Pocas veces un libro despliega efectos inmediatos. Cuando eso ocurre suele ser porque el autor o, aún más frecuentemente, el protagonista de la historia son personas de una relevancia pública de enorme peso específico. Todo lo que suceda o se diga (o se escriba) a su alrededor tiene garantía de impactar.
Esa fue la lógica con la que Diana, su verdadera historia llegó a las librerías inglesas el 15 de junio de 1992: fue hace treinta años y fue cinco antes de que Lady Di, Diana Spencer, muriera en París tras una tragedia automovilística que conmovió a todo el planeta y que suscitó investigaciones exhaustivas y sospechas conspirativas por partes iguales. De esa muerte se cumplen este miércoles 25 años.
El 16 de junio de 1992, un día después de que el libro Diana, su verdadera historia fuera lanzado, ya se sabían dos cosas. La primera edición, de 100.000 ejemplares, estaba agotada por todas las reservas que se habían tomado en las librerías inglesas; algunos puntos de venta masivos -los supermercados Tesco, por ejemplo- dejarían de venderlo inmediatamente “por su polémico contenido”, según reprodujo en ese momento el diario español El País. Tesco fue uno de los varios actores que, a medida que el malestar de la realeza crecía, prefirieron no meterse con el libro, como si se tratara de una mancha venenosa.
Diana, su verdadera historia había sido escrito por el periodista británico Andrew Morton, que se ocupó a lo largo de su vida de biografías como las de Tom Cruise y Madonna. A la vez, el autor intentó una suerte similar a la del boom del libro sobre Lady Di cuando publicó Meghan, en el que cuenta la vida de Meghan Markle, la esposa de Harry, hijo de Spencer y el Príncipe Carlos. El impacto no fue el mismo: ninguna otra persona de las que integraron la realeza británica en las últimas décadas suscitó tanta fascinación como Lady Di.
El clima en el que se lanzó el libro puede advertirse en algo que Morton contó al momento de la publicación para explicar por qué se había adelantado tres meses la llegada a librerías: “Creemos que para entonces Diana ya habrá sido excluida de alguna forma de la familia real”, dijo. Nada menos.
Sobre el libro, Morton aseguraba en ese entonces que se había hecho con el testimonio del entorno más cercano de Spencer pero sin que ella hubiera hablado con él ni hubiera autorizado la publicación y su contenido. Al mismo tiempo, crecía con una potencia arrolladora la versión de que la Princesa de Gales había sido, a escondidas y con intenciones de dar a conocer su versión de los hechos, la informante para ese texto en el que se daban detalles sobre la crisis terminal del matrimonio real más televisado del planeta. Los trastornos alimentarios de Spencer y sus presuntos intentos de suicidio llenaron también decenas de páginas del relato.
El efecto del libro, cargado de toda esa información y de las especulaciones sobre las fuentes de información, fue arrollador. La prensa británica publicaba en letra catástrofe los detalles más escabrosos del día a día de esa familia que se pulverizaba, desde el punto de vista de una princesa sufriente y sometida a lo que la familia real determinaba para su vida.
Con o sin Diana como fuente, Morton contó con material que atrajo tanto a los medios de comunicación como a los lectores: Charles Spencer, el padre de Lady Di, le había donado fotos nunca antes vistas para su investigación. A eso se le sumaba el relato sobre una princesa que tenía el mundo a sus pies pero que en su fuero interno vivía con enorme angustia y a la que los rumores sobre un posible divorcio la acechaban.
El hilo conductor del libro era la infelicidad que caracterizaba la vida de Diana, y la narración de cinco presuntos intentos de suicidio fueron el punto que sacudió de manera irreversible al Palacio de Buckingham: tanta vulnerabilidad asociada a que la vida en la realeza era invivible los puso nerviosos. En principio, la casa real que todavía conduce la Reina Isabel se negó a hacer cualquier tipo de comentario sobre el libro. Pero el silencio duró apenas unas horas: enseguida se emitió un comunicado oficial que aseguraba que Lady Di no había participado de ninguna manera en la construcción de ese libro.
“No son habladurías. Es lo que la princesa de Gales les ha contado a sus amigos sobre lo que le sucedió en la década de 1980. Su último intento de suicidio fue en 1986″, salió a decir Morton apenas unos días después de que el libro se lanzara a la venta. Es que, paradójicamente, se había instalado el rumor de que su libro estaba meramente basado en rumores más que en testimonios verificables. El periodista aseguró en ese momento que su investigación se basaba en lo que le habían contado los amigos más cercanos a Lady Di mientras Diana y Carlos intentaban aparentar la mayor normalidad posible en cada evento al que los obligaba su agenda.
En 2017, veinte años después de que el auto en el que viajaba Lady Di se estrellara en un túnel parisino, Morton publicó una nueva edición de su libro y allí contó una nueva versión de los hechos. Dijo que efectivamente su informante principal había sido Diana, que ya no corría ningún riesgo -ni leve ni grave- por haber tenido esa participación dado que, justamente, había fallecido dos décadas atrás.
En la reedición, el periodista británico contó que en 1991, a través de un amigo, Spencer decidió contactarlo para que finalmente avanzara el proyecto que él le había propuesto tantas veces: escribir un libro sobre ella. Desde el Palacio de Kensington, una de las sedes que la realeza británica ostenta, Diana habría grabado sus confesiones en casettes que le llegaban a Morton en bicicleta y a través de ese amigo, sin ningún intermediario más. Morton contó que, para no levantar ninguna sospecha, escuchaba las grabaciones en lugares públicos, como si en ese gesto allanara toda esa información que estaba recibiendo.
“Cuando encendí la grabadora y escuché a la princesa hablando de la bulimia nerviosa, de la que nunca había oído hablar; hablando de sus intentos de suicidio; hablando sobre una mujer llamada Camilla Parker-Bowles... Fue como entrar en un universo paralelo. Salí de la cafetería pensando: ‘Wow, qué diablos he escuchado”, escribió el periodista en 2017. Parker-Bowles, la actual esposa del Príncipe Carlos, asomaba largamente durante el matrimonio entre Carlos y Diana.
“Nos estamos preparando para la erupción del volcán y me siento mejor equipada para hacer frente a lo que se nos presente”, le escribió Diana a un amigo íntimo apenas antes de que el libro llegara a la calle. Se trata de una obra que llegó a vender más de siete millones de ejemplares -que, claro, convirtieron a su autor en millonario- y que se tradujo a 80 idiomas.
En diciembre de 1992, cuando el libro llevaba seis meses en circulación -y a pesar de que había sido retirado de la venta en gran cantidad de lugares- y de la crisis matrimonial se habían dado a conocer detalles minuciosos, se supo cuál sería el efecto colateral más tangible de todo eso que ya era público. El Premier británico John Major leyó un discurso que se televisó en todo el Reino Unido en el que los Príncipes de Gales anunciaban su separación. “De manera amistosa” pero separación al fin. Para ese entonces, Spencer ya había contado que había instado a familiares y amigos íntimos a dar sus testimonios a Morton.
En 1995, cuando las condiciones amistosas ya eran insostenibles y ante un Príncipe Carlos refugiado en su amante, Spencer dijo a la BBC una frase que podría servir como bajada del libro que se había publicado tres años antes: “En mi matrimonio somos tres y eso es multitud”.
El volcán ya había entrado en erupción y los efectos eran irreversibles. El enfrentamiento se profundizaba y se conocían cada vez más detalles de una vida de esas que parecen envidiables pero son profundamente dolorosas. Un libro había empezado a contar todo. Y ya nada fue como antes de que llegara a las librerías, aunque hayan intentado silenciarlo.
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