Palabras para Tamara Kamenszain, la poeta que partió un año atrás (y bellos versos suyos)

La escritora acababa de publicar un libro en el que rescataba la palabra “poetisa”, que había sido despreciada y abandonada. Por qué no era una mirada hacia atrás sino una apuesta hacia adelante.

Tamara Kamenszain, en la redacción de Infobae

Todavía golpea en los corazones de sus lectores: hace un año, el 28 de julio de 2021, moría la poeta Tamara Kamenszain. Tenía 74 años, una sonrisa hermosa, una cabeza libre, una mirada original.

Tenía hijos, nietos, pero -maldita pandemia- había pasado mucho tiempo sola. Mientras tanto, había escrito un libro que un poco tomaba las cosas que habían dado vuelta en su cabeza en esos meses.

“Si yo me hiciera un test /no de coronavirus sino de soledad/ seguramente me daría negativo. /Resultado: NO ESTÁ SOLA”, había escrito.

Qué bueno: sola por el virus, pero no sola por la vida.

El libro -Chicas en tiempos suspendidos, publicado por Eterna Cadencia- había salido unas semanas antes. Poesía, claro, pero también una poesía que cuenta historias. También una poesía que discute ideas, como lo hacen los ensayos. Contar y reflexionar, eso también es poesía.

Kamenszain había sido docente, bibliotecaria, periodista. Había estado exiliada. Había sido de la generación de Néstor Perlongher o Arturo Carrera. Habla de la sociedad, del psicoanálisis, del judaísmo, de su padre. Dirigió el área de Literatura del Centro Cultural Rojas y se ligó a la estética de los 80: Batato Barea, Alejandro Urdapilleta, Fernando Noy

"Chicas en tiempos suspendidos", de Tamara Kamenszain

.

Sabía ir contra la corriente: “Leer por dinero para mí es una parte esencial del hecho de leer”, supo decir en una entrevista con Verónica Abdala. “No tengo esa creencia romántica de que los escritores no tenemos que tener otros trabajos -como el periodismo, la enseñanza, la edición, etcétera- porque se echaría a perder su vocación. A mí todos ellos me ayudaron en el camino bajándome a tierra”

Signo de los tiempos, en Chicas en tiempos suspendidos se metió en cuestiones del feminismo. Retomó la palabra “poetisa”, que fue desdeñada. Si “poetisa” se usaba para poesía menor, las que escribían poesía la cambiaron por “poeta”. Pero -como quienes dijeron “Black is beutiful”, y reivindicaron la palabra “negro”- ahora Kamenszain le encontraba una vuelta de tuerca:

Poetisa es una palabra dulce/ que dejamos de lado porque nos avergonzaba/ y sin embargo y sin embargo/ ahora vuelve como un pañuelo/ que nuestras antepasadas se ataron/ a la garganta de sus líricas roncas”

Y contaba la historia del término, que proponía como bandera:

“Poetisa era noble/ hasta que se la usó para despreciar/ a nuestras propias abuelas/ las versificadoras del amor”, decía.

Entonces: “Mejor poetas que poetisas/ acordamos entonces entre nosotras/ para asegurarnos aunque sea un lugarcito/ en los anhelados bajofondos del canon”.

Las palabras, claro, no son solo palabras. Cuentan lugares en el mundo, honores o desprecios, destinos. Por eso Kamenszain daba una vuelta y recordaba a una que sí fue poetisa: “Si él me llama/ le dices que he salido/ había pedido Alfonsina mientras se suicidaba/ y eso nos dio miedo”, advirtió. Pero terminaría triunfante, plantada en el presente: “la poetisa que todas llevamos dentro/ busca salir del clóset ahora mismo”.

Así que ahí iba, en plena pandemia, en el siglo XXI, Tamara Kamenszain, no a volver a un pasado sufriente sino a inventar un futuro distinto, en el que las poetisas no tuvieran que ser poetas para ser respetadas.

Eso y mucho más -hasta se metió en el lenguaje inclusivo cuando hablaba de sus “nietes”- hizo la poeta que murió hace un año. Como homenaje, como recuerdo, como plegaria, vale la pena volver sobre sus versos.

Para el último tomo

de la Historia feminista de la literatura argentina

me pidieron un artículo sobre las poetas del siglo XXI.

Voy a investigar qué pasa con el amor

en lo que escriben esas chicas de hoy

me propuse entusiasmada.

Y sin embargo y sin embargo

decir poeta para decir amor

no me combinaba.

Me puse entonces a comparar musos

y los de Alfonsina y los de Delmira

parecían entenderse de maravilla

con los de Cecilia Pavón y los de Celeste Diéguez.

Metida en esa ruta donde no todo lo que empieza como poesía

termina como novela

me encontré con que algo ya me estaba esperando

del otro lado de esa historia revisitada.

Lejos de los tiempos de la cronología

suspendida en una galaxia discontinua

se me presentó

como milagrosa lengua muerta

y explotando de anacronismo inclusivo

la palabra poetisa.

Me acordé que Didi-Huberman dice

que el anacronismo es fecundo

y también que vivimos en un tiempo

que no es el de las fechas.

Eso me dio coraje

para ponerle de título a mi artículo

“Las nuevas poetisas del siglo XXI”.

¿Y las chicas de mi generación?

¿Merecemos llamarnos poetisas?

¿O esa alianza vieja-nueva nos deja afuera?

me pregunto ahora que estoy terminando

este libro que escribí inspirada

en el artículo que me encargaron.

No puedo saberlo

serán otras las que al dorso

de una foto del siglo xx

reconozcan nuestros nombres

me digo mientras me voy retirando.

Y sin embargo y sin embargo

como si no me perteneciera

de golpe se me cae pegada

a los días de la pandemia

una fecha.

(Marzo-diciembre de 2020)

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