El idioma es “la jaula de los escritores” que los obliga a mantenerse en un género si no son capaces de “romperla”, afirmó el premio nobel de literatura chino Mo Yan en una videoconferencia organizada por la Biblioteca Miguel de Cervantes de Shanghái que dio junto al traductor al español de su obra Trece pasos, el profesor de chino de la Universidad de Granada Juan José Ciruela.
En su intervención en el encuentro, que forma parte del ciclo literario “Entre Lenguas: los autores por sus traductores”, el autor chino indicó que sus obras tratan de ofrecer “una mezcla entre lo coloquial, lo campesino y lo culto” en cuanto a su uso de la lengua china en las mismas.
“Yo soy del campo de la provincia de Shandong, y mis vecinos hablan un dialecto muy coloquial”, dijo sobre su experiencia, y añadió que la lectura de las obras de un afamado escritor antiguo de su zona que “usaba un idioma escrito más culto” ayudó a constituir su propio estilo.
Mo Yan, pseudónimo de Guan Moye, nació en 1955 y creció en Gaomi en la provincia de Shandong, noreste de China. Sus padres eran campesinos. Durante la revolución cultural dejó la escuela a los doce años y empezó a trabajar en la agricultura, y más tarde en una fábrica. En 1976 se enroló en el Ejército Popular de Liberación y fue durante esa época cuando empezó a estudiar literatura y a escribir sus propios relatos. Su primer cuento se publicó en una revista literaria en 1981, pero su éxito llegaría algunos años más tarde con la novela corta Touming de hong luobo.
El autor, considerado el padre del “realismo alucinatorio”, se inspiró en sus inicios en el realismo mágico de Gabriel García Márquez. En la presentación de la traducción de Cien años de soledad al chino en 2011, Mo Yan declaró: “Tras leer siete páginas de esa novela, en la que entré atraído por su primera frase, encontré inspiración para mi propia obra”.
Pero esta no es la única conexión que el escritor chino tuvo con la literatura latinoamericana. En junio de 2011, Mo Yan fue uno de los representantes del mundo literario de su país que participó en un encuentro con el peruano Mario Vargas Llosa, que en ese entonces estaba de visita en China para promocionar su obra.
El encuentro entre los dos Premio Nobel de Literatura es muy recordado porque en esa ocasión, Mo desató las carcajadas de los asistentes al señalar que, cuando mostró a su esposa una fotografía de Vargas Llosa, ella pensó que era “mucho más guapo que él”, por lo que dejó de hablarle “durante un tiempo”.
“Lamento haberle generado problemas conyugales”, respondió con humor Vargas Llosa, quien visitó junto a Mo al día siguiente el Instituto Cervantes de Pekín.
Sobre la importancia de los matices de traducción de las obras a un idioma extranjero, el Premio Nobel dijo: “A principios de la década de los 80 se tradujeron muchas obras extranjeras al chino, y este chino resultante es muy peculiar, no es el típico, es un producto de los traductores que buscaban una correspondencia entre las lenguas”.
Una lengua que es la herramienta de vida de los escritores pero también, según Mo, “una jaula”, ya que “para salir de un género hay que entrar en otro, y cualquier género se basa en un tipo de lengua”.
Se trata de una herramienta que, como cualquiera, requiere de experiencia sobre la misma para saber ser usada, según Ciruela. “Se tiene que tener contacto con la lengua y la gente china para ayudar a entender situaciones y contextualizar mejor a los personajes”, aseguró el traductor de Trece pasos.
“Hay que vivir la lengua” agregó el profesor universitario, como si se tratase de uno de los vecinos de Mo Yan en Shandong, que vivieron sus propias “historias que no son verdaderas a ojos de la gente que las cuentan”.
Entremezclando memorias colectivas, combinando versiones y perspectivas, el autor busca contar la historia a través de sus personajes, no mediante la versión de la generación que le precedió.
Una historia de movimientos políticos en la China del siglo XX que, en su novela La vida y la muerte me están desgastando, relata por medio de continuas reencarnaciones de su protagonista en distintos animales (un burro, un buey, un cerdo, un perro y un mono), destino del cual liberaría a su personaje en los últimos 22 años.
“Seguiría siendo humano al reencarnarse, porque la China actual merece la pena ser vivida como un ser humano. Ahora un ser humano es mucho más feliz que un animal”, dejó en claro el escritor.
Fuente: EFE
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