El poemario “Las flores del mal” es una colección escrita por uno de los poetas malditos; fue catalogada en su época como “Un hospital abierto a todas las demencias del espíritu, a todas las podredumbres del corazón”; su creador, Charles Pierre Baudelaire, se vio envuelto en polémicas por sus composiciones, incluso fue llevado a comparecer ante un juzgado, acusado por el delito de ofensa contra la moral pública. Su mundo y estética se contraponían a las corrientes conservadoras de Francia del siglo XIX.
Su obra sería un parte aguas en la poesía moderna de los colectivos franceses, con los arriesgados versos; sin embargo, sus letras decayeron ante las críticas y la persecución del gobierno, la censura cubrió el arriesgado texto y sus poemas fueron prohibidos, por ser considerados obscenos y que atentaban contra la moral.
Fue en 1857 la primera vez que el poemario salió a la luz; con el paso de los días, el repudio de los puristas de las letras consiguió erradicar seis composiciones del compendio de Baudelaire; 151 textos en verso fueron consideradas para la versión definitiva que, tiempo después, serian vistas por las generaciones de escritores nacientes como composiciones revolucionarias, no solo por su temática arriesgada, sino por la forma y la estructura novedosa, que refrescaba los románticos, pero secos textos del pasado. El texto se volvió a presentar, con varios recortes, en 1868.
El contenido de “Las flores del mal” se encuentra dividió en seis secciones: “Spleen e ideal”, “Cuadros parisinos”, “El vino”, “Las flores del mal”, “Rebelión” y “La muerte”. El primer poema, a forma de introducción, es dedicado al lector e invita a introducirse en lo más profundo de cada palabra de sus composiciones y secciones, en un camino vertiginoso al ritmo de Baudelaire, en la búsqueda de la belleza y los ideales; recorrido que culmina en valles profundos y solitarios de los terrenos inhóspitos del espíritu humano, en los que el escritor aborda la perversión, el dolor y la autodestrucción; una de las partes más extensas del compendio es la primera, en las que el arte y la conciencia, son representas como dualidades, propuestas por su autor, como métodos de liberación y huida de la realidad.
Los versos que comprenden “Cuadros parisinos” le da la oportunidad al lector de contemplar la ciudad de París desde los 18 poemas que lo conforman; en él, Charles Baudelaire describe a sus compatriotas desde la perspectiva social, hasta los rincones marginados de los que nadie habla y contempla “el mal”, como una de las peores condiciones humanas; posteriormente, con el pasar de las páginas, establece la desesperación humana por buscar y construir paraísos artificiales, esto en los cinco poemas que contemplan esta idea.
En el cuarto segmento, “Las flores del mal”, homónimo al título del libro, el poeta recrea el concepto del demonio, la violencia y la perversidad, como inmensidades malévolas y sus múltiples formas de manifestación; la blasfemia y Satanás son las piezas clave de la penúltima parte, para la cual el escritor se basó en la negación de los postulados.
Cierra con broche de oro, de forma irónica a lo mundano con “La Muerte”, segmento en el que se percibe a esta, no como un evento trágico, sino como una recompensa de aspiración al reposo y descanso eterno, en un acto en que Baudelaire, se invita a sí mismo al viaje final.
El poemario es considerado dentro del género lírico. En que predomina la emotividad y la poesía, los versos escritos por Charles Baudelaire, no destacan por su belleza, lo hacen por su construcción narrativa y descriptiva; se puede definir como un recorrido por la poesía moderna de paisajes decadentes y tortuosos, en los que hacen eco los sentimientos de soledad, indiferencia y persecución; “Las flores del mal”, construye una cosmovisión alejada del romanticismo de los parajes parisinos, en los que el opio, hachís y otras drogas conforman la subcultura de los barrios bajos, entre prostitutas, pecados, extravagancias y la hipocresía de una sociedad en decadencia.
Con este compendio de poemas desvergonzados, Baudelaire fue considerado uno de los precursores del verso libre en la escena francesa y se le ha bautizado como padre de la poesía moderna, además de máximo exponente del simbolismo y la decadencia de Francia del siglo XIX, que tanto se buscaba acallar en la época. Un par de artículos, de los tantos que buscaban difamar la obra de Baudelaire, fueron incluidos en el diario Le Fígaro, publicaciones que incentivaron a la justicia imperial a decomisar los impresos y su autor fue citado a juicio; se le multó con trescientos francos y la eliminación de los seis poemas: “Las joyas”, “El leteo”, “Lesbos”, “A la que es demasiado alegre”, “Mujeres condenadas” y “La metamorfosis del vampiro”; el departamento de justicia se escudó en la siguiente declaración: “Las piezas incriminadas, debido a su realismo grosero y ofensivo, conducían necesariamente a la excitación de los sentidos”.
El audaz escritor francés, ante los ataques, elaboró una estrategia de defensa en la que argumento y se cobijó bajo los tratados de la autonomía del arte, buscó darle la vuelta al discurso fulminante en contra de su obra y logró por medio de su habilidad del lenguaje, que su obra se viera no del todo afectada, aunque durante años lamento la exclusión de algunos de sus versos, en una obra publicada, pero que ante sus ojos se encontraba incompleta; Charles Baudelaire, no solo encontró rechazo en la sociedad conservadora de su país, igualmente fue repudiado por su familia; el mismo se percibía como un genio incomprendido, por los pensamientos, inquietudes y virtudes que no todos lograron ver.
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