Quince textuales de “Santa Evita”, la novela en que se basó la serie con Natalia Oreiro

Entre la Historia y la ficción, el libro de Tomás Eloy Martínez sobre Eva Perón es un bestseller desde 1995. Algunas de sus frases se contaron como ciertas y son inventadas. Aquí, algunos párrafos para saborear.

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En la serie. El cadáver de Eva Perón fue embalsamado.
En la serie. El cadáver de Eva Perón fue embalsamado.

Hecha de una mezcla bien macerada de fantasía y realidad, de hechos históricos y circunstancias inventadas, la novela Santa Evita se publicó en 1995 y nunca se dejó de reeditar.

Su autor, Tomás Eloy Martínez, se mete con la vida de Eva Perón pero, sobre todo, con lo que pasó luego con su cadáver, embalsamado, robado, desaparecido durante años. Algunas frases inventadas fueron tomadas como verdaderas, como cuando Eva le dice a Juan Perón: “Gracias por existir”. La novela parece una investigación, y en cierta medida lo es. Pero con todas las licencias de la ficción.

Así, como ficción y realidad, llega ahora a la pantalla, en la serie que protagoniza Natalia Oreiro.

Así conviene leer estos párrafos de Santa Evita, que destacamos:

1) No me pienso ir

Yo no me pienso ir, queridos descamisados, mis grasitas, vayansé a descansar, tengan paciencia. Si pudieran verme se quedarían tranquilos. Pero no puedo dejar que me vean así, con esta traza, esta flacura. Se han acostumbrado a que me les aparezca más imponente, con vestidos de gala, y cómo voy a desencantarlos tan desollada como estoy, con la alegría tan consumida y el espíritu tan a la miseria.

2) Un velatorio de doce días

Evita murió y su cuerpo fue velado durante doce días bajo la cúpula de jirafa de la Secretaría de Trabajo, donde se había desangrado atendiendo las súplicas de las multitudes. Medio millón de personas besó el ataúd. Algunos tuvieron que ser arrancados a la fuerza porque trataban de suicidarse a los pies del cadáver con navajas y cápsulas de veneno. Alrededor del edificio funerario se colgaron dieciocho mil coronas de flores: había otras tantas en las capillas ardientes alzadas en las capitales de provincia y en las ciudades cabeceras de distrito, donde la difunta estaba representada por fotografías de tres metros de altura.

3) Civilización o Evita

Los argentinos que se creían depositarios de la civilización veían en Evita una resurrección obscena de la barbarie.

4) Silvina Ocampo

En la revista Sur, resignado cobijo de la inteligencia argentina, la poetisa Silvina Ocampo avizoraba en pareados enfáticos el fin de la pesadilla:

Que no renazca el sol, que no brille la luna

si tiranos como éstos siembran nueva infortuna,

engañando a la patria. Es tiempo ya que muera

esa raza maldita, esa estirpe rastrera.

Tomás Eloy Martínez. El autor de Santa Evita. (Foto Gonzalo Martínez, Fundación Tomás Eloy Martínez)
Tomás Eloy Martínez. El autor de Santa Evita. (Foto Gonzalo Martínez, Fundación Tomás Eloy Martínez)

5) ¿Quién levantó a quién?

Cuando el dictador prófugo y la difunta se conocieron en enero de 1944, ¿quién levantó a quién? Ella se le presentó con una frase de alto voltaje seductor: “Gracias por existir, coronel”, y le propuso que durmieran juntos esa misma noche. Siempre fue de armas llevar. No concebía que la mujer pudiera ser pasiva en ningún campo, ni aun en la cama, donde lo es por mandato de la naturaleza. El aspirante a dictador era, en cambio, algo incauto en las lides eróticas: romanticón, de gustos simples. La que lo levantó fue ella. Tenía muy claro lo que quería.

6) El texto de Perón

Fugitivo, asilado en una cañonera paraguaya que estaba siendo reparada en los astilleros de Buenos Aires, Perón escribió durante cuatro noches de vigilia, mientras esperaba que lo asesinaran, la historia de su romance con Eva Duarte. Es el único texto de su vida que construye el pasado como un tejido de sentimientos y no como un instrumento político, aunque su efecto (sin duda voluntario) es asestar el martirio de Evita, como una maza de guerra, contra la cara de sus adversarios.

7) Así le dicen 1

A Evita se le decía «esa mujer», pero en privado le reservaban epítetos más crueles. Era la Yegua o la Potranca, lo que en el lunfardo de la época significaba puta, copera, loca. Los descamisados no rechazaron por completo la invectiva, pero dieron vuelta su sentido. Evita era para ellos la yegua madrina, la guía del rebaño.

8) Rumores

El coronel Carlos Eugenio de Moori Koenig dictaba en la Escuela de Inteligencia del ejército su segunda clase sobre la naturaleza del secreto y el uso del rumor. “El rumor, estaba diciendo, es la precaución que toman los hechos antes de convertirse en verdad”.

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9) Desaparézcala

—¿Cómo, si es tan sólo un cadáver? —atinó a preguntar el Coronel.

El presidente parecía harto de todas esas alucinaciones; quería irse a dormir.

Cada vez que en este país hay un cadáver de por medio, la historia se vuelve loca. Ocúpese de esa mujer, coronel.

—No he comprendido bien, mi general. ¿Qué significa ocuparme? En circunstancias normales, sabría qué hacer. Pero esa mujer ya está muerta.

El vicepresidente le dedicó una sonrisa de hielo:

—Desaparézcala —dijo. Acábela. Conviértala en una muerta como cualquier otra.

10) Así le dicen 2

Desde que Evita fue puesta bajo la custodia de los médicos, al Coronel no le quedó gran cosa por hacer. Pidió que lo relevaran de su misión en el cuerpo de edecanes y que le permitieran transmitir a una élite de oficiales jóvenes lo mucho que sabía sobre contraespionaje, infiltración, criptogramas y teorías del rumor. Llevó una vida de académico satisfecho mientras los títulos honoríficos se acumulaban sobre la agonizante Evita: Abanderada de los Humildes, Dama de la Esperanza, Collar de la Orden del Libertador General San Martín, Jefa Espiritual y Vicepresidente Honorario de la Nación, Mártir del Trabajo, Patrona de la provincia de La Pampa, de la ciudad de La Plata y de los pueblos de Quilmes, San Rafael y Madre de Dios.

11) Una, dos, muchas Evitas (muertas)

Lo primero que vio fue a una gemela de su propia hija yaciendo sobre la losa de cristal, tan idéntica que ni Ella misma hubiera sido capaz de parirla. Otra perfecta réplica de Evita estaba tendida sobre unos almohadones de terciopelo negro, a los pies de un sillón en el que una tercera Evita, vestida con el mismo sayal blanco de las demás, leía una tarjeta postal enviada siete años atrás desde el correo de Madrid. La madre tuvo la impresión de que esta última respiraba y le acercó a las fosas de la nariz las yemas temblorosas de los dedos.

12) Borges sin Perón

Todos los relatos que Borges compuso en esa época reflejan la indefensión de un ciego ante las amenazas bárbaras del peronismo. Sin el terror a Perón, los laberintos y los espejos de Borges perderían una parte sustancial de su sentido. Sin Perón, la escritura de Borges no tendría estímulos, refinamientos de elusión, metáforas perversas.

13) Dos mil cartas en un año

Una chica de diecisiete años que se hacía llamar «la hermosa Evelina» y de la que nadie supo jamás el nombre verdadero, escribió a Evita dos mil cartas en 1951, a razón de cinco a seis por día. Todas las cartas tenían el mismo texto, por lo que el único trabajo de la hermosa Evelina consistía en copiarlo y echar los sobres a los buzones de Mar del Plata, la ciudad donde vivía, además de conseguir el dinero para las estampillas. (...) Mi gerida Evita, no boi a pedirte nada como asen todos por aqi, pues lo unico qe pretendo es que leas esta carta y te acordes de mi nombre, yo se qe si vos te fijas en mi nombre aunqe sea un momentito lla nada malo me podra pazar y yo sere felis sin enfermedades ni pobresas. Tengo 17 anio y duermo en las colchone que la otra nabidad dejastes de regalo en mi casa. Te qiere mucho, la ennosa Evelina.

14) Masas en celo

Las masas en la Argentina se han desplazado siempre como animales en celo. Despacio, tanteando el aire, fingiendo humildad. Cuando uno quiere acordarse, ya no hay quien las detenga.

15) Seré millones

«Volveré y seré millones», promete la frase más celebrada de Evita. Pero Ella nunca dijo esa frase, como lo advierte cualquiera que repare por un instante en su perfume póstumo: «Volveré» ¿desde dónde?, «y seré millones» ¿de qué? Pese a que la impostura fue denunciada muchas veces, la frase sigue al pie de los afiches que conmemoran todos sus aniversarios. Nunca existió, pero es verdadera.

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