“Apenas amanecía, cuando Harmonio levantóse de su lecho”, dice Leonor Allende, la cordobesa nacida en 1883 en uno de los capítulos de su novela del género fantástico, El Misterio de Ur. “Si alguna vez os da la fantasía de visitar la célebre isla de Cuba, conocer La Habana, cuyos cigarros son el distintivo del leonismo” arranca en otro texto Juana Manso, la porteña precursora del feminismo argentino en su Escritos de Viaje. “Allá por el año 1816, vivía en Mendoza una niñita huérfana, llamada Carmen”, narra Ada María Elflein, la maestra que trabajó en el diario La Prensa y que hoy vuelve al presente con su libro Leyendas Argentinas.
Estas tres mujeres, como tantas otras escritoras de aquel entonces, tienen algunas cosas en común. Escribieron en un tiempo en que los hombres -como en casi todos los órdenes de la vida-, tenían todo el espacio y la visibilidad. Y aunque ellas querían contar, escribir y narrar, la mayoría de sus obras permanecieron lejos de librerías y de circuitos literarios.
Sin embargo, en los últimos años y gracias al espíritu curioso y amoroso por las letras de mujeres de este siglo, aquellas otras pudieron darse a conocer. Así nació la colección “Las Antiguas”, una selección de textos de autoras argentinas nacidas en el siglo XIX.
“A veces las familias, como la de Aldao, no las ayudaron: a ella le queman una de sus obras porque estaba contando cosas que no quería que salieran a la luz”. Mariana Docampo
Este racimo de obras escritas por mujeres de aquel entonces reúne desde recetas de cocina, relatos, crónicas de viaje y novelas, además de ensayos y obras de género fantástico. La editorial cordobesa Buena Vista -que lleva adelante Daniela Mac Auliffe- les dio la chance de una revancha.
Fue en 2005 cuando esta traductora de francés, comenzó a gestar la editorial Buena Vista. Dice que, cuando era niña y en sus vacaciones, su mayor pasatiempo era estar días enteros en la biblioteca de su casa arreglando libros antiguos. Por eso no sorprende que alguien con ese perfil emprendiera esta búsqueda casi arqueológica. El gran trabajo editorial no lo hizo sola sino que contó con Mariana Docampo, escritora, licenciada en Letras y una apasionada rescatista que se convirtió en la directora de la colección.
Las primeras autoras en salir al ruedo fueron las infatigables Juana Manuela Gorriti -con su Cocina ecléctica. Recetas del 1800, un recetario saludable y atrevido en el que se nutrió de las cartas y consejos de sus amigas- y Elvira Aldao, que volcó en palabras las prácticas de sociabilidad de la élite argentina de su época con su Recuerdos de antaño.
En esta expedición por el pasado, ambas editoras pusieron en marcha el gran sueño: rescatar estos escritos y a la vez, convocar a escritoras actuales de la talla de Cristina Piña, Marta Palacio, María Rosa Lojo o María Teresa Andruetto para que prologaran cada uno de los libros. Para contar un poco más en detalle de qué se trata esta preciosa colección, Infobae Leamos conversó con Mariana Docampo.
-¿Cómo surgió la idea de la colección Las Antiguas?
-La colección arrancó en 2011 y fue una propuesta de Daniela que me había contactado para prologar Cocina Ecléctica, de Juana Manuela Gorriti. Le propuse hacer la colección en la que se reunieran escritoras argentinas del siglo XIX.
Juana Manuela Gorriti, Eduarda Mansilla y Juana Manso eran las más conocidas y quienes habían empezado a ser publicadas a fines del siglo XX. Me gustaba la idea de ver quiénes más habían escrito en esa época, además de ellas tres, y le propuse a Daniela hacer una colección. Ella se enganchó y nos pusimos en marcha.
-¿Cómo podrías definir a las autoras que integran la colección?
-La propuesta es editar autoras argentinas nacidas en el siglo XIX. Una de las ideas de la colección es que fuera una propuesta desjerarquizada y que en el catálogo se sumaran todas las autoras que pudiéramos. Ahora, por ejemplo, se publicaron tres libros de Leonor Allende, entre ellos una novela que había tenido una circulación muy acotada localmente. La idea es publicar autoras de la mayor variedad posible y que nos vayan acercando.
-Hay libros de narrativa, cuento, incluso diarios y hasta una recopilación de recetas en Cocina Ecléctica ¿qué importancia tenía la escritura para estas mujeres?
-Nuestro plan es publicar distintos géneros para ver en qué tipo de escritura incursionaron las mujeres en el siglo XIX. En muchos casos era su vida, como el caso de Juana Manso; en otros, no era necesariamente su profesión. En el siglo XIX, los escritores argentinos no eran profesionales, la mayoría de ellos eran políticos o abogados. Eso de dedicarse a la escritura como profesión es del siglo XX. Lola Larrosa, por ejemplo, vivía de lo que escribía porque era periodista e incluso mantenía a un marido que tenía una enfermedad psicológica. Pero, en lo general, eran mujeres de familias más acomodadas y no necesitaban de esto para vivir.
-¿Cómo fue el proceso de búsqueda y acceso a estas obras? ¿Estaban olvidadas? ¿Las familias las guardaban como un tesoro o no se las valoraban?
-De algunas escritoras tenemos segundas ediciones porque se autopublicaban. Ada María Elflein, por ejemplo, con sus Leyendas Argentinas tiene muchas reediciones. Por su parte, Emma de la Barra es un caso emblemático: fue una escritora bestseller con su novela Stella y, a partir de los años 40, dejó de ser leída hasta no hace tanto. A otras escritoras las publicamos por primera vez dándoles la autoría a ellas, como es el caso de Agustina Palacios. La obra de Elvira Aldao también es llamativa porque son segundas ediciones y fueron olvidadas; los publicaban y al tiempo, dejaban de circular. Hay un borramiento histórico de estas mujeres. Podríamos pensar que, por un lado, les costaba tener un lugar pero vimos que ese lugar existía.
En lo que se refiere a los procesos de búsqueda de estos libros, tienen mucho que ver con las prologuistas quienes, en varios casos, son las que nos acercan la obra. Por ejemplo, Esther Andradi consiguió el libro de Gorriti en una biblioteca de Berlín; ella vive allá, nos lo mandó y nos envió el prólogo. Marta Palacio, que es la bisnieta de Agustina Palacio, hizo un rastreo de sus memorias. Este hecho es de gran importancia porque es la primera vez que se restituye la autoría de su libro -Memoria de Agustina Palacio- a la propia Agustina Palacio; se había adjudicado históricamente, por error, al viajero-escritor francés Benjamin Poucel.
En el caso de Juana Manso, fueron libros que nosotras propusimos y los libros de Leonor Allende nos lo dio la Fundación Allende. En otros ejemplos, son las mismas prologuistas o la propia responsable editorial, Daniela. En resumen, es una búsqueda bastante comunitaria.
En relación al vínculo con las familias, vinieron familiares de Emma de la Barra y de Elvira Aldao a la presentación de sus libros y estaban muy contentos de que las editáramos. Un poco lo que pasó con la colección, si bien no son libros académicos y son textos que buscan acercar al público general, para nosotros es una parte muy importante porque hay un interés de la Academia.
-Algunas de las mujeres que conforman esta colección eran de una determinada clase social que les permitía viajar o codearse con ciertos estamentos sociales.
-La mayoría son de clase social acomodada. Como decía Virginia Woolf, para ser escritora, necesitás un cuarto propio. En la que se refiere a las escritoras de la colección, para escribir, en aquel entonces, tenías que tener tiempo y libertad. Pero muchas veces las familias, como la de Aldao en ese momento, no las ayudaron: a ella le queman una de sus obras porque estaba contando cosas que no quería que salieran a la luz. Hubo mucha resistencia.
-¿Cómo calificarías la calidad literaria de estas obras?
-No juzgaría desde si eran buenas o malas, no quisimos poner esos parámetros porque hay algo que sucedió históricamente que era el prejuicio de que las mujeres escribían mal. El interés que tienen fundamentalmente, más allá de las historias, tiene que ver con la literatura del siglo XIX de Argentina. Hay cuestiones que interesan por usos y costumbres; por eso la Academia tiene un interés en esta literatura.
Este acercamiento a un texto del siglo XIX brinda un plus que tiene que ver con lo que nos muestra de la época en cuanto al pensamiento o la política. Yo no lo pondría en esos términos de bueno o malo porque la propuesta va en dirección opuesta, corrernos de ahí para pensarlas con su mirada porque hubo una invisibilización. Pensarlo en estos términos es una trampa: había mujeres que escribían y ¡muchas!, no solamente tres. El acceso a la escritura de los hombres es mucho más fácil, incluso de escritores menores.
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