Como cada semana, hay espacio para la recomendación “De boca en boca” de Infobae Leamos. En este envío, el escritor peruano Santiago Roncagliolo -autor de novelas admiradas como Y líbranos del mal o Abril rojo- recomienda un libro de la mexicana Guadalupe Nettel, pero, además, sobrevuela sobre una tendencia en América latina: la literatura siniestra escrita por mujeres.
Ni zombies, ni fantasmas, ni trucos que asustan y tranquilizan a la vez: Nettel, dice Roncagliolo, se mete con miedos auténticos
De boca en boca es una especie de “posta” de libros que semana a semana crece, se estira, invita al lector a que conozca un sabor nuevo.
Nettel, terror verdadero
Después de triunfar con Drácula en 1931, el director Tod Browning se embarcó en una de las películas más extrañas de todos los tiempos: Freaks (Fenómenos) narraba la venganza de un enano de circo contra la trapecista que lo había engañado.
Como cabía esperar, la historia estaba poblada de gigantes, tullidos, deformes y otros personajes de los circos de esa época. Lo singular: no estaban disfrazados. Los actores eran enanos, gigantes, tullidos en la vida real, filmados con empatía para mostrarnos su vida cotidiana, sus emociones, sus tragedias. Si Drácula hablaba de un monstruo con aspecto humano, Freaks retrataba la humanidad de quienes la sociedad consideraba monstruos.
Freaks fue un descomunal fracaso de crítica y público. Los pocos que la vieron sufrieron desmayos y ataques de ansiedad. El estudio ordenó acortar el film y ponerle un final feliz, pero no sirvió de nada. Tuvo que esperar décadas para ser reconocida y convertida en objeto de culto.
Soportamos las historias de terror porque sabemos que son mentira
En realidad, soportamos las historias de terror porque sabemos que son mentira. Entendemos que la capa del vampiro es de utilería, distinguimos el maquillaje de los zombies, reconocemos la cremallera en la espalda de la Cosa del Pantano. Pero si los monstruos son reales, su historia se vuelve inquietante, perturbadora, en otro nivel. Si existen de verdad, nos dan miedo de verdad.
Eso es justo lo que hace Guadalupe Nettel.
Su primera novela, El huésped, habla de una niña habitada por otra presencia, una entidad que intenta apoderarse de su anfitriona. Contada así, parece la relación entre Spiderman y Venom, de acuerdo. Pero la delicadeza y precisión de la escritura mantiene al lector en vilo sobre la naturaleza de ese ser: ¿Estamos ante una novela sobre la locura? ¿O sobre nuestra identidad más profunda, aquella que escondemos a los demás, y que podría emerger si nos descuidamos? Por si fuera poco, Nettel redobla la apuesta y proyecta ese espectro sobre la ciudad de México, ese monstruo de veinte millones de cabezas que también tiene una mitad subterránea. Hay un México bajo la superficie lleno de oscuridad. Es el lugar donde habitaron los derrotados, ahora poblado de pobres, de ciegos, de tullidos. Un monstruo más rabioso y letal, que también puede tomar el control en cualquier momento.
Hay un México bajo la superficie lleno de oscuridad. Es el lugar donde habitaron los derrotados, ahora poblado de pobres, de ciegos, de tullidos
Tras ese debut gótico chilango, heredero -desde el título- de la nunca suficientemente reivindicada Amparo Dávila, yo esperaba que la autora continuase explorando la densa jungla de lo imaginario. La imaginaba siguiendo el camino que años después recorrerían Mariana Enríquez o Dolores Reyes. O internándose en un realismo tétrico y nebuloso, como el que emprendería Samanta Schweblin. Ahora, puedo ver que Nettel anunciaba una línea de literatura siniestra escrita por mujeres que ha caracterizado la narrativa latinoamericana desde Katya Adaui hasta Liliana Colanzi o María Fernanda Ampuero. Pero lo que ella hizo fue regresar del bosque. Buscar sus monstruos en la intimidad, en la gente que vemos por la calle, en sí misma. Y en nosotros.
El cuerpo en que nací y Después del invierno hablan de aficionados a los cementerios, de mujeres con un ojo saltado, de exiliados, prisioneros y migrantes. Sus ceremonias demoníacas se realizan a través del sexo, de la música, del arte. Estos libros parecen menos aterradores que El huésped, pero resultan mucho más espeluznantes, porque nos hacen sentir a los lectores que formamos parte del bestiario.
Y es que llamamos monstruos a los que simplemente son diferentes. Durante la colonia, se acusaba de “brujas” a las mujeres que se negaban a aceptar el orden del Dios oficial. Las dictaduras consideraron peligrosos a quienes pensaban de otra manera, y los condenaron a la muerte o al ostracismo. Encerramos a los locos en cárceles vagamente medicalizadas. Estos libros me dejaron resonando una pregunta insoportable: “¿Crees que eres sensible? ¿Te crees artista? Quizá seas tú la criatura”.
La última novela de Nettel, La hija única, encuentra la monstruosidad en el lugar menos pensado. Donde nadie la había buscado, por pavor: en la maternidad.
Googleo “libros maternidad” y encuentro todos esos títulos llenos de luz: Bésame mucho, Eres una madre maravillosa, Lo mejor de nuestras vidas, Un regalo para toda la vida. Incluso cuando nuestros hijos lloran y no nos dejan dormir está mal visto quejarnos. Es tabú ser una madre infeliz. Tener un hijo que no parece humano. Convertir “lo mejor de nuestras vidas” en una experiencia de dolor y lágrimas, como ocurre cuando navegamos por esta breve y afilada novela.
Una vez más, Guadalupe Nettel pone ante nuestros ojos lo que no queremos ver de nosotros mismos. Lo que podríamos ser. Lo que quizá somos.
Y eso da mucho miedo.
Quién es Guadalupe Nettel
♦ Nació en México en 1973.
♦ Estudió Letras Hispánicas.
♦ Escribió cuentos, novelas y ensayos.
♦ Su novela El huéped fue finalista del Premio Herralde 2005.
♦ También publicó El cuerpo en que nací, Después del invierno y La hija única.
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