En una casa en Villa Ortúzar llena de libros, cajas y cajas apiladas en bloques, columnas, una arriba de la otra —acá funciona Ediciones Godot—, Renata Salecl alisa el largo pañuelo que recubre su cuello. Sobre la mesa de madera donde cada tanto apoya sus codos también hay libros, muchos, ya no en cajas, sino así, libres, a la intemperie. Son cuatro pero multiplicados; los cuatro que publicó bajo este sello argentino: Angustia (2018), El placer de la transgresión (2019), La tiranía de la elección (2022) y el último, el que acaba de salir, tapa rosa, letras negras: Pasión por la ignorancia.
El título lo toma de una idea de Jacques Lacan, cuando el psicoanalista francés se interesó por el budismo. El concepto fue usado, escribe Salecl en el libro, “para describir cómo sus pacientes hacían todo lo posible para evitar reconocer el motivo de su sufrimiento”. En el algún sentido no tan metafórico, todos somos pacientes de Lacan, todos estamos recostados en un diván imaginario evocando implícitamente nuestros tormentos pero eludiéndolos, “optando por la ignorancia para no tener que procesar eventos o sentimientos traumáticos”.
Este libro, como suele acostumbrar esta filósofa, socióloga y teórica jurídica eslovena, es la interrogación a fondo de una idea. Si en sus anteriores títulos navegó por las profundidades de la angustia, la felicidad, el consumo, la libertad, la ideología y la alienación, acá el método es similar pero no por eso menos revelador. “Cada época está marcada por su propia ignorancia”, sostiene y luego recorre autores, libros, investigaciones, va y viene en el tiempo, aborda culturas, religiones, creencias, expone ideas y luego las da vuelta, muestra todas las caras del razonamiento, por la positiva, por la negativa, pregunta, responde y vuelve a preguntar.
“Vivimos en una época en que las personas no se pueden poner de acuerdo en lo que es cierto y en lo que es falso” Renata Salecl
La ignorancia puede ser una trampa pero también una “estupidez protectora”, puede evitarnos el trauma o ahogarnos en él, puede matarnos de un golpe o convertirnos en muertos vivos. El problema, que parece ser milenario, alcanza una especificidad concreta en esta época de redes sociales, pandemia y neoliberalismo. Cruzada de piernas, Salecl escucha la pregunta que le traduce María Paula Vasile, posa la mirada sobre algún ladrillo en las paredes iluminadas por el sol del mediodía y comienza su argumentación.
“Vivimos en una época en que las personas no se pueden poner de acuerdo en lo que es cierto y en lo que es falso. Todo el mundo crea su propio universo de noticias. Cada vez más vivimos en nuestra propia burbuja de información y no nos ponemos de acuerdo entre nosotros sobre los hechos. No nos identificamos con las autoridades., los medios tradicionales también perdieron mucho poder. Lamentablemente un influencer que tiene muchos seguidores puede tener un impacto mayor en el pensamiento de las personas que un investigador científico serio o un artículo de investigación”, sostiene en esta conversación con Infobae.
Luego señala que eso que muchos llaman “sociedad del conocimiento” es un “término equivocado”. “Si bien hay un aumento de la información, y por lo tanto del desarrollo científico, el acceso a la información es limitado y de eso depende, por ejemplo, si un científico puede pagar para leer un artículo o no, porque muchas veces no está disponible de manera abierta. A veces las personas no tienen acceso a un copyright por lo tanto el conocimiento tiene que ver con quién tiene acceso al capital”, afirma.
—¿Y qué ocurre con el sueño del saber total de internet?
—Creo que es el mayor problema de nuestra época. Internet está concentrada en manos privadas, por lo tanto es manipulada. Las mayores empresas que recolectan datos sobre nosotros, como Google, tienen la capacidad de utilizar un algoritmo que es secreto para influir en las elecciones y las opiniones de las personas. Un ejemplo de eso es lo que ocurrió con Cambridge Analytica y el Brexit en el Reino Unido. Pueden manipular a través de fake news y bots y cambiar el comportamiento de las personas o incluso influir sus opiniones políticas. Tenemos que encontrar una solución global para cambiar esa propiedad privada tanto del big data y de las empresas que son dueñas de internet.
—¿Es una consecuencia de ésto que los líderes políticos no tengan perfiles intelectuales como ocurría en el siglo XX?
—Sí, estoy de acuerdo, existen menos líderes intelectuales en todo el mundo. El mejor ejemplo es Donald Trump, quien hizo de su ignorancia un activo y por lo tanto las personas se identifican, lo que les da permiso para su propia ignorancia. Otro ejemplo son los líderes que se parecen más a hombres de negocios que a intelectuales. Esta es una de las razones por las que llegan al poder. Son glorificados y lo que se termina glorificando es también al neoliberalismo o la falta de remordimiento o de culpa. Muchos líderes son personas que, desde un punto de vista psicoanalítico, padecen algún tipo de psicosis latente y se comportan de una manera agresiva para lograr sus objetivos y escalar.
“Muchos líderes, desde un punto de vista psicoanalítico, padecen algún tipo de psicosis latente” Renata Salecl
—Hablabas de los influencers recién. Poco a poco esa figura se ha ido emparentando a la de los líderes de opinión, incluso a los intelectuales, con el componente que muchos se sostienen en base a decir cómo hay que vivir. ¿Qué rol juegan hoy?
—Los influencers son una especie de autoridad y la opinión que ellos tengan a veces es más importante que la de un científico o de un periodista que hace una investigación. Opinión y conocimiento son dos cosas diferentes. El problema es que la sociedad coloca la opinión y el conocimiento al mismo nivel, y la opinión tiene un mayor impacto en el comportamiento de las personas. El mundo de los influencers ha impactado en la gente más pobre y en la gente más joven que accede a internet y cree que esa es la única posibilidad que tiene de tener un determinado trabajo o de ganar dinero. Se crea así una ilusión de democratización, que en realidad es una idea liberal: cualquier puede lograrlo, cualquiera puede tener éxito, sin embargo son muy pocos los que pueden vivir de ser influencers. Se crea una fantasía para la gente pobre de que exista una manera de salir de la pobreza a través de algo que es en realidad la venta de sí mismos. Los influencers son una herramienta de marketing para las corporaciones que reemplazan a los medios tradicionales. Con el fútbol pasa algo similar: para los pobres, ver una estrella de fútbol da la fantasía de que es posible salir de la pobreza, pero muy pocos lo pueden lograr.
—¿Cuáles son los riesgos de que esa ignorancia se convierta en una violencia generalizada?
—Sin dudas hay un tipo de violencia que aumenta y tiene que ver con esa persona que se puede describir como un lobo solitario: vive encerrada en su propio mundo y utiliza muchísimo internet. Especialmente se evidencia en Estados Unidos a través de los tiroteos. En general esta persona expone de manera anticipada en algún foro online estas ideas radicales y es avalado o elogiado por ellas. Ahí hay distintos grupos violentos y misóginos, como los Incels. Existe no solo un tipo de violencia física, sino también un tipo de violencia emocional. Es que internet nos da la impresión de que podemos decir cualquier cosa sin que exista un impacto ante la otra persona, que es distinto a hablar cara a cara, sin embargo los discursos de odio tienen consecuencias muy violentas. Al final de mi libro digo que estos grupos en internet provocan dolor emocional y generan este discurso tanto misógino como nacionalista, como racista y violento. Buscan reconocimiento y también tienen una cierta fantasía de que el mundo puede deshacerse o desarmarse de la forma que tiene hoy en día, que puede colapsar. Y esa fantasía, que exista la posibilidad de que la sociedad se puede resetear, les da la posibilidad de que puedan empezar de cero otra vez.
—¿Cómo se beneficia el mercado de esta ignorancia generalizada?
—El mercado se beneficia de la individualización extrema, cuando las personas piensan solamente en sí mismas y se encierran en su propia burbuja. El mercado no va a estar en peligro si las personas van a estar ocupadas atacándose, sino cuando se unen en grupos, se involucran como actores políticos, cuando luchan por sus derechos como comunidad. Vemos cada vez menos este tipo de acciones debido a que hay una sociedad altamente individualista. Por lo tanto el mercado utiliza los algoritmos para influir en nuestras elecciones. El hecho de que las grandes corporaciones no sean responsables del contenido que producen es el mayor problema del capitalismo actual.
—En el libro, el psicoanálisis es una herramienta fundamental para pensar la ignorancia. ¿Por qué aún conserva tanta vigencia como resistencia al mercado?
—El psicoanálisis nos enseñó que las personas tiene una pasión por la ignorancia. Hay personas que hacen cualquier cosa para no tener un conocimiento porque tal vez ese conocimiento sea demasiado traumático y no pueden lidiar con eso de manera consciente. El psicoanálisis es beneficioso para los individuos pero no tanto en el dominio de lo social porque no se puede traducir la práctica o el discurso psicológico a un discurso político. El psicoanálisis tiene beneficios si une fuerzas con otras ciencias sociales como las humanidades. Es necesario un enfoque interdisciplinario para entender y ayudarnos a pensar por qué la sociedad se encuentra en la situación en la que está, cómo se identifican las personas con el poder, cuáles son las fantasías que crean para mantenerse ignorantes, cómo funcionan las nuevas formas de populismo y de qué manera las nuevas autoridades manipulan a las masas.
—¿Es posible ofrecer resistencia a los discursos del mercado sin ser cooptados por él?
—El neoliberalismo tiene la capacidad de cooptar posiciones opositoras. Hay ciertas ramas del feminismo que fueron cooptadas por el mercado. Lo más importante es pensar la resistencia y cuál es la estrategia del neoliberalismo al cooptar esa crítica e incorporarla a su propio mecanismo. Por suerte estamos en un aumento importante de los sindicatos en la esfera de internet. En Estados Unidos está la organización de los trabajadores de Amazon. Otro ejemplo son los sindicatos que revelaron información sobre cómo Uber explota a los choferes: periodistas de The Guardian publicaron documentos secretos que revelan cómo funciona este mecanismo de explotación a través de la plataforma, que supuestamente les permite a los individuos ser emprendedores, ser sus propios jefes, cuando en realidad lo que hay detrás es una ideología del capital. Los choferes piensan que tienen este poder individual, que son jefes de sus propias vidas, pero en realidad no es así.
—¿Y dónde está hoy la libertad?
—Yo no me rindo a la idea de libertad. No soy una pesimista total. Creo que hay opciones para que se produzcan cambios. Vivimos en una sociedad donde nuestras libertades dependen mucho de lo que sucede con el big data, por lo tanto es muy importante comprender cómo podemos tomar decisiones sin la influencia del algoritmo, sin una manipulación detrás. Tenemos que pensar no solo en nuevas formas de manipulación, sino también en nuevas formas de vigilancia, como sucede con activistas de Derechos Humanos y periodistas. Hemos visto el caso de Pegasus y cómo distintas empresas de Israel venden al resto del mundo este mecanismo para enseñar a controlar personas a través de sus teléfonos celulares. La vigilancia tiene propósitos políticos pero también intereses del capital. Es necesario que exista un cambio, la posibilidad de elegir. El problema es que nos estamos quedando sin tiempo para hacer los cambios necesarios, por ejemplo para evitar catástrofes ecológicas. Se necesita una acción internacional para poder ponerle fin al tipo de comunidad en la que vivimos, a la sociedad capitalista actual.
* Este sábado 6 de agosto a las 19:30 en la Feria de Editores (Av. Corrientes 6271, CABA), Renata Salecl conversará con Alexandra Kohan en la charla titulada “El psicoanálisis como resistencia a la doxa”.
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