Borges en toda su dimensión, en todas sus épocas y en todas sus obras. De eso trata la segunda edición del Festival Borges, un encuentro virtual y gratuito entre catorce especialistas y el público, que se llevará a cabo entre este lunes 8 y el viernes 12.
Tres de los principales protagonistas del festival, Beatriz Sarlo, María Rosa Lojo y el poeta español Luis García Montero, dialogaron con Infobae Leamos sobre las charlas que preparan para el festival y la dimensión de la figura de Borges.
Más admiradores que lectores
“Borges, un escritor en las orillas” se llama la charla que dará Sarlo el 12 de agosto. La escritora y ensayista comenzará con una consigna provocadora: la gloria literaria de Borges ha llegado a un punto que genera más admiradores que lectores. Y en dirección contraria a esta afirmación, propondrá claves para “recorrer los textos borgeanos sin reverencias”.
Sarlo abordará también la observación de ese conflicto permanente entre la apuesta cosmopolita, que se manifiesta en las citas, las traducciones, los libros reales o imaginarios de los textos de Borges, y -por otra parte- “el destino sudamericano” poblado de compadritos y duelos.
-¿Borges tiene más admiradores que lectores?
-Sin duda, a Borges lo conoce todo el mundo, pero uno puede comprobar que no ha sido leído de la manera en que se lo conoce. Eso sucede también con otros grandes escritores, como Julio Cortázar, Ezequiel Martínez Estrada... Y uno podría pensar que los grandes medios de comunicación hicieron tapas con Borges y ese fenómeno se vio menos o mucho menos con escritores como Cortázar. Su conocimiento es prácticamente universal, lo que no quiere decir que su lectura lo sea.
-¿La obra de Borges es europeizante, rioplatense o ambas cosas?
-En una primera etapa, Borges fue considerado un escritor europeizante, mientras la lectura que hicimos después está profundamente arraigada en la lectura gauchesca, con cuentos como “El sur” o “El fin”. Él tuvo una consagración europea allá en la década del 50, cuando lo entrevistaron de diversas revistas y escribieron ensayos sobre su obra. Eso irritaba al campo intelectual local. El escritor era profundamente conocedor de la tradición europea y de algunas zonas de las tradiciones orientales, pero su arraigo en la tradición rioplatense es muy fuerte. No fue un hombre que participó en la revista Sur pero se lo adscribió a ese grupo.
-¿Borges era un provocador también?
-Sí. En sus declaraciones, era un provocador del sentido común. Si el sentido común iba para el lado antimperialista, él no iba a colocarse en ese campo. Tampoco en el campo nacionalista, él lo aborrecía.
-La obra de Borges se estudia en universidades extranjeras, ¿es un escritor global?
-No sólo en las universidades sino en el campo intelectual, Borges obtuvo primero un gran reconocimiento. Después, en una segunda etapa, pasó a ser materia universitaria. Luego su obra se estudió en las universidades locales, y a partir de la década del 80 se convirtió en un tema central de la literatura argentina.
En su reconocida obra Escritos sobre literatura argentina, Sarlo señala: “Borges tiene a su disposición la caja de herramientas de las vanguardias europeas que le son afines y las usa de manera original en la postulación de un escenario urbano mixto: Buenos Aires es la pervivencia de un pasado hispano-criollo y su pérdida en un presente modernizante. En este cruce, también se produce una inversión: Buenos Aires es la ciudad moderna en construcción y, precisamente por eso, el escenario de una nostalgia del pasado”.
Y para remarcar la dimensión del escritor, en la misma obra Sarlo agrega: “El nombre de unos pocos escritores de este siglo han dado origen a un adjetivo que los identifica y también designa algo más que su propia obra: joyceano, proustiano, kafkiano, brechtiano, sartreano, faulkneriano, borgeano. Estos adjetivos son quizás el efecto máximo, el más amplio y el más extendido, que puede producir una invención literaria”.
El hombre que unió la inteligencia con la sencillez
Poeta, crítico y director del Instituto Cervantes, el español Luis García Montero estará presente en el festival con la charla “Entre verso y verso”, el 9 de agosto.
-¿Qué influencia le atribuye a Borges en la obra poética universal?
-Yo creo que la influencia de Borges en la literatura y en la poesía en concreto tiene que ver con la capacidad de unir la inteligencia y la sencillez. Recogiendo de manera muy personal la herencia abierta por el postmodernismo, Borges acercó la poesía a un mundo donde la novedad podía reunirse con la mirada cotidiana, y la mirada personal con un diálogo largo entre la cultura y las tradiciones. Y en ese sentido, sus lecciones de universalidad se equilibraron con su conciencia de lo que significan las raíces, la cultura de las raíces, y eso consiguió una poesía donde la raíz no se uniera con el localismo y la universalidad no se alejara de la vida.
-¿El Borges poeta y el Borges cuentista, son dos Borges o hay un estilo que se repite? ¿Si se pudiera comparar el poeta y el cuentista, cuál, a su entender, alcanza mayor dimensión?
-El mundo personal, cerrado, de Borges, une su poesía con sus relatos. Creo que sería absurdo, porque sería antiborgeano, separar su poesía de sus relatos. Yo me eduqué leyendo por ejemplo su Arte poético, esa manera de reflexionar sobre la poesía convertida en un espejo profundo en el que descubrir, a través del conocimiento, el propio rostro. Y me eduqué como lector de narraciones con El Aleph. A mí me parece que detrás de las cosas hay una mirada personal que interpela a nuestra capacidad de conocimiento, de autoconocimiento, y eso se da en la poesía y en las narraciones de Borges.
-Usted se ha confesado discípulo de Borges, de sus primeros poemas. ¿Cómo influyó en su obra la poética de Borges?
-En el año 1984 viajé a Buenos Aires. Un buen amigo, Horacio Rébora, exiliado de la dictadura argentina, había abierto en Granada un bar, una tertulia, que fue un horizonte de referencia. Allí nos reuníamos para hablar de cultura, de literatura, de política. Y al llegar la democracia a Buenos Aires, planteé un viaje de hermanamiento entre el grupo de amigos de Argentina en Granada con la ciudad de Buenos Aires. Y tuvimos la suerte de que estando allí, un buen amigo de Borges, el escritor Roberto Alifano, preparó una cita en su casa. Y fui, lo confieso, en una situación de inquietud, porque yo admiraba profundamente a Borges pero también temía algunas de sus impertinencias. Acababa de hacer un comentario sobre Federico García Lorca, poeta importante para mí, diciendo que el franquismo le había hecho un favor al asesinarlo porque parte de su fama se debía a su muerte. Y tampoco había tenido una postura clara frente a la dictadura por su animadversión al populismo peronista. Pero la admiración era profundísima, reconocía que parte de mis ideas sobre la literatura se debían a él.
-¿Y cómo resultó ese encuentro?
-Desde un primer momento tuve que aprender a amoldarme a sus frases, porque cuando me presentaron como un joven poeta español de 24 años, enseguida éll dijo: “Ahhh, yo tuve alguna vez 24 años, no sé si fui poeta”, y ya me puso en mi sitio. Y después fue muy generoso hablando de su relación con la literatura española, con la literatura universal, con su maestro Cancinos Assens, un escritor español no muy conocido pero que tuvo una influencia grande en su época y en su relación con el ultraísmo. Y recuerdo también mi entusiasmo cuando me enteré que había preguntado por Haroldo Conti, el gran escritor argentino desaparecido. Y que había aprovechado un encuentro con Videla para preguntarle si sabía algo de Haroldo Conti. Fue mucho mi entusiasmo, pero el me paró los pies enseguida porque no aceptaba tampoco ningún elogio fácil. Y me dijo: “Bueno, yo pregunté por él sin haber leído nada, un amigo me va a leer ahora unos relatos suyos. Espero que su calidad literaria no justifique su desaparición”. Fue una manera de decir una de sus frases y también de decirme que no tenía por qué opinar sobre su actitud ante Videla. Pero yo agradecí mucho su postura, como agradecí mucho también su mirada ante la guerra de las Malvinas, y me reconcilió un poco frente a algunas declaraciones suyas en torno a la Guerra Civil española y a Federico García Lorca.
-Finalmente, ¿nos podría adelantar alguna referencia sobre el contenido de su charla en el Festival?
-Muchas son las lecciones de Borges. A mí, en concreto, me ha enseñado a preguntarme qué cabe en una palabra. Recuerdo ahora sus sonetos sobre la lluvia, cuando de pronto se pregunta ¿la lluvia cae o cayó? Y dice que la lluvia sin duda es una cosa que sucede en el pasado, porque dentro de la palabra lluvia, además de un fenómeno atmosférico está un recuerdo de un patio en un barrio de los arrabales, donde hay una parra de uvas negras, donde está la voz de su padre, y las palabras se llenan de sentido, como se llenan de sentido las cosas a través de la propia experiencia, de la propia vida, de las herencias culturales. Preguntarse por las palabras es preguntarse por qué cabe una vida, un mundo, en una palabra, cuál es nuestra relación con el lenguaje. Y en ese sentido también, al pensar sobre el lenguaje, pues le agradezco mucho su conferencia que después le dio título a un libro. El idioma de los argentinos. Américo Castro había hecho algunas reflexiones acerca de cómo se hablaba en Argentina, pecando de ese centralismo de creer que alguien es dueño de un idioma cuando en realidad el idioma es de sus hablantes. Y como es lógico se une la unidad y la diversidad. No se habla mejor el español en Salamanca que en Sevilla. No se habla mejor en el Río de La Plata o en Bogotá. Cada cual lo habla según la experiencia, la raíz de su lengua materna. Y Borges en su conferencia, El idioma de los argentinos, ironizó sobre cualquier tentación centralista, sobre cualquier dogma de autoridad, pero al mismo tiempo también supo huir de la exaltación del localismo, del justificar un lenguaje simplemente porque es muy muy cerrado de un sitio, e ironizó también sobre los que hablan tan tan tan en el tono de Buenos Aires que no pueden comunicarse con un mexicano, con un peruano, con un español. Esa manera de estar frente a los localismos y frente a las tentaciones del centralismo autoritario también me han abierto muchas reflexiones en mis relaciones con el lenguaje.
Varios héroes y algunas heroínas
Por su parte, la escritora e investigadora María Rosa Lojo estará a cargo de la charla “La conversión del héroe (y de algunas heroínas) en los cuentos de Borges”, el 10 de agosto.
-¿Cómo dividiría las características de esos héroes y heroínas que aparecen en los cuentos de Borges?
-En general, lo que une sus historias diversas es la conciencia epifánica sobre quiénes son realmente, sobre el rol que juegan o deben jugar en el juego del mundo, en esa gran “lotería de Babilonia” (título de un cuento de Borges) que es la experiencia humana. Algunos se dan cuenta, bruscamente, de que necesitan cruzar una frontera, cambiar de bando, como Tadeo Isidoro Cruz, que comprende “su íntimo destino de lobo” y abandona el rol policial para ponerse del lado de Martín Fierro, o como el bibliotecario Juan Dahlmann que opta (no sabemos si en sus sueños o en la realidad) por una muerte en duelo, a cielo abierto. Otros, por el contrario, entienden súbitamente la inutilidad absurda de los ritos del coraje y se vuelven pacifistas, hombres “de orden”, como Rosendo Juárez (cuya supuesta “cobardía” en “Hombre de la esquina rosada” se termina explicando en El informe de Brodie). Abundan los flashes, las revelaciones que marcan rupturas y bisagras, aunque sucedan sobre el filo de la muerte. Aun así, el sujeto accede a una iluminación relampagueante que transforma su perspectiva sobre sí mismo. Los vuelcos no son necesariamente positivos: por ejemplo, en el cuento “El muerto”, Benjamín Otálora, un compadrito devenido gaucho que empieza a trabajar para el contrabandista Acevedo Bandeira, descubre, antes de que lo ejecuten, que solo ha sido un juguete en las manos de su patrón, que ha gozado solo la ilusión del poder. Para el siniestro Bandeira. ya “estaba muerto”. En el caso de las heroínas se trata más bien de procesos de lenta metamorfosis: la abuela de Borges o la cautiva inglesa encarnan formas distintas del mismo destino o de la misma elección que moldea sus vidas en un “continente implacable.”
-¿Siempre se cumple ese cambio de visión y de un giro total en las vidas de los personajes de Borges?
-A veces no se trata de un giro, pero sí de una iluminación o un prodigio que permite el cumplimiento de algo largamente esperado durante mucho tiempo: hay un mago que consigue, por fin, descifrar la secreta escritura del dios, en el cuento homónimo; hay un escritor (Hladík) que obtiene de Dios la suspensión del flujo temporal para poder concluir su obra antes de que lo fusilen (”El milagro secreto”); en “La otra muerte”, el gaucho Pedro Damián, que se comportó como un cobarde en la batalla de Masoller, logra, después de décadas de trabajo ascético, que Dios le conceda la posibilidad de una muerte heroica y rectifique su historia (aunque eso implique rectificar también la Historia de la humanidad). Otra posibilidad que se le ofrece al héroe, ya en una dimensión utópica/distópica, es la de agotar las experiencias vitales, ensayar todos los modos del orden, todos los juegos de la cultura, para entregarse al fin al suicidio (”Utopía de un hombre que está cansado”) o a una vida introspectiva, con abandono de todo lo material (”El Inmortal”), abierta a un misterio irreductible a la razón, más allá de lo humano.
-¿En qué ocasiones, o cuentos, los personajes femeninos actúan como protagonistas combatientes?
-Hay una “viuda Ching”, jefa de corsarias y piratas, en un libro temprano de Borges (Historia universal de la infamia) que se autodefine como un “hombre de coraje”, pero se caracteriza sobre todo por la astucia, no por la pura violencia, y es capaz de pactar con el Emperador. También tenemos a la viuda del compadrito Juan Muraña (”Juan Muraña”) consagrada a la memoria de su marido muerto, al que identifica con su cuchillo. Usa esta daga para asesinar, en su nombre, al propietario del inmueble donde vive, que quiere desalojarla. Pero existe también otra clase de mujeres combatientes: las pintoras de “El duelo”, dos amigas que se admiran y se quieren mutuamente pero, sin declararlo, compiten en su arte y someten sus obras al juicio secreto de Dios. Este duelo es bien diferente de “El otro duelo” que protagonizan dos gauchos rivales: Cardozo y Silveira. Ambos son prisioneros que van a ser ejecutados y el capitán del bando ganador les ofrece un modo macabro de medirse por última vez: triunfará el que logre dar unos pasos más que el otro cuando los degüellen parados.
-¿Cómo aparece, como usted sostiene, el cuerpo femenino como un instrumento de la venganza masculina?
-Emma Zunz, quizá la heroína más compleja de Borges, protagoniza un relato profundamente subversivo e inquietante en el que lo auténtico se esconde en el tejido de la mentira y la honra se alcanza a través del deshonor. Acá está el nudo de la cuestión. Emma se ofrece como instrumento, ofrenda su virginidad para fingir una violación que lleve a la cárcel al hombre responsable de la muerte de su padre. Pero cuando se prostituye para lograr este objetivo se siente ultrajada. Piensa sobre todo, con repugnancia y horror, en la violencia a la que no solo ella sino todas las mujeres y su madre en particular han sido y son sometidas por los varones. El señor Zunz, padre venerado, pasa pues a ser también uno de estos perpetradores. Por eso Emma no actúa ya “en nombre del padre”, sino en nombre propio y, hasta cierto punto, “contra” su propio padre.
-¿Existe esa “misoginia” que se atribuye a la narrativa borgeana?
-Es verdad que hay en los cuentos de Borges menos mujeres protagonistas que varones protagonistas y que, entre las escasas mujeres, unas cuantas cumplen funciones subalternas. Un caso claro y atroz es “La intrusa”, donde Juliana, una joven campesina obligada a prostituirse, desata la rivalidad entre dos hermanos que se enamoran de ella, pero la tratan literalmente como “una cosa” y terminan inmolándola para que su presencia no se interponga entre ambos. Desde luego, esto no se debe a misoginia por parte del autor: solo traduce los valores de una cultura patriarcal llevada a su extremo, en que la mujer es considerada una propiedad inerte y, paradójicamente, aparece también como la “culpable” de que los machos la deseen. Muchos cuentos de Borges transcurren en esos ámbitos histórico-culturales y por tanto reflejan ese tipo de valores, sin que esto implique que asienta a ellos o los celebre. Hay excepciones que se remiten a otras culturas, como las escandinavas, que incluyen en sus mitos figuras femeninas poderosas y autónomas. El cuento “Ulrica” apela a estos simbolismos.
¿Cómo asistir al Festival Borges?
El Festival Borges es un encuentro virtual que empezará este lunes y se extenderá hasta el viernes 12. Un total de catorce especialistas en la vida y la obra del autor de El Aleph harán sus ponencias y conversarán con el público, que podrá acceder de forma gratuita a las charlas.
A la participación de Beatriz Sarlo, Luis García Montero y María Rosa Lojo se suman otros intelectuales como Alberto Manguel, Jorge Fondebrider y Alberto Rojo. La actividad, que está a punto de inaugurar su segunda edición, se lleva a cabo con el apoyo de Mecenazgo, un programa del Ministerio de Cultura porteño, así como de Impulso Cultural, la Fundación Itaú y la tienda de libros digitales Bajalibros.
La programación completa puede encontrarse en https://www.festivalborges.com.ar/.
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