyorativo -”casi un insulto”, según Baña-, el autor pone el foco no en las formas en las que un proceso semejante podría darse hoy, sino en “seguir pensando cómo serían esos proyectos en el futuro”.
La socióloga Laura Fernández Cordero es la autora de Feminismos para la revolución: Antología de 14 mujeres que desafiaron los límites de las izquierdas, en la que conviven las voces de feministas icónicas como Rosa de Luxemburgo con las de personajes menos conocidos, pero no por eso menos relevantes.
“Hay una trampita entre la tapa y el índice del libro porque hay dos voces masculinas y una de una persona que hoy llamaríamos travesti-trans, aunque en ese momento no existía el término. La antología va de mitad del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial aproximadamente, e intenta abarcar un conjunto de voces y de textos que trajeran más problemas que soluciones”, dijo Fernández Cordero.
En su libro, la socióloga expone los casos de La Bella Otero -una mujer trans francesa que, presa en 1912, decide escribir su autibiografía- o Claire Démar -periodista y escritora francesa con un discurso crítico de la maternidad, impensado para el 1800- para contrarrestar la idea de que el feminismo es algo de “ahora”.
“Hay que volver al pasado pero no de manera ingenua. No alcanza con buscar próceras, que está muy bien, pero no puedo solo ponerme la remera de una mujer sin problematizar su voz, porque los problemas con los que se encontraban en su época nos hablan de los problemas que tenemos hoy. Hay reflujos en la lucha: la Revolución Francesa inauguró hermosas promesas para las mujeres y Napoleón vino y sacó el divorcio; en 1848, durante las hermosas jornadas de las revoluciones burguesas y sin embargo estaba prohibida la participación política de la mujer. Hoy, ante la ola neoconservadora, ante lo que está pasando con el aborto en Estados Unidos, hay que volver al pasado en busca de más problemas que soluciones”, afirmó.
“Qué bueno que el feminismo tenga lugar en una mesa con otros libros que no necesariamente hablan de feminismo. Es importante dialogar fuera del nicho para no caer en la idea de que el feminismo es un accesorio”, dijo Fernández Cordero.
De manera similar, mientras discutían los cambios que el feminismo generó en los últimos años, Pomeraniec destacó algunos logros obtenidos pero puso la lupa en lo que falta: “Pudimos conseguir más cosas en términos, sociales, culturales y educativos: generaciones de hijos nuestros a los que ya no les parece natural que nos peguen y nos maltraten a las mujeres, o la transición que se dio en el periodismo de cómo el tema femicidio pasó de policiales a sociedad. Pero en otras cosas no veo tanto cambio. ¿A qué mesas nos invitan, por ejemplo? A mí me invitan a mesas de literatura escrita por mujeres hace 30 años. ¡No quiero más mesas de literatura escrita por mujeres! Quiero mesas sobre literatura y punto”.
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