Noemí Casquet es probablemente una de las autoras españolas más leídas, y seguidas, de la década. Co-fundadora y directora de ‘Santa Mandanga’, la primera plataforma de educación sexo-afectiva explícita, lleva más de doce años tratando temáticas como el sexo, la antropología sexual, el feminismo, las relaciones no monógamas, el colectivo LGTB+ y la lucha social. Centrada en el resurgimiento de la sexualidad ancestral, sus obras y conferencias le han permitido ganar fama mundial. Su cuenta de Instagram @mamacasquet ha sido el espacio para dialogar en torno a temas como la liberación sexual de hombres y mujeres, y el empoderamiento femenino sobre los cuerpos.
Precisamente con ese título, “Cuerpos”, la autora española presentó su más reciente bilogía a los lectores. Junto a “Almas”, ambos libros, publicados en 2021 y disponibles en Colombia gracias al grupo editorial Penguin Random House, sitúan al lector en Madrid, en medio de, como lo asegura la autora, “un viaje hacia el placer, sin tabúes”, al centro del éxtasis y la identidad.
Dos novelas que, como un thriller, asaltan al lector y le impiden salir de esta historia de disfraces, de esta mujer que habita tres cuerpos y se olvida de volver al suyo.
Electra lleva ropa de látex y le encanta el BDSM. Laura tiene una melena rubia y solo bebe champán del más caro. Minerva no tiene miedo a lanzarse al vacío, necesita vivir más allá del límite. Esots son los tres disfraces de Ruth. Cada noche, se lanza a un juego especial consigo misma y se convierte en aquello que quiere ser para no afrontar la pregunta que más teme: “¿quién soy en realidad?”
Esta bilogía ubica a Noemí Casquet como una de las novelistas más influyentes de la actualidad en la lucha por la liberación de la mujer. Una historia que, según Casquet, tiene mucho de ella, de la relación que ha tenido a lo largo de su vida con los hombres.
Ruth tiene 30 años, y Casquet acaba de llegar a esa cifra. La escritura de estos libros le permitió explorar temas que la implicaban directamente y hacerse preguntas. Ruth es actriz, se ha formado como tal, y de repente tiene que enfrentarse con la enfermedad terminal de su madre y su posterior muerte; navega en una realidad en la que no sabe quién es y qué es lo que la lleva a ser otras versiones de sí misma con las que experimenta y evade una realidad casi insoportable.
“Cuerpos es una historia sobre la pérdida de identidad, sobre cuántas veces nos hemos inventado un nombre falso cuando salimos por la noche o cuántas veces también hemos fingido ser otras personas o hemos perdido nuestras propia esencia e identidad”, dice la autora. Y respecto a su cercanía con el personaje, señala: “Yo creo que todos los escritores y escritoras parten sus obras desde sus propios universos. Por eso, para mí siempre ha sido tan importante que no se diferencie la obra del autor, ya sea una obra artística literaria o musical. Cuerpos no es un libro fácil, es un libro que aborda una parte oscura del ser humano, habla de la muerte, de las enfermedades, habla también del sexo por consumo. Trata una parte muy desagradable, pero necesaria para poder transitar la incomodidad”.
Al respecto del proceso de escritura de la bilogía y su concepción alrededor de temas como la identidad, el deseo, lo espiritual y, obvio, el sexo, Noemí Casquet conversó con Infobae, en el marco de su participación en el Festival Internacional de Artes Eróticas. Escuche aquí el audio de la conversación:
— ¿Cómo consigue hablar de temas como la identidad y el deseo en una novela erótica? en esta, y en sus otras obras también, hay un tema o un concepto sobre el que quiere reflexionar y se lo plantea al lector a partir de la trama.
— Para mí son importantes dos cosas: la primera, todo lo que tiene que ver con la complejidad, con el desarrollo de los personajes. No me gustan los personajes que son buenos o malos. Creo que esto no es algo humano. Tenemos muchas caras y no somos tan fácilmente clasificables. Muchas veces para las tramas es más sencillo adentrar a los lectores en el villano o el héroe, pero la vida no es así. Lo que para una persona puede ser muy bueno, para otra puede ser algo muy malo. Esa complejidad psicológica tiene mucha prioridad en las novelas y eso hace que también se abarquen temas muy profundos como pueden ser la identidad, la muerte, la enfermedad, o la espiritualidad, que también en muchos aspectos intento explorar.
Por otro lado, para mí también es muy importante todo lo que tiene que ver con la divulgación y mostrar una sexualidad con una base equitativa y feminista, libre, consensuada, y que de algún modo permita ver el preservativo como algo sexi. Lo que hago como divulgadora a través del periodismo, de mis charlas y las redes sociales, también me interesa introducirlo a través de los libros, porque al final, hacerlo a través de la ficción es una forma de materializar ese universo que tengo en mi cabeza y que la gente no lo vea como algo utópico, sino que se pueda tocar, que se haga tangible en ese sentido, o al menos posible.
— ¿De qué manera ha visto la evolución de los temas que trata en cada uno de sus libros? No es lo mismo lo que se encuentra en esta bilogía que lo que había en las primeras obras.
— Creo que tiene mucho que ver con el reflejo de donde me encuentro en este momento de mi vida. Siempre digo que, al final, los escritores en general no nos podemos separar de nuestras obras porque tienen una base primordial de nuestro universo. Ese universo es la obra, por lo tanto, si ese autor es machista, la obra beberá de eso. Yo no soy de separar una cosa de la otra. Creo que la trilogía de Zorras, Malas y Libres empezó desde una novela erótica mucho más entretenida, pero también muy feminista, con la necesidad de que en el mercado hubiese una novela erótica por y para nosotras, sin que haya hombres que nos estén rescatando constantemente. Nosotras también podemos ser las empotradoras, nosotras nos rescatamos solitas y podemos... Es que no hay tanta diferencia entre los géneros, salvo la que quieran dar.
Por otro lado, Cuerpos y Almas me adentraba ya en una crisis que yo no estaba oliendo y era evidente. Una crisis de identidad, de quién soy y a dónde voy, de qué sirve la vida, si existe o no la muerte, qué es la muerte, y por qué tenemos esas preguntas existenciales. Esta fue también una búsqueda del amor romántico, a veces un poco tóxico, llevado al límite para poner un poco la sombra del mismo lector o lectora y también poner en entredicho los ideales de la persona. Hay quienes me han dicho que esto es un acoso romantizado y otros me han dicho que es la novela romántica más bonita que han leído en su vida. Es ahí en donde está el reflejo. La obra es la obra.
— En esta bilogía, usted hace un tratamiento estético de conceptos como la intimidad y la pérdida de lo auténtico, desde lo femenino, desde los pensamientos y los actos de Ruth, que es el personaje faro de estos dos libros. ¿Qué tanto de esa mujer de 30 años viene de usted?
— Yo siempre digo que canalizo voces. Son los personajes los que me cuentan la historia. La de Ruth era una voz que no me decía nada, era un poco tímida, también desde la ironía, el sarcasmo, esa dureza de decir “quién eres”. Hasta que un día me contó la historia y me puse a hablar en voz alta con mi teléfono.
Realmente hay mucho de mí en las obras porque, al final, es una parte de mí que simplemente sale a la luz, en ese sentido. Todos somos todo y todo está en nosotros. Sacamos a la luz las partes que queremos. Así pues, Ruth también está en mí, pero no soy yo. Tengo muy clara mi identidad, pero también creo que todo el mundo, al final de la vida, vamos teniendo diferentes crisis de identidad que nos van dando ese camino evolutivo, y es importante y es interesante porque estamos aquí para evolucionar como almas, al fin y al cabo. Cuando tenemos estos episodios en los que no entendemos estas crisis de identidad en un primer momento, y son muy desagradables, por ende, después llega un punto en que cuando te vuelves a encontrar es tan mágico.
Yo ya me he encontrado, pero sí estaba encarando una crisis de los 30, que ahora me ha pegado bien duro en los últimos meses. También estaba ante una crisis de intentar entender todo lo que estaba haciendo antes y que ahora ya no me sirve, no me hace feliz. ¿Qué es lo que me hace feliz ahora? Al final sí hay una parte de mí en ella, esa pequeña parte de los momentos en los que me he perdido y he querido ser otras personas. Lo he probado, he salido con pelucas por las noches. Es una forma muy interesante de conocer lo que no quieres y lo que no eres y, por ende, también lo que eres.
— Aquí hay una reivindicación de lo femenino, pero no obedece únicamente a la trama de la bilogía. Es algo que ya ha venido abordando desde antes. Hablar de sexo sin ningún tapujo, experimentar por el mero deseo de hacerlo, ¿supone un empoderamiento en relación con lo masculino?
— Durante siglos, la sexualidad femenina ha estado raptada, secuestrada. Es algo que muchas mujeres estamos desenmascarando. Vivimos en una época donde estamos inmersas en la cuarta ola del feminismo y donde todo esto se está empezando a romper, aunque nos queda todavía muchísimo camino por delante, respecto a las estructuras patriarcales. Pero estamos en la lucha y eso es lo importante. Sin embargo, al final, en algunas ocasiones se ha ido viendo que todavía la literatura erótica, la romántica, se sigue perpetuando a merced del rol masculino, del salvador de la chica que está perdida y ella se enamora de él y todas estas cuestiones.
En muchas ocasiones, cuando las mujeres alcanzamos estados donde los hombres podrían ser exitosos o poderosos, asumimos actitudes masculinas, como la forma de vestir, de actuar, etc. Lo femenino siempre ha estado muy criticado, siempre ha dado mucho miedo y para que nosotras nos sintamos capaces de ocupar esos espacios que les suelen pertenecer a los hombres, pues tenemos que hacernos con esas actitudes, aun cuando pueden ser desagradables, el negativo de lo masculino. Actitudes mucho más de humillación hacia la otra persona, o de abuso... ser unas hijas de puta, en realidad.
Justo ahora está despertando una condición femenina muy interesante a raíz de esto, especialmente en los dos o tres últimos años, con la pandemia. Se está alzando un movimiento maravilloso, muy ancestral, desde lo femenino. Creo que ahí tenemos la clave del éxito, porque lo femenino también es fuerte, por más que digan lo contrario.
— En su opinión, ¿hemos romantizado conceptos como “libertad” o “revolución”?
— No solo se han romantizado sino que ya se han prostituido esos conceptos. En España pasa mucho que los usan desde ciertas partes del poder que son represivas o conservadoras, simplemente para apoyarse en ellas y para darles esperanza a las personas. Eso ya le ha quitado totalmente la raíz a esas palabras.
¿Qué es la libertad? Cuando eres realmente libre, en realidad eres muy esclava de esa libertad. No es algo fácil ser libre, llegar a u lugar y que la gente te señale por vestir de una forma, por llevar la falda más o menos corta, por ir tatuada, por ser de una manera o por hablar de sexo sin ningún tipo de tabú, como es mi caso, o divulgar sobre el tema. Nos cuesta muchísimo, en ese aspecto, llegar a alcanzar esos espacios mediáticos hablando de sexualidad. Al final, toda esa libertad por la que la gente tanto aboga y a la que tanto defienden está un poco vacía. Es una libertad sistémica, por así decirlo, la que el sistema quiere hacerte creer que tienes para seguir manipulándote porque, al final, no tienes una base sólida ni de educación sexual ni emocional, financiera o nutricional. Los aspectos básicos de la vida del ser humano no están educados. No tenemos acceso a la información, tan solo a una pequeña parte que construye nuestro imaginario colectivo y ahí se ve que la libertad es algo muy romántico. Todo eso lo tienes que llevar a las espaldas si tú quieres ser tú.
Lo mismo sucede con la revolución. Nos están educando en una sociedad absolutamente rápida, inmediata. Como periodistas lo vemos, si tú no tienes ese tweet o no lanzas de primero la noticia, ¡mierda! se te pasó el tren. De algún modo, esta rapidez es absolutamente contraria a hacer una revolución, a mantenerla. Las revoluciones nunca han ido rápidas. Siempre requieren de paciencia y de resiliencia, y son dos aspectos que, aunque están muy juntos, no los tenemos. Porque lo queremos todo ya, y todo lo que nos hace estar en un estado un poquito desagradable lo tiramos hacia un lado y vamos hacia lo fácil. Todo esto se ha romantizado y al final hay que abrazar y abordar las palabras como todo, con la luz y con la sombra. Y libertad y revolución tienen mucha sombra, pero es maravillosa.
— ¿Qué hay de la ferocidad que reside en palabras como “puta”, “zorra”, “perra” o “golfa”? Suelen utilizarse para ofender, pero últimamente han sido reivindicadas. ¿Cómo alterar estas convenciones?
— Yo uso mucho estas palabras de una forma empoderante. O por lo menos, si no te empodera, que te deje de doler. Durante años, las mujeres hemos recibido este tipo de palabras que nos han ido oprimiendo y nos han ido limitando nuestra propia sexualidad y capacidad de experimentación, de apertura, de todo, en ese aspecto. De repente, uso también estas palabras en mis novelas. La primera se llama Zorras porque quiero partir de la base de que se le puede quitar el estigma a estas palabras para que nos dejen de doler, porque por más que las usen, no conseguirán nada. Es mucho más sencillo educar a cierta parte de la población para que las usen como empoderantes, que educar a esa otra mitad para que dejen de decirla. Porque no es solo la otra mitad, es todo un sistema. Es un poco como el Caballo de Troya, que lo vamos metiendo dentro y luego arde.
Mi madre siempre me decía: “Si te llaman puta, tú di que tu coño lo disfruta”. Eso me cambió la vida. Intento que todas las mujeres a las que les hablo se sientan igual y digan, pues sí, este coño que ves lo voy a llevar bien usado a la tumba, te jodes.
— Hablemos de máscaras, ¿por qué las usamos?
— Las usamos muchísimo para, de algún modo, adentrarnos en un mundo social, para encajar. el ego quiere ser admirado, quiere ser amado y gustar. Tenemos esa idea estúpida y absurda de que le vamos a gustar a todo el mundo, o al menos lo vamos a intentar, pero eso solamente alimenta al ego, y tu no eres tu ego. Tu ego es una parte de ti que tienes que intentar controlar y deconstruir. Al final, ese ego que es básicamente la perspectiva mental de ti mismo, o una parte frente al sistema, requiere también de máscaras para que delante de tu familia actúes de una forma, con tus amigos actúes de otra, con tu pareja de otra y en el trabajo de otra forma. Todo eso está en ti porque tú estás en todo, y eres todo. Pero, de algún modo, también hay ciertas tendencias de lo que es tu propia naturaleza que se van a ver reflejadas en tu personalidad frente a las demás personas.
Hacer como que somos otras personas simplemente por el mero hecho de encajar, es serte infiel a ti mismo y es muy triste, porque al final nada mas vives una vez y te pasas la vida viviendo para los demás y muy poco para ti. Cuando llegas a la tumba ya es muy tarde para arrepentirte de lo que has hecho, porque ya no hay más tiempo. Sin embargo, has tenido toda una vida para poder solucionarlo.
Creo que las personas usan esas máscaras para gustar y para atreverse también a hacer cosas que no se atreverían con su nombre y su apellido. Quién eres, obviamente depende del contexto. De acuerdo a ello vas a ser una persona u otra, vas a actuar de una forma u otra, pero dejar de ser tú, fingir que eres otra persona con la familia y que, no eres homosexual, o que eres una persona no monógama, como es mi caso, fingir de repente ser con tus amigos un machote que quiere estar con todas y decirle a tu novia que la amas mientras le estás poniendo los cuernos; todo esto crea distorsiones de realidad, y es muy triste. Estas absolutamente al servicio del sistema y tienes que entender quién cae antes, si el sistema o tu persona. Eso es una lucha, al final. Cuando encuentras quién eres, puedes ser tú en todos los grados y estadios, adaptándose al contexto, pero sin dejar tu esencia a un lado. Y eso es lo que las máscaras hacen, dejar nuestra esencia a un lado.
— ¿Por qué le huimos a las emociones?
— Tenemos fobia emocional, absolutamente. Vivimos en un mundo más hipersexualizado, de una forma donde el sexo sigue siendo tabú es curioso. ¿no? Se usa la sexualidad al nivel del sistema del poder absoluto y mayoritario que tenemos, que es el capitalismo, y se le usa para llamar nuestra atención. ¿por qué? La sexualidad es el origen de nuestra existencia. Muchas veces nos olvidamos que venimos de un polvo, todos nosotros. Todos venimos del sexo, de follar. Es curioso que, de repente, nuestro origen, lo que nos ha dado la vida, lo hayamos convertido en un tabú, sino que también está en manos del poder. Entonces, cuando de repente vivimos en una sociedad como esta, la hipersexualización está limitada siempre por un parámetro donde al final es lo que se tiene que hacer. nos han dicho cómo tenemos que follar, a través de la cultura principalmente.
Hemos creado en este imaginario colectivo, una idea de cómo es el sexo, de cómo debe ser el sexo. Que si el hombre se corre primero, que debe ser el empotrador, que tiene que durar un montón, y que cuando se corre, termina todo. Nosotras tenemos que ser más sumisas, etc. Hay un montón de cuestiones. Y pasa igual con el romanticismo. De esta hipersexualización estamos aprendiendo a consumir cuerpos. Ahora tenemos un escaparate a un solo clic, podemos ligar por Instagram, o cualquiera de las diferentes aplicaciones para hacerlo. Queremos consumir cuerpos simplemente para el sexo, pero nos cuesta mucho mirar a los ojos a las personas mientras estamos follando nos cuesta mucho entregarnos y abrazarnos mientras lo estamos haciendo. Nos cuesta mucho aceptar que el sexo también es emoción, también es amor. Es la misma moneda, con dos caras. Si tu quieres la moneda entera, tienes que darles paso a las emociones. Estas tampoco interesas a nivel sistémico. Que tu tengas un control emocional hace que no te puedan manipular a través del miedo, o a través del amor, o de la tristeza, o del enfado.
Nos han educado por género a nivel emocional. Los hombres lo tienen mucho más complicado porque se les ha quitado todas las emociones y solo se les ha permitido una: la ira. Cuando sienten alegría, como por ejemplo cuando gana en el futbol su equipo favorito, de repente hay un montón de tipos gritando y golpeándose entre ellos, pero están alegres, aunque sumidos en la ira. Están tristes, golpes a la pared. Tienen miedo, lo mismo. Todas esas emociones se han visto como vulnerables y para ser un hombre solo tiene que quedar una, la ira. Al final, eso está limitando una introspección brutal.
A las mujeres en cambio, nos los han dejado todo, menos una: la ira. Cuando una mujer está enfadada llama mucho más la atención, entonces e oyen comentarios del tipo “¿qué le pasa? Le habrá llegado la regla”, que hija de puta, que no se qué. Eso también sucede, y por eso las emociones también nos siguen manipulando y el sistema nos manipula todo lo que quiere a través de ellas.
— Volvamos a los libros. Ruth se reinventa, de alguna manera, en el sistema, ante el sistema. ¿Y nosotros?
— Creo que la gente no es consiente que vive en una estructura sistémica. Muchas veces la gente se pregunta qué es el sistema. Básicamente es una estructura normativa de lo que podemos y no podemos hacer. Cuando nacemos inmersos en esta realidad, nuestra perspectiva nos hace ser inconscientes de que hay otras perspectivas y están canalizadas por nosotros. La realidad es lo que tú eres, también el choque de ambas cosas, el contexto interno y el externo, es lo que da tu vida y tu realidad. Pero muchas veces, como nacemos con la existencia y con la vida ya en las manos, somos poco conscientes y nos hacemos muy pocas preguntas. Hacerse preguntas es algo muy revolucionario porque de una forma u otra adquieres las respuestas. Incluso la misma pregunta en sí misma te da una respuesta. Las personas no se preguntan demasiado quiénes son, qué quieren hacer; no se preguntan sobre la muerte, o no la tienen absolutamente nada presente, porque tampoco nos educan sobre ella. Es un tabú.
Si tuviéramos más presente la muerte, viviríamos mucho más la vida, y la viviríamos más para nosotros. Todo esto que estamos percibiendo, dentro de 100 años va a ser totalmente distinto. Ni tú ni yo vamos a estar aquí, sino bien en la tumba. Cuando no somos conscientes de ello y lo asumimos como infinito o eterno, creemos que tenemos tiempo para hacer las cosas y no pasa nada si no sabemos quiénes somos. Y vivimos esa vida establecida que nos han dicho a través de la cultura, de las instituciones familiares, políticas, etc., que tiene que ser. Entonces hay que hacer el colegio, buscar un trabajo, comprarte un piso, tener una pareja y tener hijos, que esos hijos tengan nietos, que después te vayan a cuidar, y morir. Pero en todo ese proceso, quién has sido. ¿Quieres realmente tener hijos?, ¿quieres realmente tener un trabajo de ocho horas en una oficina?, ¿quieres realmente vivir de esta forma?, ¿quieres realmente comprarte un piso?, ¿quieres convivir con tu pareja?
Son cuestiones que hemos asumido como básicas y que no son reales, hacernos preguntas es algo muy poderoso, insisto, porque nos anticipa un poco lo que venimos siendo. Y que esas preguntas se repitan, quién soy, porque quién eres hace diez años y quién eres ahora no es lo mismo, porque el tiempo y la evolución penetran en ti, estás viviendo en este videojuego y te están pasando un montón de cosas que vas asumiendo y te van dando otro nivel de confianza. Por lo tanto, siempre tenemos que estar preguntando, pero mucha gente tiene pereza de hacerse preguntas, o las evita porque es difícil hacer ese proceso introspectivo.
Por eso mismo apuesto tanto por la sexualidad, porque hay veces en que nos preguntamos quiénes somos, que es una pregunta bien difícil, pero a la vez nos permite hacernos otra pregunta que es, de dónde venimos, y la respuesta es, del sexo. Somos dos células sexuales, nacemos de ahí. Por lo tanto, volver a ella siempre nos va a dar muchísimas pistas.
El sexo no es simplemente meterlo o sacarlo o que te la metan, es todo un constructo de lo que en realidad somos, nuestra identidad de género, cómo nos sentimos, cómo vivimos el deseo, ya no solo ante el sexo, sino también ante la vida, que, en sí misma, es sexual. Cómo vives tu orientación, cómo vives el amor dentro de ella. ¿Eres monógamo o no monógamo?, todas estas respuestas te las da el sexo, porque es la herramienta más poderosa de meditación que tenemos.
En el momento en que estamos follando, si estamos haciéndolo bien, la cabeza deja de funcionar y podemos hacer este trabajo introspectivo, porque la mente siempre interfiere mucho, está ligada al imaginario colectivo. Cuando nos adentramos en estados alterados de consciencia, es ahí donde adquirimos la respuesta, por eso siempre voy a trabajar por y para la sexualidad. Es la clave da la liberación social.
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