Supongamos que estás en pareja, que llevan muchos años juntos y que todo está bien. Quizás demasiado bien. La situación te aburre y las ganas de estar con otro se disparan. Qué pasaría entonces si lo hablás con tu novio, y accede a que tengas un permitido sexual con el escritor que te excita, y los tres avanzan en un plan consensuado. ¿Qué ocurre cuándo se cruza la línea y el deseo queda al mando? De eso habla Puta madre, la primera novela de Dalia Walker, publicada por Ediciones B.
Con prólogo de la periodista Luciana Peker, se trata de un libro de autoficción que explora el deseo femenino, el sexo, los vínculos y lo que no se suele contar sobre el embarazo, el puerperio y la vida después. Porque, aunque deseada, la maternidad no resulta ser un primor todo el tiempo.
Dalia es además co-conductora, junto a dos amigas, Jimena Outeiro y Laura Passalacqua, de Concha Podcast y Concha al aire por Vorterix. En ambas plataformas se ocupó de temas como autoestima, placer, trastornos alimenticios, vinculación afectiva, obsesiones, monogamia y vejez.
Puta madre no es el primer libro de Dalia Walker. Antes de ser conocida en las redes sociales como @ladalia, escribió Bruja moderna, en 2018, y El tarot como llave, 2019. Dos libros de iniciación con técnicas, rituales y herramientas para conectar con la energía, el tarot y la magia. Y hace diez años fundó FE, una de las primeras tiendas dedicadas al mundo del esoterismo.
“Los libros son importantes en mi vida, pero nunca había pensado en escribir. Los anteriores a Puta madre nacieron de la necesidad de un texto que hablara de esos temas. La gente venía a pedirme la información sobre lo que está, por ejemplo, en Bruja moderna y no había. Y un poco la idea fue juntar toda en un mismo lugar para solventar una demanda específica de mi local. Y lo mismo pasó con el curso de tarot que hicimos en mi segundo libro. Si bien existen muchos libros sobre el tema, quería algo mucho más personalizado, más simple de de lo que ya circulaba en relación al Tarot de Marsella. Y Puta madre, existe desde antes de estos dos libros. Estaba el borrador de lo que iba a ser, porque lo empecé a escribir antes de quedar embarazada. Así que, este es mi primer libro, pero que salió tercero”, dice la autora a Infobae Leamos.
Dalia trabajó los primeros textos como piezas separadas durante años en un taller de escritura, y después definió que debía ser un libro que contara la historia de Maga, una chica que descubre a temprana edad su magnetismo con los hombres y las consecuencias a las que esto la expone. “Me paré frente al teléfono gris de metal, busqué con la mirada rápidamente entre todos los grafitis hasta que lo vi: escrito con marcador negro indeleble decía con letra desprolija y mayúscula ‘COLEGIALA CALIENTE’”. Al lado estaba mi número de teléfono.” La persona que había escrito ese texto era su mejor amiga.
“Cuando era chica siempre fui ‘esa’. En el colegio era la compañerita a la que todos los nenes le decían ‘puta’. No sabían ni qué significaba esa palabra, pero me llamaban así. No había besado a nadie, pero yo era una ‘puta’”, dice Maga, la narradora de la historia.
“Eso pasó de verdad”, cuenta Dalia. “¿Cómo sabés lo que es una colegiala caliente cuando tenés once años? ¿Qué es lo que me estás diciendo de verdad? Es un momento donde no hay sexualidad casi. Ahora no sé. Pero en esa época, hace veinte años, en sexto grado eras un bebé de pecho. Era algo muy inocente. Pero siempre tuve problemas con las mujeres, en los grupos y en todos los colegios. Había como una competencia que a mí no me interesaba ejercer y nunca terminé de entender de qué se trataba. Y creo que este personaje nunca termina de encajar porque no encuentra nada que se le parezca”, describe la autora.
La vida de Maga avanza. Se muda con su familia al Sur en los últimos años del secundario y tiempo después, regresa a Buenos Aires para estudiar. Pero hay algo que se mantiene inalterable, la atracción constante hacia los hombres. Y esto le genera dependencia y fascinación. “Yo sé que seduzco todo el tiempo a los hombres para que se queden. Soy capaz de casi cualquier cosa. Entro en un estado hipnótico en el que me fundo con el otro y empatizo a un nivel casi psíquico solo para que se enamoren de mí y quieran estar conmigo”, dice Maga. Y Paul, su escritor objeto de deseo, no escapa a esta lógica, aunque los dos estén en pareja.
“Para mí, los tríos con dos hombres eran la posibilidad de tener el poder, de alimentarme de su libido, de sentir su fuerza y tomarla. Esta situación era un estado del cuerpo y del alma, algo casi zen”: con eso fantasea la protagonista.
“El personaje tiene cosas mías que no me gustaría ni que existieran. Cosas que podría tener y que me daría vergüenza. Y cosas que yo no haría. Hay mucho de ese personaje en mí y mucho de mí en este personaje. Cosas que ya no quiero tener y que no me representan, por eso estoy contenta de que exista Maga”, cuenta Dalia, en referencia a algunas escenas del libro.
En la segunda parte del libro, Maga queda embarazada, y lejos de completar la imagen edulcorada de la maternidad, se siente mal todo el tiempo. No experimenta el afecto que debería por su hija, Zoe. “No quiero pensar en que voy a amar a mi hija porque no me queda otra”. “Yo pensé que el amor venía dado. Que nacía tu hijo y lo amabas, ¿cómo podría ser de otra manera?”, se cuestiona la protagonista de la historia.
“Cuando me preguntan si necesito algo, yo siempre respondo que no. Pero por dentro siento que necesito dormir, volver a ser la de antes, una ducha, que alguien me saque la nena de encima, que alguien más pueda ocuparse de todo lo que me ocupo yo, un recreo, una siesta, hacer otra cosa. Amamantar fue terriblemente demandante”, sigue Maga al referirse a la llegada de su hija. Es que algunos pasajes de los capítulos de la novela fueron primero apuntes de notas en el celular de Dalia de cuando atravesaba su propio puerperio, especialmente durante la etapa de la lactancia.
“Durante un tiempo, Zoe no engordó con la teta. Tuvimos que ir al médico, que fue durísimo conmigo. Me dijo que tenía que ordeñarme mientras la amamantaba. Tuve que apretarme las tetas como si fuesen las ubres de una vaca mientras le daba leche por una semana entera. Todo ese esfuerzo para sostener la lactancia exclusiva de leche materna. Finalmente lo logré, la leche que Zoe necesitaba bajó, pero mis manos terminaron con tendinitis, mi cuello contracturado, mi espalda dolorida. Absoluta y total atención al momento de la teta, durante casi todo el día. Todo para no darle leche en polvo. Quizás tendría que haber soltado la ambición de la súper mamá y darle la leche en polvo de una vez. ¿Qué hubiese cambiado? Si ya había tomado teta tres meses”, es uno de los pasajes en los que la protagonista de la historia reflexiona sobre los meses que está transcurriendo.
“Cuando empecé a escribir el libro, no se hablaba mucho de esto. Ahora sí sale mucho el arrepentimiento materno, la ‘mala mami’. Yo no estoy arrepentida y amo a mi hija. Pero nadie habla de que a veces es durísimo ser madre. En ese momento estás hormonal, físicamente cansada y no tenés experiencia. Y el texto es un poco el diario íntimo de ese momento con el volumen subido. Si la gente fuera más honesta con lo que es ser madre, lo pensarían un poco más también. No creo que eso rebaje a la gente que no quiere tener hijos. Me parece que falta un poco de honestidad con el tema”, reflexiona Walker.
El libro muestra ese otro lado de la maternidad y también el deseo vigente después de ser madre. Que no se agota por haber tenido una hija. Sigue siendo una mujer, y esa tensión pesa y da culpa. “Para tener hijos hay que coger. ¿Cómo vamos a percibirlo tan separado?”, dice Dalia. Como si lo condenable fuera seguir deseando y siendo deseada después.
“El vínculo entre la maternidad y la sensualidad es algo muy tragicómico. Yo tenía miedo de ser madre porque pensaba: si me separo, nunca más le voy a gustar a nadie, voy a tener la cicatriz de la cesárea. Me daba pánico, decía ‘no van a querer coger conmigo porque soy mamá'. Hay muchos miedos de cosas que nos imaginamos y después no son tan así. Le vas haciendo frente a medida que van pasando. Y el libro explora un poco eso”, sigue la autora.
Los últimos rayos de la tarde entran por la ventana del altillo de su casa, el lugar donde trabaja y escribe. Todo se ve más luminoso a esta hora: su pelo corto rojizo, el buzo amarillo liso que lleva puesto y los objetos a su alrededor: imágenes de santos, mazos de tarot, posters y plantas.
Quién es Dalia Walker
♦ Nació en Argentina.
♦ Se autodefine como “bruja moderna”.
♦ Publicó los libros Puta madre y El tarot como llave.
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