Una tía le escribe a su sobrina cartas del más allá. La locación es tan extraña porque cuando la destinataria las lea, la tía ya estará muerta. No son solamente cartas, también hay fragmentos de un diario, notas de infancia, biografías ajenas y hasta una especie de mapa del tesoro. A través de estos singulares materiales conocemos a Vita, una de las protagonistas de esta historia.
Hija de anarquistas, chica sola en un pueblo que decide hacer su vida sin el amparo de un matrimonio, de los trabajos profesionales, sin sobre todo, el que dan los lugares comunes al pensamiento. Vita es lo que se dice una librepensadora y en ese libre pensar construye un universo de acciones, de propuestas laterales que hace al mundo y que ahora, a pocos días de su muerte, decide blanquearle a su sobrina.
Por otro lado tenemos a Lucrecia, la sobrina, una mujer que sufre todos los males de las profesionales del presente: trabajo a sol y a sombra, por todas las vías de comunicación existentes, que no hacen caso del día de la semana, ni de la hora. Su trabajo es prestigioso, privilegiado, pero más que absorberla, la hunde. “Ese conglomerado de humillaciones que el eufemismo de la época llama cansancio, se apoderó de vos hace mucho.” Lo que quería o soñaba hacer en algún momento se convirtió en esto. Las formas como conocemos a este personaje son más actuales, menos poéticas, precisamente esas vías de comunicación en las que está metida: monólogos telefónicos, mails, audios, mensajes de texto que manda, responde o ignora.
Como toda carta siempre llega a destino, Lucrecia va a leer los mensajes de Vita. Y tanto a ella como a las lectoras, le generan una fascinación inmediata: esa mujer sabe lo que dice y cómo lo dice. “Van a expropiarte primero los días, después las noches, después los sueños, hagas lo que hagas. La maquinaria te traga, querida. Te mastica y después te escupe” dice. O “No hay mejor forma de dar batalla que seguirle el rastro a tus ganas”.
Esos pensamientos tienen nuestra más absoluta adhesión. A partir de que estas dos líneas –tía y sobrina– se crucen, se va activar una historia que incluye a otra chica de su edad, otra señora muerta como su tía y un chancho salvaje. Es difícil de explicar por qué sin adelantar demasiado, pero este chancho es sin lugar a dudas uno de los personajes más interesantes que ha dado la literatura argentina de los últimos años.
Todo esto y mucho más ocurre en Derroche, la última novela de Sonia Cristoff. Un texto que cruza épocas, paisajes, lenguas. Es un hermoso collage de recursos lingüísticos, de formatos discursivos, de formas del habla. Paseamos por estos momentos del texto como por un país que tiene geografías y climas diferentes. Tramos oníricos y otros hiperrealistas. Espacios de ensayo y otros de folletín. Leyéndola da la sensación de que no podemos saber a ciencia cierta qué pasará en la página siguiente, hay que seguir adelante para descubrirlo.
Entre estas dos mujeres hay en el medio una herencia. Es material, pero también es simbólica. Lo que la más joven hereda no es dinero –aunque también lo es– sino más bien un don. Hay una reflexión ahí sobre los linajes. Lo que pasa generación tras generación, y también lo que trasciende los vínculos biológicos. Y sobre todo hay una reflexión muy profunda sobre el dinero. Lo que somos capaces para conseguirlo, para retenerlo y lo que ocultamos en su uso, lo que no queremos saber de su origen.
La novela de Sonia Cristoff se llama Derroche y, si bien es una palabra que alude al valor, al uso excesivo, más que del tema, pareciera hablar de la misma forma del texto. Una escritura lujosa, libre, juguetona, que como en el principio del “bolsillo sin fondo” da mucho, porque al gastar sabe que consigue más.
En un tiempo de novelas que se escriben con frases cortas, en el que el lenguaje es seco y la economía de recursos es la regla, la novela de Cristoff brilla. Como los ojos de algunos pájaros, como el pasto después de la lluvia. Vita, después Lucrecia, pero fundamentalmente Cristoff busca que nos detengamos en esas cosas. A las que verdaderamente hay que prestar atención. La singular propuesta de este libro es ese derroche necesario, vital y contagioso: “Nuestro experimento finalmente encontrará su forma, alguna forma de expandirse que no por ínfima será inocua, que no por acotada será solitaria, que no por extraña será improbable”.
* La semana próxima continúa la cadena de recomendaciones de De boca en boca.
Así empieza “Derroche”
Querida. Mirá cómo volvemos a encontrarnos. Por carta, si es que esto es tal cosa. Empiezo a escribirla ahora, quién sabe por qué. Para no andar a las corridas, supongo. Para no tener que escribirte bajo el yugo de un resultado médico o de un cálculo devoto de estadísticas. Para disfrutarlo. Para convocarte. Para tenerte más cerca. He decidido dejarte todo, como sabrás para cuando leas lo que sigue. En ese momento, cuando leas, cuando lo sepas, yo estaré ya muerta. Espero que sepas disculpar este principio de culebrón, pero así son las cosas más inevitables. Imponen su doxa. Espero también que sepas disculparme la decisión. Porque el todo que planeo dejarte es largo, y no apto para cualquiera.
Sé que no cambiarías tu vida por nada, o al menos sé que eso es lo que le decís a todo el mundo, incluida vos misma frente al espejo cada mañana. No voy a repetir lo que pienso acerca de lo que vos considerás tus logros, ya lo sabés. Sin embargo, dejame decirte que sé que el cansancio, ese conglomerado de humillaciones que el eufemismo de época llama cansancio, se apoderó de vos hace mucho tiempo. Lamento darte esta noticia. Como en una película de alienígenas, te tomó y, sin que te termines de dar cuenta, te doblegó, te impuso sus reglas, sus renuncias. No voy a enumerarlas ahora. Entendí hace tiempo que hay cosas que no querés escuchar. Aunque me queda muy claro que puedo decirte acá cualquier cosa porque cuando leas, como te decía, ya estaré muerta. Es muy liberador, deberías probarlo. En su momento, claro. Nada de apresurarte también con eso.
Quién es María Sonia Cristoff
♦ Nació en Trelew en 1965
♦ Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires
♦ Escribió, entre otros, Falsa calma (Seix Barral, 2005, reeditado en 2014) y Desubicados (Sudamericana, 2006).
♦ También las novelas Bajo influencia (Edhasa, 2010) Inclúyanme afuera (Mardulce, 2014) y Mal de época (2017).
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