“No hay nada más lindo que la familia unida”, cantaban Los Campanelli en su programa de televisión en la década del 70. Lo que se entiende por familia, sin embargo, fue mutando a lo largo del tiempo, en consonancia con los cambios culturales, sociales y políticos que, desde comienzos del siglo XX, se fueron dando en Argentina.
La historiadora uruguaya Isabella Cosse viene investigando hace varios años la injerencia de distintos factores como el peronismo, la sexualidad y las parejas en la concepción tradicional de la familia, así como la repercusión de ciertos consumos culturales en la misma. Su libro Mafalda: historia social y política ahonda en los profundos efectos que tuvo este “fenómeno social” en la tensión entre lo privado y lo público.
“La tira contenía una visión naturalizada de la familia nuclear pero a la vez expresaba el modo en que los jóvenes -especialmente ellas- enfrentaban a sus padres y madres y el destino supuestamente deseable para una niña. Mafalda con su rebeldía ató el cuestionamiento de lo político y lo familiar (lo “personal”, podríamos decir)”, dijo Cosse en diálogo con Télam.
El libro Familias e infancias en la historia contemporánea es un trabajo colectivo que, bajo la dirección de la historiadora e investigadora del Conicet, reúne siete ensayos de distintos académicos que piensan las jerarquías sociales a partir de la familia y la infancia desde fines del siglo XIX a fines del siglo XX en Argentina, convencidos “del valor social de la Historia para entender quiénes somos y de dónde venimos”.
La publicación de Eduvim, sello editorial de la Universidad Nacional de Villa María, examina los vínculos familiares y las experiencias infantiles para entender desigualdades de clase, género y edad, analizando a las políticas públicas y las producciones culturales como espacios en los que se definen y contienen esas jerarquías.
Lejos de romantizaciones, los ensayos de Karin Grammático, Leandro Stagno, Mariel Leo, Agostina Gentilli, Claudia Freidenraij, Paula Bontempo y Cosse parten de la idea de que tanto los vínculos familiares como los de los niños con los adultos están atravesados por relaciones de poder; al tiempo que asumen que la organización familiar está unida a la formación social, la organización política y las construcciones culturales y sentimentales que a la vez que sustentan y naturalizan la idea de familia se permiten ponerla en cuestión.
Los temas de análisis son, por ejemplo, “los desafíos de los jóvenes plebeyos” o los conflictos cotidianos en los barrios de la ciudad de La Pata durante los años 30 (Stagno); la relación asistencial antes y después del peronismo en Buenos Aires entre 1919 y 1948 (Leo); o quiénes estaban habilitados para adoptar niños según las valoraciones judiciales de la Córdoba de los 60 (Gentilli).
-Télam: Si en los 70 preguntarse si la pasión resiste las diferencias de clase daba cuenta de una tradición melodramática que moduló la educación sentimental de sucesivas generaciones y además ofrecía un lenguaje para pensar los cambios en las relaciones familiares ¿hoy ese paradigma sería “lo personal es político”?
-Isabella Cosse: El melodrama fue un lenguaje muy versátil que favorecía la proyección en la ficción de los conflictos propios, crea la posibilidad de empatía, de sentir al otro como un semejante, y eso fue una condición de posibilidad para la emergencia de los derechos humanos: la pasión iguala. Lo interesante es esa capacidad del melodrama de remover, de abrir una autorreflexión sobre la propia vida. “Lo personal es político” es una noción concebida por el feminismo devenida en consigna, en seña que identifica. Tiene quizás en común con el melodrama que ha habilitado exploraciones en lo cotidiano, lo íntimo y ha sido, desde su origen, polisémica. Pero la noción, a diferencia del melodrama, coloca en el corazón mismo de la formulación la legitimación en términos políticos de esas zonas de la experiencia. Y eso ha sido revulsivo.
-T:¿Qué responsabilidad tiene en esas nuevas formas de entender a las familias y a las infancias un Estado que aprobó leyes como las de Matrimonio Igualitario, Identidad de Género e Interrupción Voluntaria del Embarazo?
-I.C.: Esas leyes marcan un hito histórico. En primer lugar, porque el Estado argentino, como muchos otros, estuvo en ese “siglo veinte largo” que estudia el libro rezagado respecto a las realidades familiares. Las regulaciones que definen las formas familiares legítimas contuvieron una visión unívoca y homogénea de las formas de vida familiar apropiada que daba derechos y obligaciones de cara al Estado -cristalizada en la imagen de papá, mamá y el casal de hijos, aunque sea una simplificación- que se daba de bruces con las múltiples maneras de organizar los vínculos familiares en Argentina. En segundo lugar, porque ese Estado solo tardíamente otorgó legitimidad a las transformaciones que ganaron terreno en las propias prácticas, esas que siempre fueron diversas, como el divorcio, sancionado en 1987, cuando su inexistencia se había vuelto un problema para numerosas familias y desde mucho tiempo atrás existían mecanismos para dar legitimidad a las nuevas parejas y ‘lxs nuevxs hijxs’ en el exterior con amplia difusión, al punto de que hubo una saga de películas en los años 30 como “Casamiento en Montevideo” o “Divorcio en Río”, por nombrar sólo eran dos de ellas. El ciclo de leyes que se abre en 2010 con el “Matrimonio Igualitario” revierte ese rezago histórico y coloca al Estado de cara a las innovaciones socioculturales, favoreciendo esas transformaciones.
-T: ¿Qué rol jugaron los feminismos en esos cambios?
-I.C.: Los feminismos y el movimiento LGBT+ fueron decisivos. La “marea verde” que pulsó la ley de interrupción voluntaria del embarazo, con la presencia masiva de mujeres esa noche lluviosa en 2018, nos muestra esa importancia. Pero también nos permite visualizar algo que no siempre resulta igualmente claro: para pensar al Estado es necesario considerar las contiendas, las disputas por el contenido de las leyes y los alcances de las políticas. Ese feminismo capaz de poner en primer plano la lucha por el cambio en las leyes y los problemas de amplios segmentos de mujeres de clase trabajadora y clase media emerge en la transición democrática, como explica Grammático en el ensayo que publica este libro: “La campaña feminista por la reforma de la patria potestad durante la última dictadura militar argentina”, el hecho de que se contendiera con el Estado y sus políticas tiene una larga historia.
-T: Algo muy interesante de este libro es la posibilidad de ver distintas formas de disputa con en Estado.
-I.C.: Las disputas emergen de diferente modo. El movimiento feminista sufragista de comienzos del siglo XX revela demandas directas en el espacio político. Pero en otros casos las disputas con el Estado se producían en las interacciones de las personas. Stagno, por ejemplo, estudia el modo en que los muchachos de las clases populares platenses de los años 30 desafiaban las expectativas de educadores y juristas pergeñando estrategias para eludir el Tribunal de Menores. También sucedía que, a medida de que el Estado se ampliaba, se hacían cada vez más frecuentes las disputas de diferentes agentes que intervenían en el diseño y la puesta en práctica de sus políticas y acciones. Gentili examina en el libro las decisiones de los jueces sobre quién se hace cargo de un ‘niñx’ y ese procedimiento involucraba las evaluaciones de asistentes sociales que ponían sus propias visiones y, en ocasiones, podían valorar los sentimientos para contrabalancear las carencias materiales de una familia que le parecía adecuada para ese niño. Las contiendas en otras ocasiones son subrepticias. No siempre era posible contraponerse al poder del Estado, no quisiera dar una visión edulcorada, pero la idea de contienda y disputa es ineludible si queremos entender al Estado y traspasar la constatación de su dominación.
-T: A partir de los años 60 la historieta Mafalda funcionó como una voz crítica y popular capaz de dar cuenta de los cambios radicales que atravesaba una sociedad con los intereses inéditos de las nuevas generaciones. ¿Existen hoy producciones culturales que, de una u otra manera, hayan tomado esa posta?
-I.C.: Es paradójico: la tira contenía una visión naturalizada de la familia nuclear pero a la vez expresaba el modo en que los jóvenes -especialmente ellas- enfrentaban a sus padres y madres y el destino supuestamente deseable para una niña. Es decir, estaban confrontando con un elemento clave de esa configuración ideológica. Mafalda con su rebeldía ató el cuestionamiento de lo político y lo familiar (lo “personal”, podríamos decir para seguir pensando la noción). Umberto Eco fue perspicaz al denominarla “contestataria”. El interés del filósofo italiano era parte de una discusión, justamente, sobre los medios de comunicación. Mafalda era, desde este ángulo, una evidencia espectacular porque era una expresión crítica que, además, surgió en América Latina, en un país del Tercer Mundo, donde muchos intelectuales, especialmente, europeos depositaban sus esperanzas de un cambio radical. Esa visión de Eco es muy enriquecedora. En el libro, Bontempo analiza con esta óptica cómo ‘lxs chicxs’ y sus familias de una clase media emergente en los años 20 se apropiaron de las propuestas de Billiken para intervenir en las dinámicas de jerarquización social; y Freidenraij observa las jerarquías de clase y género a través del lente de las fotografías de ‘niñxs’ jugando en la Buenos Aires finisecular tomadas por la novel Sociedad de Aficionados a la Fotografía. Dos ejemplos que muestran que siempre las producciones mediáticas apuntaron a públicos concretos y específicos.
-T: Eso esto se ha potenciado en la actualidad.
-I.C.: Se ha maximizado incluso, los algoritmos trabajan sobre esa lógica y la amplifican. Eso hace muy interesante examinar diferentes expresiones para registrar el modo de procesar las contestaciones, los desafíos, de diferentes grupos sociales. “El padre progre” de Capusotto es una sátira para quienes, del otro lado, pueden reírse con ferocidad de sí mismos. Le habla a ese público que, quizás, contiene, por ejemplo, a los seducidos por Liniers que, no obstante, posiblemente tenga un alcance diferente. No hay ferocidad sino ternura en su mirada de los vínculos.
Fuente: Télam S.E.
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