Convencido de que las redes sociales han cambiado la manera en la que consumimos todo tipo de arte, el historiador español Miguel Ángel Cajigal Vera -cuyo seudónimo es El Barroquista- busca acercar el arte al público masivo sin prejuicios, ya no solo a través de memes y posteos sino ahora también con su más flamante libro, Otra historia del arte. No pasa nada si no te gustan las Meninas, en el que despliega ideas universales de manera amena y didáctica.
Considerado uno de los grandes divulgadores de arte en España, @ElBarroquista cuenta con miles de seguidores en redes y en su nuevo ensayo -publicado en España por Penguin Random House- toma la emblemática pintura de Diego Velázquez -exhibida en el Museo Nacional del Prado- para dar por tierra con el concepto de tiranía que ejercen ciertas obras a la hora de explicar la historia del arte.
“Personalmente, me gusta siempre desdramatizar el arte y yo mismo hago a veces memes sobre cuestiones relacionadas con grandes artistas del pasado. No todo el mundo entiende este tipo de comunicación desde el humor y en ocasiones hay gente que se ofende o escandaliza, pero yo considero que es una más de las vías de transmisión de información y que, además, tiene un valor especial por su potencial”, cuenta el historiador español Miguel Ángel Cajigal Vera.
En su libro, el autor se cuestiona por la función de la historia del arte y trata de desenredar los malentendidos generados muchas veces alrededor de su profesión: le han preguntado literalmente si le pagan por mirar cuadros, o si su trabajo consiste en memorizar cosas y repetirlas de manera oral. O algunos, como su abuela Flora, tenían la idea de que él pintaba cuadros: “Nunca quise sacarla de ese error”, cuenta en estas páginas donde no falta el sentido del humor.
A través de diversos ejemplos -incluida Comediante, la famosa banana de Maurizio Cattelan pegada a la pared, el libro busca esquivar las frases rimbombantes y categóricas -esas que se adjudican a las Meninas- y plantea que esta concepción de la creación artística, basada en la aceptación de un canon preestablecido, lejos de favorecer el aprendizaje y hacer el arte más accesible, ha condicionado el gusto del público.
En Otra historia del arte, el Barroquista propone acercarse a esta disciplina sin prejuicios, enhebra historias fascinantes como las de Teresa Margolles, una fotógrafa y realizadora mexicana dedicada a denunciar la violencia a través de su obra, o Piero Manzoni, que miró con ironía todo lo producido desded el arte conceptual, junto a piezas muy reconocidas de Frida Kahlo o Artemisia Gentileschi y busca finalmente hacer extensiva la idea de que “no pasa nada si no te gustan Las Meninas”.
-¿Hay un canon restrictivo que dificulta la tarea de divulgación del arte?
-Sin ninguna duda. El público conoce, en general, poco arte. Las obras más famosas ejercen una cierta tiranía: cuando hablas de ellas, de repente crece tu audiencia. A mí me sucede cuando he hablado de la Gioconda, que de repente se multiplica por mucho la cantidad de gente interesada en el mensaje. Esto es un problema de difícil solución. Quizás debamos usar esas obras famosas que están en el canon como “gancho” para que el público se interese por otras obras que no conoce y son igualmente interesantes, pero este tipo de recursos siempre me plantean dudas.
-En una parte de tu libro decís que se cree que las personas que trabajan en el arte son una especie de casta sacerdotal encargada de que una lectura correcta de la historia se transmita lo más intacta posible. ¿Por qué crees que está tan extendida esta creencia?
-Tengo la sensación de que es algo totalmente buscado, durante décadas. Basta leer muchas críticas de arte, en medios de comunicación, para ver que existe una especie de “estilo hermético” en el cual la persona que hace esa crítica habla solamente para iniciados. Si diésemos muchas de esas críticas a leer a gente común seguramente les daría la risa por lo ridículo que llega a ser a veces el enrevesado lenguaje que utilizan. Personalmente, estoy en contra de esa idea. Todas las personas tienen derecho a entender el arte y, por tanto, debemos modular nuestro lenguaje y discurso para ser más comprensibles.
-¿Por qué creés que cuando se trata de cine o fútbol todos se sienten animados a opinar como el mejor DT o el más versado cineasta pero, cuando se trata de arte, la gente no se anima a emitir opinión?
-Si mucha gente percibe que para hablar de arte hay que manejar un lenguaje arcano y hacer grandes malabarismos dialécticos, una reacción bastante normal es que la gente prefiere no hablar de arte. Que acabe pensando que eso no es para ellos. Por otra parte, creo que por lo general nos cuesta expresar cierto tipo de ideas y sensaciones, bastante abstractas, y para hablar de arte suele ser necesario hablar de ese tipo de cosas. Al final se acaba dando una especie de pudor generalizado para hablar de arte que no existe cuando tratamos de cine o de fútbol, que son dos áreas de las que muchas personas fácilmente nos podemos considerar como entendidas.
-¿Cuánto ayudan las redes sociales en la difusión del arte?
-Las plataformas sociales han cambiado la manera en la que consumimos todo tipo de arte y esta revolución ha sucedido delante de nuestros ojos sin apenas darnos cuenta. Estamos solamente en el inicio, porque vendrán más y mejores plataformas sociales en el futuro que ampliarán lo que las actuales pueden hacer. Esto ha provocado que se pierda el control del relato artístico, que hasta la llegada de las redes estaba sólidamente controlado por museos e instituciones, junto a medios de comunicación. Es un cambio excitante de inciertas consecuencias.
Quién es Miguel Ángel Cajigal Vera
♦ Nació en La Coruña, España, en 1981. Es historiador del arte, divulagor cultural y curador de exposiciones.
♦ En redes sociales es El Barroquista, y en esos canales comparte información sobre arte.
♦ Dirige el máster en Educación en Museos y Espacios Culturales de la Universidad Miguel de Cervantes.
♦ Publicó Otra historia del arte. No pasa nada si no te gustan las Meninas
Fuente: Télam S.E.
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