Imagine la lectora o el lector que es invitado a entrar a una habitación. “Es aquí”, dice su acompañante. “Permíteme que te dé un consejo: sé honesto. Sabe más de lo que imaginas”. Un hombre blanco, con unas entradas prominentes y gafas redondas oscuras, enfundado en un largo tapado de cuero lo saluda: “Al fin”. “Un honor, Harari”, se te ocurre decir de inmediato. “No, el placer es mío”. Luego, Harari hará una evaluación acerca del mundo existente y el aparente que asfixia al hombre. Dirá: “Eres un esclavo, Neo. Naciste en una prisión que no puedes probar, tocar, ni oler. Una prisión para tu mente. Por desgracia a nadie se le puede decir lo que Matrix es. Tendrás que verlo por ti mismo. Si tomas la píldora azul, termina la historia. Despiertas en tu cama y crees lo que tu quieras creer. Con la roja te quedas en el país de las maravillas”, dice, misterioso, Yuval Noah Harari, extendiendo las dos palmas con una píldora cada una.
Tensión.
Suspenso.
Aunque, a decir verdad, ya todo el mundo debe haber incorporado esa escena central de la película Matrix, dirigida por las hermanas Warchowski de 1999. “¿Pero en esa escena no están Neo y Morfeo? ¿Qué tiene que ver Yuval Noah Harari ahí?”, se preguntará la lectora o el lector. ¡Pues mucho! Harari, el historiador y autor de divulgación científica más leído del mundo, lo dice con sus propias palabras: “Películas como Matrix y Her, y series de televisión como Westworld y Black Mirror modelan la idea de la gente sobre las cuestiones tecnológicas, sociales y económicas más importantes de nuestra época” (esto está en 21 lecciones para el siglo XXI).
Lo dice un hombre cuyos libros han sido elogiados por el ex presidente de los Estados Unidos Barack Obama, el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, o el dueño de Microsoft, Bill Gates. Sus textos son fascinantes porque se animan a contar un futuro inmediato que podría ser desolador o extático: el hombre evolucionaría de homo sapiens a homo deus: una nueva categoría evolutiva que designaría al “hombre dios”. Claro que tal acontecimiento histórico-biológico contaría con el costo de que una mayoría de personas caídas del sistema pasen a integrar la categoría de inútiles en su rol social.
Pero antes de ingresar muy brevemente en qué planteos, inquietantes o promisorios, postula Harari, nacido en 1976 y que logró vender 35 millones de libros y fue traducido a 65 idiomas, recordemos sus orígenes.
Harari nació en una familia judía secular polaca instalada en Palestina en 1934. Se crió en Haifa y comenzó a estudiar Historia y Relaciones Internacionales a los 17 años. Se especializó en Historia medieval y militar. A los 22 años completó su maestría en el departamento de Historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén y a los 26 años obtuvo el doctorado en la Universidad de Oxford, en Inglaterra, con un estudio comparativo entre los guerreros medievales y los guerreros del siglo XX.
Yuval comenzó a utilizar su segundo nombre, Noah, para distinguirse de un historiador también llamado Yuval Harari en la Universidad de Jerusalén.
Publicó infinidad de artículos y algunos libros sobre sobre cuestiones militares medievales. Luego, su libro Sapiens: de animales a dioses, de 2014 le dio fama internacional. Fue publicado inicialmente en hebreo y después traducido a más de 40 idiomas. El texto se refiere a la historia de la humanidad con una mirada global desde el principio de la evolución del Homo sapiens, la Edad de Piedra, hasta las revoluciones políticas del siglo XXI. “Ahora que tenemos un mundo más global, necesitas la historia del mundo, no de un país o religión en particular, sino la historia de la humanidad en general” explicó Harari. El éxito del libro lo llevó a brindar conferencias gratuitas online vistas por más de 100.000 personas.
En 2016 publicó su libro Homo Deus: Breve historia del mañana con gran éxito de llegada a los lectores.
Antes de enfocarse en la actual faceta del desarrollo sobre sus teorías del mañana cercano y la nueva humanidad, Harari había publicado decenas de artículos académicos sobre historia militar. En la actualidad, vive junto a su pareja Itzik Yahav, quien es también su manager.
A grandes rasgos, Harari señala que las nuevas tecnologías (biotecnologías, para expresarlo mejor) y la generalización del “algoritmo” (tanto el usado para minar datos sobre usuarios de la web en general como los “sofisticados”, así los llama, que producen estímulos en el nivel biológico del cuerpo) permiten pensar que la humanidad se encuentra en las puertas de una nueva era, de “reinventar al ser humano”.
Señala que las nuevas condiciones permiten superar el humanismo imperante desde hace trescientos años, tanto el “humanismo liberal”, como el “humanismo comunista”, como el “humanismo evolucionista” (en referencia al nazismo). La nueva etapa del Homo deus debería auspiciar una democracia en la que, para apaciguar el peligro totalitario de los algoritmos (que conocen gustos, preferencias, estados de ánimo de los usuarios) o el riesgo de que el diseño de la nueva humanidad sea tomado por una capa social que priorice sólo la disciplina y la inteligencia, pero no la sensibilidad.
En ese sentido, el diseño del algoritmo que promueva a la nueva etapa de la humanidad debería estar basada en el dataísmo, el nuevo principio rector de la humanidad, que plantea que todas las estructuras políticas o sociales pueden ser vistas como sistemas de procesamiento de datos: “El dataísmo declara que el universo consiste en flujos de datos y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de datos”, escribió Harari en Homo deus. De ahí que, según el mismo libro:
“1. Los humanos perderán su utilidad económica y militar, de ahí que el sistema económico y político deje de atribuirles mucho valor.
2. El sistema seguirá encontrando valor en los humanos colectivamente, pero no en los individuos.
3. El sistema seguirá encontrando valor en algunos individuos, pero estos serán una nueva elite de superhumanos mejorados y no la masa de la población.”
El atractivo de un pensador discurriendo sobre el futuro inmediato de la humanidad es grande. Probablemente grandes cineastas como David Cronenberg tomarían con gran placer sus ideas sobre este post-humanismo. A la vez, es notable la poca incidencia de la economía, de los movimientos del Capital y su incidencia en las sociedades, en los razonamientos de Harari. Este tipo de miradas promueven, en todo caso, las posibilidades de debatir a un pensador que no deja de tomar los fenómenos sociales más masivos y recientes para tratar de darles una explicación que supere a la meramente empírica. Por eso es interesante leer con detenimiento los textos de Harari, que producen pasiones a favor y en contra.
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