La estrategia más básica del periodista indica que la pregunta más difícil se deja para el final. Cuando hay que incomodar al entrevistado, cuando algo puede salir mal, cuando se camina por terreno pantanoso, mejor haber tenido la charla antes.
Sin embargo, es complicado empezar esta conversación con Beatriz Sarlo por otro lado. Vamos a hablar de La pasión y la excepción, un libro que la ensayista publicó en 2003 y que ahora se reedita y se lee como nuevo: busca por qué Eva Perón fue una figura excepcional (más allá de si a cada uno le gusta o no) y por qué “el secuestro de Aramburu fue vivido por miles como un acto de justicia y reparación”.
El libro hablará de eso y, además de Jorge Luis Borges. “Formo parte de una generación que fue marcada en lo político por el peronismo, y en lo cultural, por Borges”, explica Sarlo en el prólogo. Donde también dice la frase que dará lugar a la pregunta difícil. Que en su momento celebró el asesinato, a manos de los Montoneros, del teniente general Pedro Eugenio Aramburu, que había sido uno de los impulsores del golpe del 55, presidente de facto y responsable de los fusilamientos de José León Suárez y del secuestro del cadáver de Evita.
Sarlo dice, en el libro, que ahora le cuesta entender esa actitud, pero que entonces no condenó el hecho. Más de 50 años después -fue en 1970-, hay que arrancar preguntando por eso.
-Usted señala que estuvo entre los muchos que vivieron el secuestro y asesinato de Aramburu como un acto de justicia. Llama la atención que lo escriba, como que esas cosas ahora no se dicen.
-En principio decirlo es un gesto de sinceridad intelectual de los que yo cometo habitualmente. O sea que era inevitable decir cuáles eran mis sentimientos por más que hoy me parezcan repudiables. Yo no tenía nada que ver con el grupo que mató a Aramburu. Yo era peronista pero no era para nada de esa fracción. Pero me pareció que esa era una muerte… justa, para decirlo de algún modo. No condené el asesinato. Obviamente hoy no pienso eso, hoy estoy en contra de cualquiera asesinato político. Y de cualquier otro asesinato. Pero me pareció que decirlo en el momento que lo dije, en 2003, era dar un elemento más para que la historia pudiera armarse de verdad, para no decir que todos fuimos bienpensantes siempre sino que muchas veces pensamos mal, pensamos de manera equivocada, pensamos de manera equivocada no solo en la política sino de manera equivocada desde una perspectiva ética. Me pareció que era un acto de sinceridad intelectual decir “estuve equivocada no sólo políticamente sino éticamente”.
Me pareció que era un acto de sinceridad intelectual decir “estuve equivocada no sólo políticamente sino éticamente”.
Dice Sarlo en La pasión y la excepción: “Lo que no fue un problema en 1970 hoy necesita explicaciones: entender el caso Aramburu como capítulo de una historia cultural de la política revolucionaria en Argentina.” Y avanza: “No se trató de un acto que pudiera repetirse, porque había muchos dirigentes burócratas pero solo un ex presidente de la revolución que había derrocado a Perón condenándolo al ostracismo (que se reflejaba en la represión de su pueblo) y robado el cuerpo místico del movimiento nacional, encarnado en el cadáver de Eva”.
La entrevista se hace en una tarde fría en las oficinas de la ensayista, en el centro porteño. Por afuera los precios se remarcan, el dólar va va va y a veces viene un poco y se estrena Santa Evita, la serie de Star+ que trata, justamente, del robo de ese cuerpo y que está basada en la novela de Tomás Eloy Martínez.
No hablamos de la serie.
-También en el asesinato de un personaje como Aramburu podía verse una idea de poder que hoy no es tan visible: la de que se va a acceder al poder ya mismo y por las armas. Que se podía tomar el poder.
-Esa idea estaba en la izquierda nacionalista peronista, como podían haber sido los Montoneros, y también en la izquierda revolucionaria. Es decir que al poder ÍBAMOS a llegar. Que eso era indefectible y que no era un plazo larguísimo. Que le iba a tocar a esta generación. Teníamos una idea del instante político como un instante lleno de promesas revolucionarias. Esa idea no es ni mala ni buena pero abre el camino a la radicalización de la política. En la medida en que uno cree que el instante está lleno de promesas revolucionarias se apura para que esas promesas se realicen.
-Muy lejos de lo que pasa hoy
-Bueno hoy no hay promesas revolucionarias, yo creo que hasta el trotskismo se ha vuelto reformista, parlamentario sin duda. Hoy no hay promesas revolucionarias. Se han visto los resultados de esas promesas en parte de América, en parte de África, ni que decir en Europa pero en Europa ya era tiempo de verlas cuando nosotros todavía creíamos en la violencia.
Dice el libro: “El caso Aramburu es un hecho pasional, organizado simbólicamente sobre el eje de una pasión clásica, la de la venganza”.
-En La pasión y la excepción investigás y analizás la figura de Evita y luego el asesinato de Aramburu. En el medio, hablás de Emma Zunz, un cuento de Borges que es un cuento de venganza. Como si dijeras: “Pasó esto, y ahora viene la venganza”.
-Puede ser, Emma Zunz es un cuento de venganza.
-¿Cuál fue el disparador para empezar a trabajar estas figuras?
-Eran inevitables. Borges es nuestro Shakespeare. Borges y Eva Perón, en dos campos completamente distintos, eran figuras inevitables.
-¿Y Aramburu?
-Porque fue el acontecimiento que marcó mi biografía y la de decenas de miles de personas. Tanto los que aprobaron como los que desaprobaron el asesinato de Aramburu quedaron marcados por él.
-¿Porque se instala Montoneros?
-No simplemente porque se instala Montoneros; porque es un magnicidio. Un magnicidio que recorre y rearticula todo el espacio nacional. Era algo que no se esperaba en la Argentina en ese momento. Quiero decir, en algunos países el magnicidio es algo que eventualmente puede suceder. En Argentina no se esperaba un magnicidio. En Argentina se podían matar obreros en una manifestación, se podía fusilar anarquistas en los dos o tres primeras décadas del siglo XX, pero no se esperaba un magnicidio de alguien que había sido un general de la Nación.
Dice La pasión y la excepción: “Desde la perspectiva del vengador, no hay orden posible sin el desorden fundacional de la venganza. La muerte por venganza tiene una legitimidad que no es necesario argumentar dentro de la cultura que la acepta”.
-En algunos relatos de ese operativo se los ve como gente muy joven, que se disfraza y hasta resulta raro que les haya salido como esperaban.
-Lo que habría que ver ahí es si los servicios de información en ese momento permitían que se funcionara de ese modo en el armado de una conspiración política de esa magnitud y de ese impacto. Hoy sería imposible. Se juntan las personas con mayor secretismo, se quedan en los lugares más escondidos y sería casi imposible pensar una conspiración política así. Porque las redes de observación política, de espías políticos, de espías del Estado son eficaces. Era en un país donde podía haber mucha de represión, pero donde la investigación política era más torpe. Por eso a los que nos nos buscaron, nos buscaron por motivos que no eran exactamente los motivos que por los cuales nos tenían que buscar. Eso me consta a mí cuando me buscaron en la casa de mi madre. La forma en que me definieron frente a mi madre no era la forma que me correspondía a mí
-¿Cómo la definieron?
-Como una especie de romántica nacionalista que iba a terminar mal, pero por esos contenidos románticos. Hoy pensamos las redes de información como redes que tienen bastante precisión. No era ese el caso. Por eso tantos murieron de manera equivocada. Y tantos pudieron librarse de una muerte que era casi segura.
Dice el libro, sobre Aramburu: “A ese enemigo, el narrador le imputa, entre otros hechos (...) dos, esenciales del irredentismo peronista: los fusilamientos de junio de 1956 y el secuestro del cadáver de Eva Perón. Entonces la venganza será secuestro por secuestro y fusilamiento por fusilamiento”.
-Usted habla de un respeto por Aramburu al momento de matarlo. Y él termina su vida con un imperativo: “Proceda”. ¿Eso dignificaba el hecho? ¿Se necesitaba que estuviera a la altura?
-Sin duda y al parecer se puso a la altura. De una víctima no implorante. Matar a Aramburu le da a eso una dimensión: tenés un actor que encarna verdaderamente la venganza, no tenés que empezar a explicar. Lo que hay que ver es quiénes pensaron, bien, que Aramburu estaba en un interesante proceso de renovación política para ir a elecciones.
-¿Con parte del peronismo?
-Con parte del peronismo. Pensaron bien que eso debía ser de alguna manera impedido porque iba a debilitar la matriz subversiva y revolucionaria del peronismo.
Lo que hay que ver es quiénes pensaron, bien, que Aramburu estaba en un interesante proceso de renovación política para ir a elecciones.
-¿Era una lectura correcta?
-Eso es lo que hay que investigar. Están muertos los que podrían ser las fuentes. Pero uno puede pensar que así fue el asesinato de Rucci. (José Ignacio) Rucci era un dirigente sindical peronista de una enorme capacidad de organización, de una enorme capacidad de liderazgo, que podía conducir al peronismo en un camino de debilitamiento de su matriz revolucionaria. Es una hipótesis esto.
Lo que construye a Eva Perón
Sobre Evita dice Beatriz Sarlo en la La pasión y la excepción: “Su excepcionalidad no se mantiene solo por la belleza, ni por la inteligencia, ni por las ideas, ni por la capacidad política, ni siquiera por su origen de clase, ni su historia de aldeana humillada que se toma revancha cuando ha llegado arriba. Hay algo de todo esto: Eva sería entonces una suma donde cada uno de los elementos son relativamente comunes, pero que se convierten, todos juntos, en una combinación desconocida, perfectamente adecuada para construir un personaje para un escenario también nuevo, como lo era la política de masas en la posguerra”.
-En su libro usted señala una serie de motivos para la excepcionalidad de Evita. Y entre otras cosas dice que lo que no le alcanza para ser una gran artista la instala en el centro de la política.
-Sin duda, era una figura secundaria, lo podemos ver en las películas en las cuales participó. Había revistas que se ocupaban de los artistas, yo miré todas: era una figura completamente secundaria. Yo creo que ahí el encuentro con Perón fue para ella iluminador. Sin duda alguien con gran voluntad para ser usada en algún campo se encuentra con un líder, con un hombre extremadamente inteligente, que se da cuenta que de eso él puede armar algo. Esto las feministas van a repudiarlo pero si no tomamos en cuenta que Perón encuentra a alguien de quien piensa que puede salir algo… vamos a perdernos una parte importante de la Historia.
-¿Qué encontró de particular Perón?
-Encontró a alguien muy inteligente y maleable, muy muy adaptable a las circunstancias que le tocaron vivir. También uno podría decir que su aporte fue el conocimiento del mundo bajo que llegaba hasta la Casa de Gobierno para hablar con Perón. El mundo bajo y el mundo obrero.
-¿Cómo funcionaba eso?
-Tengo una anécdota que le pasó a un tío mío, Jorge Del Río, que estaba en el despacho de Eva Perón por una cuestión de la nacionalización de las empresas eléctricas. Llegó un grupo de sindicalistas y obreros a ese despacho y mi tío quiso convencerlos de algo que tenía que ver con eso.
-¿Él trabajaba con las eléctricas?
-No, trabajaba contra de las empresas eléctricas. Él quería ver de qué manera eso que correctamente veía como una fuente importantísima de divisas y de autonomía para la Argentina podía ser nacionalizado. Entonces, cuando entra ese grupo de obreros mi tío quiere hablar con ellos, con esos dirigentes, pero Evita le dice: “Doctor, doctor, ¿me deja sola con los muchachos? Y directamente lo expulsa de su escritorio. Es decir, tenía ese nivel de independencia frente a intelectuales importantes del peronismo y ese mismo nivel de independencia le servía para defender los derechos de los trabajadores que ella creía que debía defender.
Escribe Sarlo: “Eva fue una actriz que compitió con otras actrices y, si no hubiera existido la intervención de varios hombres (como los militares llegados al poder en junio de 1943), habría perdido esa competencia”.
-¿Cómo se pasa de esa actriz que hubiera perdido a esta figura política cuyo cuerpo, cuyos vestidos, son parte de su valor?
-Hay un momento político donde eso es valorado. Evita en sus trajes de fiesta, eso es valorado como algo que alcanza a todo el Estado argentino como representación. ¿Por qué la Primera Dama argentina no se va a vestir como una Primera Dama europea?
-A la vez que habla en nombre de los “grasitas”.
-Sí, lo que no es necesariamente una contradicción, es más bien un ejercicio de alguna de las vetas del populismo. Porque a esos grasitas, como decía Evita, les gustaba que su primera dama fuera muy linda, muy elegante y muy bien vestida. Algo como: “Quien nos representa, quien nos quiere y quien nos defiende se viste como esas oligarcas podridas que no hicieron sino quitarnos todo”.
Escribe Sarlo: “Evita Duarte era diferente de todas estas estrellas de auditorio. No encuadraba dentro de ninguna de las categorías que dividían a las actrices: ni grandes ojos, ni boca a la moda, ni un cuerpo definidamente clasificable dentro de algún tipo”.
-En el libro marcaba también la distancia con otras primeras damas o las damas de sociedad del momento, otra forma del cuerpo. Unas son “señoras” y Evita no era esa “señora”.
-No. Primero porque era muy joven, era muy linda. La cuestión de la juventud pesaba. Las mujeres visibles empezaban a serlo más grandes, cuando sus maridos también empezaban a ser visibles. Además de su belleza, su juventud pesaba.
-Siguiendo la hipótesis de que a partir del cuerpo de la actriz y con la intervención de Perón se construyó la figura política y se creó un tipo de liderazgo, ¿alguien lo retomó después?
-Debe haber habido muchas aspirantes. Pero los liderazgos no se repiten de ese modo. Porque acá hubo una gran mujer que fue líder en algún momento de un movimiento político junto con su marido, y fue su marido el dirigente, no Eva.
-Pero podés decir “a partir de ahí, cambió la manera de presentarse, la manera en que alguien se propone como un líder de masas”...
-A partir de ahí hubo un partido político que tuvo una la rama femenina . Pensémoslo en concreto: a partir de Eva un partido político como es el Justicialismo tuvo una rama femenina y esa rama femenina era necesaria, era necesario que las mujeres tuvieran representantes parlamentarias. El gran partido de masas moderno de la Argentina tuvo lo que llamó la rama femenina, con una representante que era Juanita Larrauri, que andaba dando discursos por los sindicatos. No digo que las mujeres sentaban la línea ni que dominaban el partido, dijo que se llamó Rama Femenina. Eso es inédito
-¿Y eso tiene que ver con lo que fue Evita?
-Por supuesto. La cuestión de la organización de las mujeres políticamente tenían que ver con que Evita era un modelo de organización, de cómo las mujeres podían pararse ante los hombres en una estructura política.
-Usted dice que ese cuerpo, el cuerpo político, hubiera sido explosivo una vez que murió Evita. Pero secuestrado lo fue de manera perdurable.
-Bueno, pero esa es la torpeza del cálculo que se hizo: “hagamos desaparecer el cuerpo y no vamos a permitir que se haga un culto”. Y surgió un culto en ausencia del cuerpo. La torpeza de quienes hicieron desaparecer el cuerpo fue creer que sin cuerpo no hay culto. Como decir que no iba a haber culto de Cristo...
-Tanto en Evita como en los Montoneros usted vincula lo político y lo religioso...
-Cuando digo que lo de Evita es político religioso quiero decir que su compromiso político tiene elementos de la religiosidad, de una misión a cumplir frente a algo que se llame la Patria. No se llama Cristo en este caso, se llama la Patria. Frente a algo que se llama la clase obrera, los obreros. No se llama “toda la humanidad”, se llama “los obreros”, tiene la religiosidad de quien sabe que hay una misión a cumplir. El capitalismo no se caracteriza por definir misiones a cumplir sino trabajos a realizar con eficiencia. Evita tiene la idea -y eso pasó de alguna manera al peronismo- de que hay misiones a cumplir por la Patria y que importantes en esas misiones, como protagonistas y como beneficiarios, eran los sectores más pobres.
-¿Y los Montoneros?
-Los Montoneros son otra cosa, los montoneros vienen de las capas medias altas, los primeros montoneros vienen de colegios religiosos de la Ciudad de Buenos Aires, es otra cosa. Es el fenómeno de radicalización de las capas medias. Estaba esa revista, Cristianismo y Revolución, de la cual ellos toman de alguna manera las bases de su ideología, en la cual la política se convierte en una obligación casi religiosa.
-Integrista, dice.
-Sí, integrista se llamaba en esa época. Que provenía del ideal de que Iglesia y Estado finalmente se integraran en vez de separarse como quisieron los liberales. Se integran las creencias de tipo religioso que ya no son proscriptas por el Estado laico. Y de repente este Estado empieza a ser atravesado por estas misiones, que toman los movimientos más radicalizados
-Y eso le da a la lucha un carácter trascendente.
-A la lucha y a tu propia muerte. Le da a tu muerte un carácter trascendente.
Quién es Beatriz Sarlo
Nació en Buenos Aires en 1942.
Es Licenciada en Letras, crítica literaria y ensayista.
Militó en el peronismo y luego en el Partido Comunista Revolucionario.
Entre 1978 y 2008 dirigió la revista teórica Punto de Vista.
Entre 1984 y 2003 fue titular de la cátedra de Literatura Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Dio cursos en las universidades de Columbia, Berkeley, Maryland y Minnesota.
Entre sus libros están: Literatura- sociedad (con Carlos Altamirano), El imperio de los sentimientos: Narraciones de circulación periódica en la Argentina, 1917-1927, Una modernidad periférica: Buenos Aires, 1920 y 1930, La imaginación técnica: Sueños modernos de la cultura argentina, Borges, un escritor en las orillas, Siete ensayos sobre Walter Benjamin, La pasión y la excepción, Escritos sobre literatura argentina, La audacia y el cálculo: Kirchner 2003-2010, Viajes: De la Amazonia a Malvinas, La intimidad pública, La lengua en disputa. Un debate sobre el lenguaje inclusivo (con Santiago Kalinowski).