Haro, La Rioja, febrero de 1938. “La detención del hijo del panadero era la comidilla de todos los vecinos. Mientras algunos se lamentaban en voz alta de la suerte del muchacho en manos de la Guardia Civil, otros preferían quedarse en silencio y esconder sus ideales. Como en todos los rincones de España, el pensamiento estaba dividido en dos. Una palabra de más y cualquiera podía terminar fusilado contra la tapia de algún cementerio”.
En plena Guerra Civil española, entre secuestros y fusilamientos, apropiaciones de niños y el miedo como política del general Francisco Franco se sitúa Para siempre en un instante (Plaza & Janés), la nueva novela de Andrea Milano. El enfrentamiento de republicanos y nacionales es el marco que la escritora argentina elige para continuar la historia de Pedro Navarro Soler, uno de los personajes de su novela anterior, Hasta que te vuelva a ver. Este joven cura, que hace delirar a las mujeres, deja los hábitos y se traslada al viejo continente para encontrarse a sí mismo, librar sus propias batallas y encontrar el amor.
“La identidad es el tema central de la novela”, define Milano en diálogo con Infobae Leamos en un hotel del centro porteño, mientras los coletazos del franquismo persisten aún hoy. Si bien el foco del libro está en el personaje de Pedro, “las mujeres son las que marcan el ritmo del relato”, aclara la autora oriunda de Olavarría para referirse al personaje de Maura. Es ella quien vive un amor prohibido —con escenas que aceleran las pulsaciones y crean un clima perfecto de tensión sexual—, que trae consecuencias devastadoras: una venganza que desata el arrebatamiento de su hija. El dolor desgarrador y la identidad vuelven a abrirse paso en la historia.
Fiel a su estilo, en Para siempre en un instante también hay miradas que desnudan sin piedad, cuerpos que tiemblan de deseo, pasiones salvajes y besos y caricias que escalan hasta llegar a los gemidos más brutales. “Incluir buenas escenas de sexo en una novela romántica es algo muy positivo”, dice Milano y confiesa que escribirlas no le es indiferente. Mientras, las bookstragrammers empiezan a llegar al hotel para compartir una merienda con la autora.
“El desafío”, asume Milano, “no es publicar la primera novela sino sostenerse a través de los años y que los lectores te sigan eligiendo”. Y eso es lo que le sucede: sus últimos libros publicados no solo ocuparon los primeros puestos de los rankings de ventas sino que lograron reimprimirse en tiempos editoriales difíciles. Así, Hasta que te vuelva a ver va por su sexta edición; En brazos de su enemigo, por la cuarta, y Derramarás lágrimas de sangre, por la tercera. El minucioso trabajo de investigación —hasta hacer un collage de imágenes de actores y actrices para poner cara a los personajes— da sus frutos.
“¿Estaban esperando a Pedro?”, pregunta la editora del libro para comenzar el encuentro esa tarde, entre medialunas, masitas, café y jugo de naranjas. “¡Sí!”, contestan las presentes al unísono, tras sacarse fotos en un set con elementos que remiten a la novela. También hay tiempo para contar intimidades, preferencias y hasta para consultar qué hacer con una historia de amor entre dos mujeres. “Me parece re jugado pero bien”, dice una chica.
El escritor francés y Nobel de Literatura Albert Camus supo decir: “Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa”. En Para siempre en un instante, sí.
—En Hasta que te vuelva a ver, tu novela anterior, situaste la historia en el nazismo y en Para siempre en un instante construís la narración en la España de Franco. ¿Qué herramientas habilita la Historia para contar una novela romántica?
—No empecé escribiendo novela histórica. Cuando publiqué mis primeras novelas románticas eran más de suspenso pero un día cayó en mis manos Bodas de odio, de Florencia Bonelli, y me di cuenta de lo genial que es poder usar datos históricos verdaderos con la trama que uno tiene en la cabeza. También habilita a poder contar la Historia desde otro lado. Estamos acostumbrados a conocer solo una parte de ciertos personajes desde los manuales y contar lo que hay detrás de las figuras públicas, en este caso, de Franco. Desde una historia de ficción podemos mostrar desde otro lado estos procesos.
—El contexto histórico de este libro va de 1924 a 1975, con foco en el franquismo y en los años más crudos de la Guerra civil española, ¿por qué?
—Es una época de la historia que me atraía contar, como en Hasta que te vuelva a ver me interesaba contar el nazismo. Quería contar a través de los ojos de uno de los personajes principales, Maura, lo que fue vivir y padecer la guerra, desde el lado de los que persiguen y desde los perseguidos, cómo es perderlo todo y aún así seguir adelante. Es un tema que siempre me llamó la atención.
—Franco era muy católico y lo religioso está muy presente en el libro, y en un pasaje Pedro le dice a Maura “Jesús fue el primer comunista”: ¿qué significa?
—Me quedó esa frase una vez que la escuché. En la ideología del franquismo ocupa un lugar central, la Iglesia y la moral pesaron mucho en su régimen. Hay una anécdota famosa de que él y su mujer tenían el brazo de Santa Teresa y le rezaban a ese brazo. Los rojos no creían en Dios y no tenían posibilidad de buscar consuelo. Hubo quemas de Iglesias, curas crucificados y entonces es una burla en ese sentido. Jesús dejó todo lo que tenía para compartirlo con la gente y esa es la esencia del comunismo. Y las monjas tenían un rol fundamental porque eran las encargadas de cuidar a los chicos cuando los padres eran fusilados o detenidos, pero también “reubicaban” a chicos y no pensaban de dónde habían salido. La Iglesia se encargó de tapar todo y colaborar.
—Se dijo que el peronismo ayudó al franquismo y en un pasaje de la novela hacés referencia a la visita de Eva Perón a España durante el régimen de Franco. ¿Qué condensa su figura como política y como mujer?
—Es innegable que fue una mujer importantísima dentro de la historia argentina del siglo XX. Eva es una mujer poderosa por donde se la mire, a la que admiro. A Eva Perón ya la había mencionado en mi novela anterior, Hasta que te vuelva a ver, y a esa futura visita a España, y aproveché para incluirla, mencionarla y dar detalles reales, mezclados con ficción. Pero mi idea es que en mi próxima novela esté como personaje, transitando sus últimos meses de vida. Un lujo que quiero darme.
—Si bien en esta novela el personaje principal es Pedro Navarro Soler, los personajes femeninos marcan el ritmo de la narración, ¿era tu intención?
— Sí. Quería contar cómo vivían las mujeres en la España de Franco, una época en la que era muy sometida a la voluntad del hombre. La mujer debía vivir cumpliendo normas. Por ejemplo, mientras investigaba para escribir la novela, encontré que el adulterio si lo hacían las mujeres podían terminar en la cárcel pero si lo hacía el varón no pasaba nada. El costado religioso de Franco influyó en su régimen. Con Maura quería que se revelara, que se atreviera a vivir lo que sentía sin importar lo que piensen los demás. Ella vive una historia de amor prohibido y termina sufriendo las consecuencias de esa decisión que tomó, perdiendo lo que más amaba, que era su hija. En esta historia me interesaba que hubiese mujeres fuertes, a pesar de todo lo que sufrieron.
—Cristina, otro de los personajes de la novela, dice: “Los supuestos placeres del sexo que había descubierto leyendo a escondidas un ejemplar gastado de Madame Bovary nunca los había vivido en carne propia”, ¿es la misma función que cumple la novela romántica hoy?
—Creo que la función de la novela romántica ha evolucionado mucho en la historia. No olvidemos que en esa época recién comienza a publicar Corín Tellado y era tildada de “rosa”, para lectoras amas de casa, para que se entretengan un rato. Desde esas primeras novelas a hoy, de cualquier subgénero dentro de la romántica, es un género que pisa cada vez más fuerte. Es un género todavía vapuleado y se lo sigue considerando como “rosa” cuando no es así. Hoy la romántica trata temas como el abuso, la homosexualidad, la violencia, temas fuertes. El adjetivo “rosa” le quedó chico.
—Retomo la función de la lectura para este personaje y, ¿se lee más sobre sexo de lo que se practica?
—Poder leer escenas que estén bien contadas y no caer en la vulgaridad fomenta las relaciones entre las personas. Incluir buenas escenas en una novela romántica es algo muy positivo.
—A la hora de escribir, ¿cómo se construyen esas escenas?
—No las escribo de una sentada, es como meterme en la cama entre los personajes para transmitir lo que están sintiendo. Lo que me gusta es contar lo que pasa entre esos personajes, cuidando de que ese momento tenía que pasar y la historia así lo requiere. No hay que meter una escena osada porque al lector le puede gustar. Tiene que tener consistencia, no contarla porque sí. A esa altura los personajes ya son queridos y esperan que pase. Son escenas que cuestan más que otras porque tenés que transmitir lo que experimenta el personaje.
—¿Por qué se lee tanto?
—Porque es un género al que los lectores le son muy fieles. El público lector es el principal propulsor de la novela romántica y ayuda mucho a promover e influir en el crecimiento. Si les gustó una novela, van a comprar la siguiente, participan de los eventos, te siguen.
—¿Qué instante guardarías para siempre?
—La primera vez que me dijeron que me iban a publicar una novela.
“Para siempre en un instante” (fragmento)
Prólogo
Haro, La Rioja, España, 20 de noviembre de 1975
Españoles, Franco ha muerto.
La solemne y compungida voz de Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno, salió de la pantalla del televisor y retumbó en los oídos de la anciana sentada a pocos metros de distancia. Eran las diez de la mañana y un viento inclemente que bajaba de las sierras azotaba el postigo de la ventana con fuerza. Las manos delgadas de Maura Romero, temblorosas por culpa de una artritis que se acentuaba con el paso del tiempo, permanecieron apoyadas sobre su regazo mientras la bufanda que tejía con paciencia para su nieta se deslizaba lentamente hasta el suelo.
Levantó la cabeza y se encontró con la imagen de un hombre vestido rigurosamente de negro y la desazón instalada en su rostro. Aquel aparato electrónico que había llegado a los hogares de casi toda España para competir con la radio nunca había sido santo de su devoción. Cuando Amelia y Pedro se aparecieron un domingo cargando una enorme caja, asegurándole que sería una buena compañía en sus momentos de soledad, no había tenido el valor de rechazar el regalo. Lo encendía un rato por las mañanas y, a veces, otro rato a la noche antes de irse a dormir. Sus ojos negros seguían clavados en la pantalla en donde Arias Navarro anunciaba a toda España que el Generalísimo, don Francisco Franco Bahamonde, había entregado su vida a Dios en el Hospital de la Paz de Madrid, tras una lenta agonía de más de un mes.
España se ha quedado huérfana. El Caudillo ya no está entre nosotros. El presidente del Gobierno sacó un sobre del bolsillo con una nota de Franco en donde pedía perdón a sus enemigos, que también fueron los enemigos de la patria.
¡Arriba España! ¡Viva España! Aclamó Arias Navarro antes de quebrarse frente a las cámaras.
Maura no se dio cuenta de que tenía lágrimas en los ojos hasta que Manuela, su nieta, irrumpió en el salón como una tromba y se arrodilló a su lado.
—¡Abuela! ¿Estás bien? —Le apretó las manos frías para darle calor y miró de reojo el televisor. La muerte del caudillo había generado un fuerte impacto entre los españoles. Aquellos que lo veneraban seguramente estarían lamentando su partida. Los que habían padecido el rigor de la dictadura por casi cuarenta años, alzarían sus vasos de vino para brindar por esa libertad que les fue injustamente arrebatada tras el fin de la guerra.
Maura contempló el dulce semblante de su única nieta y esbozó una sonrisa. ¿Cómo explicarle la marea de sentimientos que embargaban su corazón en aquel momento? Ella, que pensaba que se iría de este mundo sin ver libre del yugo de sus opresores a esa España por la que había luchado y perdido tanto. A sus casi setenta años, Maura Romero lloraba de dicha, pero también de angustia. Las lágrimas que ahora caían eran por los hombres y las mujeres que habían perdido la vida en defensa de sus ideales. Esas lágrimas eran también por su querido Manolo. Un hondo suspiro se escapó de su garganta al pensar en él.
Manuela, adivinando la razón de su llanto, preguntó:
—Es por el abuelo, ¿verdad? La muerte de Franco te lo ha recordado. Él fue su asesino, te quitó al hombre que amabas y no permitió que yo, su única nieta, pudiese conocerlo —se lamentó. Sabía poco sobre ese abuelo del cual había heredado el nombre. De su muerte nunca se hablaba. Había sucedido en circunstancias confusas. Su madre callaba cada vez que le preguntaba por él, y su padre, con tal de no causar más dolor, también optaba por guardar silencio.
Maura asintió. Acarició la mejilla de la muchacha, y aunque hizo un gran esfuerzo por sonreír, no lo consiguió. Se vio reflejada en la inocencia de Manuela. Ella había sido una joven incauta que había pagado un precio muy alto al dejarse llevar por el corazón. No sabía cuánto tiempo le quedaba. Sentía que su hora también se acercaba, y no quería morirse sin revelarle a su nieta toda la verdad. Ahora fue ella quien apretujó sus manos con fuerza.
—Manoli, hija... quiero contarte una historia.
Manuela guardó silencio. Había quedado con sus amigas para dar un paseo por el centro y tomar chocolate en San Ginés, pero ellas podían esperar. Siempre había sentido una peculiar curiosidad por la historia de sus padres. Cada vez que los atosigaba a preguntas, ambos lograban evadirlas con alguna débil excusa que nunca llegaba a conformarla. Era evidente que había en su pasado un secreto importante que su abuela conocía muy bien y llevaba guardando desde hacía mucho tiempo. Se alejó solo un momento para apagar el televisor y regresó a su lado. Sentada sobre la alfombra, con la cabeza recostada sobre su regazo, se preparó para escuchar lo que su abuela Maura tenía para contarle.
Quién es Andrea Milano
♦ Vive en Olavarría, provincia de Buenos Aires, Argentina.
♦ Estudió idiomas y se desempeñó como traductora y docente de lenguas extranjeras.
♦ Entre sus títulos se encuentran Pasado imperfecto, Corazón impostor, Lazos de silencio, Susurros desde el más allá, La reina de la noche, Mala semilla, Embrujo gitano, En brazos de mi enemigo, Alma gitana, Derramarás lágrimas de sangre y Hasta que te vuelva a ver.
♦ Escribió obras bajo dos seudónimos: como Sienna Anderson, Nomeolvides, Escondido en tu mirada y La sombra oscura de la duda; y como Lena Svensson, la saga de Greta Lindberg compuesta por La redención y la muerte, El cazador y la presa, El ángel y el infierno, La araña y la mariposa y El azar y la venganza.
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