Manotazo, forcejeo y victoria: “Los Sorias”, la novela que Laiseca salvó de un robo y hoy es mítica

El escritor argentino llevaba el manuscrito de su libro en una bolsa o en un maletín, nunca se supo del todo. Todo lo que nos hubiéramos perdido si se lo arrebataban.

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Laiseca murió en 2016. "Los
Laiseca murió en 2016. "Los sorias" es, para Ricardo Piglia, una de las dos novelas mejor escritas en la Argentina (Télam)

El mito cuenta que Alberto Laiseca estaba parado en el borde del andén de una estación de tren; que en la mano cargaba una bolsa de supermercado con el único manuscrito de una novela. Que intentaron arrebatarle la bolsa. Que Laiseca forcejeó, salvó su bolsa y, con ella, la “mejor novela que se ha escrito en Argentina desde Los siete locos (de Roberto Arlt)”, en palabras del escritor Ricardo Piglia. Fue el día que casi se afanan Los sorias.

Como personajes de la novela Los detectives salvajes del chileno Roberto Bolaño, el primer objetivo fue rastrear la mitología del intento de robo de esta novela monumental y en segundo lugar, indagar en una pregunta de vital literatura: ¿qué nos perdíamos si nos perdíamos Los sorias? ¿Qué nos perdíamos si nos perdíamos esta obra de más de 1.342 páginas que supera en extensión el Ulises de James Joyce por 30.000 palabras?

Cuatro tomos gruesos, grandes, pesados

Gastón Gallo es director de la editorial Simurg. Se conocieron con Alberto Laiseca a comienzos de junio de 1997 y, unos días más tarde, volvieron a encontrarse para dejar firmado el acuerdo de edición de Los sorias. En uno de esos encuentros —”el primero o el segundo, más probablemente el segundo”, hace memoria Gallo— se enteró de que Lai no tenía el texto digitalizado y pudo ver cómo eran los bloques en que había dividido y encuadernado el original mecanográfico de la novela: cuatro tomos gruesos, grandes, pesados, cada uno de ellos parecido a una guía telefónica.

Recuerda: “Al preguntarle si me iba a dejar los tomos, y negarse de inmediato por no tener copia, me cuenta sucintamente el episodio del frustrado robo de los originales. Si los veinticinco años transcurridos no confunden o adornan lo oído, la breve historia consistía en que él se encontraba de pie sobre el andén, próximo a un tren detenido, y al arrancar muy lentamente el convoy una mano desde adentro se estira a través de una ventanilla e intenta arrebatarle la bolsa donde llevaba sus originales; en el tira y afloja, que habrá durado poquísimos segundos, acompañado de algún breve movimiento traslaticio a lo largo del andén a medida que el tren se desplazaba, él defiende con más fuerza el pretendido botín y logra que el oponente abandone su intento. No recuerdo si Laiseca me mencionó en qué momento ocurrió esto, pero entiendo que fue varios años antes de conocernos”.

“Por un hijo de mil putas ‘Los sorias’ se hubiera perdido”

Magda Bárcenas es mexicana. Vivió en Buenos Aires durante 10 años y, en 2012 conoció a Laiseca en el Centro Cultural Rojas. Recuerda: “Estuve poco tiempo ahí en el Rojas porque me dijo que le gustaba ‘cómo mataba en tinta’ (porque escribo género terror) y me invitó a tomar clases en un taller que daba en su casa. Ahí conocí a Selva Almada, Juan Guinot, Sebastián Pandolfelli, entre otros escritores. Poco después de que se trasladara al geriátrico Osiris me empezó a dar consejos entre las charlas diarias: creo que nunca dejé de tomar clases con Lai porque seguía pidiéndome que le mostrara mis cuentos. Estuve escribiendo cuentos por encomiendas suyas hasta que falleció”.

Magda lo dice así: “Lai fue como un segundo padre para mí”.

Una tarde en Osiris, el escritor le empezó a contar a Magda acerca del intento de robo de la novela. Fue una charla espontánea, de esas que salen de la nada. Cada semana ella lo visitaba en ese geriátrico. Los últimos meses iba tres veces a la semana a llevarle libros y helado de menta granizada con whisky o, como decía Laiseca, “la mierda verde que tanto me gusta”.

“Sus palabras no me las quito de la cabeza —recuerda ahora Magda Bárcenas— primero porque estaba muy molesto al momento de recordarlo y, segundo, porque yo jamás había escuchado acerca de esa historia y me dio mucha curiosidad”, cuenta ella.

Magda tiene tres libros publicados: La visión de una cucaracha, Almas y Karmas y Plegarias Homicidas. A Magda, Lai le decía “Chanchito”.

”Por un hijo de mil putas Los Sorias se hubiera perdido, Chanchito. En ese tiempo no había una mierda de tecnología y todo lo que había escrito estaba junto y a mano en cientos de páginas... era un armatoste de papel. Estaba esperando el tren, y un chabón me observaba, desde que llegué lo vi, pero no le presté atención porque estaba pensando en todas las cosas que me faltaba por terminar. Llevaba un maletín de cuero color café que era el único que resistía el peso y de pronto el mismo tipo casi cuando estaba frente a mí acercó su mano para afanarme el bolso. Enseguida lo cazé con fuerza todavía sentado porque el manuscrito lo tenía adentro y era el único, no tenía copias. El maletín estaba en el suelo entre mis piernas y creyó que iba a ser fácil quitármelo pues se veía más liviano de lo que realmente era. Lo gracioso fue que cuando me puse de pie el tipo pensó que me le iba ir a las piñas, pero al momento de tomar el bolso con las dos manos me miró para arriba con miedo y lo soltó. Fue todo muy rápido, yo terminé en el suelo abrazando Los sorias con fuerza. Magdita, ¿tú te imaginás lo que habría sido perder Los sorias? Tantos años de mi vida escribiendo… me hubiera pasado lo mismo que a (Julio) Cortázar. ¿Te conté, no? Alejandra Pizarnik era su correctora, era amiga de él y para ayudarla dicen que le dio ese trabajo, le faltaba guita y estaba deprimida. Julio le dio el manuscrito de Rayuela y ella desapareció una semana: él estaba como loco hasta que apareció y él le pidió enseguida que le devolviera todo. Ella ni siquiera se acordaba de que lo tenía, se lo devolvió, pero vos te imaginás qué hubiera sido si se hubiera perdido esa obra”, le dijo Laiseca a Bárcenas.

Alberto Laiscea con la mexicana
Alberto Laiscea con la mexicana Magda Bárcenas, a quien le contó la historia del casi robo.

Sobre todo ese relato que él le regaló una tarde cualquiera ella dice: “Adoré esa historia y la conservo para siempre. Al momento de contármelo aquella vez, siento que lo volvió a vivir, pero no sabía que era un mito esa historia. Yo soy mexicana, pensé que se sabía... que era de dominio público. Hablar con Lai era maravilloso, como si lo hicieras con un libro abierto, así llegó la anécdota del intento de hurto de su manuscrito”.

“Los sorias” en mi casa

El escritor Sebastián Pandolfelli fue alumno, discípulo y amigo de Lai, si hasta tuvo el manuscrito de Los sorias literalmente parando en su casa. Alguna vez, Pandolfelli, dice, le escuchó contar a Jorge Dorio que Laiseca andaba por el bar Moderno y por todos lados con estos papeles encima, que eran pedazos de Los sorias. ¿Que si oyó del propio Laiseca la historia del intento de afano?

—Lai contó alguna vez esa anécdota, pero medio al pasar, nunca nos dio detalles. Sólo eso de que estaba en la estación del tren y le manotearon la bolsa y que en la bolsa estaba Los sorias. Yo no sé si era el manuscrito entero o una parte, porque convengamos que el manuscrito entero son unas cuantas resmas, de hecho yo lo tuve en casa y es pesado, son varios atados de hojas. Lai varias veces nos dijo que hubo otras versiones de Los sorias, que una la quemó y que otra la perdió en lo que él llamaba “un naufragio”, (una separación). Sí cada tanto decía: “¿Se imaginan? ¡Hubiéramos perdido Los sorias! ¿Se imaginan la decepción del tipo cuando viera lo que había en la bolsa, que no había guita, sólo páginas escritas?”. Él solía andar de vez en cuando con bolsas tipo de supermercado, iba así, ahí metía los puchos, y algunas pocas cosas. Nosotros siempre le decíamos que usara el morral, que parecía el doctor Chapatín con la bolsita, ja, ja.

—¿Cómo fue que tuviste el manuscrito de “Los sorias” en tu casa? ¡Es espectacular!

—Básicamente yo fui su discípulo. Después, con el tiempo, fui su asistente y era mi amigo. De hecho, el año nuevo de 2013 para 2014 se vino con nosotros a la casa de mis abuelos a Villa Diamante. El tipo pasó ese año nuevo con nosotros, con mi familia. Ahora bien, cuando hubo que mudarlo fue como una cuestión natural que el flete lo hiciera mi viejo —que es fletero—, lo hicimos con unos amigos y ahí participamos todos, como Selva (Almada). Un montón de esas imágenes están en la película, el documental que se llama Lai, que está en la plataforma CineAr (dirigido por Rusi Millán Pastori). Básicamente la hija (Julieta Laiseca) no tenía dónde poner las cosas en ese momento y la biblioteca de los libros forrados todos de blanco fueron a parar a la empresa del marido de Selva, todas en cajas, y varios manuscritos, entre ellos Los sorias, terminaron en la casa donde vivía yo. Así que estuvieron en mi custodia un par de años. Ahora están en manos de la hija.

Alberto Laiseca (sentado abajo a
Alberto Laiseca (sentado abajo a la derecha) durante una Navidad que compartió con Sebastián Landolfelli y su familia.

—Un paréntesis: ¿Cómo fue pasar ese año nuevo con Lai?

— Yo tenía una relación muy cercana a él. Incluso él viviendo en Flores y yo en Almagro el chabón me llamaba para que lo vaya a ayudar en algo y era para que vaya al chino a comprarle alguna cosa. Y yo iba. También, a veces, me llamaba porque quería charlar un rato y tomarse una cerveza. Él insistió esa vez que vino conmigo a la casa de mi abuela en Villa Diamante. En general se quedaba solo en Año Nuevo y Navidad y ese Año Nuevo dijo: “Vamos a Diamante”. Yo ya le había insistido un par de veces para ir. Lo cierto es que lo fui a buscar con el remis y cuando le caigo tipo ocho de la noche —mirá que había que ir de Flores a Lanús y conseguir un remis que te llevara a esa hora— me dice: “No, no, mejor nos quedamos acá”. ¡No quería ir! Finalmente lo subí al auto, llegamos y estuvo todo bien. En un momento se cansó —porque se cansaba fácil de estar rodeado de gente también— y tipo 12 menos cuarto, 15 minutos antes de que sea Año Nuevo y el brindis, me dice: “Bueno, flaco, llamamos al auto, ¿vamos?”. ¡Eso fue tremendo! Le respondí: “¡Lai, ningún auto nos va a llevar de Lanús hasta Flores 15 minutos antes del brindis!”. Entonces tuvimos que esperar ahí hasta la 1 y pico que conseguimos auto y eso lo puso medio de mal humor (se ríe). Después de eso dijo que la había pasado bien. A veces tenía actitudes de cascarrabias y era difícil, pero era como un gran oso panda de peluche.

El forcejeo de Laiseca

El 20 de mayo de 2011 Alejandra Zina publicó en la revista Ñ la nota titulada “La historia de un libro legendario”. Arranca así: “Alberto Laiseca estaba parado en el borde del andén de la estación de Escobar, en la mano cargaba una bolsa de red con el único manuscrito de una novela. Al ingresar la formación, un brazo se disparó por la ventanilla abierta e intentó arrebatarle la bolsa. Laiseca forcejeó, salvó su bolsa y, con ella, toda una obra que nunca se hubiese podido publicar. ¿Qué hubiese pasado si el ladrón se salía con la suya y, ya en su escondite, hubiese descubierto las resmas de hojas mecanografiadas? ¿Las hubiese tirado? ¿Las hubiese quemado? ¿O las hubiese firmado a su nombre, como hace el personaje de Ramírez en la película El Artista, triunfando a costa del genio ajeno? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que Los sorias es la ballena blanca, el gran pez, de la literatura argentina. Única, secreta, larguísima, desmesurada, conocida y desconocida a la vez”.

Continúa Zina: “El secreto de esta obra llega a los oídos de un joven editor. Gastón Gallo, director de Simurg, se encuentra con el autor de Los sorias en la confitería Las Violetas y sellan de palabra la futura publicación. Un equipo de voluntarios tipea los cuatro tomos del manuscrito y en 1998, 16 años después de haber sido escrita, la novela sale de imprenta. Se trata de una edición limitada de 350 ejemplares en papel biblia, que incluye los dibujos, mapas, láminas y pentagramas originales, un trabajo de Guillermo Kuitca en la tapa y el prólogo a cargo de Ricardo Piglia. Seis años más tarde, otra editorial independiente, Gárgola, la reedita en una tirada de 1.500 ejemplares. Ricardo Romero, escritor entrerriano y segundo editor de la novela, se dio cuenta de que “muy poca gente la había leído, pero era un libro mítico”.

El 14 de junio pasado, en la página de Facebook de Simurg, Gallo compartió un recuerdo sobre aquella edición con Lai que sellaron en la confitería Las Violetas: “Sylvia Saítta y Liliana Zuccotti colaboraron con el tipeo de los originales. Ricardo Piglia escribió un prólogo que hoy es cita obligada para la crítica. En un tren a Adrogué descubrí el talento de Guillermo Kuitca y tuve la desaforada pretensión de que ilustrara el volumen; Graciela Speranza le habló del proyecto y nos puso en contacto. Sin reticencias, y ad honorem, Kuitca diseñó el bello mapa que realza la edición”.

Fotograma del documental "Lai", que
Fotograma del documental "Lai", que cuenta la vida del autor.

Actualmente, según le confirmó a Infobae Leamos Julieta Laiseca, Los sorias no está en plan de reedición aunque —aclaró— “sería hermoso reeditarlo en un futuro”.

Sí, en cambio, según confirmaron tanto la hija como desde Penguin Random House, en 2023 saldrán por esa editorial la reedición de los Cuentos completos de Alberto Laiseca y, por otra parte, de obra inédita.

¿Qué nos perdíamos si se afanaban “Los sorias”?

Alguna vez Laiseca afirmó que a sus obras las escribió robándole tiempo a otras cosas. “Así escribí Los sorias —dijo— afanando tiempo”. Tenía definiciones exquisitas: solía citar a un premier soviético para definir su propio ingreso en la literatura en tercera persona: “Ya no hay lugar adonde retroceder, Laiseca, no tenés más remedio que ser un genio”. Decía, sobre la paciencia de escribir, que “el que se queda gana”. Que el “miedo es un aceite negro” que no deja vivir. Que el delirio “sirve para ver la realidad en la cuerda floja”.

Los sorias —otra vez Piglia— pertenece a la estirpe de los libros que circulan de mano en mano, como una carta privada destinada a todo el mundo. Pero qué hubiera pasado si esa carta privada no llegaba al mundo, si en aquel andén le afanaban la novela a Lai, justamente a él que la escribió afanando tiempo. Sus alumnos, discípulos o editores responden acá, caracterizando a la vez la naturaleza de esta novela y de este novelista atonal.

Sebastián Pandolfelli: “Si se hubieran perdido Los sorias, se hubiera perdido una obra maestra de la literatura universal. Una obra sobre el poder, sobre la humanización de los monstruos, una novela que se mete con todo lo humano. Una genialidad”.

Gastón Gallo: “¿Qué nos perdíamos si se perdía Los sorias? Entiendo la pregunta de manera absolutamente personal y creo que cada lector podrá responderla a su modo. Yo destacaría, apenas, una gran conquista narrativa fundada precisamente sobre la extensión de la obra: cómo el pulso de una historia troncal puede graduarse con sabiduría a lo largo de casi mil cuatrocientas páginas y conseguir transformar progresivamente los espacios, desde el ínfimo de la compartida pieza de pensión hasta la amplitud de la casa cósmica”.

Magda Bárcenas: “Se hubiese perdido un trozo inmenso de su vida, no habríamos conocido a La Lujuriosa, ni reído con los crotos, ni cantado el tango pornográfico. Los sorias es justamente una obra de la que todos hablan, pero pocos han leído. Laiseca era único y las personas así no mueren... son eternos, creo que él no se fue, más bien siento que con él se fue una parte de nosotros. Fue un gran mentor y su visión y amor por las letras cambió mi vida para siempre”.

Laiseca protagonizó un mítico ciclo
Laiseca protagonizó un mítico ciclo televisivo llamado "Cuentos de terror".

Alan Ojeda (fue alumno del taller de Laiseca): “Nos perdíamos una experiencia física (lo que implica leer 1.500 páginas en pleno Siglo XXI) y de una obra producto de una imaginación libre, sin restricciones morales ni sin tabúes, que construyó un mundo sin fisuras. Los sorias es una novela total. Está llena de dolor, de violencia y de sangre, pero todo eso es redimido por la dignidad del amor. Y no me refiero al amor romántico, que vendría a ser sólo un cliché, sino a esa palabra que refiere, quizá, a lo que queda cuando uno abandona las manijas del poder y se reconoce humano”.

Juan Guinot: “Nos perdíamos adentrarnos a un universo narrativo descomunal y generoso como no volví a leer que, además, es un espejo del alma de Lai”.

Ricardo Romero: “Los sorias es para mí un libro, pero también es un mito. Como libro es una experiencia desaforada, inevitable si uno quiere saber hasta dónde podía llegar la literatura argentina de fines de milenio. Como mito es esencial. Algo muy saludable para cualquier literatura”.

Quién fue Alberto Laiseca

♦ Nació en Rosario en 1941 y murió en Buenos Aires en 2016.

♦ Publicó novelas, cuentos, poesías y ensayos. Se destacan El jardín de las máquinas parlantes y Los sorias.

♦ Fue protagonista del antológico programa de TV Cuentos de terror, emitido por el canal I.Sat.

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