Un mundo de gente. Los organizadores calculan que el primer día habrán pasado unas cuatro mil personas: a priori es un número demasiado discreto. Nadie podría pensar que, a dos meses y medio del cierre de la Feria del Libro más concurrida de la historia, la otra feria, la Feria de Editores -que reúne a las editoriales independientes- iba a convocar tan masivamente al público.
“Estoy muy sorprendido de la cantidad de gente en estas primeras horas”, dice Carlos Díaz, editor del sello Siglo XXI, que trajo unos doscientos títulos de su catálogo. La sorpresa se repite en otros editores, que no esperaban, ¡ya el primer día! y en medio de la compleja situación económica que atraviesa la Argentina, tener volver al depósito y traer más libros para reponer las ventas.
El C Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271) donde ocurre la onceava edición de la FED está tomado por los lectores. Sin stands ni grandes construcciones, unas trescientas editoriales se acomodan en largas mesas —huele como a espíritu indie— sin distinguir a las más históricas de las más pequeñas. Las mesas arman “calles” que fueron bautizadas con nombres de escritores amados: Juan Forn, Juan José Saer, Sara Gallardo, Hebe Uhart.
La imagen es repetida: no se puede caminar sin chocarse con alguien que lleva varios libros. Pese al valor, que está en un precio promedio por arriba de los 2.000 pesos —un tema que preocupa a todos, muy especialmente a los editores—, la FED es el lugar para comprar la novedad que uno estaba esperando, ese libro que no se conseguía, aquella recomendación que circula entre las mesas como un boca a boca. Un dato para tener en cuenta: se acepta efectivo, tarjeta y Mercado Pago, y todas las editoriales prepararon ofertas y promociones especiales. “Tenemos los libros con un 10 por ciento de descuento”, dice Maximiliano Papandrea, de Sigilo, que destaca de su catálogo el nuevo libro de María Luque, las novelas de Jesse Ball y Furia, de Clyo Mendoza.
Proyecto diez mil pesos
“Pensaba gastar unos diez mil pesos”. La mayoría de los lectores consultados dicen que habían llegado a la FED con esa cifra. “Creo que voy a gastar el doble”, dice Natalia, una mujer que pasea en la calle de las librerías chilenas y colombianas. “Ese es el sector para recorrer con atención”, dice otra lectora, que destaca los libros de Alquimia (Chile), Criatura (Uruguay), Abisinia (Colombia), Montacerdos (Chile). Y, ya que hablamos de Montacerdos, una bomba: en poco tiempo sacan un libro de crónicas autobiográficas de Mariana Enríquez.
“Ya compré Mañana no estás, de Lee Child, y Gracias, de Pablo Katchadjian”, dice la editora Laura Leibiker, “y ahora voy a comprar cosas en Godot”. Laura y Horacio, marido y mujer, se llevan La vida después, de Donald Antrim (Ed. Chai), y Sopa de Ciruelas, de Katherine Mansfield (Eterna Cadencia). El editor Antonio Santa Ana —autor de Los ojos del perro siberiano— y su hija —o como él le dice en Twitter: #hijade13— pasean por las calles de la FED con una mochila pesada de libros: los de él son varios ejemplares de poesía, como los de Teuco Castilla, los de ella, El legado de Mujercitas, de Anne Boyd Rioux (Ed. Ampersand), El libro de los días, de Michael Cunningham, y El reloj de sol, de Shirley Jackson (estos dos de Fiordo).
En la calle Forn, Claudia Piñeiro habla con Diego Erlan, editor de Ampersand. Piñeiro tiene cuatro bolsas cargadísimas de libros: algunos son para ella —Margo Glanz, Sylvia Molloy, Cristina Peri Rossi, Rebecca Solnit—, otros son para regalar —las crónicas de Hebe Uhart, las novelas de Yates y Bermani— y también se lleva algunas curiosidades como la antología de escritoras coreanas Laberinto de Neón, y otros libros en portugués —idioma que está estudiando hace tiempo—.
Para anotar
La escritora Bibiana Ricciardi (Poner el cuerpo y Cautivas, entre otros títulos) llegó con una lista: ya tiene Poesía popular argentina, de Vicente Luy (Ed. Años Luz), y Cuento de Hadas en Nueva York, de J.P. Donleavy (Ed. Cía. Naviera Ilimitada). Otros caminan buscando sorprenderse entre las mesas: allá está Puede que la muerte mienta, poesía de Natalia Romero (Ed. Pánico el Pánico), acá Cuaderno de faros, de Jazmina Barrera (Ed. Alto Pogo), más allá Panóptikum, los ensayos de Philip Roth que trajo Montacerdos y el bellísimo libro ilustrado Kafka 200, con cuentos de Kafka traducidos por Ariel Magnus (Ed. Hueders).
Están los que vinieron a las charlas: mientras hace tiempo para escuchar a Peter Orner (autor de ¿Hay alguien ahí?) Ana —que vino con su libro para que se lo firme— pasea por las mesas de Bajolaluna y La Bestia Equilátera. Tiene en la mano La obligación de ser genial, de Betina González (Ed. Gog y Magog), del que, increíblemente, ya no quedan más ejemplares.
Pocos barbijos, muchos mates —individuales—, muchos abrazos, algunos bebés. Saludos emocionados en el café de la entrada y en el del primer piso. El entusiasmo de un primer día que promete un fin de semana de fiesta.
Coordenadas
La Feria de Editores sigue hasta el domingo 7 en el C Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271). Estará abierta de 14 a 21, con entrada libre y gratuita.
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