Si uno pone “discursos de odio” en Google, obtendrá algo más de siete millones y medio de resultados. Y si restringe la búsqueda a “Noticias”, los resultados serán alrededor de 263.000.
La expresión llegó a lo más alto de la política: “Tenemos que volver a poner en práctica un pacto democrático donde la violencia sea excluida, el discurso del odio sea eliminado y el respeto sea un valor”, dijo el presidente Alberto Fernández este viernes, en el encuentro con gobernadores y representantes sociales y sindicales. Y Victoria Donda, titular del Inadi, dijo -sin explicar qué implicaría- que impulsaría una ley contra ellos.
¿Qué son, cómo se entienden, estos “discursos de odio”? Aquí dialogan sobre el tema -y sobre cómo interpretar el atentado a la Vicepresidenta Cristina Kirchner- Luciano Lutereau (psicoanalista y Doctor en Filosofía) y Esteban Dipaola (Doctor en Ciencias Sociales). Ellos escribieron juntos el libro Cuando el otro es Otro (2017, La Cebra) dedicado a temas como la verdad, los discursos y la relación con el otro en estos tiempos de crisis de la modernidad. Además, Dipaola publicó recientemente el ensayo Lo inmediato. Reflexiones para un mundo en urgencia (Qeja ediciones), que retoma estos temas en el marco de la llamada “nueva normalidad”: el prólogo es de Lutereau.
Luciano Lutereau
Hacer una interpretación psicoanalítica de un hecho político puede ser reduccionista, pero creo que sí se puede hacer una interpretación respecto del ánimo social en que vivimos desde hace un tiempo. Vivimos en una sociedad que ya legitimó la venganza como forma de tratamiento a los conflictos interperesonales.
El atentado contra Cristina Fernández de Kirchner no es un episodio aislado. Se inscribe en una sociedad en la que los linchamientos están facilitados, en la que la posibilidad de injuriar o difamar a otro está al alance de la mano sin consecuencias, en la que la represalia agresiva no tiene ningún tipo de sanción, es decir, en la que se falla en lo más propio de un vínculo simbólico entre dos o más personas.
Por lo tanto, sería un error decir que se trata de “un loquito” que se logró colar en la seguridad. Lo mismo que ponerse a hacer un análisis de la reacción que tuvo la Vicepresidenta ante el episodio. En todo caso, el episodio lo que muestra es la consolidación de un modo de vida colectivo en el que la inhibición del impulso agresivo ante el conflicto ya no cuenta.
Nadie se siente indigno, nadie se siente mal consigo mismo, ni siente vergüenza de mostrarse agresivo contra otra persona. La autorización y la validación, la legitimación de la venganza como forma de tratamiento del conflicto es un problema personal, social y colectivo que ojalá a partir de este hecho pueda ser analizado.
Esteban Dipaola
No es posible comprender la gravedad de lo ocurrido con Cristina Fernández de Kirchner en el día jueves, y los sucesos que desde hace un tiempo vienen ocurriendo, sin atender a la conformación de un modelo global-financiero que desligó a las democracias de su inscripción institucional.
“Los ‘discursos de odio’ son registros de una verdad de época que funda la indignación y el menosprecio como valor”. Esteban Dipaola
El avance de discursos individualistas que se asumen por cada quien como de valor universal es el reflejo inmediato ante la degradación de las instituciones que antes soportaban las acciones individuales ordenándolas en un lazo integrador y común.
Luciano Lutereau
El debate de fondo es acerca de lo que se llama “discursos de odio”. Y el intento, de un tiempo a esta parte, de buscar algún tipo de regulación respecto de los discursos de odio.
“Todos nuestros discursos públicos hoy, políticos y sociales, son discursos de atropello” Luciano Lutereau
Me gustaría decir que los discursos de odio son los discursos de la verdad. Son los discursos de la verdad los que fomentan el odio. Discursos que creen estar del lado de la verdad; que, de un tiempo a esta parte, hacen de la verdad algo revelado, de la verdad subjetiva un criterio de realidad –lo que yo siento es lo que ES, si algo no me gusta es porque “es malo”–, son este tipo de discursos los que le dan en última instancia validación a la venganza.
Esteban Dipaola
Los discursos individualistas son, más que de odio, discursos invalidantes del otro, de la palabra común, de una interacción de sentido que posibilite revisar las posiciones singulares. El individualismo contemporáneo es totalitario porque funda la apropiación de un sentido único que formula como verdad la negación del vínculo social.
Estos discursos conjugan en un nuevo régimen de lo verdadero que otorga el permiso de validar cualquier violencia y menosprecio sin reprimenda moral. La circulación constante de información maliciosa y falsa con el objetivo de desacreditar a personas, instituciones o situaciones concretas, la formación de un entramado mediático que desiste de presentar informaciones y ofrece una posición de sus intereses, también como si debieran ser los de todos.
Se trata de una producción y diseño del escándalo para formar individuos indignados que ya no ajusten a principios estables de reflexión de sus ideas y motivaciones.
Luciano Lutereau
Lo que tiene que ser debatido hoy es lo que cada discurso personal, social, subjetivo y político tiene respecto de la idea de verdad.
Hay un punto en que los discursos públicos, de un tiempo a esta parte, se proponen como discursos de la verdad. No se proponen como discursos del convencimiento, del diálogo, de la propuesta. Se proponen como discursos defensivos donde siempre se pone al otro en el lugar del ataque.
Los discursos de la verdad, en última instancia, tienen por momentos funcionamientos mesiánicos, cuasi religiosos, incluso cuando se proponen laicos. El problema no es hacer una disquisición respecto de este episodio y analizarlo en términos de si es verdadero o falso, magnicidio o exageración. Corresponde, para quien quiera pensar, además de expedirse, situar cuál es el valor que tiene la verdad en nuestros discursos públicos hoy.
Todos nuestros discursos públicos hoy, políticos y sociales, son discursos de atropello. Por eso los discursos de la verdad se convirtieron en discursos de odio.
Esteban Dipaola
El individualismo totalitario reconduce la violencia sobre una voluntad del sí mismo, la carencia del requerimiento moral que significa el otro, promueve que las represiones subjetivas se difuminen, y es cuando la aniquilación violenta se pone en el lugar del orden social.
La crisis de las democracias es global y está inscripta en un proceso histórico que tiene varios años, sus consecuencias son el deterioro de las mediaciones que nos circunscriben a una voluntad general y a la formación desde la palabra del otro; también un totalitarismo de nuevo género que no conduce masas, sino que eleva a cada individuo a un liderazgo de sí mismo sustentado en una moral propia que asume su condición de valor de todos, y del que no es posible salir indemnes.
Los “discursos de odio” son registros de una verdad de época que funda la indignación y el menosprecio como valor. La afirmación de una individualidad desprovista de mecanismos morales represivos y, con esto, de facultades de integración.
Luciano Lutereau
En este punto no se trata del atentado a una persona, sino a una institución. Es un rol institucional, encarnado en una persona –claro. Si pensamos dónde estamos, en un país donde se lastima o se ataca una institución, estamos en un país menos seguro. Nos sentimos mucho más vulnerables y desprotegidos. De la misma manera en que cuando se atacó a las Torres Gemelas no se atacó solamente un edificio, se atacó un símbolo. Y lo ataques a los símbolos, como cuando se ataca una tumba o un edificio, transciende la variable personal.
Donde sentimos que se puede dañar una institución nuestras vidas pierden un poco de sentido. Cuando vivimos en un país en que las instituciones no están para sostener nuestros lazos sociales sentimos que nuestras vidas valen un poco menos.
Esteban Dipaola
Pienso que en este tiempo asistimos a una transformación profunda de las sociedades tal como las conocimos y experimentamos.
La inclusión, la igualdad y la integración dejaron de ser valores a perseguir solidariamente para el bienestar común, y empezamos a transitar el camino de las tiranías individuales. Las nuevas formas de violencia que esto promoverá es algo todavía no posible de imaginar.
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