Viaje literario al mes en el que no se sabe si es cáncer o no: así es “El año en que debía morir”

La argentina Natalia Moret acaba de publicar su segunda novela, de tinte autobiográfico. La protagonista se enfrenta a un posible diagnóstico oncológico a la misma edad que falleció su mamá.

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Natalia Moret es escritora, guionista y socióloga.
Natalia Moret es escritora, guionista y socióloga.

El año en que debía morir. Así de potente es el nombre del libro que acaba de publicar la socióloga, escritora y guionista argentina Natalia Moret. Esta novela combina hechos reales de la vida de la autora con situaciones imaginarias, sueños y pesadillas, pensamientos y sentimientos, todo expresado en un registro íntimo y personal, un diario, enriquecido con referencias a otros escritores que surgen a partir del trabajo de la protagonista quien, al igual que la autora del libro, se dedica a tareas literarias.

Es el transcurrir de un mes marcado por el miedo anticipatorio al resultado de una biopsia que puede, o tal vez no, significar una condena a muerte. La protagonista, álter ego de la autora, sale de la ciudad con su familia, en pleno invierno, para escapar de la pandemia y trasladarse a la soledad del campo.

Aislada en una casona junto a su esposo y sus dos hijas, la protagonista pasa el tiempo leyendo, meditando, recordando, escribiendo y preparando sus talleres literarios, mientras espera con un fuerte temor anticipatorio el resultado del estudio que nada menos que determinará su existencia.

Esta espera la enfrenta al fantasma de su madre, que murió de cáncer, precisamente a la misma edad que ella tiene ahora: cuarenta y dos años. “Siempre supe que a mis cuarenta y dos años algo terrible iba a pasarme, porque mi madre había muerto de cáncer de pulmón a esa edad y yo siempre me sentí en parte responsable de su muerte”, escribe Moret.

La muerte de esa madre, ocurrida durante la adolescencia de la narradora, le provocó un shock que dio como resultado la pérdida aparente de la memoria, un agujero negro que la protagonista intenta iluminar gracias a una reconstrucción meticulosa de un pasado que vuelve una y otra vez al presente, como las barcas de El Gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald, que Moret utiliza a modo de epígrafe para sintetizar la idea de la novela: “Y así seguimos avanzando, a golpes, barcas contra la corriente, devueltos sin cesar hacia el pasado”.

A partir de temas familiares sin resolver, como la enfermedad y muerte de la madre, los mandatos de sus antepasadas trágicamente marcadas por la emigración forzada desde la Rusia estalinista, y el temor a continuar los mismos patrones en la educación de las futuras mujeres de su familia, la novela está escrita como un intento de resistencia -y muchas veces de fuga- ante el miedo a repetir el mismo destino. Este temor une la novela, como un hilo conductor, de inicio a fin.

La idea de predestinación que pervivió en su mente durante años se convierte, a lo largo del mes narrado en la novela, en una amenaza concreta. Mientras vive el día a día, la protagonista parece atrapada en el pasado, cuando su madre vivía y su abuela encarnaba una energía tan pesada que ni la materia ni la luz lograban escapar a su influencia.

Junto a las pesadillas y a los pensamientos negativos, no faltan los malos presagios respecto a una posible muerte próxima: “Adrián se olvidó de encerrarlo en su corral, y a las siete de la mañana mientras tomaba un mate lo vio por la ventana de su cocina: el pony de su hijo, regalo de cumpleaños de sus abuelos, yacía tieso con las extremidades apuntando a la copa de los eucaliptos”, dice la novela, que también se refiere al trauma vinculado a la maternidad: “Había que hacer silencio absoluto porque los gritos podían alterar a la chancha, y si se alteraba podía llegar a comerse a sus crías”.

Mientras ella espera y trabaja, el tiempo fluye y un día sigue al anterior normalmente, o al menos eso parece. Todo lo que le ocurre, a ella y a su entorno familiar de amigos y vecinos, está teñido por su mirada y los recuerdos, mientras el futuro amenazante se acerca como una tormenta cuyas consecuencias desconocemos.

“Creo que hay una conexión entre el interior del personaje y las situaciones externas porque es ella quien construye esta conexión, quien la fuerza, haciendo que todo lo que ocurre a su alrededor lo haga para formar parte de la novela que está escribiendo. No porque esta conexión exista per se”, aclara la autora. La protagonista viaja en flashbacks sucesivos hacia su pasado, más precisamente hacia el momento traumático de la muerte de su madre, para tratar de desentramar ese nudo y así poder reapropiarse de su presente, imprimiéndole un nuevo rumbo a su destino.

En una entrevista de 2012 a raíz de la publicación de su primera novela, Un publicista en apuros, la autora establece una relación entre lo autobiográfico y lo detectivesco: “Cuando se trata de descifrar quiénes somos y qué vamos a hacer con nuestras vidas, todos somos un poco detectives”. En El año en que debía morir se repite de alguna manera esta fórmula, ya que la protagonista se investiga a sí misma. La utilización de citas metatextuales reproduce el método utilizado por la autora para recrear este registro, y toda la novela está planteada como una auto-investigación del pasado, olvidado por el trauma, con el objetivo de armar poco a poco el rompecabezas de su vida.

Influencias directas e indirectas de autores célebres

En la novela, Natalia Moret toma inspiración borgeana del cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz” y de una conferencia que el autor argentino ofreció en 1977 sobre la naturaleza de los sueños y las pesadillas. “En un ensayo sobre el sueño, Borges dice que la etimología de la palabra inglesa nightmare remite a noche (night) y a yegua (mare). Mi ansiedad ante la muerte se había escapado de su corral y la yegua de la noche venía por mí hija. Se acercaba al galope pisoteando las sombras del campo”, hace decir a su protagonista.

En este juego de referencias cruzadas, otros autores aparecen mencionados a lo largo de toda la novela, traídos al texto a partir de las clases que dicta la protagonista y la forma en que estas lecturas la ayudan a reflexionar sobre su presente y a hacerle frente a la espera: Dostoievski, Hemingway, Carver, Didion, Moore, Kafka, Poe y otros. Haciendo uso del recurso del monólogo interior, la autora logra reproducir los mecanismos de pensamiento en el texto: “A veces me imagino abriendo la puerta de casa. Subo a mi auto, para hacer compras o buscar a las chicas por el colegio, pero en lugar de eso sigo de largo (…) Es un pensamiento que irrumpe de pronto y con mucha fuerza. Me asusta”, escribe Moret.

“El piso de pinotea sonaba como un cajón bajo mis pies. Un cajón lleno de aire, igual que mi memoria (…) Detrás, la gran biblioteca que autorizaba al doctor Lemenn a interrogarme (…) Le pregunté a qué se refería con ‘traumas’ solo para tapar las imágenes que la palabra había traído de inmediato a mi cabeza. La primera, el cuerpo cadavérico de mi madre. La segunda, mi abuela en camisón en la oscuridad del cuarto que compartíamos”, sigue la narración de El año en que debía morir.

El papel de la mujer en la novela

Un busto de Stalin en medio de la sala de sus antepasados habla de mujeres fuertes que toman las riendas de la casa y de sus familias, pero también de mujeres que, si bien escaparon de situaciones represivas, traen en sí mismas esa forma de actuar y pensar. En la URSS comunista de principios de siglo XX, de donde proviene la abuela de la protagonista, las mujeres tenían que trabajar para ganarse el sustento a la par del hombre, y la vida de hogar y de ama de casa era vista como una especie de esclavitud doméstica.

Stalin, una figura central en la casa de la infancia de la protagonista (Corbis via Getty Images)
Stalin, una figura central en la casa de la infancia de la protagonista (Corbis via Getty Images)

“En este tema mamá también era muy tajante: las amas de casa eran mujeres que habían fracasado. La casa era el reino de la sumisión, del tedio de las tres de la tarde, de la superficialidad de las telenovelas y del infantilismo, la obediencia y la servidumbre, prácticamente de la prostitución encubierta”, dice la protagonista. La mujer en esta novela es una figura fuerte, preponderante y por momentos dictatorial: “Cada vez que soñaba despierta con tener un cuarto propio, o escribir, o viajar por el mundo, mi abuela me miraba con sorna. ¿Quién te creés que sos?, decía”.

Stalin también representa una etapa del comunismo más bien próxima a la tiranía. La autora aclara que “ese busto habla de aquello de lo que estas mujeres querían escapar: la casa, la familia, la pertenencia, los vínculos”, un símbolo que, sin embargo, ocupa un lugar central en la casa de infancia, funcionando como un centro gravitacional que atrapa todo lo que circula a su alrededor.

“Parece que llegaron a Argentina con un baúl muy grande pero muy pocos objetos personales, porque gran parte del espacio lo destinaron a un busto de Stalin que en Pampa del Infierno pasó a ocupar el lugar central del comedor”, reconstruye la narradora de El año en que debía morir.

La protagonista deberá enfrentar su miedo para dejar de quedar fijada justamente al objeto de ese miedo, especialmente el de haber heredado del lado femenino de la familia una enfermedad grave, pero también una tendencia a querer manejar y controlar todo.

Situada entre el campo y la ciudad, la narradora busca un lugar abierto, natural, que la inspire en la investigación que está llevando a cabo hacia el encuentro consigo misma. Al igual que su personaje, la autora nos cuenta que está viviendo en un lugar alejado, desconectado de todo. Me gusta la ciudad, pero para vivir elijo esta distancia y este silencio. Es un estilo de vida que me permite estar más tranquila y hacer todo con más placer, trabajar y escribir también”, dice Moret.

Es en este ambiente natural y al aire libre que la prosa de la autora se convierte en prosa poética: “No pasan aviones, solo pájaros. / Uno baja cerca nuestro y picotea semillas en la hierba. / Un auto silencioso. / Una hoja que el viento arranca de una rama”.

Quién es Natalia Moret

♦ Nació en Buenos Aires en 1978. Es socióloga, escritora y guionista.

♦ Participó de volúmenes como En Celo, Autogol y Outsider. Su cuento “Platero y yo” fue lelvado al cine en la película Cinco, de 2009.

♦ Su primera novela es Un publicista en apuros, de 2012. Acaba de editar El año en que debía morir.

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