¿Quién dijo que los muertos no hablan? En su colección de poemas, Edgar Lee Masters plantea lo contrario. En el más famoso de sus libros publicados, “Antología de Spoon River”, el escritor nacido en Kansas decidió incluir 244 epitafios, mensajes y reflexiones talladas en las lápidas que acompañan eternamente el descanso de las osamentas y que, a manera de vistazos, detallan características y personalidades sobre los ya fallecidos.
Esta obra, publicada en 1915, sitúa a los protagonistas en el poblado de Spoon River, Illinois, un lugar pequeño de entre los tantos que componen el territorio de los Estados Unidos. Poblado sin pena, ni gloria, inventado por el imaginario de Lee Masters del cual no dan detalles ni sus edificaciones, ni sus calles, ni sus monumentos. Para conocer este emplazamiento es necesario saber escuchar e imaginar, a través del último capricho humano, para dar testimonio de lo que fue o anhelaba ser.
Las leyendas post mortem, inscritas en lápidas, se convierten en el único testigo de la forma de vida, inquietudes e infortunio de los habitantes de Spoon River. Esta historia no cuenta con un protagonista, todos los habitantes que yacen bajo las tumbas, son los protagonistas, parte fundamental para contextualizar este poblado fantasma, que, a manera de piezas de rompecabezas, crea una idea de escuchar los ecos de las almas.
El texto de Edgar Lee Masters podría sonar sombrío, pero no son muertos que salen de sus tumbas, no son entidades ectoplasmias en un eterno murmullo, ni mucho menos zombis. Son personas que tuvieron la dicha de realizar un acto biográfico, en las frases y versos incompletos, que le han otorgado la plena libertad de expresión. El autor pretende en este compendio contar la historia política y social de la nación norteamericana, desde una irónica trinchera, representada por los epitafios, buscaba criticar, de forma mordaz, la hipocresía del sueño americano y lo bélico que resultaba ser Estados Unidos para principios del siglo XX.
Con este título, Lee Masters, logro entrar al movimiento social “Rebel from the village”, el cual comprendía a un grupo de autores norteamericanos que contaban la historia de su país, alejados del centralismo de las grandes urbes y poniendo en el mapa a poblados más pequeños. El autor afirmaba que el cementerio de su relato, representa la máxima expresión de la democracia, puesto que allí yacen políticos, médicos, poetas, prostitutas, jueces y todos se rigen bajo el valor de la igualdad.
Rescata lo poético que pueden ser los epitafios de Jefferson Howard, Jhonathan Swift Somers, Jhon Milton Miles y sus otras dos centenas de personajes ficticios. Inscripciones como la última forma de dejar rastro, porque todos tienen algo que decir, reprochar, vanagloriarse o arrepentirse, con el fin de ser recordados, pero bajo la peculiaridad que ninguno tiene derecho a mentir, porque la mentira solo importa dentro de la existencia terrenal.
Esta aventura en torno a la muerte dio comienzo en 1914, cuando Masters, bajo un seudónimo, publicaba los epitafios en un periódico local, su obsesión por perfeccionar los textos lo hacía trabajar hasta el amanecer, sus pequeños personajes no se prefabricaban, salían de sus manos uno tras otro; El autor de los peculiares compendios, quería convertir su trabajo en una novela, pero decidió no excluir o darle protagonismo a ninguno, como parte de un universo democrático fuera de la realidad.
Edgar Lee Masters, nacido el 23 de agosto de 1869, se consagró como poeta, después de haber abandonado su repetitiva monotonía como abogado, encontró en las letras un apasionante mundo que llegaría a formar parte de sus publicaciones en revistas y diarios; se definía como un provinciano pesimista y melancólico; buscó replicar el éxito de su obra con “El nuevo Spoon River”, pero no obtuvo el mismo reconocimiento, finalmente murió en a mediados del siglo veinte a los 81 años de edad.
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