El reciente intento de asesinato a la vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner mostró cuánto puede cambiar, de un día para el otro, el panorama político de un país. De no haber fallado el arma con la que el acusado Fernando André Sabag Montiel quiso dispararle, hoy la historia sería otra.
En la historia argentina, hubo varios casos de intentos de magnicidio: Domingo Faustino Sarmiento, Julio Argentino Roca, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Victorino de la Plaza, Juan Domingo Perón y Raúl Alfonsín, todos presidentes que sufrieron atentados contra su vida durante sus mandatos.
Como explicó el político e historiador argentino Pacho O’Donnell a Infobae Leamos, Juan Manuel de Rosas, dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires, también fue víctima de un atentado que involucró una “máquina infernal” que terminaría fallando.
En 1841, Rosas lidiaba, por un lado, con las consecuencias políticas de la interminable guerra civil entre unitarios y federales y, por el otro, con las consecuencias económicas de un bloqueo al que, por dos años, Francia había sometido al país. El horno no estaba para bollos.
El historiador dijo que “los jóvenes unitarios, muchos exiliados en Montevideo, Uruguay, no dudaban en facilitar una invasión extranjera a su propio país y el general Lavalle, con el apoyo de los franceses, quiso invadir Entre Ríos y Santa Fe”. Con poco más de mil hombres, los unitarios se enfrentaron al ejército rosista y, ante la disparidad de números -los federales eran casi 20 mil- fracasaron rotundamente.
Pero el enfrentamiento no terminó ahí y, lejos de las atrocidades del campo de batalla, el 27 de marzo de 1841 la guerra se coló dentro de la casa del entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires. Cuenta O’Donnell: “Ese día Rosas recibe una caja que, supuestamente, era una colección de monedas de una sociedad de anticuarios traída por el almirante francés Dupotet, lo que hace que Rosas no lo abra”.
La que manejaba la correspondencia del gobernador era Manuelita, su hija, a la que el paquete importado le había despertado una gran curiosidad. “En el momento en que la hija de Rosas pone la llave que hace saltar la tapa, aparece el contenido: una hilera de pequeños tubos de caños de pistola, como si fueran seis o siete armas de fuego que apuntaban hacia la persona que abriera la caja y que debían descargar sus balas simultáneamente. Pero falla...”, dice O’Donnell.
El 20 de marzo de 1841, Rosas anuncia que habían intentado matarlo “con una máquina infernal” y que, si seguía con vida, era porque “Dios había querido”. Una multitud salió a la calle al grito de “Mueran los salvajes unitarios, viva la Santa Federación”.
A raíz del fracaso de ese atentado, el obispo de Buenos Aires, Medrano -que era rosista- entrega una nota firmada por el clero en la que se leía: ¿Quiere vuestra excelencia conocer más claramente que Dios lo tiene escogido para presidir los destinos del país que lo vio nacer? ¿No se apercibirá de que es disposición del Eterno que continúe sus sacrificios, y que el único propósito que domine a vuestra excelencia sea el de llevarlos hasta donde lo exigen los intereses de la República? Esta necesidad ya se la ha hecho sentir a vuestra excelencia la voz del pueblo: ahora se hace entender más enérgicamente la voz del cielo, la voz del milagro”.
Una versión más detallada del atentado contra Rosas puede leerse en el libro de Pacho O’Donnell Juan Manuel de Rosas: El Maldito de la Historia Oficial, del que se comparte un fragmento a continuación:
“Juan Manuel de Rosas: El Maldito de la Historia Oficial” (fragmento)
Capítulo 46: La máquina infernal
-Ábrala usted, m’hija.
-Gracias, tatita.
Manuelita tomó la caja que hacía ya días que estaba sobre una cómoda del despacho de su padre.
-La trajo el Almirante Dupotet por encargo del cónsul de Portugal, desde Montevideo.
Eran los tiempos del bloqueo francés y que hubiera sido un francés quien lo trajese hizo, probablemente, que el Restaurador se olvidara del paquete.
-Gracias, tatita –repitió su hija caminando hacia su dormitorio, alegremente expectante porque los envoltorios de seda y cachemira con ribetes de hilos dorados preanunciaban un regalo importante. -Creo que son monedas –le había advertido Rosas sin levantar su vista de una comunicación de Guido, su embajador en Brasil.
Mentalmente, en silencio, completó la frase: “... de la Sociedad de Anticuarios de... no me acuerdo dónde... Copenhague, me parece”. Manuelita se dejó caer sobre su mullida cama y dejó al descubierto una bella caja labrada, de finas maderas. Al introducir la llave la tapa saltó repentinamente.
No pudo reprimir un grito de susto que atrajo corriendo a su padre. En el interior de la caja una hilera de pequeños tubos amenazantes los apuntaban. Durante algunos segundos Rosas observó el extraño artefacto hasta que en su mente se hizo la luz.
Al día siguiente, 20 de marzo de 1841, las Provincias Unidas del Río de la Plata se conmovieron cuando el Gobernador anunció públicamente que habían intentado asesinarlo con una “máquina infernal” y que si seguía con vida era porque Dios había impedido que el mecanismo funcionase. Una enfurecida muchedumbre con distintivos color punzó recorrerá las calles de Buenos Aires gritando “¡mueran los salvajes unitarios!” y “¡viva la Santa Confederación!”.
A raíz del fracaso del atentado de “la máquina infernal” el Obispo de Buenos Aires, monseñor Medrano, entrega a Rosas, “el elegido”, una nota firmada por gran parte del clero: “¿Quiere vuestra excelencia conocer más claramente que Dios lo tiene escogido para presidir los destinos del país que lo vio nacer? ¿No se apercibirá de que es disposición del Eterno que continúe sus sacrificios, y que el único propósito que domine a vuestra excelencia sea el de llevarlo hasta donde lo exigen los intereses de la República? Esta necesidad ya se la ha hecho sentir a vuestra excelencia repetidas veces la voz del pueblo; ahora se la hace entender más enérgicamente la voz del cielo, la voz del milagro”.
Quién es Pacho O’Donnell
♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1941.
♦ Es escritor, médico especializado en psiquiatría y psicoanálisis, político e historiador.
♦ Es autor de libros como Juana Azurduy, la teniente coronela, El Che, Caudillos federales, Las patrias lejanas y Cruzar Los Andes, entre otros.
♦ El rey Juan Carlos I lo nombró caballero de la Orden de Isabel la Católica, Francia le otorgó las Palmas Académicas y también la Orden al Mérito, La República de Chile lo honró con la Orden Bernardo O’Higgins y la ciudad de Buenos Aires lo distinguió como ciudadano ilustre.
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