Cuando Borges mostró los límites del intelecto

Dos cuentos del autor argentino muestran su obsesión por el tema de los límites. De la vanidad de lo puramente racional, que puede llegar a negar la realidad, a la inmersión en el azar.

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Algo más que racionalidad. Jorge Luis Borges, el gran escritor argentino.
Algo más que racionalidad. Jorge Luis Borges, el gran escritor argentino.

Veremos ahora la indagación, mejor dicho la obsesión de Borges con los límites, comparable con los presocráticos.

Tlön Uqbar Orbis Tertius: en el inicio del cuento -que está en el libro Ficciones- hay sentencias que son signos definitivos de su desarrollo. Borges nos informa: “Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía; la enciclopedia falazmente se llama The Anglo-American Cyclopaedía (New York, 1917) y es una reimpresión literal, pero también morosa, de la Encyclopaedia Britannica de 1902″.

Tlön es entonces un descubrimiento hallado en la imagen, en el espejo, y en el concepto, una exposición de los instrumentos del límite: la enciclopedia. Para que no nos quepan dudas, Borges enfatiza la falsedad; la imagen procede de un espejo, o sea que es la representación de la representación, y el concepto surge de una enciclopedia falsificada a la cual se le han agregado unas páginas.

En Tlön impera la pura falsedad y la soberbia, la creencia ciega en inventar límites que nos consuelen de lo desmesurado del caos real

Después de muchas vicisitudes, Borges nos informa que Tlön es un planeta, Uqbar un país de Tlön y Orbis Tertius una enciclopedia en la que se concentra todo el conocimiento que existe sobre Tlön.

Y también nos comunica su famosa sentencia, tan irónica y tan terrorífica; “Los espejos y la paternidad son abominables porque multiplican el número de hombres”, son abominables porque multiplican la falsedad de lo soñado, de lo ilusorio, de las imágenes infinitas de los espejos, con la multiplicidad real de los hombres que produce la paternidad.

Tlön ha sido inventado por un genio de múltiples saberes. Un genio que podía coordinar a un grupo de ingenieros, a un grupo de geómetras, de metafísicos, de científicos, de arquitectos, los intelectuales, los fabricantes de límites, que son quienes en definitiva, pudieron hacer Tlön.

Tlön pudo haber sido inventado por el Spinoza de Borges, porque es la construcción de un intelecto. No es una construcción del espíritu.

En el Génesis, el Creador es el espíritu, el Espíritu de Dios, que flotaba sobre las aguas quien con su Palabra convierte el caos en cosmos. En cambio en Tlön no hay espíritu.

Por eso Tlön ha sido inventado, porque el intelecto sólo puede “inventar”, transformar lo existente, en cambio el espíritu “crea ex nihilo”, pone en existencia lo que no existía.

Tlön es entonces, un supuesto país de un supuesto planeta, adonde se ha decidido eliminar el error al que conduce la realidad. Con tal fin se ha eliminado la realidad. Sólo existe un idealismo absoluto y extremo, pura expresión de nuestro necesario límite. Y no existe la realidad.

El lenguaje de Uqbar no tiene sustantivos ni adjetivos, en tanto no hay realidad que referir, no hay nada que “re-presentar” y de ese modo eliminamos la falsedad necesaria del dualismo razón-objeto.

Borges y la religión. El autor argentino, en el Muro de los Lamentos, en Jerusalén. (https://www.aurora-israel.co.il/)
Borges y la religión. El autor argentino, en el Muro de los Lamentos, en Jerusalén. (https://www.aurora-israel.co.il/)

Así que solamente hay verbos, no hay sustantivos ni adjetivos porque no habiendo objetos ni realidad, sólo queda el acontecer. (Porque los sabios de Tlön no han querido – o podido – destruir el tiempo).

Por ejemplo para decir que sale de la luna se dice lunecer. No hay una Luna, solamente un acontecimiento: lunece.

La metafísica en Tlön es considerada una rama de la literatura fantástica.

Como no hay espacio, no hay extensión, no hay ciencias, ni física, ni química, ninguna ciencia que se refiera a algo que está afuera del intelecto.

Por eso la única ciencia que se admite como tal es la psicología.

No podemos vivir con puros límites en un racionalismo que niega la realidad, tampoco podemos prescindir de los límites y vivir en el caos y el azar

La doctrina más escandalosa que hubo alguna vez en Tlön, ha sido el materialismo. Y en la literatura hay un único sujeto. O sea que todos los libros son sobre ese mismo sujeto. (¿Será que ese sujeto es un Dios oculto y subversivo?).

En cierto momento los habitantes de Tlön, descubren en una caverna, (una fuerte referencia a la Alegoría de la Caverna de Platón), ciertos objetos que representan con buena aproximación a las ideas. Los llaman Hrön. Pero se los descarta rápidamente por falsos y se declara que esos objetos no existen.

Jesucristo, prohibido

Buckley un millonario norteamericano, un falso personaje típico de Borges, prohíbe a Jesucristo o sea que prohíbe el misterio. Quiere intelectuales puros, entonces prohíbe el testimonio más poderoso de lo misterioso, de lo espiritual: Jesucristo.

Buckley sostiene además, que Dios no existe y que los hombres, los hombres de Tlön, deben demostrarle a ese Dios, que no existe, que ellos son capaces de inventar un mundo. Estos hombres inventando un mundo para un dios que no existe, ¿no nos recuerdan a Spinoza, el intelectual que quiere labrar un dios con la geometría?

En este punto Borges, pone de manifiesto y dramatiza toda la vanidad ridícula del absurdo intelectualismo, del positivismo científico, del sentido de suficiencia del intelecto, que pese a la evidencia brutal persiste simplemente en negar lo que no puede saber.

Tlön detesta y niega la perplejidad de los sabios, y se afirma con Buckley en la vanidad de los intelectuales. Y de Adán.

En Tlön impera la pura falsedad y la soberbia, la creencia ciega en inventar límites que nos consuelen de lo desmesurado del caos real. La única posibilidad es negar la realidad y someterla a un idealismo absurdo.

¿Y a quién nos hace acordar esto? Quizás a Parménides, que frente a la evidencia plantada por Heráclito, sostiene que toda la naturaleza, todo el movimiento es una ilusión y que lo único que hay es el Ser inmóvil, absoluto, integrador.

Borges nos dice además que Tlön es un laberinto. El Laberinto de Creta, creado por Dédalo, un ingeniero, es el símbolo universal del intelecto sometido al deseo. Y también nos advierte que Tlön está creado por ajedrecistas, por intelectuales, y no por ángeles, por mensajeros del espíritu.

Al final, en un agregado de 1947, que no sabemos si ha sido hecho en 1947 -como siempre, Borges engaña con estas referencias- nos advierte con cierto dramatismo que hay un idealismo perverso que se apoderó de todas las ciencias, de todas las artes, de todos los hombres y de todos los países, y nos advierte: el mundo será Tlön.

Un futuro de soberbia y vanidad

Un futuro tremendo, invadido por la soberbia y la vanidad, adonde se cree ciegamente en la existencia real de los límites impuestos por la razón, se niega la extensión y el tiempo ilimitados y ni siquiera se permite la perplejidad frente a lo inasible, frente al misterio.

En Tlön, Borges nos cuenta cual es el único modo de evadir el misterio y la perplejidad: la negación, el encierro en los límites del intelecto, la burda negación de la misteriosa existencia.

En La Lotería de Babilonia (también en el libro Ficciones), Borges nos enfrenta al azar, que no es sino un nombre suave del caos y del terror a la muerte, de la falta de límites.

Se trata de una ciudad hipotética que carece de nuestro simulacro de límites, la ciencia, la religión y la ley que permiten el juego de la razón. En Babilonia todo es puro caos, azar sin límite, sin otra apariencia que su crueldad.

Jorge Luis Borges, pensarlo todo. (AP)
Jorge Luis Borges, pensarlo todo. (AP)

En primer término, tengamos presente el nombre de esta ciudad, Babel: es Babel donde se produjo la confusión del lenguaje, la nueva Caída por la persistencia de nuestra vanidad.

Desde entonces, desde que no podemos comunicarnos, nacieron el odio, la discriminación y la guerra.

En esta Babilonia de Borges, empieza la lotería como un juego, y de a poco va abarcando todo. Hay una compañía misteriosa, la Compañía, que rige todo sin límite alguno, está fuera del intelecto, sin ningún sentido para los hombres de Babilonia, o con algún sentido solo conocido por la Compañía.

Nadie entiende, ni puede entender, nada está sujeto a la razón; con lo cual la Compañía manda y determina la vida de todos, porque todo es pura injusticia absoluta e imprevisible. No hay lógica, ni matemáticas, ni ciencias; no hay religión ni ley, ni metafísica, nada se entiende porque nada está sujeto a los límites ficticios del intelecto.

La Lotería demuestra que no podemos vivir sin nuestros límites, por falsos que sean.

Al final del cuento, el narrador nos dice que hay algunos que sostienen que la Compañía es Dios, otros que esa Compañía ni siquiera existe. Peor aún, hay algunos “heresiarcas” que sostienen que nunca existió ni existirá, y que todo es puro azar.

Pero si no existe la Compañía, no hay ninguna esperanza. Y, si no existe Dios, no hay ninguna esperanza.

Detalle de “La torre de Babel” (1563) de Pieter Brueghel el Viejo
Detalle de “La torre de Babel” (1563) de Pieter Brueghel el Viejo

Es importante observar que en Tlön se negaba la misma existencia de la realidad, para someterla a un orden ideal inexistente y arbitrario, al orden de los límites que no existen.

Inversamente, en la Babilonia de Borges se niega cualquier idea o sistema, cualquier orden o límite, y se acepta el caos, el desorden y la implacable injusticia de la realidad.

Sin embargo, el resultado de Tlön y de Babilonia es el mismo: no podemos vivir con puros límites en un racionalismo que niega la realidad, tampoco podemos prescindir de los límites y vivir en el caos y el azar. Vivimos en las sombras de la caverna.

Borges insiste en la falsedad de los límites.

Dice en “Los espejos”:

(…) “Dios ha creado las noches que se arman / de sueños y las formas del espejo / para que el hombre sienta que es reflejo / y vanidad. Por eso nos alarman”.

Nuevamente se pone de manifiesto que el misterio, lo eterno e infinito, es inasible para nosotros y que sólo podemos representar, reflejar con límites.

Por eso estamos vacíos, somos pura “vanidad”, pura soberbia, como Adán, que creyó que con el intelecto, (el Árbol de la Sabiduría del Bien y del Mal), sería igual a Dios.

La expresión más directa de Borges sobre los límites se encuentra en el poema del mismo nombre:

Límites

De estas calles que ahondan el poniente,

una habrá (no sé cuál) que he recorrido

ya por última vez, indiferente

y sin adivinarlo, sometido

a quien prefija omnipotentes normas

y una secreta y rígida medida

a las sombras, los sueños y las formas

que destejen y tejen esta vida.

Si para todo hay término y hay tasa

y última vez y nunca más y olvido

¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,

sin saberlo, nos hemos despedido?

Tras el cristal ya gris la noche cesa

y del alto de libros que una trunca

sombra dilata por la vaga mesa,

alguno habrá que no leeremos nunca.

Hay en el Sur más de un portón gastado

con sus jarrones de mampostería

y tunas, que a mi paso está vedado

como si fuera una litografía.

Para siempre cerraste alguna puerta

y hay un espejo que te aguarda en vano;

la encrucijada te parece abierta

y la vigila, cuadrifronte, Jano.

Hay, entre todas tus memorias, una

que se ha perdido irreparablemente;

no te verán bajar a aquella fuente

ni el blanco sol ni la amarilla luna.

No volverá tu voz a lo que el persa

dijo en su lengua de aves y de rosas,

cuando al ocaso, ante la luz dispersa,

quieras decir inolvidables cosas.

¿Y el incesante Ródano y el lago,

todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?

Tan perdido estará como Cartago

que con fuego y con sal borró el latino.

Creo en el alba oír un atareado

rumor de multitudes que se alejan;

son lo que me ha querido y olvidado;

espacio, tiempo y Borges ya me dejan.

Para todo hay límites, para el espacio referido en las “calles que ahondan el poniente” y esos límites los fija Alguien misterioso, que “prefija omnipotentes normas y una secreta y rígida medida a las sombras, los sueños y las formas”, de modo que los límites han sido inscriptos en nuestra conciencia por el Creador, no se pueden eludir.

Y así, la amistad tiene el límite de la despedida, y el conocimiento, el del “libro que no leeremos nunca”, Jano el de las encrucijadas que parecen abiertas dirige el destino, el final y se terminará también la poesía simbolizada por el persa y “su lengua de aves y de rosas”.

La memoria tiene el límite del olvido, y la historia, se perderá como Cartago, “que con fuego y con sal borró el latino.”

En el poema Borges va describiendo los límites del tiempo y del espacio, las categorías sin las cuales nuestra conciencia no existe, hasta que llega al último límite: la extinción de su nombre, Borges, el artículo de su propia muerte.

Porque así somos de contradictorios: nacemos y morimos: tenemos límite ¿Pero, qué sucedió antes y después? ¿Podemos “concebir”, “imaginar” el misterio?

¿Podemos?

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