Hay cientos de películas, incluso libros y diversas historias sobre aquella cumbre empinada que los autores de los clásicos de la literatura tuvieron que escalar antes de cumplir su sueño de ser publicados y poder dedicarse por completo a la creación de grandes historias que se convertirían en éxitos en ventas e inspiración para millones en todo el mundo.
Si bien algunas de las más grandes firmas de la literatura proceden de cunas nobles y no tuvieron que enfrentar la escasez de los trabajos mal pagos, muchos otros enfrentaron oficios sencillos, otros adelantaron estudios en profesiones lejanas a la literatura o cualquier labor a la que la suerte les enfrentara para encontrar la inspiración de sus más grandes éxitos.
Se dice que en alguna oportunidad el cuentista y dramaturgo ruso Antón Chéjov afirmó “La medicina es mi esposa legal; la literatura, solo mi amante”, esto para contar a los presentes la forma en la que combinaba su profesión original de médico con su rol de escritor del que saldrían clásicos como El Camaleón (1884) o El jardín de los secretos (1904)
La reconocida autora de El cuento de la criada (1985), Margaret Atwood, poeta, novelista, educadora, crítica literaria y activista política canadiense tiene su pasado como empleada de una cafetería; muy probablemente este empleo, que aunque no le gustaba mucho, le habrá servido para escuchar cientos de historias entre sus clientes
Por su parte, Franz Kafka, recordado por ser el autor de La Metamorfosis (1915) entre otros grandes títulos, trabajaba el Instituto de Seguros contra Accidentes para Trabajadores de Praga, donde tenía un horario de 8 de la mañana a 2 de la tarde con horarios muy definidos ya que requería silencio y tiempo de para escribir; así como Thomas Stearns Eliot, más conocido como T. S. Eliot, autor de La tierra baldía (1922) que así como logró una no muy extensa experiencia como profesor, también se desempeñó muy bien como hombre de negocios y encargado de parte de la administración de la Compañía Hidráulica de Ladrillos de su ciudad natal y trabajó en el Lloyd’s Bank de Londres.
¿Sabía que el creador de Las aventuras de Tom Sawyer antes de ser escritor fue minero en varias minas de plata en Estados Unidos, tipógrafo de imprenta, piloto de barco a vapor y también soldado en la Guerra de Secesión? Probablemente mucho del imaginario del mundo retratado en la cotidianidad de Tom Sawyer es en gran parte un resumen de todas las vivencias que Mark Twain atravesó en sus aventuras como soldado o minero.
Si bien no se trata de un libro dentro de los cánones de la literatura clásica, la saga de El diario de la princesa que publicó su primera entrega en el año 2000 goza de un inmenso afecto del público lector infantil y juvenil (también de muchos adultos amantes de las chick flicks o todo el mundo Disney). Meg Cabot, la autora de esta gran historia, fue asistente encargada de los dormitorios en la Universidad de Nueva York antes de su potente éxito con este libro que fue adaptado al cine en 2001.
¿Quién diría que un personaje tan polémico como Vladimir Nabokov, autor de Lolita (1955), fue el encargado de la colección de mariposas expuestas en la Universidad de Harvard y que también se dedicó a la traducción?
Hasta el icónico James Joyce se vio envuelto en la escritura de su libro Ulises desde 1906 mientras trabajaba en un banco de Roma y que mientras su obra Dublineses era rechazada por el mundo editorial él tocaba el piano mientras cantaba. A diferencia de Stephen King que, después de estar desempleado por mucho tiempo, aceptó un trabajo como cuidador y encargado de mantenimiento del lugar en donde quería ser profesor. Tras el éxito que obtuvo con grandes libros como El resplandor (1977) adaptada al cine, o de Carrie (1974) que le costó la censura en diferentes países.
Probablemente el escritor valore esta etapa de su vida como el preámbulo a ser incluido en las listas de los escritores más acaudalados del planeta Tierra, lo que nos indica que de la frustración al cumplimiento de los sueños hay probablemente un solo paso.
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