El poema de los viernes: Paul Celan y su obra escrita en la lengua de los asesinos de sus padres

Durante la Segunda Guerra Mundial, el poeta rumano fue encerrado en un campo de concentración después de que los nazis mataran a sus padres. La lucha interna de un poeta que terminó arrojándose al río Sena.

Paul Celan es considerado el más grande poeta en alemán de la segunda posguerra.

Paul Pésaj Antschtel fue en rumano Paul Ancel y será siempre Paul Celan en poesía. Nacido en 1920 en Czernowitz (Reino de Rumania, hoy Ucrania); falleció en París en el 20 de abril de 1970, donde vivía exiliado desde 1948, tras haberse arrojado a las aguas del Sena desde el puente Mirabeau.

Paul Celan nos sigue interpelando por su discusión poética implacable y sin velos desde su experiencia con la muerte, muerte de masacres de judíos rumanos en manos de nazis alemanes, rumanos, ucranianos; difícil de describir, interpretar o traducir. Sin patetismos ni metáforas explícitas, más bien con un predominio de la alegoría, el poeta se hace responsable de haber sido víctima y testigo de la criminalidad del régimen nazi por medio de una poesía contenida.

Persigue así la emoción, no en la expansión sino en el silencio que se crea entre cada palabra que calla, en el gesto punzante de sus adjetivos , en la retórica de sus versos, en la filosa dureza de sus imágenes. No hay más que verlo, escucharlo leer pausado casi sin gestos, alguno de sus poemas escritos en alemán, su lengua materna. En todo este entramado, podemos percibir la herida de un hombre que adoró a sus progenitores asesinados en el campo de exterminio nazi de Michalowka mientras él era encerrado en un campo de trabajo forzado al sur de su ciudad natal. Su padre murió allí de tifus, su madre fusilada con un tiro en la nuca. Ambos en 1942.

Esa fue la herida abierta de la que nunca se pudo recuperar ni tuvo consuelo, a la que volvió poema tras poema hasta su trágico final en medio de la guerra fría y un antisemitismo larvado que Celan nunca dejó de sufrir, como recuerda su amigo poeta Yves Bonnefoy: “Qué estaba fuera- judío de nombre impronunciable, en la Europa del tiempo de guerra (y después), germano parlante en París- le era recordado con frecuencia”.

Desde allí le dedicó a su madre Fritzi Schrager, su poema emblemático, un ‘epitafio y una tumba’ que ella no pudo tener, le escribe a su amada y poeta Ingeborg Bachmann. Se trata de “Fuga de muerte” publicado en Amapola y memoria (1952), “Leche negra del alba te bebemos de noche/te bebemos al mediodía la muerte es un maestro de Alemania/ te bebemos de tarde y de mañana te bebemos y bebemos/ la muerte es un maestro de Alemania su ojo es azul/ te dispara con bala de plomo te dispara certero” (Diario de poesía N° 39, 1996. Trad. Ricardo Ibarlucía).

Celan fue un lector ávido desde su adolescencia, en particular de literatura alemana y francesa- Goethe, Schiller, Verlaine, Rimbaud- junto con las vanguardias artísticas europeas de ese momento. Por ello se pueden reconocer en sus obras influencias del surrealismo en sus imágenes contrastantes, referencias bíblicas de sus estudios religiosos de la infancia, de la cultura clásica latina y griega, de la filosofía, aunque a medida que su producción crece se vuelve mucho más sobrio en estas citas, más parco en lo dicho, más breve en sus versos. Como si su obra se sostuviera finalmente en un lento camino hacia el silencio, la desaparición del diálogo, del sentimiento de comunidad humana y de lo divino: “el poema muestra, es imposible no reconocerlo, una gran tendencia a enmudecer”, manifiesta en el Meridiano, discurso leído en 1960 tras haber recibido el premio literario George Buchner.

Manifiesta el escritor Elías Canetti tras la Segunda Guerra: “La lengua alemana será mi lengua espiritual porque soy judío”. ¿Cuánto de esta resistencia a abandonar el alemán habrá en la paradoja de Paul Celan de expresarse en la lengua que le enseñó su madre amorosamente y que es también la de sus asesinos? Es una pregunta que atravesó su vida y su obra, una lucha interna en su poesía que, de a poco, hurgó en todo lo no dicho, de los crímenes nazis y del racismo en Europa, con lo menos posible de la lengua alemana; su propia lengua poética de denuncia y duelo perpetuo.

“Tierra había en ellos”, de Paul Celan

El poeta rumano fue candidato al premio Nobel de Literatura y, en 1960, ganó el prestigioso premio Georg Büchner.

Tierra había en ellos y

Cavaron.

Cavaron y cavaron, así pasaron

su día, su noche. Y no alabaron a Dios

que, así oyeron, todo aquello quería,

que, así oyeron, todo aquello sabía.

Cavaron y nada más oyeron;

ni se volvieron sabios, ni inventaron canción,

ni imaginaron lengua alguna.

Cavaron.

Vino una calma, vino también una tempestad,

los mares todos vinieron.

Yo cavo, tú cavas y cava el gusano además,

y lo que allí dice; cavan ellos.

Oh uno, oh ninguno, oh nadie, oh tú:

¿Hacia dónde fue aquello hacia nada ido?

Oh, tú cavas y yo cavo y me cavo adonde tú,

y en nuestro dedo despierta el anillo.

(en La rosa de nadie- 1963, Obras Completas, Madrid, Trotta, 1999. Trad. José Luis Reina Palazón)

Quién fue Paul Celan:

♦ Nació en Chernivtsi, Reino de Rumanía (actual Ucrania) en 1920, y falleció en París, Francia, en 1970.

♦ Fue un poeta de origen judío y habla alemana, considerado por la crítica internacional como el más grande lírico en alemán de la segunda posguerra.

♦ Es autor de libros como La arena de las urnas, Amapola y memoria, Fuga de la muerte y Soles de hilo, entre otros.

♦ Fue candidato al premio Nobel de Literatura, ganó el premio Georg Büchner en 1960 y, desde 1988, se entrega anualmente el premio Paul Celan por el Fondo Alemán de Literatura.

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