Mucho se ha hablado sobre la importancia de La naranja mecánica en la historia del cine, pero no mucho se menciona que antes del ingenio de Kubrick, estaba Anthony Burgess, un escritor y compositor británico, quién después de un diagnóstico fatal de tumor cerebral se concentró en la escritura con el fin de asegurarle a su esposa un futuro con ingresos económicos provenientes de los derechos de autor de su obra tras su partida, esperaba producir lo máximo posible, quizás algo menos de una decena de textos, pero su obra trascendió a más de 50 publicaciones, entre las que destacan novelas, una de ellas A Clockwork Orange (título traducido al español como La naranja mecánica), sumadas a numerosas críticas literarias, artículos periodísticos y ensayos.
1962 sería el año en el que La naranja mecánica fuera publicada, entrando en la categoría de novelas distópicas de la literatura británica, estatus asignado a pocas obras como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, o 1984, de George Orwell. Dentro de los episodios que desataron la inspiración de esta novela en Burgess fue el ataque recibido por su esposa en Londres por parte de miembros desertores de la marina estadounidense en el que fue golpeada, robada, violada y llevada a un nivel tal de vejámenes que le provocaron un aborto de su embarazo de cuatro meses.
Tras este doloroso episodio, el autor plasmó diversos interrogantes sobre la vida, la moral, algunas miradas sobre el efecto de la violencia en la mente humana y sorpresivamente, una esperanza implícita en la redención más allá del crimen y la maldad de Alex y sus compañeros, algo que se evidencia en el argumento de la historia que recibe su nombre de una expresión del slang proveniente de un sector deprimido de Londres “As queer as a clockwork orange”, que llevado al español diría algo como “Tan extraño como una naranja de relojería”.
A casi 10 años de su publicación, esta novela sería llevada al cine en 1971 en una producción cinematográfica homónima, adaptada por Stanley Kubrick, director, guionista y uno de los cineastas más influyentes en el siglo XX que no dejaría muy buena impresión en Burgess, que llegó al punto de renunciar a la autoría de su libro tras señalar que Kubrick había malinterpretado su texto original, de hecho no sería las primera vez que un autor renegara de una adaptación hecha por el cineasta, el mismo Stephen King aseguraría que la única adaptación cinematográfica que recuerda con particular desprecio sería la que Kubrick hizo de El Resplandor.
Sin importar a cuál generación pertenezca, ya sea a la que vio salir a la luz el libro, disfrutó su adaptación en el cine o en algún magazine, quizás en un foro o en el catálogo de alguna plataforma de streaming, a estas alturas de la historia podemos encontrarnos en un punto común para reconocer el camino la trascendencia de esta obra, su influencia en diversos referentes de la cultura popular, sin embargo, la lectura de este libro no fue muy común en Latinoamérica, no fue sino hasta después de la popularización de la película que muchos quisieron profundizar en la procedencia de esta historia para generar sus propios paralelos entre la experiencia con el libro y la película; es el caso de Juan Sebastián Naranjo, músico, productor y compositor, lector de la novela en su idioma original después de ver la cinta de Kubrick “vi la película en 2002, diez años después de haber visto la película, estaría en la universidad estudiando Comunicación Social y la vimos en un curso de introducción al cine y me llamó muchísimo la atención, en ese entonces ya conocía un poco algunas otras películas de Kubrick, pero en La naranja mecánica se crea un mundo en sí mismo con unos personajes que tienen su propia identidad muy marcada, un dialecto propio y entre otras cosas me imagino que eso fue una de las una de las razones para que se convirtiera en una en una pieza icónica de la cinematografía en Estados Unidos”, comentó el artista que también se desempeña como asesor para el Departamento de Influencia Cultural para Gibson Brands.
Naranjo, como lector de la obra, representa a muchos de los que se acercaron a esta historia en la primera década del nuevo milenio “yo leí el libro unos diez años después, en el 2002, tengo incluso la película porque me gustó tanto que la compré en DVD (...) estaba leyendo el libro en un idioma que no es mi idioma nativo, pero a fuerza de repetición y del uso de esas palabras inventadas uno empieza a entender, por ejemplo que “vodka” es una palabra para hacer referencia a una mujer joven, entonces sin necesidad de buscarlo en el diccionario porque no hay diccionario para para buscar esas palabras me pareció un ejercicio muy chévere de descubrimiento de un lenguaje dentro de otro lenguaje.”
La música es otro de los más fuertes componentes de esta obra, tanto de la novela como de la película, “me generó un poco de curiosidad por la música de Beethoven y por la música de Wendy Carlos, obviamente la película por la música de Wendy Carlos, pero cuando leí el libro, y creo que ya estaban empezando los servicios de streaming, me adentré un poquito más en la obra sobre todo sinfónica de Beethoven porque quería saber cuál era ese éxtasis casi violento que sentía Alex, el personaje principal del libro al escuchar Beethoven antes de antes de dormir y está esa escena legendaria de la de la película en la que se está escuchando el Segundo movimiento de la Novena Sinfonía y él empieza a visualizar en su cabeza imágenes violentas que le producen placer”
Aunque es de esperarse que un músico conecte naturalmente por la música de dos creaciones como estas, lo cierto es que todos aquellos que han visto esta película o leído el libro comparten diversas conexiones, ya sea por los perfiles psicológicos de los personajes, el manejo del lenguaje, una carta abierta del pensamiento del siglo pasado en una década de despertares culturales, grandes reivindicaciones y nuevas narrativas en las producciones audiovisuales “hay algo de violencia, hay mucho de violencia de rabia y de ira y de genialidad en la música de Beethoven, y creo que me conecté con esas ideas, a través de a través del libro y a través de la película también; (...) creo que la genialidad de Anthony Borges en en en en digamos en la escritura del libro no solamente está no solamente está en eso de crear un universo distópico, en el que él se imaginaba una juventud violenta situando después la película en un futuro hipotético que eran los años 90″, agregó el músico.
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