El escritor inglés Brian Wilson Aldiss es considerado uno de los grandes exponentes del género literario de la ciencia ficción de mitad de siglo XX. A lo largo de sus obras publicadas sorprendió a la crítica por alejarse del discurso tecnológico y simplista esperado. La ambientación de sus historias entre viajes espaciales, seres y tierras extrañas hace evidente su enfoque artístico y narrativo, con una exhaustiva atención al detalle. Entre sus obras más destacadas están “El árbol de saliva”, “Criptozoico” y la obra que cautivo a Steven Spielberg, “Los superjuguetes duran todo el verano”.
Aldiss nació el 18 de agosto de 1925. Desde pequeño comenzó a escribir sobre mundos imaginarios, tras devorar una extensa cantidad de cómics y novelas. Con solo seis años, ya había tenido un duro comienzo; su madre, para nada cariñosa, lo inscribe en un internado del que era directora, poco tiempo después de que su hermano naciera; El mundo de fantasía se convirtió en su lugar seguro y refugio para distraerse del maltrato, cuando ya no pudo permanecer en el internado, pasó a formar parte del ejército.
Con la experiencia en la milicia, y su paso por Indonesia y Sumatra, se comenzaría a visibilizar lo que sería uno de sus grandes tormentos y obsesiones, al enamorarse perdidamente de una mujer casada; con el tiempo pasaría por muchos matrimonios fallidos. Por su formación militar participó en la Segunda Guerra Mundial, fue destacado en Hong Kong y Macau, donde se dio de baja y comenzó a trabajar en Sander’s, una librería en la ciudad de Oxford. En su nueva vida se volvió consumidor de diversos géneros y, motivado por su pasión, escribió “Récord criminal”, una novela que no tuvo mucho éxito.
Entre relatos de mediano éxito en mundos de coches voladores y ciudades espaciales, llegó en 1958 su primer éxito masivo, “La nave estelar”, sobre una colonia de seres humanos aislados de las referencias culturales básicas, preocupados por la supervivencia a bordo de una nave, proceso en el que el avance tecnológico se ve eclipsado por la regresión al salvajismo y la búsqueda de una desconocida sala de control, que más tarde revelará la trayectoria de la nave y el destino de sus tripulantes.
Su obra cobró importancia en la ola de ciencia ficción de los años 60, cuando el mundo consumía relatos situados en espacio exterior y el futurismo, como “Barbarella” y “Los Supersónicos”, entre otros productos que encontraron inspiración en los avances tecnológicos, armamentistas y nucleares tras la última gran guerra. De entre todos los títulos publicados por Aldiss, la novela “Los superjuguetes duran todo el verano” destacó entre los lectores y años más tarde se convertiría en uno de sus textos más icónicos.
La novela, que vio la luz en 1969, es considerada un hermoso y estremecedor relato que sitúa a una mujer que busca consolar sus instintos maternales con un niño prefabricado. El tiempo pasa y la relación inusual se convierte en un amor sólido, al tiempo el robot es remplazado por un niño real y el cariño con el que creció y fue programado desaparece. Ante el recuerdo guardado en su data, emprende un viaje para encontrar de nuevo el amor de mamá; Poco tiempo después Steven Spielberg, fascinado por la historia de Aldiss, decidió llevarla al cine en la adaptación “Inteligencia Artificial”, estrenada en 2001.
Con el paso del tiempo sus novelas de ciencia ficción se acumularon al ritmo de sus matrimonios y sus hijos. Las ventas de sus textos, lo llevaron a tener una vida despreocupada. En 1981 es informado de una cantidad impresionante que debía de impuestos, con todo su patrimonio perdido y hundido en la depresión, escribe “Heliconia”, una trilogía que lo ayudó a recuperar su carrera.
En 1997 escribe “When the feast is finished”, tras la muerte de su esposa Margaret, víctima de un invasivo cáncer, pérdida que no pudo superar. Con un centenar de historias publicadas, a comienzos del siglo XXI obtuvo reconocimiento como Gran Maestro de los Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía, y en 2004 el apreciado título de la Orden del Imperio Británico. Sus textos han inspirado a guionistas, productores y otros escritores, los mundos de fantasía fueron su gran refugio a todas sus pérdidas hasta que falleció a los 92 años, el 19 de agosto del 2017, solo un día después de festejar su cumpleaños.
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