“Para cambiar tu vida, no alcanza con querer cambiar; tampoco alcanza con saber lo que tienes que hacer. Debemos cambiar el automático que nos lleva siempre al mismo lugar y reprogramar nuestro GPS interno para que realmente nos lleve hacia donde queremos ir. Cambia tu actitud y cambia tu vida”, escribe la argentina experta en coaching Daniela De Lucía al comienzo de su nuevo libro, Estás para más.
Desde que cambió radicalmente su vida y dejó, después de doce años, su trabajo corporativo de diez horas diarias para dedicarse al coaching, De Lucía se abocó por completo a su tarea de ayudar al resto a potenciar sus habilidades para ir por más en la vida.
Con más de 130 mil seguidores en su cuenta de Instagram, en la que desafió la instantaneidad del algoritmo con sus publicaciones largas y profundas, la autora destaca la importancia de la confianza en uno mismo para poder sortear los obstáculos que la vida, en constante movimiento, nos pone delante. ¿Cómo mejorar la autoestima? ¿Qué puedo hacer para ser más consciente de mi relación con el dinero? ¿Cómo mantener la pasión en el amor y en el trabajo?
“Quiero que en unos años mires hacia atrás y sientas orgullo por tu camino y tu crecimiento. Quiero que dejes de esconderte detrás de tus ideas y pensamientos para animarte a manifestar esa realidad. Quiero que descubras tu propio sentido para que interpretes tu vida desde ese lugar y no desde la inseguridad, el miedo o la falta de confianza en ti”, escribe De Lucía, que estudió con referentes del coaching a nivel mundial, como Tony Robbins, Cloé Madanes y Fred Kofman.
Pero, según sostiene, ninguno de los múltiples y diversos consejos que Daniela De Lucía aporta en Estás para más sirve de nada si el o la lectora no ponen todo de sí mismos para cambiar de actitud y cambiar así sus vidas. Después de todo, como dice en su libro: “Los tesoros están reservados para quienes buscan”.
“Estás para más” (fragmento)
Los 7 pasos para ser siempre más grande que tus problemas
En mis sesiones aprendo mucho de los problemas de los demás. La vida es movimiento y cambio constante. Algunos de esos cambios nos favorecen y otros nos complican un poquito los resultados. Pero pedirle a la vida que deje de moverse es una utopía.
Todas las personas tienen problemas, pero lo que a mí más me llamó la atención cuando empecé a trabajar como coach es que lo que muchas veces es un problema para una persona no lo es para otra. Luego de una gran cantidad de horas de sesiones llegué a la conclusión de que en realidad la etiqueta de “problema” o la importancia que le damos a eso en nuestra vida es inversamente proporcional a la capacidad que creemos tener para solucionarlo. Es decir: cuanto más creemos en nosotros mismos y confiamos en poder llevar adelante situaciones desafiantes, menos problema nos hacemos por los desafíos que la vida nos pone por delante.
Así, la confianza en uno mismo incide directamente en nuestra felicidad. Cuanto más confiamos en nosotros, más capacidad tenemos de resolver problemas y menos nos amargamos o nos preocupamos por ellos. Por eso resulta tan importante convertirnos en personas que desde la confianza puedan avanzar.
Si alguna vez has sentido que tus problemas te pasan por encima y que has perdido tu poder personal de encontrar soluciones, aquí comparto algunos tips para que puedas convertirte en una persona más confiada y tengas una perspectiva diferente con respecto a tus problemas:
♦ Tú no eres el problema, no lo tomes personal.
El problema es algo externo, no debes tomarlo como parte de tu identidad. Eres responsable del problema, pero no eres el problema. Estás en situación de problema.
♦ Suelta la queja y la búsqueda de culpables.
Buscar culpables te quita tiempo para encontrar soluciones. Si quieres resolverlo, necesitas hacerte protagonista del asunto, sin caer en el error de culparte a ti mismo. Como responsable, tienes la misión de encontrar la forma de responder al problema desde la solución y no anclado al problema. Lo hecho, hecho está.
♦ No lo hagas el centro de tu vida.
No dejes que el problema tome todas las áreas de tu vida. Ten siempre presente que el problema solo ocupa una porción pequeña de ella. Si tienes un problema en el trabajo, déjalo ahí. Si tienes un problema de pareja, déjalo en tu casa. Evita también hablar todo el tiempo del problema, encuentra otros temas importantes y positivos en tu vida para enfocar tu energía.
♦ Confía en tus propios recursos.
La autoestima de cotillón te hará creer que necesitas encontrar soluciones afuera, pero no te dejes engañar. Tú eres tu recurso más valioso. Una vez que lo resuelvas no solo te demostrarás a ti mismo que puedes, sino que también en el futuro lo que te sucedió ya no te amargará como la primera vez. Tal vez ya ni lo consideres un problema. Cuanto más fortalecemos nuestras habilidades personales, más fáciles de superar son las circunstancias desafiantes.
♦ La vida es movimiento, y nuestro problema también.
No lo tomes como algo definitivo y estático. Es una circunstancia más en nuestra vida. Recuerda que esto también pasará.
♦ Mantén conversaciones internas inteligentes.
Deja de preguntarte “¿por qué me sucede esto? ¿Qué significa esto? ¿Qué me quiere decir la vida con esto? ¿Por qué soy tan idiota, tonto, torpe, etc.?” Es momento de soltar para siempre el látigo mental. Hazte las preguntas correctas: ¿qué puedo hacer con esto? ¿Cuáles son los recursos que tengo bajo mi control? ¿Qué soluciones puedo crear?
♦ Anímate a más.
Que un problema no apague tus sueños. Anímate a volver a hacer, siempre podemos crearnos una nueva oportunidad. Tomar la vida como un aprendizaje constante es uno de los secretos del éxito y de la felicidad. ¿Te animas a agrandarte ante tus problemas? Muéstrale a tu problema quién está al mando.
Imagina que estás en el mar haciendo la plancha, en una profundidad en la que no haces pie y ves venir una gran ola. ¿Qué haces?
PRIMERA OPCIÓN: paralizarte y con tranquilidad, calma y aceptación pedirle al universo que la ola pase lo más rápido posible y que te permita sobrevivir.
SEGUNDA OPCIÓN: gritar y patalear en el lugar culpando al universo y autoculpándote por haber ido al mar en ese momento.
TERCERA OPCIÓN: recordar lo que aprendiste alguna vez en Discovery Channel acerca del surf sin tabla, juntar todo tu coraje y encarar la ola para sobrevivir.
La actitud es una pequeña cosa que puede marcar una gran diferencia. Ante un mismo problema, podemos elegir una diferente. En el primer caso, es una positiva pero pasiva, en la que nos convertimos en víctimas de las circunstancias y entregamos todo nuestro poder personal. Somos impotentes ante lo que sucede y con el tiempo esta postura desgasta nuestra autoestima y nuestra capacidad creadora como seres humanos.
En el segundo caso se trata de una actitud negativa y pasiva, que interpreta la realidad de la peor manera y aun así no hace nada al respecto. Esta pose de enojo constante solo lleva a amargarnos la vida y la de quienes nos rodean. La tercera es la actitud coaching, positiva y activa; es decir: vemos el problema y nos movemos a la acción con los recursos posibles, en este caso nadar para surfear la ola. Aceptación no es lo mismo que resignación.
Estás para más autoestima
“Me merezco unos días de vacaciones”. “Me merezco vivir más tranquila”. “Me merezco a alguien que me ame”. Podemos repetir como loros estas frases, hacerlas mantras, convertirlas en afirmaciones, incluso hacer gigantografías y pegarlas en la heladera; pero indefectiblemente la realidad nos pasa por arriba.
“Si no lo tienes, no lo mereces”, es una frase muy fuerte, pero nos puede ayudar a despertar del ensoñamiento de creer que pidiendo o repitiendo algo vamos a obtener lo que merecemos. Hay una gran diferencia entre querer merecer algo y creer merecerlo. Lo primero es un deseo, algo que está fuera de nosotros y queremos alcanzar. Lo segundo es algo que creemos que es parte de nosotros y podemos manifestar.
La mayoría de las personas plantea sus merecimientos como un deseo, como algo externo, y cae sin saberlo en el engaño del “querer merecer”. Ahí empiezan con las afirmaciones, la visualización y los mantras, pero se olvidan de lo más importante: convertirse en las personas adecuadas para manifestar eso que sienten que merecen. Para lograr hacer realidad todo lo que merecemos en la vida, primero debemos confiar en nosotros mismos y en nuestra capacidad de manifestarlo.
Las personas que repiten mantras sin parar y se quedan inactivas esperando que las cosas les sucedan resignan su poder creador. Las personas que conectan con su capacidad creadora de cambiar su propia realidad y se llevan a la acción por sus sueños se demuestran a sí mismas y al universo que realmente se creen merecedoras de lo que quieren. La inacción y el quedarse sentado esperando que las cosas pasen también es una decisión.
La vida, en constante movimiento, nos lleva a tomar decisiones todo el tiempo. Esas decisiones pueden ser tomadas desde el miedo o desde la confianza. Los resultados serán muy diferentes. Las decisiones tomadas desde el miedo limitan nuestros resultados o incluso los anulan al dejarnos paralizados. Las decisiones tomadas desde la confianza los potencian y multiplican.
Las decisiones las tomamos desde quienes somos. Una persona con autoestima y confianza en sí misma tomará decisiones desde ese lugar, obtendrá resultados potenciadores y multiplicará resultados positivos en su vida. Mientras que una persona con autoestima baja y poca confianza se dejará guiar por los miedos y limitará sus propios resultados, multiplicando los resultados negativos en su vida.
Imagina tres personas en sus barquitos navegando en un río turbulento. Están sin mapa y llegan a una bifurcación, deben confiar en su intuición, no tienen certezas. Deben tomar una decisión: ir hacia la derecha o la izquierda. La persona del primer barquito piensa, piensa y piensa. No encuentra certezas, ambas opciones implican el riesgo de equivocarse.
¿Cómo tomar una decisión con tan poca información? Siente mucho estrés y ansiedad. Espera que alguien le diga qué hacer. Desde el barquito de al lado, le gritan: “dobla a la derecha, es mucho mejor”. Y desde el que está al otro costado, le aseguran: “no te conviene, es mucho mejor el camino de la izquierda”. Totalmente desorientada por las opiniones encontradas de los demás y paralizada por el miedo a equivocarse de camino, de repente siente un fuerte golpe y cae.
Tanto tiempo le llevó tomar una decisión que terminó estrellándose en la bifurcación. El río, el tiempo y la vida siguen su curso sin importar cuánto nos detengamos a pensar. La vida es movimiento.
La persona del segundo barquito también tiene dudas, pero al llegar a la bifurcación gira a la derecha. Ya está en curso hacia el nuevo camino. Es un camino soleado, calmo y despejado, cualquiera diría que fue una decisión exitosa, pero inmediatamente comienza a pensar “¿y si me equivoqué? ¿Y si este no es el camino correcto? ¿Y si el otro era mejor?”. Siente ansiedad, estrés y frustración. El barco comienza a ir lento y sin rumbo, con riesgo a estrellarse, tiene a su timonel mirando hacia atrás.
La persona del tercer barquito también tiene muchas dudas. Llega a la bifurcación y decide ir a la izquierda. Es un camino soleado, calmo y despejado. Agradece y celebra la decisión tomada y comienza a navegar con toda su fuerza hacia adelante disfrutando del viento y el sol en el rostro.
Es consciente de que el único camino que existe es el que está navegando y decide explorarlo en profundidad. Mira hacia adelante y sigue viento en popa a todo motor atenta al camino, esperando una nueva bifurcación.
Quién es Daniela De Lucía
♦ Es licenciada en Relaciones Públicas, recibida en la Universidad Argentina de la Empresa con Diploma de Honor.
♦ Es coach certificada. Estudió con referentes a nivel mundial como Tony Robbins, Cloé Madanes, Fred Kofman, y en la Universidad de Yale.
♦ Es coach de CEO, influencers y celebridades, y participa en programas de TV internacionales.
SEGUIR LEYENDO: