Tomás Eloy Martínez supo interpretarlo muy rápidamente: el peronismo es una máquina de producir relatos; una usina inagotable de mitos, con Eva y Perón —en ese orden— como los grandes patriarcas. Martínez se aprovechó de eso, y a la vez fue uno de los que más contribuyó en aumentar la leyenda. Con dos libros tan exitosos como son La novela de Perón y Santa Evita, hoy hay muchísima gente que considera a sus invenciones como verdades históricas. Martínez fue un druida; uno que, en lugar de transmutar el plomo en oro, creaba verdad del verosímil.
“Tomás Eloy”, recuerda Diego Velázquez en diálogo con Infobae Leamos, “decía que una novela es la licencia para mentir. Pero no decía en dónde mentía”. Velázquez es, junto con Natalia Oreiro, Darío Grandinetti y Ernesto Alterio, uno de los protagonistas de la miniserie de Star+ que adapta Santa Evita. En pocos días, la señal de streaming agregará 7 episodios de 45 minutos al mito de origen peronista.
Pero, esta vez, hay una ligera vuelta
de tuerca: el papel de Velázquez es el álter ego de Tomás Eloy Martínez. “Se llama Mariano Vázquez y es un periodista de investigación”, dice el actor. “Tienen algunos puntos de contacto, pero lo que hace Santa Evita con el personaje de Tomas Eloy es lo que el propio Tomás Eloy hizo con Evita: lo fantasea”.
Si este pueblo me pidiese la vida, se la daría cantando
La serie se estrena el día exacto en que se cumplen 70 años de la muerte de Eva. El 26 de julio de 1952 a las 20.25, María Eva Duarte de Perón moría de cáncer —son famosas las pintadas de sus enemigos celebrando la enfermedad— pero no terminaba su historia. Perón contrató a un médico español para preservar el cuerpo, quien le dedicó años al proceso de embalsamamiento en un laboratorio que se montó en la Confederación General del Trabajo. La intención era llevarlo a un mausoleo que iba a medir dos veces lo que la Estatua de la Libertad.
Los militares que derrocaron a Perón abandonaron, por supuesto, el proyecto megalómano, pero además, para evitar las procesiones populares, demolieron el Palacio Unzué donde murió Eva, y ocultaron el cadáver dieciocho años.
La novela de Tomás Eloy Martínez cuenta el derrotero del cuerpo y del coronel Carlos Moori Koenig, el hombre que lo secuestró. “La leí en el 96 en Río de Janeiro, en la biblioteca de unos amigos”, dice Pamela Rementería, coguionista de la serie junto a Marcela Guerty, “y me acuerdo de caminar por las calles de Ipanema sin parar de leerla”. Rementería y Guerty acentuaron el perfil de thriller de la novela, y plantearon distintas capas narrativas: está la historia de Eva, la del cuerpo, la de la relación de Eva con Koenig, la del periodista que descubre la trama secreta dos décadas después.
“Mi personaje”, dice Velázquez, “está más al servicio del relato que a llevar adelante la acción. Él es un periodista estrella y le piden hacer esta nota, que, al principio no quiere. Yo creo que después tiene la ambición honesta de descubrir la verdad, y también la ambición de ser él quien la descubra. Así se va metiendo cada vez más en terrenos muy peligrosos”.
Renuncio a los honores, pero no a la lucha
Un hermoso giro del destino reúne en Santa Evita a Tomás Eloy Martínez y Gabriel García Márquez. Si bien el libro se publicó en 1995, por el tono y el tema, podría ser considerada como una novela postrera del llamado “boom latinoamericano”. “Aquí está, por fin, la novela que siempre quise leer”, dijo García Márquez en ese momento. Hay que recordar que la amistad entre ellos venía desde muchos años atrás, de la época en que Martínez sacó en la portada de Primera Plana al, por entonces, desconocido autor colombiano que había escrito “La gran novela de América”: Cien años de soledad. Ahora, el tiempo se pliega en una cinta de Moebius, y es Rodrigo García, el hijo de García Márquez, el encargado de dirigir la adaptación de la novela de Martínez al género audiovisual.
La producción de la miniserie casi no tiene precedentes en la Argentina. Se filmó en 40 locaciones. Participaron casi 150 actores y más de 1.000 extras. Recrearon el Palacio Unzué, se diseñaron vestuarios de los años 50 y 70, y se usó casi un centenar de autos de colección. Dicen que Natalia Oreiro perdió once kilos y que escuchaba por horas los discursos de Eva para entrar en el personaje. La Eva de Oreiro y el Perón de Grandinetti van a quedar en la memoria de todos. Tenían un gran desafío y lo cumplieron con creces.
“Eva”, dice Alejandro Maci, el otro director de la serie, “además de haber sido enorme, de haber tenido una sensibilidad social única y de haber tenido muchos elementos que convocan a la mitificación, también tuvo una muerte temprana, que siempre genera una especie de iconización. Pero para trabajar con carnadura, hay que hacer una tarea de desemblematización, de desacralización, de repensar la dramaturgia de su vida y entender qué estaba en juego en cada momento. Si no, se vuelve una ilustración, y uno debe correrse de ese lugar para que el relato tenga interés. ¿Cuál es el problema de la ilustración? El lugar común”.
—¿Cómo fue el trabajo con los actores para no caer en el lugar esperable?
—Adueñándose emocionalmente de la situación. Poniéndose en riesgo. Alterio, Natalia, Grandinetti, Velázquez, Francesc Orella, que hace del Dr. Pedro Ara: son extraordinarios. No van por la ilustración, van por la apropiación. Por un aspecto fundacional y emocional del personaje. Que es la parte más interesante para uno, también.
—¿Cómo se le da una impronta propia a la adaptación de un libro?
—Es un trabajo que me fascina. Es muy complejo, porque uno tiene que repensar lo que es una adaptación. En ese sentido, lo pienso más a la Roland Barthes: es la fundación de un texto nuevo. No hay textos “en representación de”, hay un texto que aparece con una nueva textualidad. La adaptación que hicieron Marcela Guerty, Pamela Rementería y Rodrigo García es una lectura. Buscamos que un aspecto medular del texto esté presente en una textualidad nueva. Es complejo, pero ese es el trabajo valioso.
—Muchos actores encarnaron a Perón y a Eva y, de alguna manera, esos papeles los definieron. ¿Qué pasa con los directores? ¿Cómo interviene la figura de Perón y Eva en su carrera?
—No me pasa lo que decís, sino que pienso al universo del relato de Santa Evita. Perón y Eva están en un lugar central, pero esto no es una biopic, es Santa Evita. Es un thriller feroz que combina distintos elementos de género en torno a un cadáver. A mí lo que me conmueve y lo que me compromete es el relato. No podría decir que me dediqué a un personaje, todo lo hice en función de narrar mejor Santa Evita.
SEGUIR LEYENDO: