Tiene 40 años, debería estar muerta y recibe un pedido macabro: un thriller en el Camino de Santiago

El escritor español Manel Loureiro presentó su nuevo libro “La ladrona de huesos”. El best-seller reflexiona sobre el valor de las reliquias religiosas y por qué “poniendo bombas y pegando tiros en la nuca, no solucionas nada”.

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Manuel Loureiro. El escritor español
Manuel Loureiro. El escritor español y una reflexión sobre las reliquias y las transformaciones.

Laura no tiene recuerdos. Lo que sí sabe es que nació en Madrid, que tiene un poco más de cuarenta años, el pelo castaño, los ojos de un azul glacial, una cicatriz que le recorre la cara hasta el cuello y que debería estar muerta hace un año. Tras sobrevivir a un atentado a la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, ahora, ella y su novio están en Galicia, en uno de los tantos pueblos que reciben peregrinos que hacen el Camino de Santiago de Compostela. Celebra cada respiración y el estar viva. Hasta que recibe un llamado que lo cambia todo.

“Quiero los huesos de Santiago apóstol en siete días”, le dice una voz metalizada y familiar del otro lado del teléfono. Así comienza La ladrona de huesos (Planeta), la nueva novela del escritor y guionista español Manel Loureiro. Con ritmo rápido, que engancha desde las primeras páginas, el relato está guiado por la búsqueda de las reliquias religiosas, el misterio, el espionaje, las aventuras y un pasado que vuelve en etapas —como las del Camino—, cargados de dolor, frialdad para encontrar la respuesta a la pregunta de la protagonista: ¿Quién soy?

En un hotel elegante en el centro de Buenos Aires, entre contingentes de turistas y cafés con leche, Loureiro recibe a Infobae Leamos. Su paso por la Argentina —tras seis años de su última visita por la presentación de su novela Fulgor— es parte de una gira que lo lleva a Colombia y a México que le divierte y, según cuenta, “es una sensación maravillosa porque si hubiese seguido como abogado no tendría una vida que mola tanto como esta”. Con un look cool y una amabilidad a flor de piel, sonríe y conversa ampliamente.

"La ladrona de huesos", de
"La ladrona de huesos", de Manel Loureiro.

La historia de Loureiro y su comienzo en el sector literario parece sacada de un libro. Colgó definitivamente su toga de abogado hace más de quince años, tras publicar una historia en un blog y obtener un millón y medio de lectores en menos de seis meses. La literatura me atropelló”, dice y agrega: “Me pasó como a Forrest Gump: estuve en el momento adecuado con las circunstancias justas”. Luego vino el año sabático y una frase demoledora de su padre: “A ver si lo he entendido bien: a partir de ahora vas a vivir del cuento”. También vinieron los grandes éxitos editoriales con sus novelas Apocalipsis Z, El último pasajero y La puerta, entre otros, las traducciones y la irrupción en el mercado de Estados Unidos.

Ubicado entre los primeros puestos del ranking de ventas en España y con la tercera edición en marcha, La ladrona de huesos es un thriller que tiene como claves el Camino de Santiago —una de las tres peregrinaciones más importantes del mundo junto a la de Jerusalén y a La Meca—, la infancia de Laura en una Unión Soviética que recluta niños para entrenarlos y “endurecerlos”, la KGB, el suspenso y el robo de reliquias religiosas. Pero también la memoria y el camino que hace Laura (real y simbólico) son una pieza fundamental de esta historia en la que una mujer tiene que reconstruirse a sí misma, empoderarse y permitirse ser libre. Así como Goethe, el famoso escritor alemán, decía que “Europa nació peregrinando a Compostela”, en este libro el lector también se hará camino al andar y no saldrá igual que como empezó.

Manuel Loureiro, en Buenos Aires.
Manuel Loureiro, en Buenos Aires. (Foto Nicolás Stulberg)

En La ladrona de huesos la cuestión religiosa es fundamental en la trama, ¿qué rol ocupa la religión en el mundo de hoy?

—No es tanto la religión sino el rol que ocupan los símbolos religiosos. Vivimos en una sociedad más acelerada, más materialista en el sentido de que es más pragmática y eso choca mucho con una visión más espiritual, más contemplativa del mundo que es la que estaba relacionada con la religión y ahí es donde entran las reliquias. Las reliquias tenían un papel fundamental en la Edad Media. Hoy en día el valor que tienen es como símbolo, lo que simbolizan de lo que hemos sido. La visión de Occidente es mucho menos espiritual, mucho menos simbólica, mucho más material y, en ese choque de mundos tenemos estos restos del pasado que son las reliquias, que hoy en día no son importantes por su significado religioso, sino por su significado cultural y simbólico.

—De hecho, en el libro se dice que se va a desatar una Tercera Guerra Mundial justamente por estos símbolos.

—Me parecía que era importante porque en un mundo después de la pandemia, donde la ciencia prepondera, hay otros símbolos y otras cuestiones que tienen que ver más con la creencia, que terminan teniendo peso como en la novela. Lo que a nosotros nos resulta atractivo es por qué la gente sigue haciendo hoy en día el Camino de Santiago, que es una ruta de peregrinación de la Edad Media, la primera guía de viajes del mundo. Que casi un millón de personas lo sigan haciendo hoy no es la fe, es vivir la experiencia, conectar de alguna manera con ese pasado espiritual y tener esa sensación de estar haciendo algo que trasciende lo diario.

El Camino de Santiago, una
El Camino de Santiago, una experiencia vital.

—El contexto que eligió para esta novela es el del Camino de Santiago. ¿Por qué?

—Porque el Camino es uno de los ejes vertebradores de Europa. El Camino no es un camino sino una experiencia. Hacerlo tiene algo que engancha y todo el mundo sale cambiado. Me parecía que era el lugar perfecto para contar una historia de una transformación, de alguien que empieza siendo de una manera y que va a terminar de otra y que va a encontrar aquello que le da su fuerza. Este año, que es un año jacobeo, se abre una puerta de la Catedral que está cerrada. Según el dogma de la Iglesia si cruzas la Puerta Santa todos tus pecados quedan perdonados.

—¿En España le dan la misma importancia a los símbolos religiosos que en Latinoamérica?

—En Latinoamérica es mucho peor que en España. Estamos hablando de una sociedad muy secularizada donde el catolicismo practicante tiene muchísimos menos fieles que en Latinoamérica. El protestantismo, las nuevas corrientes religiosas o los predicadores que han calado con mucha fuerza en un montón de países pero en España no. Europa se ha vuelto muy laica, muy descreída. Es una especie de vuelta a los orígenes.

—A Laura la secuestran en 1983 de Madrid y en esa escena hay una explosión que generan los secuestradores de la KGB. Un personaje secundario asocia eso con un atentado de la ETA, ¿Cómo quedó esa herida en España?

—Está sin cicatrizar, todavía es muy complicado. Es uno de los grandes debates sociales que hay ahora mismo en España: cómo cerrar esa parte del pasado, si se puede cerrar, porque al final fueron 800 muertos en 50 años. Y muchísimo dolor. Y muchísimo sufrimiento social. Poco a poco se van cerrando las heridas, pero aún supuran. El corolario de todo esto es que poniendo bombas y pegando tiros en la nuca, no solucionas nada.

La Praza do Obradoiro, con
La Praza do Obradoiro, con la Catedral de Santiago de Compostela (Foto Europa Press).

—Otro elemento importante en la novela es la violencia, ¿es inherente al ser humano?

—Hay una serie de emociones básicas que son inherentes al ser humano: la ira, el amor, la venganza, la redención, el deseo, la lujuria, la ambición, etc. Lo único que nos diferencia a ti y a mí de alguien que vivió aquí miles de años o en Europa es la ropa que vestimos, el pequeño barniz cultural que tenemos y el lenguaje. Las historias que se contaban eran sobre lo mismo que contamos hoy en día. La violencia sí que forma parte intrínseca de la naturaleza del ser humano

La ladrona de huesos es una historia de misterio y de espionaje pero también de amor, ¿cuál es la noción en el libro?

—Quién entra en el Camino de Santiago no sale de la misma forma. De todas las pulsiones, las dos más fuertes son el odio y el amor y por ellas la gente hace cualquier cosa. Jamás vas a cruzar tantos límites o llegar tan lejos o a romper tantas barreras salvo por esas dos, que son las dos caras de la misma moneda.

—¿Piensa en la corrección política a la hora de escribir?

—Sería una estupidez por una parte y, por otra, estaría traicionando lo que es mi trabajo. Mi trabajo es entretener, yo escribo novelas de ficción. Entretengo y no tengo que educar a nadie. No tengo que ceñirme a la corrección política porque yo no tengo que explicar a nadie cómo tiene que sentirse o cómo tiene que ser. Si te ciñes a la corrección política, al final no estás lo que estás escribiendo es o un catecismo o un libro de texto o un discurso y no me gustan y los catecismos ni los libros de texto ni los discursos.

—Esta novela es un thriller, ¿por qué creés que es uno de los géneros más leídos?

—Entiendo que la literatura tiene que ser divertida pero al mismo tiempo suponer un desafío. El thriller te da todos los elementos para ponernos en la piel de los malos. Conecta mucho con las necesidades que tenemos de poder vivir otras vidas, otras experiencias y otras circunstancias a través de los ojos de los protagonistas. Leer un thriller te permite lo que es una de las funciones de la literatura y de la ficción: permitirnos vivir otras experiencias y otras vidas.

—Tras el éxito de sus otros libros, ¿siente presión cuando se sienta a escribir una nueva novela?

—Al elegir uno de mis libros me estás confiando tu tiempo de ocio, que es escasísimo y muy valioso; y lo que no puedo hacer es malgastar tu tiempo porque, si lo hago, te vas a quedar con una sensación muy amarga y no vas a querer saber nada de mí nunca más. Entonces la responsabilidad enorme, pero al mismo tiempo es algo apasionante y divertido. El trabajo de escritor hoy en día es el trabajo perfecto para un bipolar.

Manel Loureiro y su responsabilidad
Manel Loureiro y su responsabilidad como escritor. (Foto Nicolás Stulberg)

“La ladrona de huesos” (Fragmento)

Pedrafita do Cebreiro (Lugo)

Entrada a Galicia del Camino Francés

En la actualidad

Ya era bien entrado mayo, pero hacía un frío helador en la aldea de lo alto de la montaña. Era ese tipo de frío que al notar la inminente irrupción del verano se esconde en los rincones sombríos y húmedos y solo sale a última hora, cuando los paseantes en manga corta se han confiado. Un frío seco, afilado, rabioso porque sabe que su tiempo se acaba hasta el siguiente invierno. Por eso, pese a la fecha, en Pedrafita do Cebreiro el invierno parecía aún cómodamente instalado y no tenía pinta de querer irse a ninguna parte.

Laura sintió una ráfaga de viento cortante y se subió el cuello de su abrigo con un estremecimiento. Hacía solo dos horas que ella y Carlos habían llegado hasta allí y ya les había dado tiempo de sobra de recorrer toda la pequeña población. Las antiguas pallozas con su techo de paja apretada y aspecto de haber salido del medievo le habían arrancado una exclamación de asombro. Aquel poblado en la cima de las montañas marcaba la entrada del Camino de Santiago en Galicia, y en las miradas y los comentarios del puñado de peregrinos ateridos que se apelotonaban en la puerta del albergue se notaba la satisfacción de saber que estaban a apenas ocho etapas de su bafinal.

Desde lo alto del pueblo, Laura y Carlos tenían una vista directa sobre las casas apiñadas unos metros más abajo. No podía haber más contraste entre ellos dos y los viajeros cansados, ajenos a sus ocasionales vistazos. Frente a las mochilas, la gastada ropa de viaje, las mallas térmicas y las botas llenas de barro, el traje de sastre y los elegantes zapatos italianos de Carlos parecían completamente fuera de lugar sobre las piedras de Pedrafita. Laura levantó un poco más las solapas de su abrigo y se rodeó con los brazos.

—¿Qué? —preguntó al ver que él la miraba de reojo.

—Nada. Algo en la media sonrisa con que lo había dicho le hizo dudarlo.

—¿Qué pasa? Venga, suéltalo —insistió.

—Estaba pensando en cómo voy a convencerte para que me dejes quitarte la ropa más tarde si en el hotel tienes tanto frío como aquí fuera.

Laura le devolvió la sonrisa traviesa y él arqueó una ceja en un gesto que siempre le funcionaba con ella.

—Te aviso... —Carlos señaló con la barbilla a un peregrino quemado por el sol que se quitaba los calcetines justo en ese instante—. Desde luego me resultas mucho más atractiva que ese individuo de pies sucios, aunque si lo prefieres, puedo invitarle a cenar a él. No es mi tipo, pero seguro que...

Laura le dio un golpe en el hombro y trató de no reírse.

Eso era algo que Carlos hacía muy bien, sin duda. Siempre lograba que su faceta canalla, de jugador, no chocara con su lado cariñoso. Vio cómo él la miraba divertido, e interiormente se sintió complacida. En ese punto de su vida, necesitaba momentos como aquel, recordatorios constantes de que estaba viva y que cada segundo, cada inspiración, cada parpadeo, era un pequeño milagro.

Porque Laura debería llevar un año muerta.

Y sin embargo, allí estaba, de pie sobre los adoquines helados de Pedrafita do Cebreiro, a más de ocho mil kilómetros de su último hogar, con un hombre increíble a su lado y sintiéndose feliz por primera vez en mucho tiempo. No era para menos.

—Te propongo una cosa —dijo Carlos, como si se le acabase de ocurrir—. Cenemos aquí, en lo alto. Ahora.

—¿Aquí? —Ella miró a su alrededor confundida—. Pero si aquí no hay nada.

—Está esa hospedería. —Hizo un gesto hacia el edificio de mampostería con ventanas estrechas frente al que descansaba el grupo de peregrinos—. Resulta que tiene un pequeño comedor privado, con acceso independiente por la parte trasera, y lo he reservado para dentro de un rato. No es muy lujoso, pero tiene su encanto.

—¿Reservado? Pero si acabamos de llegar y no has tenido tiempo de... —De repente abrió los ojos al comprender—. ¡Lo tenías todo planeado!

Carlos rio. Era una risa franca, fresca, golosa. —La ocasión lo merece. —La envolvió en un abrazo—. Es el principio del resto de tu vida. —El resto de mi vida —murmuró Laura respirando en su cuello mientras sentía el calor de su abrazo. Sonaba casi demasiado bien como para ser verdad.

Quién es Manel Loureiro

♦ Nació en Pontevedra, España, en 1975.

♦ Es escritor, abogado, guionista y ha trabajado como presentador en la Televisión de Galicia.

♦ En la actualidad colabora con los diarios ABC y El Mundo.

♦ Entre sus novelas se encuentran Apocalipsis Z. El principio del fin, Los días oscuros, La ira de los justos, Veinte, El puente y Fulgor.

♦ Sus libros han sido traducidos a más de quince idiomas y publicados en cerca de una treintena de países.

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