Mentir es inevitable y el capitalismo lo sabe

Los argentinos Pablo Mira y Gerardo Rovner publicaron “Homo Falsus. El discreto engaño de la economía”, un ensayo sobre cómo la mentira es parte del funcionamiento habitual (y hasta correcto) de la economía.

La serie "Dr. House", protagonizada por Hugh Laurie, partía de una base: "Todos mienten".

Con la locuacidad e ingenio irreverente que les son habituales, los economistas argentinos Pablo Mira y Gerardo Rovner, extienden en el libro Homo Falsus. El discreto engaño de la economía aquello que las limitaciones de tiempo y características no les permiten desarrollar en el programa de radio Dos Tipos de Cambios, emitido por la señal online Mixtape Radio. No es casualidad que Barbi Williams (la productora) sea quien prologue el texto, que fue editado por el sello Miño y Dávila. Suele ocurrir que un ciclo radial tenga como parte de su historia uno o más libros. Pocas veces ocurre que, además, el libro también invite a escuchar el programa. Sinergias, dicen algunas personas que suelen ser aburridas. Que no es el caso de los autores.

Todo pescado es también pescador (y su inversa)

El texto aporta, con inteligencia, varias hipótesis interesantes (y por qué no, divertidas). Una basada en la psicología, y que los autores derivan hacia la economía del comportamiento: “Todos mienten”, como diría el Dr. House. Curiosamente, esta serie no es citada en el libro, como si lo son variadas series de TV, películas, libros, experimentos y artículos científicos que no sólo muestran la erudición de los autores, sino también que saben pasarla bien en el tiempo libre. El “todos somos mentirosos”, en el cual los autores se incluyen, comienza en la mentira y se extiende al engaño, la estafa y hasta el plagio. Quizá hay que tener mucha atención para diferenciar la mentira del engaño, lo cual no le quita peso axiomático a la afirmación.

La segunda hipótesis, ya claramente original de los autores, es que la mentira no sólo no es negativa para el funcionamiento de la economía actual, sino que por el contrario es necesaria y genera eficiencias: ¡wow! Sin dejar de lado el humor inteligente, los autores visitan críticamente numerosos autores, ofreciendo un estado del arte comprensible para los legos acerca de las principales teorías económicas en relación con su hipótesis. A lo cual suman todo un acervo de los estudios de la psicología, que son aplicados (y aplicables a la economía). En ese marco de ideas y teorías, aparecen los “sesgos” (sí, los “benditos sesgos”).

Además, y a partir y/o por los dichosos sesgos, en el juego de la economía, los autores proponen que todos mienten; todos engañan y son engañados (sí, tanto los lectores como los autores, y todo el resto de la humanidad). Del humano egoísta de Adam Smith (sin que expliquen cuál de todos), se pasa al humano mentiroso. Y egoísta también: casi nadie miente por amor al arte (con excepción de los mitómanos). De Smith a Mira y Rovner quizá aparece la diferencia entre esencia y comportamiento… o no.

Si bien hay una extensa parte dedicada a las empresas y al rubro de la publicidad, se postula que la mentira y el engaño también están en los consumidores, que son engañados cuando compran, pero que también son ellos mismos vendedores que engañan. Todos somos pescadores y pescados (sin ofender). Pero hay diferentes capacidades para el asunto, tanto de experiencia como de “corporate”, entre los pescadores. Que también se engañan entre ellos.

Hacia una Teoría Económica de la Mentira

Dado que los autores son economistas, la consecuencia casi natural era que plantearan una teoría económica de la mentira, y la formalizaran matemáticamente. Y para no quedarse con las ganas, es desarrollada tanto para el nivel macroeconómico como para el microeconómico. El lector no especializado (o sea, no economista o que no sabe matemáticas) quizá se pueda asustar frente a ello; lo invitamos a tranquilizarse, la Teoría Económica del Mentira está explicada, con fórmulas y todo, para ser comprensible a los simples mortales (eso sí, tienen que confiar en los dos autores, que se autodefinen como mentirosos). Además de traer al cuento la ayuda de otras disciplinas, como la antropología (efectivamente, el afán interdisciplinario de los autores se concreta en el texto) y la biología. Así, un tal Darwin podría ser parafraseado: “...en la naturaleza, el que mejor engaña sobrevive y se reproduce...”.

Para no spoilear el texto, sólo referiremos que la teoría explica, tanto desde la oferta como desde la demanda, cómo la mentira hace más eficiente la economía (capitalista en este caso), así como también favorece la inversión y el crecimiento económico. Además de comprobar que un mundo de gente sincera no es viable, por lo menos a nivel económico. Es posible que algunos puntos de la formalización los autores nos estén “vendiendo humo”. En todo caso, hay que comprobarlo.

Pero, debe reconocerse, que los autores también observan que hay mentiras que generan daño a la economía. No por la calidad, sino por el tamaño. Lo cual sirve para comprobar la teoría, así como también abre una grieta argumentativa. ¿Existirán algunas otras asimetrías en el sutil (o burdo) arte del engaño? ¿Hay mentiras buenas y malas para el funcionamiento de la economía? Y si es así, ¿cómo detectarlas? ¿Cómo y quién debe cuidar de que la mentira y el engaño sean perjudiciales (para la economía)?

Pablo Mira está especializado en Economía de la Conducta.

¿Mentir es humano, descubrirlo es divino?

De tanto jugar con varias disciplinas, casi como se esboza una teoría de la mentira, donde no se corre ni se suspende la ética o la moral (o sí). En particular, teniendo en cuenta que en el mercado es fundamental tanto la oferta como la demanda, o sea, el engañador tanto como el engañado. Considerando, además, que no es lo mismo la cortesía (como mentira), que un juego ponzi (como estafa).

Para finalizar, el interesante juego que el texto propone continuamente con el lector, entre mentiras y mentirosos, hace que la lectura sea amena. Así mueve a repensar algunos elementos que consideramos dados y puede que no lo sean (tanto académicos como de la vida cotidiana, si es que son diferentes). Incluso, a investigar sobre lo que nos dicen los autores, para comprobar si es verdad. En la página 99 de su Homo Falsus confiesan estar plagiando un texto casi íntegro (¡en lo cual se regodean!). Y hubiera sido estéticamente borgiano que el plagio fuera falso. Por otro lado, en el último párrafo del libro los autores nos invitan a formar parte del conjunto de oyentes de su programa de radio. Y con esta invitación, no nos venden humo.

“Homo falsus” (fragmento)

Existe un mandamiento divino que advierte expresamente… “no mentirás”. Quizás este no sea el peor pecado de la economía, pero podría tener un rol nada trivial en el sistema capitalista. En la práctica el Homo Economicus miente, falsea y disimula, y más que meras tentaciones, estas actitudes podrían constituir el aceite que lubrica los engranajes de la economía. Los economistas han sido rotulados por muchos como expertos mentirosos pero, paradójicamente, estos profesionales no han incluido en sus teorías a la mentira como un componente necesario (aunque seguramente no suficiente) del funcionamiento del sistema. (…)

He aquí una rápida explicación de por qué persisten durante muchísimo tiempo en nuestra sociedad actividades fraudulentas: un oferente con ingenio más un demandante ingenuo o demasiado tolerante. En un mundo racional como el de los modelos económicos tradicionales, nada de esto debería suceder. Quizás el lector dude de la relevancia cuantitativa de este fenómeno: un conjunto pequeño de “vivos” no es toda la economía, y la mayoría de los consumidores no pueden ser tan incautos.

Gerardo Rovner se especializa en análisis de riesgo.

Homo Falsus, sin embargo, quiere sembrar una sospecha, y es que estas vivezas podrían estar más extendidas de lo que creemos. ¿Cuántas veces usted compró cosas que no le brindaron la utilidad o la felicidad que esperaba? Ese cuadro carísimo que miró solo un par de veces y ya ni registra; ese libro que prometía hacer de usted una persona más segura; ese auto nuevo que finalmente no tiene un andar tan distinto del anterior. Seguro estas decepciones le han ocurrido, le ocurren, y le seguirán ocurriendo. Mal que les pese a los defensores de la eficiencia de los mercados, lo cierto es que todos nosotros compramos porquerías que parecen prometernos un bienestar enorme, pero que luego se evapora hasta hacernos dudar incluso de la real justificación de la compra. Demandantes ingenuos, oferentes con ingenio… recuerden la máxima y miren a su alrededor. (…)

Lamentablemente, los costos de una compra equivocada no terminan al notar la ociosidad del producto. Una vez decepcionados, solemos buscar desesperadamente razones para justificar nuestros fallos. Una explicación más o menos inmediata es que no hay posibilidad de determinar si algo funciona o no hasta probarlo. La aspiradora no aspira tanto, el vestido no queda tan bien según otros ojos, el libro nos aburrió demasiado rápido. Algunos plantearán que este es un problema menor, ya que algunas tiendas permiten la devolución de un producto que no nos satisface. Amazon hasta nos invita a hojear parte del libro antes de comprarlo. Pero aun así, la mayoría no utiliza demasiado esta opción. ¿Por qué?

Quizás devolver algo semi-usado simplemente nos dé vergüenza o la burocracia de la devolución nos desincentiva a hacerlo. O tal vez no queremos reconocer que nos equivocamos: Roberto Moldavsky, en uno de sus geniales monólogos, afirma que la razón por la que un pueblo como el de Estados Unidos termina con Trump como presidente, es que devuelven el dinero si el producto no te gustó. Cuando los efectos de inacción predominan y no hacemos saber al mercado que ese sillón nuevo no es tan cómodo como lo sentimos la primera vez, las “correcciones” tardan en producirse. O dicho más claramente, el producto trucho se sigue vendiendo y solo dejará de producirse mucho tiempo después. El resultado es que un montón de consumidores terminan poco satisfechos con su compra durante demasiado tiempo.

Quiénes son los autores

Pablo J. Mira es magíster en Economía de la UBA y docente de esa misma universidad. Fue Director de Información y Coyuntura del Ministerio de Economía de la Nación durante casi una década. Ha escrito largamente sobre Economía de la Conducta y es columnista de Infobae Leamos. Es co-conductor del programa Dos Tipos de Cambio y co-autor de Homo Falsus.

Gerardo Rovner es economista y docente de la UBA desde 1994. Está a cargo del área de auditoría interna del Banco Hipotecario, se especializa en gestión de riesgos. Es co-conductor del programa Dos Tipos de Cambio y co-autor de Homo Falsus.

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