Una de las voces más representativas del folclor latino pasó por Colombia como parte del cartel del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, un evento multitudinario dedicado a celebrar y honrar la herencia africana en el sur del continente, de la cual ella misma ha sido embajadora buena parte de sus 76 años viajando por todo el mundo desde su natal Perú llevando su inmenso afecto por el folclor y un espíritu de entrega único.
Logré conversar con ella a su llegada a la capital colombiana, donde tendría, al día siguiente, la segunda fecha de su gira en el país, un concierto de cerca de 90 minutos en el Teatro Colsubsidio Roberto Arias Pérez, uno de los venues más emblemáticos de la ciudad, donde cantó varias de sus memorables canciones con su voz de terciopelo a prueba de todo y también declaró “¡A las mujeres que no han sido nombradas en nuestras celebraciones de independencia, las nombramos ahora!”, al tiempo que hacía descalza el baile del gozo y de la gratitud sobre el escenario frente a un público ferviente y amoroso que la respeta y la sigue.
Susana tiene el temple de los artistas de antes, de los que llenan con la potencia de su voz un recinto inmenso, en los que el micrófono pasa a ser un mero requerimiento técnico y en donde la gracia del canto profundo y sentido arrasa con cualquier pretexto que nos lleva a pensar que presenciar algo así no puede ser más que una cita histórica, seguramente irrepetible, con el poderío de la mujer latinoamericana en las artes desde la representación de su herencia afroperuana.
El respeto inmenso a la influencia de Chabuca Granda, la reconocida cantante y compositora, autora de La flor de la canela, quien sería una pieza fundamental en la carrera de Baca y que la ungiría como su sucesora para acompañarla en sus inicios, no solo recibiría con el paso de los años ese respeto vehemente de parte del público mundial, también la responsabilidad de llevar incluso al nivel de servidora pública y su cargo como Presidenta de la Comisión Interamericana de Cultura de la OEA, sus iniciativas en pro de la cultura de su país por el que guarda cierta tristeza y duelo constante mientras celebra la vicepresidencia colombiana en manos de Francia Márquez, una mujer negra, de procedencia humilde y que no requiere filtros para ejercer su presencia política.
Susana ha colaborado con las más grandes y legendarias voces femeninas de la música latina, desde Mercedes Sosa, pasando por Lila Downs, Totó La Momposina, Marta Gómez, Omara Portuondo hasta Luzmila Carpio, pero también reconoce la esperanza en las nuevas propuestas de artistas como los colombianos Nidia Góngora o Lido Pimienta, las jóvenes raperas de su país o las bailarinas que conoció en el Petronio.
Después de Del fuego y del agua (1992), El amargo camino de la caña dulce (un libro escrito en co autoría con su compañero, Ricardo Pereira, y con Francisco Basili) (2013), esta enorme cantora peruana lanza Yo vengo a ofrecer mi corazón (2022), su libro de memorias llamado de esta manera en homenaje a la canción de Fito Paez que la acompañó a lo largo de los meses más oscuros del confinamiento por la pandemia de covid 19, un tiempo de hondas emociones, que también que le ayudó a reverdecer, gracias al experimento de grabar en su casa su disco A Capella (2020), que ganaría un Grammy Latino como Mejor álbum folclórico (Best Folk Album), incluyendo éxitos de Chabuca Granda, Violeta Parra y Fito Páez, entre otros, junto con poemas de César Vallejo y García Lorca; y su reciente Palabras Urgentes (2021), una producción para decir todo lo que a sus años ha querido decir y manifestarse por quienes han sido silenciados de la historia.
Esta idea vendría de la idea de su pareja Ricardo Pereira, compañero y dupla profesional desde hace más de 40 años, de recordar la manera cómo la conoció, cantando poesía sin apoyo de músicos, una imagen que sigue viva entre los dos, en un constante homenaje al amor y a la lealtad mutua, mientras comparten la cotidianidad del hogar y de la música.
Susana Baca es una mujer de reflexiones profundas, amorosas, valientes, pero también muy tristes; cargadas de la energía que proviene de la pasión, la experiencia y el agradecimiento genuino por tener la oportunidad de celebrar con sus seres amados y su público la vida después de días oscuros y dolorosos.
— Su visita a Colombia coincidió con un gran momento político motivado por un cambio de gobierno en el país. ¿Cómo ha percibido ese cambio en la distancia siendo tan cercana a nuestra cultura y al espíritu latinoamericano que se está transformando en este tiempo?
— Yo estaba muy al tanto, enterándome de las cosas, sobre todo a través de Ricardo, que es un animal político, entonces está metido dale que dale. Hay una frase muy hermosa de la vicepresidenta: “vivir sabroso”, ¡qué bonito, qué bonito! y creo que el pueblo colombiano ha llegado a un estado de madurez que sabe escoger lo que le conviene a su país; creo que siempre hay el miedo de que no se pueda realizar todo lo que se propone. Yo he estado en una posición política también, en un ministerio, y soñamos con hacer cosas y cosas y cosas y el tiempo que tienes es muy corto y no te alcanza para hacer todo o enmendar cosas que están mal. Les deseo mucha lucidez, esa lucidez que han tenido ustedes para elegir gente que verdad ha salido del pueblo.
Yo los envidio un poquito. Dicen que las envidias no son sanas nunca, pero esta envidia es porque estoy muy dolida con mi país porque no hemos sabido elegir, hemos elegido arrinconados, no hemos podido elegir libremente un gobierno que esté al lado de la gente más humilde, de la gente que más necesita, un gobierno que trabaje por la educación, lo que más nos hace falta y lo único que nos va a cambiar, que cuando eduquemos a nuestros niños y a nuestros jóvenes los eduquemos en una sola cosa que es el respeto, que aprendan a respetarse unos a otros, que los niños respeten a las niñas y las niñas respeten a los niños y no exista esta ola de violencia que se ha desencadenado en todos nuestros países, mujeres asesinadas por ser mujeres, por ejemplo, todo esto está en la educación todo eso lo podemos transformar con la educación y con amor.
— En su perspectiva qué significa tener una vicepresidenta afro ¿Cree que esto pueda ser un ejemplo para el resto de América Latina?
— Es un ejemplo viviente, lo estás viendo, escuchas lo que dice, esa mujer está comprometida completamente con el pueblo, viene de ahí, entonces no está preparando un discurso, como los políticos, que te ofrecen y te dicen cosas; no, ella está reproduciendo su vida. Esa sinceridad es la que ves y es un aliciente enorme, porque hay jóvenes para la política, yo creo que ese renovar la política con gente joven hace mucho bien para nuestros países y sobre todo en mi país.
Veo que hay jovencitas que son raperas, cantantes, pero están metidas también en política y me encanta ver cómo ellas están queriendo quemarlo todo para hacer crecer algo nuevo y ver a la vicepresidenta de Colombia y ver a la vicepresidenta de Costa Rica, bellas, guapas, negras y muy claras de cabeza.
— Siempre la hemos visto colaborando con otras grandes mujeres de la música en Latinoamérica ¿Ha tenido la oportunidad de conocer nuevas artistas que hayan llamado su atención entre las nuevas voces en Latinoamérica?
— Con Nidia Góngora tuvimos un encuentro muy hermoso sobre la música y sobre nuestra cultura, auspiciado por el Smithsonian sobre educación en los niños, fue muy bello compartir con ella, y encuentro también a Lido Pimienta, le he escuchado en una cosa y me ha gustado mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, creo que tiene un futuro muy grande; Natalia Lafourcade, la admiro mucho y algún día vamos a cantar juntas, de Colombia tengo que revisar más, hay una propuesta para trabajar una canción con unos jóvenes, pero hay que sacar tiempo, el tiempo es lo único que nos ahoga, no importa, por la música todo.
— Hablemos de su más reciente disco, “Palabras Urgentes”
— Nace de la necesidad de decir cosas en un momento muy difícil en nuestro país. Se descubrió todo esto de la corrupción, los audios de la vergüenza que hablaban de los negocios, de la manera como impartir la justicia, pero bajo la idea de cuánto me vas a pagar para yo absolverte o no absolverte, porque un equipo de periodistas tuvo la posibilidad de detener estos audios y los difundieron a nivel nacional, hemos sufrido con eso, hemos llorado, hemos sentido muchísima rabia y nos hemos sentido engañados, hemos querido más o menos descartar a los políticos.
Otra parte de “Palabras urgentes”, de todas maneras, es el amor, está la poesía, está también nombrar a mujeres que entregaron su vida por la libertad, con mucha pasión por sus países y falta nombrarlas, reconocerlas, porque las niñas tienen que saber y los niños tienen que saber de sus heroínas, de sus héroes, de esos que hay que seguir; porque no todos los hombres y mujeres que gobiernan nuestros países son gente mala, gente que va a gobernar no con vocación de servicio sino de servirse. “Palabras urgentes” es una reflexión y una entrega también.
— Me llama mucho la atención “A capella”, el disco que hizo durante la pandemia, ¿para usted qué significó la pandemia?
— La pandemia nos igualó a todos, todos la sufrimos. Claro, un hombre muy rico despidió a sus empleados. Nosotros, Ricardo y yo, que tenemos gente trabajando en nuestro lugar, un Centro Cultural de la Memoria, tuvimos que mantenerlos como fuera, porque no podías echar a la calle a alguien en unas circunstancias como esas; tuvimos que restringirnos, ellos también comprendieron que nosotros no teníamos recursos, no teníamos trabajo, yo no podía ir a cantar, no podía hacer mis giras como lo hacía años antes de la pandemia; la pandemia nos puso en una situación también de reflexión y de saber que todos estamos en el mismo riesgo.
Había gente que podía internarse en una clínica e igual se moría o un pobre que iba a un hospital igual se moría, la gente en medio de la pobreza sabía que tenía que seguir trabajando, diciendo: “yo tengo que ir a vender mis cosas porque sino “¿cómo les doy de comer a mis hijos?” Entonces era una cosa de tristeza de de ver cosas injustas y felizmente tuvimos uno de los mejores gobiernos durante esa época, porque con esos políticos corruptos cómo hubiera sido el manejo de las vacunas, el negociado de las vacunas, pero felizmente teníamos un presidente muy honrado, Francisco Sagasti, que fue un presidente de transición nada más.
En la pandemia empecé a sufrir mucho, no podía ensayar con los músicos, venía de un plan que se cortó por la pandemia, tenía que ir a Italia a cantar dos o tres canciones para una grabación con una orquesta de jóvenes músicos italianos que habían aprendido a tocar el landó (uno de nuestros ritmos afroperuanos) escuchándome, y también teníamos un espacio en la televisión y así, varias cosas muy lindas que hacer.
Luego llegamos hasta España para visitar a unos amigos y de Barcelona teníamos un vuelo hacia Nápoles, creo, y empezó la pandemia; no podíamos viajar y entonces lo que hicimos fue cambiar nuestro pasaje de regreso, porque qué hacíamos en Europa y toda nuestra gente en Perú. Nos vinimos volando hacia la América. Recuerdo que estuvimos una semana, me acuerdo haber celebrado el Día Internacional de la Mujer y, después de eso, todo se redujo al espacio restringido de tu casa, solamente; no podíamos vernos, debíamos buscar víveres, Ricardo me veía cómo me apagaba y me dijo: “Susanita, canta, yo te grabo”. “Pero ¿cómo?”, le digo. “Sola, como tú cantabas antes, como tú cantabas cuando no tenías músicos, yo te he conocido cantando sola, yo te he conocido subiéndote a un escenario a cantar dos poemas maravillosos que me encantaron y así me enamoré de ti” y respondí: “¡Vamos a hacerlo!” Llamamos a nuestro alumno, vino y, el primero de mayo, el Día del Trabajo, empezamos a grabar. Después Ricardito, con su celular, hacía videos y así lo fuimos lanzando, y me gané un Grammy, fue como un aliento para la gente también, porque mucha gente me dice “Susana, no sabes mi soledad, al escucharte cantar eso tomándome entera una botella de vino, me disfruté tu disco A Capella”
— ¿Cuál cree usted que es el poder del arte en medio de una situación tan difícil como la pandemia?
— Me enviaron de Brasil unas jóvenes danzarinas que hicieron una cosa hermosísima con el poema que canto, María Landó; me emocionaba ver a estas jóvenes bailarinas, una de ellas, inclusive, en cinta y después las orquestas, cada músico en su casa y tocando una sinfonía entre todos. Yo creo que eso te salvaba. Tengo amigos pintores que mandaban sus cuadros por redes sociales, los poetas mandaban sus poemas, el arte nos curó en parte.
— Sin la presencia del arte no hubiera habido una vacuna que realmente nos pudiera rescatar...
— Yo creo que el arte calmó nuestra tristeza porque perdíamos amigos, morían amigos, morían parientes, que muriera la gente por la calle. Nunca me voy a olvidar de Ecuador, no pude seguir viendo la televisión, no pude ver la gente muerta tirada en la calle, eso ha sido como una enseñanza, es horrible decirlo, pero es como detente un rato, estás corre y corre; detente, mira la vida, mira esto, míralo, mira cómo puede ser. No puedes seguir siendo egoísta, poco solidario, si solo te interesa la plata y ganar plata y pisar a la gente.
Los dueños de farmacias y cosas así se beneficiaron, ellos son los únicos, pero fue una enseñanza también, yo creo que a todos nos tocó un momento de silencio en nuestras casas para capacitar sobre la vida, retomar la vida y celebrar la vida porque estamos somos sobrevivientes.
— Me llama mucho la atención que menciona a Ricardo como parte de su proceso artístico, ¿Qué tan importante es la compañía adecuada en esa fórmula de compañerismo y de día a día?
— Es importantísimo tener a tu lado una persona que te admire, que admire tu trabajo; incluso, que cuando metes la pata, porque no somos perfectos, también te critique y te diga las cosas como son, porque, entre tanta alabanza, a veces te sientes en las nubes, como que todo lo has hecho, y no, un momentito, un momentito, entonces viene él y es el compañero perfecto, no el que te llama todo el tiempo, no el que te restringe, sino el que te hace volar.
Es como si pusieras en agua unos barquitos de papel y los impulsas hasta que avancen, el amor tiene que ser así, es lo primero que explico. Él escribe tan bonito, tan bonito, pero claro, no tiene tiempo. Mira lo que me pasó, yo salía de una relación muy fea, muy mala, que felizmente se acabó porque él se fue y qué bien; pero no, yo sufrí, después ya me pasó. Una amiga me lleva a una reunión en un departamento en Lima con unos amigos músicos y vino una mujer muy linda que trabajaba con ellos, la conozco, nos tomamos unos vinos, comimos alguna cosa y me dijo: “¿Te puedo leer el tarot?” Le dije que sí porque me encantan esas cosas, esa quizás era la primera vez que me lo leían. Me dijo: “Mira cómo esto se repite a cada rato”. Le pregunté qué significaba esa carta y me dice: “Es el arcángel San Gabriel que está con su espada y va a venir alguien que se parece a este arcángel San Gabriel con una espada y te va a cuidar”. A la semana o dos semanas lo conocí.
— ¿Y cuando lo conoció lo supo o después ató cabos?
— Pues me encantó porque era muy bonito, es bonito. Yo estaba alojada donde una amiga y él venía a buscar un amigo refugiado político también, de Bolivia, porque habían dado otro golpe de estado en Bolivia y parecía que podían regresar. Entonces llega con todos los documentos y papeles y yo lo miro y él ni me mira, porque estaba en otra cosa y me dice: “Yo te he visto cantar a capella en la fiesta del diario”, y ahí comenzamos.
— Hablemos de sus libros, después de “Del fuego y del agua” (1992), “El amargo camino de la caña dulce” (2015) y el lanzamiento más reciente, “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. ¿Qué significan para su carrera artística?
— En “Del fuego y del agua” estamos haciendo un recuento de una historia que, en realidad, es reconocer el aporte a la cultura peruana de los afrodescendientes; hacemos una parte histórica y otra de la recopilación de canciones, porque viajamos del norte al sur de la costa peruana, donde han estado los asentamientos negros; es bien interesante porque damos muchas pautas, sobre la presencia de los africanos se han escrito cosas, pero siempre por gente extranjera, recién hay peruanos escribiendo sus propias historias, entonces nosotros quisimos tomar esa parte del aporte del negro desde la música a la cultura peruana.
— Su más reciente libro, “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, es una autobiografía a la que, además, le cambió el nombre. Supe que habló con Fito para para establecer el nombre del libro, ¿cómo fue esa experiencia?
— Fue muy bonito, porque tenemos con Fito una relación muy buena. Lo admiro mucho por sus composiciones, porque siempre ha ido adelante, es como una fuerza que va halando a los músicos, creaciones que te plantean cosas musicales que a los jóvenes les abre la cabeza, les abre el corazón, entonces lo siguen. Yo le digo que es un bate, me cojo las palabras de un poeta nuestro, Alejandro Romualdo, que decía: “el bate, el poeta es el bate y bate viene de vaticinio…”
Esa canción fue compuesta hace un montón de años y qué vigencia la que tuvo durante la pandemia, yo la cantaba mientras cocinaba y decía: “¿Quién dijo que todo está perdido?, yo vengo a ofrecer mi corazón, tanta sangre que se llevó el río, yo vengo a ofrecer mi corazón…” (cantando), y la repetía y la repetía. cuando Ricardo llegó con la propuesta de grabar “A Capella”, esa fue la primera canción que grabé. Después viene lo de las memorias, que estaban casi listas, pero es el primer tomo…
Interviene Ricardo Pereira…
— Es el primero de tres tomos. El primer tomo son los primeros cincuenta años de vida de Susana, su relación con su madre, la construcción de una identidad, la construcción de un ser humano con elementos de sus propias raíces; el segundo tomo es la cantante que tiene 500 conciertos realizados, tiene 500 anécdotas de cada concierto, es la parte del “chisme”, una mujer que tiene 76 años como Susana está en la edad exacta para decir todo, está en la edad que no se debe guardar nada.
Susana
— Ni lo malo, ni lo bueno, ni lo feo…
Ricardo
— Vamos a disfrutar haciendo ese segundo tomo porque será de verdades. El tercer tomo, para mí, es la Susana política, porque no son los seis o diez meses de ministra; es decir, Susana no es política porque ejerció una función pública, sino porque empezó a juntarse desde la bahía y llegaban a las primeras charlas convocadas por Susana y juntarlos con dirigentes de los negros en Bahía de los negros, en Brasil, en Colombia; el encuentro de los africanos, las intelectualidades, las visiones políticas, las agendas de todos esos políticos; o sea, política no es el gobierno de los diez minutos, es cómo te vas relacionando con la vida, cuando tienes proyecciones
Yo creo que Susana es muy importante porque ella lo hace desde la ternura, no lo hace desde la militancia en el partido tal, se relaciona desde su espontaneidad, desde su afecto y es una verdad evidente, cómo se van fortaleciendo las relaciones con las instituciones, con la Fundación Ford, ganando becas para Estados Unidos; la Susana que se niega, por más de 20 años, a ir a los Estados Unidos, porque era el país que había apresado a Angela Davis, que le toca militar en los años 60 y la primera vez que va a Estados Unidos es para encontrarse con David Byrne y presentarse ahí.
— ¿Cuál cree que es la importancia de la literatura en la construcción de un legado cultural?
— Es bien importante, bien importante. Yo recuerdo algo que incluyo en mis memorias, a mis maestras de literatura. A mi maestra de matemática no la recuerdo, pero las maestras de literatura, las dos que tuve, fueron las que me abrieron ese mundo de la literatura. Yo era una niña muy pobre, no podían comprarme libros ni nada de eso, pero empecé a ir a la biblioteca; cuando estuve en la universidad, felizmente, era un internado con una biblioteca, o sea que te podías llevar a tu cuarto un libro, leerlo y lo devolvía en la Biblioteca Nacional, iba por horas, pero estas, mis maestras, las dos maestras, decían: “tienen que leer esto, tienen que leer este otro”; ellas leían en la clase y decían: “¿Quieren saber más? ¡Vayan a la biblioteca, saquen el libro y léanlo!”
— ¿Recuerda los nombres de ellas?
— Sí, era Blanca Buendía de Guerra y la otra era Lidia Pambo de Stuart, yo era una chiquita del primer año de secundaria y sentí como los maestros de música no eran verdaderamente maestros de música, venía alguien que tenía que completar sus horas y los más buenos nos ponían a escuchar música pero los otros pasaban el tiempo como diciendo “bueno, yo no sé música, pero tengo que con esto completo mis horas para mi sueldo, ya está…” Entonces te hacían odiar más bien la música, pero en la literatura si fue como correr una cortina.
— ¿Qué lee?
— Leo un montón, he quedado tan impactada, tan fascinada con el escritor este mexicano que ganó Alfaguara, Guillermo Arriaga, con Salvar el fuego (2020), qué tan lindo, es maravilloso, escribe con las entrañas, y otro que leo porque es fantástico es el japonés Haruki Murakami, tenemos todos sus libros
— ¿Cree que alguna vez Murakami gane un Nobel?
— Se lo tiene que ganar, no se lo dan porque es un crítico. Otra cosa que hago es buscar con paciencia. En Hungría, he cantado como tres veces ahí y les pregunto cuál escritor puede meterme en la vida de Hungría y me respondieron que Sándor Márai, que se exilió en Estados Unidos y, un año antes de que sus novelas tengan éxito, no pudo más y se suicidó en Nueva York, y salen todas sus novelas, creo que las tenemos todas, el alma de ese pueblo, recién entiendo a Hungría por él y así estoy buscando todavía en Siria, porque estuve en Turquía, hay muchos sirios en Turquía, los chicos contaban sus historias pero no logré apuntar el nombre del autor para meterme en ese mundo.
Pero hay cosas muy emocionantes. Este autor, Arriaga, te saca de donde estés cuando cuando ya tienes que dormir y no puedes seguir leyendo, es como si salieras tú del libro, porque te mete en el libro, estás metida ahí adentro, cierras el libro y regresas a tu realidad. ¡Qué manera de narrar! Me he quedado enferma porque después de leer Arriaga ya no puedo leer otra cosa.
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