En los últimos años, la escritora británica J.K. Rowling estuvo en el ojo de la tormenta por sus declaraciones sobre las mujeres trans. Sus fuertes dichos generaron una profunda decepción en millones de fans, particularmente en aquellos pertenecientes a la comunidad LGBT+. Así mismo, a Rowling se le achacó la falta de representación de lesbianas, gays, bisexuales y trans en su exitosa saga de Harry Potter. Pero, ¿quién dijo que en un universo mágico no hay espacio para la diversidad?
Como si fuera una respuesta a estas críticas, la escritora estadounidense Isabel Sterling publicó en 2019 su libro Estas brujas no arden, en la que la protagonista es una adolescente con poderes mágicos a la que otra chica le rompió el corazón. Mezcla de la magia y el misterio de Harry Potter con la ternura y el amor diverso de Heartstopper, el éxito de Estas brujas no arden llevó a Sterling a publicar su continuación.
Estas brujas no se rinden retoma la historia justo donde la anterior la dejó, pero de todos modos ambas pueden leerse y disfrutarse por completo sin necesidad la una de la otra. En esta, la protagonista solo quiere disfrutar de su último año de secundaria, sus amigos y su nueva novia cuando se entera de que, una vez más, los Cazadores de Brujas están dispuestos a todo para acabar con la magia en todo el mundo.
Aunque en Estas brujas no arden casi pierde sus poderes, la protagonista descubrirá en Estas brujas no se rinden que tiene acceso a su magia siempre y cuando esté junto a su nueva novia. Pero, ¿alcanzará su amor para salvar al mundo mágico?
Así empieza “Estas brujas no se rinden”
Suelen decir que la escuela secundaria es la mejor época de la vida: un período de descubrimientos y de posibilidades infinitas, en el que se puede probar cualquier deporte o incursionar en distintas formas de expresión artística. Luego, al pasar por el escenario el día de la graduación, se supone que sepamos quiénes queremos ser. Se dicen muchas cosas, pero, sentada en el automóvil de mi padre fallecido, al fondo del estacionamiento para alumnos antes de empezar el primer día de mi último año escolar, no puedo evitar pensar: patrañas.
La secundaria Salem High no es un lugar para descubrir quién eres, sino un sitio donde sobrevivir y seguir adelante. Un lugar en donde puedes pasar de ser una celebridad a ser un paria con un solo paso en falso. En especial si eres una chica como yo.
Apago el motor y me miro en el espejo retrovisor para apartarme el flequillo de los ojos. A pesar de que las noticias nunca mencionaron mi nombre, no pasó mucho tiempo hasta que todos descubrieron que la historia de las portadas (“Joven graduado de Salem High, Benton Hall, arrestado por intento de asesinato”) era sobre mí. Es probable que todos en la escuela hayan visto las grotescas recreaciones de la hoguera que preparó Benton, en la que nos ató a mi exnovia y a mí a una estaca e intentó quemarnos vivas.
Si alguno de mis compañeros se perdió de la noticia y del escándalo que se desató en las redes a continuación (en donde sí mencionaron mi nombre), estoy segura de que se enterarán apenas pongan un pie en la escuela. Aunque no es que puedan descubrir por qué Benton hizo algo así. Los únicos que saben que Veronica y yo somos Brujas Elementales (y que los Cazadores de Brujas quieren matarnos) son los pocos compañeros de aquelarre que asisten a la escuela, mi novia Bruja de Sangre y mi mejor amiga.
Un golpecito agudo en la ventana hace que me sobresalte y por poco me apuñale un ojo al apartar la mano del espejo con brusquedad.
–¡Perdón, Hannah! –La voz apagada de dicha mejor amiga atraviesa el vidrio cerrado, y el tono familiar calma mi corazón acelerado–. ¿Vienes?
–Un segundo, Gemma. –Agarro mi mochila del asiento trasero y exhalo despacio contando hasta diez. Puedo hacerlo. Estoy bien. Una vez que mis latidos descontrolados se normalizan un poco, abandono la seguridad del automóvil de mi padre y cierro la puerta al bajar.
Gemma me sigue hacia la escuela, usando su bastón fluorescente para aliviar la presión sobre su pierna. Veronica y yo no fuimos las únicas heridas por los Cazadores de Brujas este verano: Gemma estaba conmigo cuando Benton hizo que mi automóvil cayera por un puente.
Él no sabía que ella estaba ahí, pero la puerta le lastimó la pierna. Mi magia fue lo único que pudo salvarnos de morir ahogadas y, luego, no hubo nada que pudiera hacer para ocultársela. Ella lo vio todo, así que no hubo forma de explicárselo.
Sin embargo, si el Consejo descubriera que Gemma lo sabe, sería el fin de mi magia. Y podría ser el fin de su vida también.
A pesar del peligro, poder ser yo misma frente a ella nos acercó mucho. No cambiaría eso, pero sí evitaría el daño permanente de su pierna. Quisiera poder devolverle el sueño de ser bailarina profesional.
Podría ser peor, me recuerda una voz interior. Al menos sigue viva. Con los ojos apretados, intento combatir el pánico que empieza a crecer y el constante recordatorio que susurra en lo profundo de mi mente: Papá no sobrevivió.
–¿Hannah? –Gemma me rescata de ahogarme en el dolor, así que me concentro en el rosa estridente de su bastón. No lo usa todo el tiempo, solo en sus días malos, que suelen ser después de que se presiona demasiado durante la fisioterapia. Cuando levanto la vista, la veo mirándome con el ceño fruncido por la preocupación–. ¿Estás segura de que estás lista para esto?
–Estoy bien, lo juro –afirmo con una sonrisa mucho más radiante de lo que me siento, luego avanzo hacia la horda de estudiantes amontonados frente a la escuela. Bajo la marcha para ir a su ritmo y susurro para que nadie más escuche–. Además, mi mamá desaprobó mi plan de dejar la escuela para luchar contra los Cazadores de Brujas.
–Es una aguafiestas. –Gemma hace silencio mientras atravesamos la multitud y, al mismo tiempo, docenas de conversaciones se apagan cuando aparecemos.
Cuando aparezco yo.
Intento sonreír al ver caras conocidas, pero sus cejas en alto muestran tanta lástima que tengo que apartar la vista. No puedo digerir el hambre evidente de chismes que infectó a toda la escuela secundaria.
No soporto ver el brillo morboso de curiosidad en sus ojos ni recordar por qué me miran como si fuera un inminente accidente de tránsito.
Extrañar a papá es muy difícil y duele demasiado. No puedo pensar en eso. En él. Sin embargo, mientras paso con Gemma entre nuestros compañeros y las conversaciones esporádicas, una pequeña parte de mí quiere saber qué clase de rumores están circulando exactamente.
Todos amaban a Benton. Y era, sin dudas, el alumno de último año que provocaba más suspiros entre las chicas. El junio pasado, vi al menos a tres personas llorar cuando él les firmó el anuario. Nadie quería que se fuera a la universidad, pero, ahora que está acusado de intento de homicidio, ¿se pusieron en su contra? ¿O encontraron excusas para perdonar al chico carismático que solían conocer?
Convoco a mi magia, tratando de atravesar la barrera extraña que tengo desde que Benton me drogó para eliminar mi poder, pero se resiste a mi llamado. Me esfuerzo un poco más y le pido al aire que acerque las teorías conspirativas a mis oídos para poder escucharlas.
–¿Hannah? –Esta vez, no es Gemma la que dice mi nombre, sino de la columna, aguda y rápida, así que tropiezo con los escalones de la entrada y tengo que sostenerme del pasamanos para no caer. Las lágrimas me queman los ojos, entonces los cierro para reprimir la vergüenza al tiempo que la magia se desmorona en mi interior. No debería ser tan difícil. Un ejercicio de magia tan ínfimo no debería doler así. Es algo tan insignificante que ni siquiera va contra las reglas del Consejo ya que nadie lo notaría.
–¿Hannah? –Esta vez, no es Gemma la que dice mi nombre, sino Morgan. Siento la vibración de la Magia de Sangre de mi novia en los huesos, que calma el dolor más agudo. Luego la veo ahí, tendiéndome la mano–. ¿Estás bien?
–Sí –afirmo, pero dejo que entrelace los dedos con los míos para subir el resto de las escaleras–. Con ustedes dos alrededor, debería tatuarme “estoy bien” en la frente.
Morgan me lanza una mirada como para decir que sabe que las cosas no están tan bien como pretendo fingir que están. Una vez dentro de la escuela, nos lleva al salón de clases, que todavía está vacío.
–No tienes que fingir frente a nosotras, Hannah. Sé que este verano fue difícil para ti.
–Estoy bien –insisto, esforzándome por mantener un tono estable.
Lucho por evitar que se me llenen los ojos de lágrimas bajo las luces fluorescentes y empujo el dolor muy profundo, hasta que ya no puedo encontrarlo.
–No lo estás. Tu ritmo cardíaco está por los cielos. –Morgan le lanza una mirada de preocupación a Gem y me da la impresión de que mi mejor amiga y mi novia están por complotarse en mi contra. Esta es una de las desventajas de salir con una Bruja de Sangre (además de las miradas extrañas de mis compañeros Elementales): es imposible ocultarle mis sentimientos cuando, literalmente, puede percibir mi ritmo cardíaco. No puede hacer eso con cualquiera, solo con las personas cuya sangre ha tocado antes. ¿Y si mi aquelarre se enterara de que le permití tocar la mía de forma voluntaria? En ese caso, las miradas serían el último de mis problemas.
Las dos siguen mirándome preocupadas, así que me muevo de un lado al otro, nerviosa.
–De verdad, estoy bien. Me tropecé en la entrada, no es gran cosa.
–Choco el hombro de Morgan, con el objetivo de distraerla coqueteando–. No todos tenemos una gracia impecable.
Sus mejillas toman un color rosado muy satisfactorio. En ese momento, la primera campanada de advertencia resuena por los corredores y le da un fin efectivo al interrogatorio. Las tres nos mezclamos entre el flujo de estudiantes para adentrarnos más en la escuela. La presión de los cuerpos que pasan me provoca escalofríos, pero me esfuerzo por ocultarlo, de enterrarlo donde Morgan no pueda percibirlo.
Veo a Benton en cada figura alta de cabello negro que encuentro y tengo que acordarme de respirar. El chico que conocí en estos corredores, con el que bromeaba y en quien confiaba, ya no está. Y el Cazador de Brujas en el que se convirtió, el que intentó matarme (cuyos padres asesinaron al mío), se está pudriendo en prisión a la espera de su sentencia. Pensar en eso me causa una nueva oleada de nerviosismo.
En menos de un mes comenzará la selección del jurado y doce extraños decidirán su destino. Y el mío.
Gemma se dirige hacia su casillero, entonces busco con qué distraerme.
–¿Estás nerviosa? –le pregunto a Morgan. Es su primer día en Salem High, por lo que estoy segura de que no soy la única que siente como si se hubiera tragado un enjambre de mariposas esta mañana.
Ella se encoge de hombros con tanta gracia que me siento como un robot caminando a su lado, con piernas rígidas y expresión mecánica.
–Extraño a mis amigos –admite mientras giramos en una esquina–. Pero podría ser peor. Tengo a Gemma, a Kate y a mis otros compañeros de danzas. –Se acomoda un rizo detrás de la oreja–. Y tú tampoco estás nada mal.
–Eso me agrada. Prefiero ser una novia medianamente aceptable antes que una amiga terrible.
–Sabes que eres genial. –Se ríe mientras sigue los números de los casilleros en sentido ascendente hasta llegar al suyo. Le toma dos intentos ingresar la contraseña correcta, pero, pronto, la puerta se abre con una sacudida violenta.
–Si tú lo dices. –Todavía no me acostumbro a que me haga cumplidos como si tuviera un repertorio inagotable. Apoyada contra el casillero junto al suyo, llevo la mano a mi gargantilla y muevo la turmalina por la cadena de plata delgada. El cristal fue un regalo de mi jefa, Lauren, y luego mi madre lo potenció para aumentar sus poderes tranquilizantes y protectores.
Antes de que mi novia pueda responder, dos chicos dan vuelta a la esquina, caminando hacia nosotras.
–¿De verdad pasaste todo el verano haciendo servicio comunitario? Eso apesta, amigo.
–Fue terrible. –Nolan Abbott, estrella del equipo de fútbol y un gran idiota, tiene el descaro de aceptar la compasión de su amigo–. Intenté cumplir las horas en el refugio de animales, pero ese policía estúpido no lo aceptó. Me hizo recoger basura y limpiar grafitis como si fuera un delincuente.
Apenas logro contener la risa, que resulta en un lamentable resoplido. El detective Ryan Archer no solo es el “policía estúpido” que castigó a Nolan por haber lanzado una roca por mi ventana, también es el Brujo Conjurador que me rescató de una muerte horrible. Archer le negó que trabajara en el refugio por pedido mío, ya que no se merecía pasar el verano paseando cachorritos.
Por desgracia, mi pequeño momento de autosatisfacción atrae la atención de Nolan. Cuando levanta la vista y me ve por primera vez, su expresión se vuelve tormentosa.
–¿Hay algo gracioso?
–¿Además de tu cara?
–Un insulto ardiente –bufa él–. ¿Benton te lo enseñó cuando te ató al mástil y te prendió fuego?
Sus palabras borran el color de mi rostro y me aflojan las rodillas. Morgan cierra la puerta del casillero de un golpe, se acomoda los libros sobre la cadera y apoya la mano libre en mi espalda baja. Su Magia de Sangre fluye por mis venas y, aunque es imperceptible para los demás, adormece el dolor y el pánico que amenazan con consumirme por completo. Silencia los recuerdos antes de que puedan cobrar forma y deja solo humo a su paso.
–Vamos, Hannah. No vale la pena.
Dejo que me aleje de ahí, pero ni siquiera el poder que fluye en mi interior puede evitar que me tiemblen las manos. Estoy bien. Estoy a salvo. Me concentro en respirar: inhalo durante cinco pasos, exhalo durante diez. Benton está en prisión. Estoy bien. Para cuando llegamos a mi casillero, los dedos tienen la estabilidad suficiente para ingresar la combinación y guardar mis cosas.
–Ya puedes relajarte –le susurro a Morgan de camino a nuestros salones de clases, que están uno enfrente del otro. Ella ya no está tocándome, pero entiende lo que quiero decirle, porque su magia se disipa y deja que mis nervios alterados se disparen otra vez–. Gracias.
–¿Estás segura de que estarás bien? –Muestra una ligera sonrisa.
–Sí, lo prometo. –Retrocedo en dirección a mi salón, al tiempo que los últimos rezagados pasan entre nosotras–. ¿Te veo en tu casillero antes del almuerzo?
Ella asiente con la cabeza y luego entra a su clase con la última campanada. Yo hago lo mismo antes de que el sonido se apague y, de inmediato, todas las miradas están sobre mí. El silencio está cargado de expectativas. Exhibo una sonrisa forzada mientras recorro el pasillo en busca de un lugar cerca del fondo y voy sintiendo tensión en todo el cuerpo por la atención de mis compañeros. De todas formas, mantengo la espalda erguida y me recuerdo que debo respirar y que no tengo que sentir con demasiada intensidad. Escondo las manos temblorosas debajo del escritorio.
Estoy bien. Puedo hacer esto.
Si pude sobrevivir a los Cazadores de Brujas, puedo sobrevivir a la secundaria.
Quién es Isabel Sterling
♦ Nació en Estados Unidos.
♦ Es autora de los libros Las brujas no arden, Las brujas no se rinden y The coldest touch.
♦ Conduce el podcast The Author Burnout Coach.
♦ Además de escritora, es coach, educadora y defensora de los derechos LGBT+.
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