Anna Strasberg. Este nombre es importante. De esos nombres que, por mover lo que parece ser la pieza chiquita de un tablero enorme, cambian el rumbo de las cosas. Anna Strasberg fue la mujer que revisó los objetos personales de su marido, Lee Strasberg, tras su muerte, en 1982.
Lee había sido director, actor y profesor de teatro. No cualquier profesor de teatro, sino el fundador de la prestigiosa escuela de arte dramático de Nueva York Actor’s Studio, en el que se formaron desde Marlon Brando y Paul Newman hasta Robert De Niro y Jane Fonda. Y también Marylin Monroe, que lo adoptó como su mentor y que lo eligió para que él se ocupara de todas las cosas que le habían pertenecido después de su muerte el 4 de agosto de 1962, hace sesenta años.
¿Qué había entre esas cosas que recibió Strasberg tras la muerte de la estrella (más brillante) de Hollywood? Lo previsible: joyas, vestidos, cosméticos, fotos de Marylin siendo la mujer más hermosa del mundo. Lo imprevisible también: dos cajas con manuscritos y poemas creados por la actriz.
Algo de todo eso reúne el libro Fragmentos: poemas, notas personales, cartas que se publicó en 2010 en todo el mundo y que dio cuenta de una faceta de Marilyn que había quedado escondida detrás del enorme mito que se construyó sobre ella. En ese volumen hay textos que la actriz escribió entre 1943, cuando tenía 16 años, y 1962, año en que murió.
Fue muchas cosas Marylin Monroe. Una niña de la que nunca ningún padre se hizo cargo y a la que unos años después su madre decidió abandonar. Una adolescente violada. La trabajadora de una tienda. Una jovencita que se moría por ser una estrella de cine. Una estrella de cine. LA estrella de cine. El símbolo sexual más grande de la posguerra estadounidense. Una mujer que deslumbró a políticos e intelectuales de Estados Unidos y del mundo por su belleza y también por su inteligencia. Una mujer que padeció conductas adictivas y que, una noche, sola, desnuda y demasiado joven, murió en su cama.
Además de todo eso, Marilyn fue (muy) lectora. James Joyce, Jack Kerouac, Walt Withman y Fiodor Dostoievski eran algunos de sus autores preferidos, de los que se quedaba leyendo cuando prefería faltar a algún estreno o fiesta neoyorquina porque alguna trama la había atrapado. Su libro Fragmentos la convirtió en autora. En 2010, cuando se publicó, algunos críticos la denostaron y aseguraron que se trataba sólo de una maniobra de marketing para seguir alimentando el mito Marilyn, y algunos críticos la compararon con Sylvia Plath. Nadie fue indiferente. Como cada vez que Monroe aparecía en escena.
Tres poemas para conocer a la Marilyn autora
Miedo
Tengo tanto miedo a que no me quieran
que cuando me quieren
solo soy capaz de pensar
en el instante
cercano o lejano
en que dejarán de quererme
Sola
Sola. Estoy sola.
Siempre he estado sola,
pero hoy
ni siquiera me tengo a mí misma
para hacerme compañía.
Tal como soy
Soy hermosa por fuera,
pero horrible por dentro.
Por eso me avergüenza
mirarme en el espejo
y en los ojos de los demás.
Temo que me vean
desnuda
toda mocos y llanto.
Tal como soy.
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