Nada era lo que parecía ser en ese territorio lejano y misterioso del Río de la Plata. No había una conexión hacia el Pacífico, que permitiera llegar a Oriente. No había una Sierra de la Plata, que llenara de riquezas a los exploradores hambrientos de gloria y aventuras que se animaban a viajar hacia estas tierras. Tampoco era un mar, aunque alimentara esa ilusión la enorme distancia entre las orillas de lo que hoy son las costas de Argentina y Uruguay. Era un río, aunque no cualquier río: el más ancho del mundo, el del eterno color arcilla, el de agua dulce que baja de otros ríos y se asienta con esa calma sobre una corriente profunda de agua salada que penetra desde el Atlántico y pierde fuerza a medida que su lecho se angosta y se decide a ser sólo un río.
Sobre estas promesas incumplidas y sobre cómo se definió el Río de la Plata como un territorio diferenciado dentro del Nuevo Mundo, trata ¿Quiénes construyeron el Río de la Plata? Exploradores y conquistadores europeos en el lugar donde se acababa el mundo, un libro de la profesora y doctora en Historia María Juliana Gandini, que acaba de publicar Siglo Veintiuno Editores.
En esta obra, basada en lo que constituyó su tesis doctoral, Gandini se pregunta qué sucedió en el transcurso del siglo XVI para que el entonces llamado Río de Solís o Mar Dulce, ese territorio marginal marcado por el trágico final de su descubridor, empezara a existir con una identidad específica y llegara a transformarse en un punto estratégico de interés para la corona española.
“Guaraní” significa guerrero, y los guaraníes tenían en la construcción de su masculinidad el hecho de que eran guerreros.
En su libro, Gandini explica dónde se originaron las creencias sobre la zona rioplatense: “En la costa de Brasil se gestaron las primeras informaciones relativas a los territorios y los nativos de la región, que la describieron bajo luces contrapuestas: un paraíso lleno de valiosos árboles, aves multicolores y abundante en aguas y frutos era también el hogar de conspicuos caníbales. La desgraciada suerte de Juan Díaz de Solís -se habló de que lo habían comido, pero muchos historiadores lo ponen en duda- reforzó los rasgos macabros asociados a la región. Pero también sumó al conocimiento geográfico de los europeos la existencia del ‘Mar Dulce’, el ancho río que parecía no tener orillas”. El explorador enviado a realizar las primeras investigaciones por parte de España al sur de los territorios reclamados por los lusitanos.
Los numerosos relatos de los testigos directos de esos hechos, recopilados en valiosos documentos a los que accedió la autora, lograron definir al menos en las dos décadas siguientes “una representación lo suficientemente poderosa como para atraer a sus orillas a algunas de las más brillantes expediciones de conquista de la primera mitad del siglo XVI”. En diálogo con Infobae Leamos, Gandini habló de su libro y de la investigación que le dio origen.
-¿Cuál es la línea de la que partió esta investigación?
-Este libro surge de mi tesis doctoral, pero tuve que hacer un trabajo de adaptación: el límite del texto para la editorial eran 550.000 caracteres y eso era lo que abarcaban las notas al pie en la tesis. Parte de tratar de ver las representaciones de cómo se fue interpretando el territorio del Río de La Plata y a partir de eso explicar el desarrollo de un proyecto histórico, indagar sobre cuáles fueron las fuerzas importantes movilizadoras, pero resaltando ese punto, el poder que tuvieron esas representaciones.
-¿Cuáles son los rumores de los que habla en el libro sobre este, cómo se gestaron y qué base tenían?
-Lo que no estaba en la historiografía clásica, en cierta forma, es cómo aparecen en esa construcción los mediadores, los náufragos, los hablantes bilingües, los nativos. El papel de esos mediadores en la construcción del Río de la Plata, a partir de informes, cosmografías, testimonios redactados en primera persona por los testigos europeos que llegaron a estas costas, para mostrar hasta qué punto las representaciones que construyeron sobre el territorio y sobre las sociedades nativas fueron centrales para proyectar y sostener la conquista. Entonces, el papel de esos mediadores, como Melchor Ramírez, cobran otra relevancia.
Señala Gandini en su libro: “La breve estancia de Solís en el Río de la Plata dejó en el terreno a alguno de los actores fundamentales de su primera exploración. El único sobreviviente del grupo que se aventuró a la playa con el piloto fue un joven grumete llamado Francisco del Puerto. Cautivo -o adoptado- por los nativos tendría luego un rol clave en los avances ibéricos en la región. Por otra parte, una de las naves de la flota naufragó en el sur de Brasil cuando regresaba a España, de lo que resultó que varios tripulantes se quedaran asentados allí”.
-¿Lo que sale a la luz, digamos, es cómo cobraron valor los testimonios de estos protagonistas, como Francisco del Puerto, un personaje casi de novela?
-Si, lo que saben los que conocen la tierra, y cómo eso se valoriza. A estos señores les creen lo que dicen, aunque sea gente que en un punto les resulta medio sospechosa, que tienen una vida medio rara, y que sin embargo lo que se valoriza son sus testimonios sobre lo que pasa en el terreno. Después, tanto la corona española como la portuguesa se pelean por estos personajes. Francisco del Puerto es uno de ellos por muchas razones, y también es la inspiración de El Entenado, la novela de Juan José Saer. Aunque el escritor dice que leyó el testimonio de otro cautivo, Hans Staden, el núcleo de la experiencia es la de Francisco del Puerto. Años después, en 1527, este hombre le sirve de guía a Sebastián Caboto, y logra mediar para que los guaraníes les den comida a sus hombres, que se estaban muriendo de hambre. Cuando Caboto sigue explorando río arriba, de repente Del Puerto desaparece del registro.
-¿Qué mantiene el espíritu de España sobre estos territorios una vez que descubren que no hay paso al océano Pacífico ni montañas de plata?
-Los desencantos se van sumando pero lentamente la corona española va tomando conciencia de que, si bien acá no hay plata ni oro, termina siendo un territorio valioso porque es un freno contra el avance de los portugueses. Se elige un gobernador nacido en la tierra, Hernandarias, que es nieto de los conquistadores, pero es nacido acá. Para los portugueses fue distinto porque hacen economía de plantación, y más adelante van a empezar la minería de la esmeralda y del oro. Era una actividad sustentable. En cambio, el valor que terminó teniendo el Rio de la Plata fue el de poner un freno a portugueses.
-El libro destaca también la pasión de los viajeros por dejar por escrito todo lo que veían aquí. ¿Cómo se dio ese fenómeno y cómo sirvió en los procesos judiciales que había en España?
-Si, había una verdadera pasión de los viajeros por describir el Río de la Plata y esta pasión por escribir viene de la mano de la pasión por litigar. En gran medida todo pasa por los tribunales y los Consejos de Indias. El grueso de la escritura judicial donde se acusan de crímenes y barbaridades entre unos y otros surge de esas descripciones de los lugares y las gentes.
-¿Como son esos procesos judiciales, a quiénes y por qué reclamaban?
-Todo súbdito español tiene el derecho de dirigirse al Rey para reclamar por lo que es justo, y en esa cultura del litigio aparecen distintas cuestiones. Por ejemplo, Caboto tenía un problema porque le ordenaron ir a Oriente y se metió en el Rio de la Plata. Entonces, reclamaron los familiares de los muertos en las expediciones, que además tenían que empezar a reconstruir lo que pasó. Una de ellas fue Catalina Vásquez, la madre de dos hermanos que resultaron muertos, uno de ellos capitán. En el caso de Pedro de Mendoza, en cambio, hubo un conflicto de autoridad con Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Esto desató una gran marea de escrituras sobre el Rio de la Plata: lo acusan a Cabeza de Vaca, los partidarios escriben cartas secretas acusando al gobernador, todos quieren escribir. Además, la administración colonial española trataba de dejar todo por escrito.
-¿Dónde están archivados y cómo pudo consultar todos esos documentos históricos?
-Todos los manuscritos redactados acá eran transportados a España y archivados junto a los que se hicieron allá. En el Archivo General de Indias, que está en Sevilla, hay cajas donde están almacenados y muchos de esos papeles se pueden consultar digitalizados. La tesis, que sirvió de base a este libro, fue realizada en gran medida con documentación online en un trabajo de seis años. Después hice dos visitas, pero ya sabiendo lo que tenía que buscar.
-¿Cuál fue el resultado de toda esta fiebre de la escritura?
-Es todo un trabajo sobre las categorías mentales que han sido modificadas. A medida que los conquistadores empezaron a vivir con nosotros, esas estructuras mentales fueron cambiando, tuvieron que vivir con esa gente que no eran sujetos pasivos. Afinaron su percepción antropológica de lo que percibían. En realidad, lo que no había aquí eran sociedades estatales, tributarias, como pudo haber en México o Perú. “Guaraní” significa guerrero, y los guaraníes tenían en la construcción de su masculinidad el hecho de que eran guerreros. Pero era una guerra muy distinta, y entonces los europeos a veces no lo entendían. Para los europeos terminaba con la aniquilación. Para los guaraníes con una lógica de venganza, más personal, vinculada con el orgullo guerrero.
-¿Finalmente, cómo se modifica el imaginario de estos territorios australes?
-El período es casi exactamente la primera mitad del siglo XVI. Cuando llegan a Brasil, por primera vez aparecen en el imaginario europeo los territorios australes. No va a ser tan fácil rodear estas tierras, no son un montón de islas, siguen al sur y al parecer no terminan. Ahí empieza a cambiar la idea de cómo está compuesto el mundo. Hay una cuarta parte del mundo que es América, y dentro de esa cuarta parte hay zonas distintas. Primero aparece Brasil y luego zonas cada vez más particulares, el Río de la Plata, la Patagonia, territorios que de a poco empiezan a ser diferentes.
¿Quiénes construyeron el Río de la Plata? (Fragmentos)
Desde el punto de vista de los europeos, sobre todo de españoles y portugueses, los territorios que luego serían conceptualizados como “Río de la Plata” fueron entendidos en las primeras décadas del siglo XVI como una novedosa parte del siempre creciente Nuevo Mundo, en el sector austral del Mar Océano.
Desde mediados de la década de 1510, este espacio fue definido en términos cada vez más precisos, de acuerdo con una caracterización que delimitó un conjunto de rasgos geográficos, naturales, etnográficos y productivos diferenciales. El resultado de este proceso fue que los territorios australes surcados por el Río de la Plata, el río Paraná y el río Paraguay obtuvieron una identidad particular e inédita. Este proceso puede seguirse a través de los cambios ocurridos en la toponimia. El nombre de “Río de la Plata” recién se cristalizó en torno a 1530, a casi quince años de su primer descubrimiento por parte de los españoles en 1516, y coexistió con otras denominaciones más antiguas. La más extendida de ellas fue la de “Río de Solís”, acuñada en honor a su malogrado descubridor, el piloto mayor Juan Díaz de Solís (1470-1516).
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Pasarían algunos años hasta que este espacio volviera a atraer el interés de la Corona española. Cuando las armadas del piloto mayor Sebastián Caboto (c. 1474-1557) y Diego García de Moguer (1484-1544) arribaron a la costa de Brasil en 1526 y 1527, respectivamente, recibieron rumores sobre supuestas riquezas en metal precioso que albergaría el Río de Solís. Estas informaciones, resultado de los contactos con nativos, portugueses de las feitorias [factorías] y náufragos ibéricos, torcerían el destino de las armadas de ambos capitanes. Su nuevo objetivo en el Río de Solís sería localizar la “Sierra de la Plata”, una gigantesca montaña argentífera capaz de colmar los sueños de riqueza de los más ambiciosos exploradores.
Pero las incursiones de Caboto y García de Moguer fueron un fracaso en términos económicos. No solo no hallaron la Sierra de la Plata, sino que perdieron hombres y bienes mientras exploraron en vano el interior del Río de Solís entre 1527 y 1529. Sin embargo, las informaciones que llevaron de vuelta a España transformaron la valoración de la región. Evidencia de ello fue la difusión del topónimo “Río de la Plata”, nombre más acorde a las nuevas expectativas generadas sobre lo que podía hallarse en su interior. Además, los miembros de las armadas de Caboto y García de Moguer comunicaron intrigantes noticias sobre los nativos del Mar Océano austral, que contradecían algunas ideas fuertemente arraigadas en las tradiciones etnográficas europeas.
De forma más contundente, el flamante atractivo del rebautizado Río de la Plata se reflejó en la llegada a sus orillas de la expedición de conquista dirigida por su primer adelantado y gobernador, Pedro de Mendoza (c. 1499-1537). La promisoria empresa iniciada en 1536 constituiría, sin embargo, un segundo fracaso: no solo porque la Sierra de la Plata siguió sin ser hallada, sino porque los conquistadores y colonos de Mendoza sufrieron un hambre brutal jalonado por constantes desavenencias internas y enfrentamientos con las sociedades nativas que rodeaban el frágil puerto de Buenos Aires.
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