“Volver la vista atrás es una obra de ficción, pero no hay en ella episodios imaginarios. Esto no es una paradoja o no lo ha sido siempre”, dice el novelista Juan Gabriel Vázquez al iniciar la nota de autor con que cierra su libro.
Aunque desde el inicio de la lectura tenemos la certeza de que hemos sido colocados ante vidas reales, de personas reales, en tiempos históricos reales, y que las actitudes, reacciones, acciones de esas personas/personajes cargan con los límites y condiciones de la realidad más concreta, también muy pronto entenderemos que estamos ante un extraño ejercicio literario emprendido con la maestría que podíamos esperar de su autor.
Penetramos en un mundo historiable pero concebido desde las estrategias narrativas de la ficción, un universo en el que, lo reiterará el escritor, no hay ficción, y si llega a existir espacio para ella (la ficción) es solo desde los modos y técnicas de la apropiación y escritura de una realidad real, vivida por los personajes. Una paradoja, diría yo.
Más de medio siglo atrás, al publicar A sangre fría (1965), Truman Capote calificó este tipo de ejercicio literario como novela-sin-ficción. Antes, y sobre todo después de aquel momento, varios autores habían y han intentado semejante práctica de un reflejo cercano y documentado de una realidad transcurrida, con el propósito de contar vidas y sucesos verídicos desde las libertades y posibilidades que entraña el generoso cultivo de la ficción: organizando dramáticamente el material, haciendo una selección de hechos, poniendo acentos en los instantes más significativos, entrando en la mente de los personajes, o sea, manipulando la realidad, sin negarla, para hacerla más coherente, dramática e incluso a veces más inquietante y desgarradora que como se desenvolvió esa realidad en el tiempo de su transcurrir.
Para muchos lectores encontrar en las primeras páginas de Volver la vista atrás (publicada por Alfaguara en 2020 y ganadora del Premio Bienal Vargas Llosa) el nombre del personaje llamado Sergio Cabrera es una pista que los conecta con una verdad comprobable: la de la conocida existencia de una persona llamada Sergio Cabrera, colombiano, destacado entre otros muchos hombres y colombianos por haber dirigido varias películas –reales- proyectadas en pantallas –también reales.
Sin embargo, cuando avanzamos en la trama escrita de la historia de Sergio y su familia, y aceptamos el código propuesto por el escritor (esa obra de ficción sin episodios imaginarios) pronto sabremos que estamos en el fondo de la trampa de la cual no podremos escapar: la vida del Sergio Cabrera real, de su familia real, arrastran unas experiencias tan extraordinarias y a la vez ejemplares que solo el hecho de ser existencias reales nos permiten aceptar sus exageradas dimensiones, conexiones, propósitos, actos y, sobre todo, sus consecuencias y frustraciones.
Y es que, por obra y oficio del escritor Juan Gabriel Vázquez, al volver la vista atrás Sergio Cabrera nos devela desde su experiencia personal y familiar la crónica de una gran derrota que, por puro milagro, dejó resquicios por los que ese mismo Sergio Cabrera lograría escapar hacia otras realizaciones, hacia la fundación y el cumplimiento de otros sueños.
No tengo espacio para (ni necesidad de) recordar en estas líneas quién es Juan Gabriel Vázquez (Colombia, 1973). Reconocido como uno de los más importantes escritores de la lengua en las últimas dos décadas, ganador de codiciados premios, autor de obras tan perturbadoras como El ruido de las cosas al caer, su literatura es ya una referencia constante al hablar de los nuevos rumbos de la novelística no solo colombiana, sino también de la lengua. Vázquez es uno de los grandes y su literatura siempre carga con una responsabilidad civil que, a mi juicio, acrecienta sus dimensiones.
Y con Volver la vista atrás el novelista demuestra la consistencia de esa estatura alcanzada. Con las vidas reales del cineasta Sergio Cabrera, y las de sus padres, hermana, familiares y conocidos, arma una impresionante novela que no es novela, o al menos, no es ficción, en la que relata casi todo un siglo de Historia –con mayúscula- a lo largo y profundo del cual personajes como estos se lanzaron a ese asalto esos cielos que fue la utopía igualitaria llamada comunismo, con todas sus causas, consecuencias y traumas, humanos y sociales.
Juan Gabriel Vázquez no precisa entonces de episodios imaginarios para armar un doloroso testimonio que, al ser colocado en las dimensiones humanas de sus personajes de carne y hueso (carnes y huesos incluso lacerados en su realidad por balas, machetes, prisiones y muchos miedos), puede prescindir de la imaginación pues lo narrado, con estricta fidelidad a lo verídico, sobra para meternos bajo la piel de los protagonistas y sentir con ellos el aliento fétido de una doctrina en descomposición.
Las tremendas experiencias de la Guerra Civil Española y el exilio republicano, del encuentro íntimo con el pensamiento y la práctica del marxismo maoísta, la vida en las guerrillas del ELN en los años sesenta y setenta del siglo pasado se suceden como flujos y reflujos de la Historia que envuelven y arrastran a estos personajes hasta los días dramáticos del fracasado Plebiscito sobre los acuerdos de la paz en Colombia de 2016, que al ser rechazado por una mínima pero decisiva mayoría, mueve a una de las reflexiones más dramáticas (y terriblemente actuales) que el cineasta Sergio Cabrera le regaló a Juan Gabriel Vázquez para que el personaje de Sergio Cabrera del libro pensara:
¿Qué futuro se les venía encima en el país divido y enfrentado que dejaba el referendo, un país donde las familias se habían roto y se habían roto las amistades, un país donde la gente parecía haber descubierto razones nuevas y poderosas para odiarse a muerte?…
Un país que hoy, por otras o por las mismas razones vuelve a mostrarse divido, enfrentado y con odio (como en estos tiempos anda medio mundo), y que en su trágico pasado de violencia y muerte y en su dramático presente de pugnas enconadas, entenderemos mejor cuando, con Sergio Cabrera y su clan, y de la mano de Juan Gabriel Vázquez, recorramos las páginas de Volver la vista atrás. Para lograr comprensiones así sirve la literatura, se escriben algunas novelas, con o sin ficción, pero con capacidad de, al volver la mirada, tener el poder de iluminar las oscuridades del tiempo y el olvido para quizás, solo quizás, aprender algo y superar fracasos.
Así empieza “Volver la vista atrás”
Según me lo contó él mismo, Sergio Cabrera llevaba tres días en Lisboa cuando recibió por teléfono la noticia del accidente de su padre. La llamada lo sorprendió frente al Jardín de la Plaza del Imperio, un parque de senderos amplios y empedrados donde su hija Amalia, que por entonces tenía cinco años, trataba de dominar la bicicleta rebelde que acababa de recibir como regalo. Sergio estaba sentado junto a Silvia en una banca de piedra, pero en ese instante tuvo que alejarse hacia la salida del jardín, como si la cercanía de otra persona le impidiera concentrarse en los detalles de lo sucedido. Al parecer, Fausto Cabrera estaba en su apartamento de Bogotá, leyendo el periódico en el sofá de la sala, cuando se le ocurrió que la puerta de la casa no tenía puesto el seguro, y al levantarse bruscamente sufrió un desvanecimiento. Nayibe, su segunda esposa, que lo había seguido para pedirle que volviera a su silla y no se preocupara, pues el seguro ya estaba puesto, alcanzó a recibirlo en sus brazos antes de que Fausto se fuera de bruces contra el suelo. Enseguida llamó a su hija Lina, que pasaba unos días en Madrid, y era Lina quien ahora le daba la noticia a Sergio.
«Parece que ya va a llegar la ambulancia», le dijo. «¿Qué hacemos?»
«Esperar», le dijo Sergio. «Todo va a estar bien.»
Pero no lo creía de verdad.
Quién es Juan Gabriel Vásquez
♦ Nació en Bogotá en 1973.
♦ Es periodista y traductor.
♦ Viajó a París a estudiar Literatura latinoamericana.
♦ En París terminó su primera novela, Persona, que salió en 1997.
♦ Y también la segunda, Alina suplicante, publicada en 1999.
♦ Nunca quiso reeditar estas dos novelas, que consideraba “de aprendizaje”.
♦ Posteriormente publicó: las novelas Los informantes (2004), Historia secreta de Costaguana (2007), El ruido de las cosas al caer, (2011, Premio Alfaguara), Las reputaciones (2013), La forma de las ruinas (2015) y Volver la vista atrás (2020, Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa).
♦ También es autor de libros de cuentos: Los amantes de Todos los Santos (2001) y Canciones para el incendio (2018).
♦ Publicó ensayos: El arte de la distorsión (2009), La venganza como prototipo legal alrededor de La Ilíada (2011) y Viajes con un mapa en blanco (2017).
♦ Y escribió la biografía Joseph Conrad. El hombre de ninguna parte (2004).
SEGUIR LEYENDO