Esteban Cruz y El libro negro de la brujería en Colombia: “Si no tuviéramos rituales, desapareceríamos”

Desde la banda presidencial hasta las bandas criminales, la hechicería es un secreto a voces del imaginario colectivo del país. Infobae Colombia revela algunos detalles inéditos de uno de los libros más vendidos del año

Esteban Cruz, periodista de misterios

Todo acto de brujería y hechicería, queda cancelado en el nombre de Jesús. Colombia es tierra de paz y bendición”, escribió el pastor cristiano John Milton Rodríguez, excandidato por el partido religioso Colombia Justa Libres que ocupó el penúltimo lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales colombianas el pasado mes de mayo.

Lo que Rodríguez y sus seguidores calificaron de brujería y hechicería era una serie de ceremonias en las que participó el presidente Gustavo Petro en el marco de su posesión, junto con autoridades de varias comunidades indígenas. Estas gentes —en plural— lo han convidado a sus propios rituales autóctonos para toma del poder, todos particulares, todos solemnes.

Cuatro años antes, a Ernesto Macías, exsenador del partido uribista Centro Democrático, como presidente del Senado le correspondió tomarle el juramento a Iván Duque. Debido al intenso viento que acompañó el acto, Macías tuvo dudas sobre una posible intervención esotérica para sabotear la ceremonia, y se lo hizo saber a la periodista Vicky Dávila —en aquel entonces afiliada a la emisora La W— cuando le preguntó sobre el incidente.

“El viento que nunca habíamos visto en la Plaza de Bolívar, la lluvia. Uno a veces piensa, Vicky, que eso de los chamanes es cierto, porque ese ‘ventarrón’, como le llamamos popularmente en la provincia, no lo habíamos sentido”, dijo el huilense.
La posesión de Iván Duque estuvo pasada por agua y ventarrones. No todo el mundo está convencido de que haya sido coincidencia. Crédito: Diego Pineda (Colprensa)

¿La lluvia de ese día fue una intervención sobrenatural de sabotaje? ¿Por qué en la posesión de Petro no llovió?

Infobae Colombia habló sobre este y otros temas con Esteban Cruz Niño, experimentado periodista de misterios y autor de El libro negro de la brujería en Colombia”, una compilación de reportajes que narran cómo la brujería —o la idea de ella— ha permeado todas las esferas de la sociedad.

Esta obra fue presentada este viernes 9 de septiembre en el marco de la decimosexta edición de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín.

El ser humano es ritual

“Hace cuatro años hubo un ventarrón terrible, entonces decían que Santos había traído unos brujos. Eso es muy loco, porque la mayoría de los presidentes hacen una especie de rituales públicos o seudopúblicos, como ponerse una manilla o irse a la Sierra Nevada de Santa Marta con los mamos, a hablar y que lo bendigan”, recuerda Cruz Niño

Lo cierto es que los rituales, cristianos o no, han acompañado a los seres humanos desde siempre. “Si no tuviéramos rituales, desapareceríamos y los rituales cambian totalmente nuestra vida, así nosotros no estemos de acuerdo con el ritual”, recuerda Cruz, que también es antropólogo.

“Un ejemplo es el matrimonio, que es un ritual. Cuando tú vas a una celebración, cuando vas a una notaría a firmar, te cambia la vida: la mitad de tus propiedades ya son de otro, tu estatus social es diferente, hay un cambio social. Un grado universitario: cuando tú vas a recoger un diploma es un ritual”, explica.

“Cuando tú te gradúas en una universidad no te ponen un cerebro ni te ponen otro pie para que corras más. Realmente pasa por un ciclo, pero si no llegas al ritual, que es el grado, que es un rito en el que te entregan un cartón y dices unas palabras, no vales como médico, no eres médico”.

“Puede haber una persona que cure más y sepa más de medicina, pero si no cumplió el ritual ni pasó ese ciclo, no va a poder ejercer como médico y hasta lo pueden meter preso”, dice Cruz.

Este periodista dedicó tres años de su vida a la investigación y redacción de este libro sobre brujería, publicado en marzo de 2022 y el cual rápidamente llegó a su tercera edición. No obstante, él mismo se considera ateo y no cree en la brujería. Es más, durante años ha desafiado a los brujos del mundo a que le hagan un hechizo exitoso —y reiteró el desafío en la entrevista que devino este artículo—.

No obstante, para él, del mismo modo en que no creer en el éxito de un matrimonio no lo hace menos legítimo, o dudar de la idoneidad de un médico no disuelve el diploma en el aire, afirmar en voz alta que no se cree en la brujería no confiere inmunidad a nadie que viva en la sociedad, ya que esta, necesariamente ,funciona en un sistema de valores.

“El sociólogo Max Weber, en un libro que se llama Economía y sociedad, dice que de alguna manera la economía del mundo responde a los valores. El valor hace parte de la creencia. Yo puedo ser un judío y decir que soy ateo, hay musulmanes que se volvieron ateos, pero cargan consigo los valores del islam. Yo puedo decir que no creo, pero cargamos con nosotros la idea que la brujería existe”, asegura el periodista.

“Aparecerán personas que te digan ‘yo no creía hasta que...’, porque los valores están en su interior, es solo mover un dispositivo. Es la frase clásica ‘ateos hasta que se empieza a caer el avión’. Yo entrevisté gente científica, he hablado con muchos que dicen que no creían en nada, que se formaron en una escuela escéptica, y de pronto se enfermaron, fueron adonde un brujo y se curaron. No es lo que uno dice, sino lo que carga consigo”, explica.

Entró sin ser vista

El periodista asegura que la brujería es una creencia que hace parte del pensamiento mágico y está insertada en todas las sociedades y castas. “Casi todas las personas la cargan consigo. Cualquier manifestación que suceda dentro de los espacios de poder, por pequeña que sea, tiende a llamar mucho la atención”, explica.

De hecho, contrario al apocalíptico panorama dibujado por líderes religiosos y políticos católicos, que han calificado con prontitud y audacia una serie de rituales que no entienden, la brujería ya ha entrado a las puertas de la Casa de Nariño, sede de los presidentes en Colombia.

En el libro de Cruz está descrita la intrigante experiencia de un expresidente colombiano que encontró un entierro de brujería en su oficina, con unas medallas partidas y unos dientes humanos.

“Ernesto Samper tiene una oficina en el centro de Bogotá, en un edificio que se llama Tequendama, en el último piso”, relata. El periodista se enteró del caso de Samper —presidente liberal entre 1994 y 1998— a través de Aquí estoy y aquí me quedo, libro autobiográfico, y en una dura crónica de la revista Semana. “Entonces, yo dije ‘tengo que ir a conocer al verdadero que estuvo con la historia’. No pude conseguir a Chucho Sarria, el narcotraficante esposo de la Monita Retrechera, que está vivo pero preso, pero pude hablar con Ernesto Samper”, contó Cruz.

La conversación con Samper fue de menos a más. “Al comienzo, empezó a charlar un poco de cómo era ese tiempo y la vida. Cuando empezó a hablar ya de brujería, lo ve como una anécdota. Él mismo busca y busca más. Entonces, creo que esta experiencia para él fue chocante, pero no sé si en el entorno político le sirve un poco para mostrar esa parte humana, de que también hay humanos en el poder”.

De todos modos, el poder es humano y los humanos buscan manipular el poder como pueden. Por eso, la brujería está en todas las culturas del mundo, aunque se haga un triste intento por cancelarla vía Twitter. Mencionar la brujería también es, en parte, justicia histórica: “cuando Hitler sube al poder en Alemania tenía sus asesores, astrólogos místicos y órdenes religiosas. No lo digo yo: lo dicen los libros de historia. Entonces, allí está esa conexión con la brujería y con lo mágico, pero también con lo paranormal”.

La brujería y la cultura pop

En este mundo globalizado, el poder no es ejercido exclusivamente por quienes participan en la política. También son poderosos quienes son seguidos por su vida y obra, por sus talentos y carisma. Cantantes, actores e influenciadores forman parte del sistema de creencias en el que coexisten la brujería y el escepticismo.

Algunos casos que Cruz menciona en el libro son los de la cantante y actriz Greeicy Rendón; el intérprete Johan Gabriel González, conocido también como El Charrito Negro; la actriz e influenciadora Sara Uribe y el actor Naren Daryanani —cuya entrevista al respecto está recopilada allí—. “Para ellos eso existe, es real y cambia sus relaciones sociales, su forma de ver el mundo, su forma de experimentar su vida”, señala el periodista.

“Si uno lo ve desde afuera, dice ‘no, pero esto es superstición, eso es una depresión. Esto realmente es que le fue mal y entonces se lo atribuye a algo’. Como antropólogo, yo pienso que la brujería es algo que para estos personajes explica muchas cosas que han vivido y, además —y esto es muy fuerte—, lo provoca”, añade.

Por supuesto, no es un fenómeno exclusivo de la farándula o la política criollas. “Las celebridades están en un espacio de poder económico y social. Por eso, si buscas en internet lazo rojo, vas a ver fotos de celebridades como Michael Jackson, Madonna, Maluma, Messi, utilizando una pulsera roja, que es una pulsera de defensa, es un amuleto, es la contra de brujería más clásica del mundo. Eso, de alguna manera, representa que, para ellos, este es un sistema de protección; entonces, hay un pensamiento mágico y yo creo que esa es la conexión con el poder”.

Las violencias del más acá

El entierro del jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria. Foto Colprensa

Medio en broma, medio en serio, Esteban Cruz sugiere que este artículo se llame “Tumba de Escobar recibió cientos de visitantes para hacer brujería” o “Los secretos de la brujería en Colombia han sido revelados”, para que reciba millones de visitas de Colombia y América Latina. El infame culto a Escobar es imposible de ocultar y va mucho más allá de hacer clic en un artículo de internet: llega al punto de visitar su tumba y pedirle favores.

“Hoy en día ya viene gente de Puerto Rico, Alemania... Lo más demente es que una gran parte de la gente viene a hacer turismo, pero otra parte trata de buscar ayuda mágica”, menciona Cruz, quien compartió una anécdota de cuando hizo reportería frente a la tumba del capo colombiano para su libro.

“Paró una camioneta, se bajó un señor mexicano, le hizo una reverencia a Escobar y le echó aguardiente a la tumba. Fui a hablarle y me dijeron que no porque tenía escoltas; pero cuando se fue, un muchacho me dijo ‘este es uno de los narcos más importantes de México’”, recordó.

“La figura de Escobar une dos cosas. Una es la estrella negra, que también es Al Capone, Calígula, que también es Hitler. Tiene cierto atractivo ver estas estrellas negras, malvadas, el top de las celebridades del mal. Eso atrae mucho. Esas figuras se convierten en una suerte de santones populares; entonces, Escobar tiene esas dos caras: la cara malvada y la benefactora del patrón. Esa conexión también está en México con el Malverde, un santo de los narcos. Es una construcción de la magia y del poder de lo popular”, dice.

“Entonces, la estrella negra da la vuelta. No sirve como Santa Rita de Casia o Santa Marta, para hacer una novena y que me cure, no: sirve para que me llegue el cargamento, para que no me descubra la DEA, para que pueda blanquear la plata, para que pueda conseguir las cosas y no me la roben las mulas”, añade el antropólogo.

Cruz recuerda que Juan Larinson Castro Estupiñán, alias Matamba, capo del peligroso grupo delincuencial Clan del Golfo, encontró la muerte luego de que una bruja delatara su paradero.

No solo es un asunto de capos. Quienes ejercen violencias en las bases de las organizaciones delictivas o insurgentes también buscan protección de donde puedan obtenerla. Si es necesario abrirse las carnes para protegerse de una bala, están dispuestos a ello con tal de regresar a casa con vida.

“Muchos hacen el rezo del niño de la Cruz: un ritual con un novenario —basado en los grimorios y unos rezos— y se meten unas placas de metal debajo de la piel. Teóricamente, las placas de metal viajan por el cuerpo hasta el lugar donde los protegen. Eso se hace todavía y hay un montón de gente con estos cruzamientos. También, por ejemplo, se rompen la piel y se colocan unas maderas los viernes santos, en unos lugares y espacios específicos”, mencionó Cruz.

“Paracos, guerrilleros, narcotraficantes, creían que con eso no les entran las balas. Hay gente que dice que por eso no le entran las balas todavía”, dice sobre los rezos de protección.

“La idea de los cruzados y rezados se ha investigado en muchas partes del mundo. La idea de los guerreros sagrados siempre ha existido y por eso ocurre el cruzamiento: estar cruzado, para que no me entren balas, para que siempre que disparen caiga la bala en el enemigo, para que no me vean cuando me escape, cuando me rodeen no me puedan capturar, volverme invisible”, anota.

“Los cruzados tienen que ver con las Cruzadas. Cuando iban los cristianos a conquistar Tierra Santa, ellos pensaban que estaban protegidos por los ángeles. Cuando los españoles llegaron a América y lucharon contra los indígenas o allá contra los musulmanes, decían que aparecía sobre el cielo el apóstol Santiago, que peleaba por ellos y mataba a los indios. Pero eso hay un Santiago Mataindios y un Santiago Matamoros, que son como invocaciones mágicas”, contextualizó.

Los rituales de protección, como la brujería, también son comunes a todas las sociedades humanas. Según el investigador, hay varios tipos de rituales de protección: “Está la magia negra y la magia blanca. Uno pensaría que la magia de protección es de la magia negra, pero no, muchos de estos rituales son de magia blanca. La idea es que nada me haga daño”.

“Los rezos tienen unos tiempos específicos, se guardan en libros de secretos. La ritualización es muy parecida en muchas partes del país. Digamos que sí hay un estilo de brujería colombiana que se ha ido construyendo a partir de elementos externos e internos. También desde la tradición europea, que es de donde viene un montón, de los libros de grimorios y eso. Europa es una mata de la brujería en el siglo XIV, XV, XVI, y las ideas mágicorreligiosas indígenas, africanas”, dijo.

Todos estos antecedentes culturales, explica Cruz, dieron el siguiente resultado: “No hay ciudad en Colombia donde no haya un brujo ni pueblo pequeño donde no haya nadie que se dedique a la brujería, que haga endulzamientos o amarres en los principales centros de Colombia”.

Un poco de ese poder

“La práctica de la brujería está en todos los estratos: solo se necesita creer. Lo más interesante —y que la editora decidió cortar algunas partes porque había nombres propios— es que me decían ‘aquí ha venido tal y tal actriz con mucho dinero que dice que se vuelve joven gracias a la manteca de muerto’, y llamé a muchas de esas personalidades y me confirmaron que es verdad”, confesó Cruz en esta entrevista.

Esteban Cruz pasó más de un mes caminando por la sexta con Caracas, en el centro de Bogotá, el lugar donde se comerciaba la manteca de muerto; donde queda el anfiteatro de Bogotá, el Hospital San Juan de Dios, las funerarias. “Hablé con los que comercian con esa manteca y vi cómo la gente llegaba. Efectivamente, es una creencia mágica a partir de una sustancia que se comercia para estratos altos o estratos bajos”.

“Allá te llega desde la persona muy, muy, muy pobre, que viene desde un pueblo porque se partió un brazo, hasta la camioneta que se parquea al frente. La práctica de la brujería está en todos los estratos sociales y creo que este capítulo de mi libro habla de eso”, recordó.

Tiene una anécdota que sí tiene permiso de anotar con membretes. “Hay una actriz muy famosa que se llama Carla Giraldo. Ella ha ido muchas veces —no por la manteca o por brujería, quiero ser claro con eso— sino donde los sobanderos. Uno que llaman El Tigre y atiende en la sexta con Caracas, al lado de ollas, en una zona muy deprimida de Bogotá. Hasta allá va Carla Giraldo a que le soben cuando se luxa. Entonces, allí está todo: gente famosa, poderosos, políticos, el pobre... Está todo y eso es Colombia”, menciona.

Ricos y pobres quieren un poco de ese poder que promete la práctica de la hechicería, aunque no se hable en voz alta —pero sí a manera de chisme en celebraciones familiares y juntanzas de pueblo—. Cruz confiesa que, en parte, el éxito comercial de su libro radica en la feliz confusión de quienes buscan un compilado de hechizos y se encuentran con un trabajo periodístico. “Me ha pasado mucho que el libro lo compran pensando que es un libro de brujería — buscando hechizos, maleficios, contras—, a pesar de que yo siempre digo que no lo es”, dice.

“Te quiero decir una cosa: a los grandes medios no les interesó el tema; es más, muchos autores han ido a muchos medios a hablar de sus obras y no venden igual. No está vendiendo porque lo vio en televisión en una nota, o porque lo recomendó Yamid Amat. El libro está vendiendo sin promoción, por el impulso de la gente de ir a verlo”, asegura.

Más de una fuente de certeza

Para Cruz es importante que se tenga en cuenta que, si bien una inmensa cantidad de brujos entran en la categoría de estafadores —y algunos de ellos pueden hasta recurrir a la violencia para beneficiarse de sus métodos—, esto difiere de “la sabiduría ancestral que pueden tener chamanes acerca del uso de la farmacopea, de las plantas, que parecerían dentro de su sistema de creencias como una magia pero que en el fondo sirven porque las plantas tienen una estructura química”.

“Para muchos radicales podría parecer que es brujería, pero como antropólogo uno sabe que los saberes tradicionales y la medicina tradicional también funcionan. No igual, no con la misma certidumbre, a veces peor, a veces bien, a veces mejor, pero muchas de las medicinas que tenemos hoy en día son el resultado de las antiguas fórmulas, de los chamanes, de los druidas, de los antiguos magos”, explica.

“Hay muchas cosas que no caben y nunca cabrán en la ciencia occidental, porque también es un sistema de creencias y de rituales, y da resultados bajo la idea de la experimentación, la comprobación. Tiene un sistema que todo el tiempo se está criticando a sí mismo. Eso hace que se pueda ir a Marte o se pueda manejar un carro; la ciencia y la técnica van unidas”, puntualiza el científico social.

De todos modos, esta distancia nos da el método científico y el escepticismo permite, a la larga, llegar a verdades no necesariamente físicas o químicas, pero definitivamente sí sociales. “Considero que, si uno es creyente en algo, después no puede hacer un reportaje periodístico o una crónica con la misma distancia que si uno no cree. Si yo soy un seguidor del Papa, no puedo hacer un reportaje de él tan bueno como lo haría si yo soy un budista que voy a mirar la vida del Papa”, menciona Cruz.

“Eso me quedó un poco de la antropología. Si yo soy, digamos, alguien del partido de Uribe o Petro y me voy a hacer el reportaje de cómo es uno de sus días, termino haciendo alabanza. Si yo soy un opositor, alguien con más criterio, más alejado, más distante, puedo de alguna manera describir mejor lo que se hace. Creo que es lo que me ayudó y lo que me ha servido en mis libros”, finaliza el escritor de misterio.

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