Milena Busquets: “Cuando escribes te estás dejando el corazón y a la vez hay otro yo diciéndote ‘esto es una mierda’”

La escritora española acaba de publicar “Las palabras justas”, un diario con relatos breves y contundentes al que su hijo le puso nombre. Habló con Infobae Leamos.

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Milena Busquets impactó a la
Milena Busquets impactó a la crítica y a los lectores en 2015, con "También esto pasará" (EFE)

“Hace calor, ostras, un calor horrible, no te imaginas. Un infierno, ¿eh?”, dice la escritora española Milena Busquets. Lo dice para hablar largo en el Zoom al que acaba de entrar y al que le probamos el sonido antes de que la entrevista empiece DE VERDAD. Lo dice desde Barcelona pero sobre todo desde la ola de calor que atraviesa España y que, en el peor de los casos, mata. Terminada la entrevista, antes de cerrar el Zoom y con el hielo ya roto, dirá: “Te odio un poco, te odié apenas te vi con bufanda”.

En medio de todo eso, con su libro Las palabras justas recién editado de los dos lados del Atlántico, Busquets habla con Infobae Leamos. De su última publicación, de qué se siente ser escritora, del amor y la muerte -tal vez sus dos grandes temas-, de cómo es llevar un diario con la expectativa de que se publique y sin que eso sea el botón que activa la autocensura.

Las palabras justas le debe su título al hijo menor de Busquets. Él se subió al auto después de varios días en la casa de su padre. Ella, con entusiasmo, lo atosigó a preguntas. Él tenía 13 años -la edad de replegarse ante la familia y expandirse ante los amigos- y le dijo, para frenarla: “Mamá, las palabras justas”. A ella le pareció que era una buena advertencia y le pareció también que quedaría bien en la tapa de su próximo libro. Un diario personal en el que la brevedad y la precisión se le volvieron manual de estilo. Con la tapa -y el resto del libro- ya impresa y en las librerías, su hijo tuvo cosas para decir: “Se sintió muy halagado y también me preguntó que cuántos royalties iba a recibir por un título tan bueno”, se ríe Milena.

La autora, que sacudió a la crítica y a los lectores con También esto pasará en 2015, escribió un libro en el que dos semanas le alcanzan para que un hombre le guste mucho y le deje de gustar, en el que sus hijos son los amores de esos que hacen sentir la seguridad de los vínculos arraigados, en el que el psiquiatra hace buenas preguntas y la narradora piensa buenas respuestas. Un libro construido bajo la idea de que dedicarse a escribir puede ser una tortura.

-¿Siempre llevaste diarios o, como ocurrió en muchos casos, fue algo que apareció en medio del confinamiento?

-La verdad es que ninguna de las dos cosas. Había escrito diarios de niña, de adolescente, de muy joven, pero dejé de hacerlo bastante tempranamente y no, el confinamiento me provocó muchas cosas pero no vinieron ganas de escribir un diario. Diría que las ganas de que este libro fuera un diario vinieron de que cada libro necesita una especie de medio de transporte distinto. Este libro lo empecé a escribir y eran como frases, máximas sueltas, alguna reflexiones un poco más largas pero aún así breves. De repente, al cabo de 30 páginas o algo así, me pareció que la mejor forma de organizarlo era con un formato de diario. Por lo de la brevedad, lo de las máximas, y pues porque también hay partes muy íntimas que encajaban muy bien con ese relato tan personal.

-¿Qué diarios leíste para preparar “Las palabras justas”?

-No soy para nada una lectora habitual de diarios, pero para este libro claro que leí algunos. Empecé con el francés La Rochefoucauld, que fue un escritor de máximas y de memorias del siglo XVII. Después llegué a otro francés, Jules Renard, un escritor de diarios fantástico del siglo XX. Sus diarios se publicaron póstumamente pero él se la pasaba diciendo que eran su gran obra. Su brevedad y su contundencia influyeron en el trabajo que intenté hacer. He leído también los diarios de Virginia Woolf, que son maravillosos. Además, fui editora de El diario de Bridget Jones, que tuvo un éxito enorme y sin duda tuvo alguna influencia, y desde ya también el Diario de Ana Frank. El diario es un género magnífico. Ningún otro género permite una proximidad tan grande, un tú a tú tan directo con quien lee. De repente lees un diario y tienes la sensación de que el escritor está en tu oído. Volveré a sacar un diario seguro, lo sentí muy cómodo.

-En un momento de tu diario decís que un escritor no escribe nada sin pensar que eso puede ser publicado. Incluso la lista del supermercado. ¿Cómo se lidia con la presencia de ese potencial lector que está ahí, como asomándose a toda esa intimidad, sin que eso te censure?

-Cuando escribo, escriba lo que escriba, siempre lo hago muy sola. Nunca tengo en la cabeza la sensación de que me van a leer. En el fondo sí lo sabes, en un segundo plano. Incluso en este diario, yo ya sabía que iba a ser un artefacto literario. Pero cuando escribo no pienso en eso. De alguna forma me parece tan complicado ya el trabajo de escribir y tengo que enfrentarme a tantos problemas de forma y de contenido, que el problema de quién me leerá, si les gustará o no, si alguien se enfadará o no, todo eso es el último problema de mi lista. Es cierto sí que a partir de cierto momento de profesionalidad, cuando la escritura pasa a ser tu trabajo, sabes que puede haber un lector y en todo intentas imaginar si tiene o no un potencial literario.

-¿Y qué señal te da el propio texto para decir “acá hay algo”?

-Lo básico es que eso que estoy escribiendo me suene auténtico. Siempre intentamos no mentir aunque siempre terminemos mintiendo. En la literatura y también en la vida. Es difícil decir la verdad. Pero aún así, a lo primero que le presto atención cuando escribo es a sentir que no me he engañado y que, por lo tanto, no estoy engañando a los demás. En el caso particular del diario le presté atención a dos cosas. Cuando encontraba varios fragmentos que me parecían repetitivos, por ejemplo otro fracaso amoroso después de tantos fracasos amorosos, quitaba eso. Y cuando me parecía que el diario remitía a cosas que sólo me interesaban a mí y no podían interesar a nadie más, también lo quitaba. Fue muy importante pensar que podía interesar o conmover a alguien más.

-Recién hablabas de esa enumeración de fracasos amorosos. Los enamoramientos están muy presentes en el libro: en una entrada esperás el mensaje de un hombre que te gusta mucho y en otra, dos semanas después, rogás que no se contacte porque ya no te gusta más. Dijiste en alguna entrevista que el amor y la muerte son tus temas, ¿por qué?

-Pues… no son temas originales. Son temas comunes a toda la literatura y a todo el arte, ¿no? Creo que convivimos con los dos temas de forma muy latente. Hay épocas en las que, siendo un poco cursi, diría que triunfa el amor, y otras en las que estamos más rodeados de la muerte. Me parece que de alguna forma el amor incluye a la muerte. Incluye la pérdida, la nostalgia de lo que ya no tienes. En cambio la muerte es un final y punto, o al menos no necesariamente incluye al amor. En ese sentido, me parece más poderoso el amor que la muerte.

-Ya que hablamos de amor, en una entrada de tu diario decís: “Sólo hay una elección realmente importante para las mujeres: dedicarse al amor o al resto. No hay más”. ¿Cómo es eso?

-Me refiero a muchas cosas allí, pero sobre todo a los trabajos difíciles, arduos. Una puede ser escritora, o ser enfermera, o ser política, o ser científica, o ser periodista. Son apenas algunos ejemplos y hablo del amor de pareja y también de la elección de tener o no tener hijos. Es difícil a veces compaginar todo ese trabajo, que puede ser muy demandante, con esos vínculos de amor, que también pueden ser muy demandantes y requieren de mucho tiempo disponible. En mi caso particular es un poco distinto porque, de alguna forma, mis historias de amor, mis pasiones, mis amores, nutren mucho lo que escribo. Eso me permite hacer mi trabajo a la vez que vivo con la intensidad que necesito. Pero muchos trabajos requieren, para empezar, una dedicación en horas enorme. Eso puede ser un obstáculo para tener hijos pero incluso simplemente para entregarse a la pasión, al enamoramiento. Eso requiere mucho tiempo y no sé si, por ejemplo, una enfermera se lo puede permitir. Ese enamoramiento de los primeros 15 días, ese juego de acercarse y alejarse y volverse a acercar, requiere una vida que te lo permita. Permitirse ese juego, para algunas mujeres, puede llegar a ser un lujo.

-En una entrevista reciente con el diario La Vanguardia dijiste que tu terapeuta te ayudó a “asumirte como escritora”. ¿Cómo fue ese proceso?

-Bueno, no fue una iluminación, no fue que un día de repente me di cuenta. Se trató más bien de hacerme cargo del trabajo que vengo haciendo hace casi ocho años y es con lo que más o menos me gano la vida. Pero aún así, la semana pasada volvió esa neurosis de que tengo que buscarme un trabajo, de que esto no es lo mío, y empecé a pensar trabajos alternativos.

-¿Cómo cuáles?

-No sé, traducir, dar clases. Como Las palabras justas está gustando y se ha reeditado en España ya pienso que próximo libro será una birra, una mierda, por lo que mejor buscarme un trabajo. Entonces empiezo a pensar que qué trabajo tendré si ya soy vieja, tengo 50 años y casi nada está ganado. Me costó mucho encontrar mi vocación y soy muy conciente de que no soy Proust ni soy Chéjov, que el mundo no perdería nada capital si yo no escribiese más. Pero por otro lado me gusta hacer esto, me hace feliz de a ratos y parece ser que hace feliz a alguna gente que me lee y eso, pues, me parece un argumento lo bastante válido para, de momento, continuar. Pero igual, la próxima vez que hablemos tal vez estoy dando clases, o traduciendo o plantando tomates. Y no pasaría nada, he cambiado de vida muchas veces.

-En el libro decís que escribir es peor que amar. ¿Por qué?

-Porque escribir es de una soledad sin solución. El amor te empuja hacia los demás, hay una posibilidad de un contacto real con otro ser de carne y hueso. Por eso nos enamoramos. La escritura es una empresa solitaria. Cuando escribes, además, has de estar distanciado de ti mismo porque estás involucrado con la historia, ya la vez, has de estar muy implicado, muy crítico. Te estás dejando el corazón en eso que escribes y a la vez hay otro yo diciéndote “esto es una mierda, esto es cursi, esto sobra”. La historia de amor con la literatura es una historia imposible. Nunca vas a conseguir lo que quieres, nunca vas a escribir mejor que Kafka. Estamos en esta batalla, también hay algo de esto que nos hace muy felices. Pero es una tarea dura. Lo que más cuesta es la soledad que hay mientras escribes. Cuando escribes no te tienes ni a ti.

Quién es Milena Busquets

♦ Nació en Barcelona en 1972. Es escritora, licenciada en Arqueología y se desempeñó como editora.

♦ Se crió en una familia literaria: su madre fue la escritora Esther Tusquets, fundadora de la editorial Lumen, y su padre fue el poeta Esteban Busquets.

♦ Publicó Hoy he conocido a alguien, Gema, Las palabras justas y También esto pasará, que le valió reconocimiento internacional de los lectores y la crítica.

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